El día 2 de Mayo de 1965, luego de una Misa a un grupo de obreros
italianos y de un discurso de Regína C sólo dos años después de su elección y mientras seguía su curso la IV Sesión del Concilio, Montini redactó una carta de renuncia anticipada, para entregar al cardenal decano (a la sazón, el francés Eugène Tisserant). Esta carta inédita aparece por primera vez en el libro “La barca de Pablo”
(San Pablo, págs. 240, 16 euros), editado por el regente de la Casa
Pontificia, padre Leonardo Sapienza RCJ.
li donde se advertía de la paz
amenazada (el presidente estadounidense Lyndon Baines Jhonson –demócrata–
enviaba a sus tropas a Vietnam, y en la URSS Leónidas Brezhnev dirigía
el país y el partido), contando casi
La carta de dimisión –o más bien, las cartas, porque junto a aquella con
la renuncia hay una de acompañamiento dirigida al Secretario de Estado,
Amleto
Giovanni Cicognani Ceroni–
representa ciertamente el inédito más fuerte. Se sabe que diversos
reclamantes al Papado del siglo pasado habían pensado en la renuncia en distintas circunstancias: Pío XII en riesgo de rapto por parte de Hitler, Juan XXIII por enfermedad, y después Pablo VI.
Pero con Montini tenemos finalmente un documento escrito. Un documento
que ciertamente ha podido leer Juan Pablo II, el cual, aunque afectado
del Parkinson, decidió no retirarse. Será su sucesor Benedicto XVI el primero en
dos mil años de historia de la Iglesia en dimitir porque no se sentía más en capacidad de llevar el peso del pontificado [en eso hay su más y su menos, N. del T.].
El
texto montiniano en el libro del padre Sapienza viene comentado también por Francisco Bergoglio (texto tomado de L’OSSERVATORE ROMANO):
«He leído con estupor estas cartas de Pablo VI, que me parecen un testimonio humilde y profético de amor a Cristo y a su Iglesia; y una ulterior prueba de lasantidadde este granPapa.Frente a la tremenda misión que le fue confiada; frente a las contestaciones, y a una sociedad en vertiginoso cambio, Pablo VI no se sustrae a sus responsabilidades.Lo que a él le importa son las necesidades de la Iglesia y del mundo. Y unPapaimpedido por una grave enfermedad, no podría ejercitar con suficiente eficacia el ministerio apostólico.Por esto, en conciencia, y después de madura reflexión, indica su voluntad precisa, para el bien superior de la Santa Iglesia.Debemos agradecer a Dios, el único que guía y salva a la Iglesia, por haber permitido a Pablo VI continuar hasta el último día de su vida, el ser padre, pastor, maestro, hermano y amigo.Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre de 2017Francisco».
El
texto de la misiva principal, «reservada» y dirigida al Decano del
Sacro Colegio, sobre la carta encabezada con el emblema papal, se abre con un párrafo digno de un Padre de la Iglesia:
«Nos Pablo sexto, por la divina Providencia Obispo de Roma y Pontífice
de la Iglesia universal, en presencia de la Santísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, –invocado el nombre de Jesucristo, nuestro
Maestro, nuestro Señor y nuestro Salvador…». Sigue una encomienda a
María y a San José. Luego la formulación verdadera y propia de la
renuncia, con sus detalles. «Declaramos: en
el
caso de enfermedad, que se presuma incurable o de larga duración, y que
nos impida ejercitar suficientemente las funciones de nuestro ministerio
apostólico; o en el caso que otro impedimento grave y prolongado nos lo
impida igualmente, renunciar a nuestro sacro y canónico oficio, tanto
como Obispo de Roma, como Jefe de la misma Iglesia Católica, en las
manos del Sr. Cardenal decano… dejando a él, conjuntamente al
menos por los señores cardenales prepuestos en los dicasterios de la
curia romana y a nuestro Cardenal Vicario para la ciudad de Roma… la
facultad de aceptar y de volver operante esta nuestra dimisión, que
solamente el bien superior de la Santa Iglesia nos sugiere». Al final la
carta fue firmada autógrafa y dada, «junto a San Pedro, en el domingo
del Buen Pastor, en la domínica del Buen Pastor, el 2 de Mayo de 1965».
