viernes, 13 de septiembre de 2019

BERGOGLIO Y “EL CISMA DE LEFEBVRE”

Traducción del artículo publicado por RADIO SPADA. No está de más reiterar que el Cisma se configura por la rebelión contra el Papa legítimo y con la intención expresa de separarse de la Iglesia Católica verdadera, no por defender la fe contra la multitud que sigue el error.
   
También este último viaje de Bergoglio nos ha dado sus “satisfacciones”: los ridículos paramentos leopardados, poco Cristo y muchos lugares comunes eco-globalistas, migrantes y, casi haciendo un salto atrás al cálido estío del 1976 o del 1988, “el cisma de Lefebvre”.
   
Nos referimos a cuanto dijo el Volante en la conferencia de prensa (ver aquí) sobre el avión de regreso para Roma.
Jason Drew Horowitz (The New York Times): «En el vuelo a Maputo reconoció que estaba siendo atacado por un sector de la Iglesia Americana, obviamente hay fuertes críticas de algunos obispos y cardenales, hay televisiones católicas y sitios web americanos muy críticos, e incluso algunos de sus aliados más cercanos han hablado de un complot contra ti. ¿Hay algo que estos críticos no entiendan de su pontificado? ¿Hay algo que haya aprendido de las críticas? ¿Tiene miedo de un cisma en la Iglesia Americana? Y si es así, ¿hay algo que pueda hacer, un diálogo, para evitarlo?».
  
Francisco Bergoglio: «En primer lugar, la crítica siempre ayuda, siempre. Cuando uno recibe una crítica inmediatamente tiene que hacer autocrítica y decir: ¿es eso cierto o no? ¿Hasta qué punto? La crítica siempre me beneficia. A veces te hacen enojar… Pero hay ventajas. De camino a Maputo, uno de ustedes me dio ese libro en francés sobre cómo los americanos quieren cambiar al Papa. Sabía lo de ese libro, pero no lo había leído. Las críticas no provienen sólo de los norteamericanos, sino que están en todas partes, incluso en la Curia. Al menos los que te lo dicen tienen la ventaja de la honestidad para decírtelo. No me gusta cuando las críticas están debajo de la mesa: te hacen sonreír mostrando los dientes y luego te meten el puñal por detrás. Eso no es justo, no es humano. La crítica es un componente fundamental, y si su crítica no es correcta, usted está preparado para recibir la respuesta y hacer un diálogo y llegar al punto correcto. Esta es la dinámica de la verdadera crítica.
  
En cambio, la crítica a las gotas de arsénico, de las que hablábamos en relación con este artículo que le di al Padre Rueda, es un poco como tirar la piedra y esconder la mano… Esto no es necesario, no ayuda. Ayuda a pequeños grupos cerrados, que no quieren escuchar la respuesta a las críticas. En cambio, una crítica justa –creo esto, esto, esto y esto– está abierta a la respuesta, esto construye, ayuda.
  
Frente al caso del Papa: No me gusta esto del Papa, lo critico, hablo, hago un artículo y le pido que responda, es justo. Hacer una crítica sin querer escuchar la respuesta y sin hacer el diálogo no es amar a la Iglesia, es ir detrás de una idea fija, cambiar al Papa, o hacer un cisma. Esto, está claro: siempre una crítica leal es bien recibida, al menos por mí.
 
