Refiriéndose a la columna de opinión “¿Qué vendrá de ‘un hombre de un país lejano’?” del presbítero Myron J. Pereira SJ, director del Centro Javier de Comunicaciones de Bombay (India) y director del servicio de prensa de la Unión de Noticias Católicas Asiáticas (en adelante UCAN) en Bangkok, publicada el 28 de Marzo de 2021 en “The Sunday Examiner”, informativo de la Archidiócesis de Hong Kong, donde dice:
«Muchos de nosotros aún recordamos lo deprimidos que estábamos todos durante los últimos días delpontificadodelPapaBenedicto XVI. Tanto él como su predecesor, elPapa SanJuan Pablo II, habían encadenado a la Iglesia, reprimiendo duramente la libertad de expresión y saboteando varias iniciativas del Concilio Vaticano II»
El “cardenal” Joseph Zen Ze-kiun SDB (foto) arzobispo emérito de Hong Kong, escribió en su bitácora el artículo “Esto es demasiado. ¡Alguien nos debe una disculpa!”:
«¡Esto es increíble! ¡Esto es indignante! ¿Esperan que los lectores de Hong Kong se traguen semejante disparate arrogante e insultante?».
Y tras preguntarse si las monjas filipinas son las únicas que leen el semanario diocesano de Hong Kong, el cardenal Zen dice que el rotativo de marras actúa como caja de resonancia de UCAN (fundada en Hong Kong en 1979 y cuyo actual director ejecutivo, el presbítero Michael Kelly SJ, es amigo y cofrade de Antonio Spadaro, director del desprestigiado “La Civiltà Cattolica” –donde Kelly fue editorialista de la sección inglesa– y amigo íntimo de Bergoglio; siendo el presbítero Pereira simplemente un idiota útil) y de La Croix International. Porque no de otra manera se explicaría dicha línea editorial.
De otra arista, Zen es de los que menos debería estarse quejando. Acordémonos que él fue el que introdujo el Vaticano II y el Novus Ordo Missæ en Shanghái el 30 de Septiembre de 1989. Vaticano II que en su odio a la Tradición Católica iguala a la Gran Revolución Cultural Proletaria de Mao Zedong (que comenzó en esa ciudad) tras la “Notificación del 16 de Mayo” (en chino 五一六 通知; Wǔyīliù Tōngzhī) del año siguiente a su clausura, y en la cual hubo millones de muertos y gran destrucción del patrimonio cultural. Y los seguidores de Bergoglio, cual Guardia Roja, pretenden que sus contrarios hagan autocrítica por conservar los valores tradicionales y adhieran fielmente a Bergoglio, el Vaticano II hecho carne. Mas al final, ellos también acabarán siendo capítulo de vergüenza para sus descendientes.
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