Es interesante
notar que Pablo VI no hacía solamente referencia a una enfermedad, sino
también a la posibilidad de «otro impedimento grave y prolongado». «Don
Pasquale Macchi, el secretario del Papa –explica a la Stampa monseñor Ettore Malnati– me dice que Pablo
VI había pensado en cuanto estableció Pío XII en caso de deportación
durante la guerra: quien lo hubiese raptado, no habría tenido como
prisionero al Papa, sino solamente al cardenal Pacelli».
A continuación, las cartas inéditas del Papa Pablo VI (la transcripción italiana fue tomada de L’OSSERVATORE ROMANO):
ITALIANO
«La lettera qui unita, rivolta al Signor Cardinale Decano del Sacro Collegio, potrà essere letta dal Signor Cardinale nostro Segretario di Stato, e sarà da lui consegnata, per i relativi effetti, al medesimo Signor Cardinale Decano, nel caso di nostra malattia, o di altro grave impedimento, che non ci consenta, secondo le previsioni, per un lungo periodo di tempo, di esercitare con sufficiente efficacia il nostro apostolico ufficio.Paulus PP. VI2 maggio 1965.RiservataAl Signor Cardinale Decano del Sacro CollegioNoi Paolo sesto, per divina Provvidenza Vescovo di Roma e Pontefice della Chiesa universale,alla presenza della santissima Trinità Padre, Figlio e Spirito Santo,,–invocato il nome di Gesù Cristo, nostro Maestro, nostro Signore e nostro Salvatore, a lui dobbiamo tutto l’amore e tutto il servizio a noi possibili e della cui somma potestà pastorale siamo indegnamente, ma autenticamente rivestiti,–fiduciosi nella assistenza benigna di Maria Santissima, di San Giovanni Battista e di San Giuseppe, di San Pietro apostolo, le cui chiavi ci sono state affidate, e di San Paolo apostolo, di cui volemmo assumere ad esempio e a protezione il nome, dei Santi e degli Angeli tutti,coscienti della nostra responsabilità dinanzi a Dio, e pieno il cuore della riverenza e della carità, che ci uniscono alla santa Chiesa cattolica, né immemori della missione evangelica nostra verso il mondo,dichiariamo:— nel caso di infermità, che si presuma inguaribile, o di lunga durata, e che ci impedisca di esercitare sufficientemente le funzioni del nostro ministero apostolico;— ovvero nel caso che altro grave e prolungato impedimento a ciò sia parimente ostacolo,di rinunciare al nostro sacro e canonico ufficio, sia come Vescovo di Roma, sia come Capo della medesima santa Chiesa cattolica, nelle mani del Signor Cardinale Decano del sacro Collegio Cardinalizio, lasciando a lui, congiuntamente almeno ai Signori Cardinali preposti ai Dicasteri della Curia Romana, ed al Cardinale nostro Vicario per la città di Roma, (sempre che siano normalmente convocabili; e in caso contrario ai Signori Cardinali Capi degli ordini del Sacro Collegio), la facoltà di accettare e di rendere operanti queste nostre dimissioni, che solo il bene superiore della santa Chiesa ci suggerisce, ed al quale bene noi scongiuriamo con tutto il cuore quanto meglio possibile di provvedere, auspice la nostra apostolica benedizione.Paulus PP. VIDato a Roma, presso San Pietro, nella domenica del buon Pastore, II dopo Pasqua, il 2 maggio 1965, II del nostro Pontificato».
