domingo, 15 de septiembre de 2019

CORONA DE LOS DOLORES DE SANTA MARÍA, POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO


CORONA DE LOS DOLORES DE SANTA MARÍA

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

℣. Dios mío , ven en mi auxilio.
℟. Señor, apresúrate a socorrerme.   
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Desde la Septuagésima hasta la Pascua, en lugar del Aleluya, decir: Alabanza a ti, Señor, rey de la eterna gloria.

Madre mía, haz que acompañe
Mi corazón el dolor
Que padeciste en la muerte
De Jesús mi Salvador.

PRIMER DOLOR: La profecía de San Simeón anunciando: Una espada de dolor traspasará tu corazón.

Me compadezco, Señora, de Vos por la primera espada de dolor que os traspasó, cuando se os representaron en el templo por medio de Simeón todos los tormentos que los hombres debían hacer sufrir a vuestro amado Jesús, lo que ya sabíais por las divinas Escrituras, hasta hacerle morir delante de vuestros ojos pendiente de un infame leño, desangrado y abandonado de todos, sin que pudiéseis defenderle ni ayudarle. Por este amargo recuerdo, pues, que por espacio de tantos años afligió a vuestro corazon, os suplico, Reina mía, que me alcancéis la gracia de que yo en vida y en la hora de la muerte tenga impresos en el corazón la Pasión de Jesús y vuestros dolores.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
 
SEGUNDO DOLOR: La huída a Egipto, escapando de la ira asesina de Herodes.

Me compadezco, Señora, de Vos por la segunda espada que os atravesó al ver a vuestro inocente Hijo, que apenas había nacido era ya perseguido de muerte por aquellos mismos hombres por quienes había venido al mundo, de modo que os visteis entonces obligada a huir a Egipto de noche y ocultamente. Por los muchos trabajos, pues, que sufristeis, siendo una delicada doncella, en compañía de vuestro desterrado Niño durante aquel largo y penoso viaje por países ásperos y solitarios, y mientras habitasteis en Egipto, en donde siendo desconocidos y forasteros vivisteis todos aquellos años pobres y despreciados, os ruego, mi amada Señora, que me alcancéis la gracia de que pueda sufrir con paciencia en vuestra compañía hasta la muerte los trabajos de esta miserable vida, a fin de que en la otra pueda librarme de los trabajos eternos del Infierno que he merecido.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.

TERCER DOLOR: La pérdida de Jesús en Jerusalén durante la Pascua.

Me compadezco, Señora, de Vos por la tercera espada que os hirió cuando perdísteis a vuestro amado Hijo Jesús, el cual permaneció separado de Vos en Jerusalén por espacio de tres días. Entonces no viendo junto a Vos a vuestro amor, e ignorando la causa de su ausencia, me figuro, mi amada Reina, que no sosegásteis en toda aquella noche, suspirando continuamente por Aquel que era todo vuestro bien. Por los suspiros, pues, de aquellos tres días, para Vos tan prolongados y amargos, os ruego que me alcancéis la gracia de que no pierda a mi Dios, a fin de que viva abrazado siempre con Él, y parta así de este mundo cuando llegue la hora de mi muerte.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
   
CUARTO DOLOR: El encuentro con Jesús en la Vía Dolorosa.

Me compadezco de Vos,  adolorida Madre mía, por la cuarta espada que os traspasó al ver a vuestro Jesús condenado a muerte, atado con cuerdas y cadenas, cubierto de sangre y llagas, con una corona de espinas en la cabeza, cayendo por el camino, agobiado bajo el peso de la Cruz que llevaba sobre sus lacerados hombros, yendo a morir por nosotros como un inocente cordero. Entonces se encontraron los ojos de ambos, y vuestras miradas se convirtieron en otras tantas saetas crueles, con las cuales al mismo tiempo heristeis a los corazones enamorados. Por este gran dolor, pues, os suplico que me alcancéis la gracia de vivir enteramente resignado a la voluntad de Dios, llevando con alegría mi cruz en compañía de Jesús hasta el último aliento de mi vida.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
   
QUINTO DOLOR: La crucifixión y muerte de Jesús.