Segundo, el problema del cisma: en la Iglesia ha habido muchos cismas. Después del Vaticano I, por ejemplo, la última votación, la de la infalibilidad, un grupo simpático abandonó y fundó los veterocatólicos para ser realmente “honestos” con la tradición de la Iglesia. Luego encontraron un desarrollo diferente y ahora hacen las ordenaciones de mujeres. Pero en ese momento eran rígidos, se pusieron detrás de una ortodoxia y pensaron que el Consejo estaba equivocado. Otro grupo se fue en silencio, pero no quiso votar… El Vaticano II tuvo estas cosas entre las consecuencias. Quizás el más conocido de los desprendimientos postconciliares es el de Lefebvre. Siempre existe la opción cismática en la Iglesia, siempre. Pero es una de las opciones que el Señor deja a la libertad humana. No le temo a los cismas, rezo para que no existan, porque está en juego la salud espiritual de mucha gente. Que haya diálogo, que haya corrección si hay algún error, pero el camino del cisma no es cristiano. Pensemos en los comienzos de la Iglesia, como se inició con muchos cismas, uno tras otro: arios, gnósticos, monofisitas… Entonces vengo a contar una anécdota: fue el pueblo de Dios el que salvó de los cismas. Los cismáticos tienen siempre una cosa en común: se separan del pueblo, de la fe del pueblo de Dios. Y cuando en el Concilio de Éfeso se habló de la maternidad divina de María, el pueblo –esto es histórico– estaba a la entrada de la catedral cuando los obispos entraron para hacer el concilio. Estaban allí con palos. Se los mostraron a los obispos y gritaron: “¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios!”, como diciendo: si no haces esto, te están esperando… El pueblo de Dios siempre se adapta y ayuda. Un cisma es siempre un desapego elitista provocado por una ideología desprendida de la doctrina. Es una ideología, quizás justa, pero que entra en la doctrina y la separa… Por eso rezo para que no haya cismas, pero no tengo miedo. Este es un resultado del Vaticano II, no de este o aquel Papa. Por ejemplo, las cosas sociales que digo son las mismas que las de Juan Pablo II, ¡las mismas! Lo copio. Pero dicen: el Papa es comunista… Las ideologías entran en la doctrina y cuando la doctrina se desliza en las ideologías, existe la posibilidad de un cisma. Está la ideología de la primacía de la moral aséptica sobre la moral del pueblo de Dios. Los pastores deben guiar al rebaño entre la gracia y el pecado, porque la moralidad evangélica es ésta. En cambio, una moral de tal ideología pelagiana te lleva a la rigidez, y hoy tenemos muchas escuelas de rigidez dentro de la Iglesia, que no son cismas sino caminos cristianos pseudo-esquemáticos, que terminarán mal. Cuando se ven cristianos, obispos, sacerdotes rígidos, detrás de ellos hay problemas, no hay santidad del Evangelio. Por eso debemos ser mansos con las personas que son tentadas por estos ataques, están pasando por un problema, debemos acompañarlos con mansedumbre».
Sobre todo permanecemos asombrados del hecho que venga reconocida, en tiempos de ecumenismo triunfante, la existencia de cismáticos.
  
Un estupor efímero, porque los cismáticos no son, en la mente de Bergoglio, aquellos que se separan de la única Iglesia y fundan una suya persona, sino los que se se contraponen al pueblo, casi que el pueblo sea siempre y en todo infalible tanto cuando es portador de aquel sensus fidélium que es eco fiel de la enseñanza de la Iglesia como en el caso del Concilio de Éfeso, como cuando tenga una moral diferente de la “ideología de la primacía de la moral aséptica” (cualquier referencia a Amóris Lætítia y a los críticos es puramente casual).
   
Otra característica de los cismáticos es la rigidez y los rígidos en la Iglesia son el mal: por descencia y por respeto de las pías orejas no hablamos de aquellos que son conocidos por la laxitud…
   
Pero quiénes son estos cismáticos: los veterocatólicos, los gnósticos, los arrianos, los monofisistas (y decir que con el medio monofisista papa de Alejandría [Teodoro I] el papa Bergoglio ha hecho algún encuentro ecuménico, frente a la honestidad y la coherencia) y … los lefebvrianos.
   
No resulta que Monseñor Marcel Lefebvre haya formado una iglesia personal separada de la Iglesia Romana o que lo hayan hecho sus herederos de la Fraternidad San Pío X.
   
Del resto, la inexistencia del cisma lefebvriano fue reconocido por el mismo Vaticano por boca del difunto Cardenal Darío Castrillón Hoyos, por años empeñado en las relaciones con el mundo denominado de la Tradición. Verdaderamente el obispo francés fue rígido, rígido en la conservación de la íntegra Fe Católica mientras los predecesores de Francisco daban derecho de ciudadanía en la Iglesia a los piratas de las herejías y de la revolución.
  
Que existiese un cisma lo decían sin embargo Pablo VI, del que Francisco es devotísimo, y acompaña y lo dice sin embargo Juan Pablo II: ¡y Bergoglio “copi[a] a él”!
  