TRADUCCIÓN
«La carta aquí unida, dirigida al Señor Cardenal Decano del Sacro Colegio, podrá ser leída por el Señor Cardenal nuestro Secretario de Estado, y será por él entregada, para los efectos relativos, al mismo Señor Cardenal Decano, en el caso de nuestra enfermedad, o de otro grave impedimento, que no nos consienta, según las previsiones, por un largo período de tiempo, ejercitar con suficiente eficacia nuestro apostólico oficio.Paulus PP. VI2 de mayo de 1965.ReservadaAl Señor Cardenal Decano del Sacro ColegioNos Pablo sexto, por divina Providenca Obispo de Roma y Pontífice de la Iglesia universal,en presencia de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,–invocado el nombre de Jesucristo, nuestro Maestro, nuestro Señor y nuestro Salvador, al que debemos todo el amor y todo el servicio posibles a nos y de cuya suma potestad pastoral hemos indignamente, pero auténticamente revestidos,–confiando en la asistencia benigna de María Santísima, de San Juan Bautista y de San José, de San Pedro Apóstol, cuyas llaves nos fueron confiadas, y de San Pablo Apóstol, de quien queremos asumir a ejemplo y a protección el nombre, de los Santos y de los Ángeles todos,conscientes de nuestra responsabilidad ante Dios, y con el corazón lleno de la reverencia y de la caridad, que nos unen a la Santa Iglesia Católica, y recordando nuestra misión evangélica ante el mundo,declaramos:— en el caso de enfermedad, que se presuma incurable, o de larga duración, y que nos impida ejercitar suficientemente las funciones de nuestro ministerio apostólico;— o en el caso que otro grave y prolongado impedimento sea igualmente obstáculo a ello,renunciar a nuestro sacro y canónico oficio, tanto como Obispo de Roma, como Jefe de la misma Santa Iglesia Católica, en las manos del Señor Cardenal Decano del sacro Colegio Cardenalicio, dejando a él, conjuntamente al menos a los Señores Cardenales prepuestos a los Dicasterios de la Curia Romana, y al Cardenal nuestro Vicario para la ciudad de Roma (siempre que sean normalmente convocables; y en caso contrario a los Señores Cardenales Jefes de las órdenes del Sacro Colegio), la facultad de aceptar y de hacer operantes estas nuestras dimisiones, que solo el bien superior de la Santa Iglesia nos sugiere, y a cuyo bien nos conjuramos con todo el corazón cuanto provea lo mejor posible, concediendo nuestra apostólica bendición.Paulus PP. VIDado en Roma, junto a San Pedro, en la domínica del Buen Pastor, II después de Pascua, el 2 de mayo de 1965, II de nuestro Pontificado».
Según escribieron Sławomir Oder y Saverio Gaeta en su libro Perché è santo. Il vero Giovanni Paolo II raccontato dal postulatore della causa di beatificazione, Wojtyła leyó la carta de Montini y la cita en su manuscrito de 1989:
«Siguiendo el ejemplo del S. Padre Pablo VI (cf. texto del 2.II.1965), declaro:– en el caso de enfermedad, que se presuma incurable, o de larga duración, y que me impida ejercitar suficientemente las funciones de nuestro ministerio apostólico;– o en el caso que otro grave y prolongado impedimento sea igualmente obstáculo a ello,– renunciar a mi sacro y canónico oficio, tanto como Obispo de Roma, como Jefe de la misma Santa Iglesia Católica, en las manos del Señor Cardenal Decano del sacro Colegio Cardenalicio, dejando a él, conjuntamente al menos a los Señores Cardenales prepuestos a los Dicasterios de la Curia Romana, y al Cardenal nuestro Vicario para la ciudad de Roma (siempre que sean normalmente convocables; y en caso contrario a los Señores Cardenales Jefes de las órdenes del Sacro Colegio), la facultad de aceptar y de hacer operante esta mi dimisión.En el nombre de la Santísima Trinidad.Roma, 15.II.1989.Joannes Paulus PP. II».
Y en un discurso que leería ¿a los Cardenales en 1994?, se refiere otra vez a la renuncia:
«Ante Dios he reflexionado mucho sobre qué cosa debe hacer el Papa por sí mismo en el momento en que cumplirá los 75 años. Al respecto, os confío que cuando, dos años ha, se perfiló la posibilidad que el tumor [referencia al tumor benigno en el colon que le fue extraído el 12 de Julio de 1992, N. del T.] del cual debía ser operado fuese maligno, pensé que el Padre que está en los cielos quería proveer él mismo a resolver anticipadamente el problema. Pero no fue así.Después de haber orado y reflexionado mucho sobre mis responsabilidades ante Dios, considero obligatorio seguir las disposiciones y el ejemplo de Pablo VI, el cual, prospectándose el mismo problema, juzgó no poder renunciar al mandato apostólico sino en presencia de una enfermedad incurable o de un impedimento tal que obstaculice el ejercicio de las funciones de Sucesor de Pedro.Por tanto también yo, siguiendo las huellas de mi Predecesor, ya he puesto por escrito mi volutad de renuciar al sagrado y canónico oficio de Romano Pontífice en el caso de enfermedad que se presuma incurable y que impida ejercitar [suficientemente] las funciones del ministerio petrino.Fuera de estas hipótesis, advierto como grave obligación de conciencia el deber continuar desarrollando el encargo al que Cristo Señor me ha llamado, hasta cuando él, en los misteriosos designios de su Providencia, quiera».
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