Me compadezco, Señora, de Vos, Madre mía dolorosísima, por la quinta espada que os traspasó cuando en el monte Calvario presenciásteis la muerte lenta de vuestro Hijo Jesús, entre tantos suspiros y desprecios en el duro lecho de la Cruz, sin poderle dar siquiera el más mínimo de los consuelos que se conceden al morir aun a los más malvados. Os suplico, Madre amorosa, por la angustia que padecisteis junto con vuestro Hijo agonizante, y por la ternura que experimentásteis cuando Él os habló por última vez desde la Cruz, y se despidió de Vos, dejándoos a todos en Juan por hijos vuestros; y Vos constante allí le visteis despues inclinar la cabeza y expirar, os ruego que me alcancéis la gracia de que pueda vivir crucificado por vuestro amor, y morir crucificado para todas las cosas de este mundo, a fin de que pueda consagrarme durante toda mi vida exclusivamente a Dios, y entrar de este modo un día en el Cielo a gozar de su presencia.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
   
SEXTO DOLOR: El descendimiento del sagrado cuerpo de Jesús.

Me compadezco, Señora, de Vos, Madre mía dolorosísima, por la sexta espada que os traspasó al ver herido de parte a parte el dulce corazón de vuestro Hijo ya difunto, y muerto por aquellos ingratos que ni aun despues de su muerte habían cesado de atormentarle. Por este cruel dolor, pues, que solo Vos sufristeis, os ruego que me alcancéis la gracia de que pueda habitar en el Corazón de Jesús herido y abierto por mí, en aquel corazón, digo, en el cual se halla la verdadera morada del amor donde reposan todas las almas amantes de Dios, y en donde viviendo yo, no piense en otra cosa, ni ame más que a Dios. Vos lo podéis hacer, Virgen sacrosanta, de Vos lo espero.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
    
SÉPTIMO DOLOR: La sepultura de Jesús, y la soledad de María.

Me compadezco, Señora, de Vos, adolorida Madre mía,. por la séptima espada que os traspasó al ver en vuestros brazos a vuestro Hijo difunto, no ya hermoso y cándido como le recibísteis en el establo de Belen, sino ensangrentado, lívido y cubierto de heridas, que le dejaban los huesos descubiertos, diciéndole entonces: «Hijo mio, ¿a qué estado te ha reducido el amor?». Y cuando le llevaban al sepulcro quisísteis acompañarle y colocarle en él con vuestras manos, hasta que dándole el último adiós, dejasteis allí vuestro amante Corazon sepultado con vuestro Hijo. Por los muchos martirios, pues, que sufrió vuestra hermosa alma, alcanzadme, ¡oh Madre del amor hermoso!, el perdón de las ofensas que he hecho a mi amado Dios, de las que de todo corazón me arrepiento. Defendedme de las tentaciones, y asistidme en la hora de mi muerte, a fin de que salvándome por los méritos de Jesús y vuestros, vaya un día con vuestra ayuda, después de este miserable destierro, a cantar en el Cielo las alabanzas de Jesús y las vuestras, por toda la eternidad. Amén.
  
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, etc., y la estrofa de arriba, la cual siempre se repite.
   
℣. Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
  
ORACIÓN
¡Oh Dios!, en cuya Pasión el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón, fue traspasada con cuchillo de dolor: concede propicio que cuantos meditamos devotamente sus dolores, alcancemos los dichosos frutos de tu Pasión: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Benedicto XIII concedió 200 dias de indulgencia por cada Padre nuestro y Ave María al que rezare esta Coronilla en la iglesia de los Padres Servitas, así como en el viernes, y en la Cuaresma en cualquier lugar; y en los demás días ciento por cada Padre nuestro y Ave María. Al que la rezare entera, siete años, y al que la rezare por espacio de un año, indulgencia plenaria que puede aplicarse a las almas del Purgatorio.
 
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Las Glorias de María (Tercera edición de la traducción española), segunda parte, págs. 471-475. Librería Religiosa, Barcelona 1860. Imprimátur por Mons. Ramón de Ezenarro, Provisor y Vicario general del Obispado de Barcelona, 25 de Septiembre de 1853.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por haber colocado los preciosos cuadros de Jozef Janssens sobre los Siete Dolores de Maria. Se conservan en la Catedral de Amberes y son de principios del siglo XX. Desde el Beato Angelico nada se ha pintado tan piadoso y conmovedor.
    Virgen Dolorosísima ruega por nosotros.

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