En passant recordamos que lo afirma, extralamente sin dubia, también el Eminentísimo Burke (ver aquí)…
   
De la clase de los cismáticos, en la cual es injustamente enumerado el católico Lefebvre, notamos sin embargo que faltan los sedicentes ortodoxos que efectivamente, además de profesar herejías, han consituido iglesias siempre más sectarias y nacionales separadas de la única verdadera Iglesia de Jesucristo. No es un olvido, es una omisión voluntaria.
   
De hecho, en el precedente viaje a Rumanía Bergoglio tuvo modo de decir: «También nosotros los católicos tenemos gente cerrada, que no quiere, y dice: “No, los ortodoxos son cismáticos”. Esto es algo anticuado. Los ortodoxos son cristianos. Pero hay grupos católicos un poco fundamentalistas: debemos tolerarlos, rezar por ellos para que el Señor y el Espíritu Santo les ablanden un poco el corazón. Pero yo recé. Los dos. No miré a Daniel [Patriarca ortodoxo de Rumanía], pero creo que él hizo lo mismo» (ver aquí).
  
¡Algo anticuado! ¿No habéis leído tal vez la polaco-germánica Dóminus Jesus (ver aquí) que dice ser las iglesias sedicentes ortodoxas iglesias hermanas y verdaderas iglesias locales (si bien no en comunión con la Iglesia Católica, que sería –o mejor, en la cual subsistiría– la verdadera Iglesia de Cristo)?
  
Bergoglio copia a Wojtyla. ¡Y lo copia tan bien!
  
Y sería supérfluo hablar de la iglesia patriótica china, capellanía del Partido Comunista, con el cual los modernistas en virtud de una bien precisa y herética eclesiología (ver aquí) se enrollan por años en daño de los católicos clandestinos.
  
Los modernistas y los focianos y los catocomunistas chinos –lo dicen ellos mismos– son una única iglesia. Quién en un modo, quién en otro, se trata siempre de cismáticos.
  
Porque, concluyendo con el no cismático Lefebvre: «Nosotros no estamos en el cisma: nosotros somos los continuadores de la Iglesia Católica. Son aquellos que se inventan las novedades los que están en el cisma» (Lille, 29 de agosto de 1976) y todavía: «Nosotros queremos permanecer en la verdadera Religión Católica, nosotros queremos continuar esta Religión. No somos cismáticos, no estamos excomulgados, no somos de la gente que se aleja de la Iglesia. Esto no es verdad, ¡es imposible que sea verdad! Porque continuando lo que la Iglesia Católica ha siempre hecho durante veinte siglos, sin cambiar nada, ¿cómo podemos ser excomulgados? ¿Cómo podemos estar fuera de la Iglesia? ¡Es imposible! Los que van fuera de la Iglesia son aquellos que cambian todo, los que toman otro camino, que han cambiado camino en el Vaticano II […] Este camino es falso, condenado por muchos Papas […] ¡Nosotros hacemos parte de la Iglesia Católica, esto es seguro! Aqellos que toman otro camino, que cambian el Sacrificio de la Misa, que cambian los Sacramentos, todos los ritos, toman el riesgo de salir de la Iglesia, de perder las almas» (Turín, 11 de junio de 1989).

3 comentarios:

  1. Ah, don Pagliarani –e il tuo burattinaio Bernard Fellay–, non uscirai per difendere la verità del tuo fundatore Monsignore Lefebvre di fronte alle menzogne ​​grossolane di Bergoglio? Ma certo, se tu e la tua fraternità state negoziando con lui e celebrando i Sacramenti “una cum Francisco”! (Ah, padre Pagliarani –y tu titiritero Bernard Fellay–, ¿no saldrás a defender la verdad de tu fundador Mons. Lefebvre frente a las burdas mentiras de Bergoglio? ¡Pero claro, si tú y tu fraternidad estáis negociando con él y celebrando los Sacramentos “una cum Francisco”!)

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  2. La cuestión es que Lefebvre, incluso aunque lo diga Bergoglio que siempre miente, SI ES UN CISMÁTICO. Es decir, reconoce a los antipapas de del Vaticano II como verdaderos papas y a pesar de eso los desobedece.Y eso es cismático. Pero es que además resulta que enseña a sus fieles a ser cismáticos: le enseñan que esos son legítimos papas y luego los anima a desobedecerlo en aquello que evidentemente es parte de la autoridad legitima de un papa.

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