miércoles, 17 de febrero de 2021

MES DE LA SANTA FAZ - DÍA DECIMOSÉPTIMO

Tomado del devocionario El mes de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, escrito por el padre Jean-Baptiste Fourault, sacerdote del Oratorio de la Santa Faz y publicado en Tours en 1891; y traducido al Español por la Archicofradía de la Santa Faz y Defensores del santo Nombre de Dios de León (Nicaragua) en 2019.
   
MEDITACIÓN DECIMOSÉPTIMO DÍA: EL BESO DEL TRAIDOR SOBRE LA SANTA FAZ DE JESÚS.
Oh, Faz adorable, besada por Judas el traidor, ten piedad de nosotros.
   
La hora de la Pasión del Divino Maestro había llegado. Es en la gruta del Huerto de los Olivos donde estamos a punto de presenciar los sufrimientos voluntarios de la Santa Faz. «Quedaos aquí», dijo Jesús a sus discípulos, «hasta que Yo vaya allá y ore» (Matth. XXVI, 36-46). «Permaneced aquí si no tenéis el valor de seguirme más adelante, pero vigilad y orad, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil. Mi alma está acongojada hasta la muerte». Poco tiempo después Él estará aún más apesadumbrado. Entonces entrando en el huerto de la Agonía, postra su Rostro en tierra. Sigámosle con la comitiva de ángeles que ahí le acompañan. Contemplemos sus sufrimientos, meditemos sobre ellos con verdadera compunción.
                      
1º PUNTO – LA TRAICIÓN DE JUDAS.
Nuestro Señor había colmado a Judas con bondad, lo había llamado a la gloria del apostolado, lo había honrado con el don de realizar milagros, y había confiado a su cuidado los recursos de los que podía disponer el rebaño que le había seguido. Después de haberle lavado sus pies, lo había admitido al primer banquete eucarístico y se le había dado el mismo en la santa comunión.
   
¡Que comunión sacrílega, oh, buen Maestro, ¡y que terrible el resultado de ella! ¡El ultraje infringido sobre Jesús por el traidor se dirige a su corazón, y se manifiesta en su Santa Faz! Cuán dolorosa para el Salvador fue la traición su apóstol. Jesús la recibe, sin embargo, excepto con bondad y generosidad, y Él aún llama a Judas su amigo: «Amíci, ad quid venísti?».  Era tanto como para decirle: «Aunque ya no me amas más, yo siempre te amo, y mi Corazón permanece abierto para ti, a pesar de la vergüenza que cubre mi Rostro». Perdón, Señor, perdón, mil veces, perdón por el beso traidor. Ah, ojalá con mi amor consolara vuestro corazón, y por mis reparaciones lavara vuestra Faz divina por las afrentas recibidas en el huerto de la agonía.
                   
2º PUNTO – LA TRAICIÓN DEL PECADOR.
¡Cuántas veces, ah! ¡No ha sido renovado el beso de Judas! Conozco un hombre, oh Dios mío, a quien colmaste con el exceso de vuestra ternura, y en cuya alma, sumergida en la inmundicia del pecado, Vos os compadecisteis. Vos la alzasteis y la sumergiste en el baño de la salvación, la acercaste a vuestro corazón, y la alimentasteis en vuestra mesa con el pan de los ángeles, y todavía este hombre os traiciona.
   
Y este pecador soy yo mismo. Oh Señor, Yo que he despedazado vuestro corazón, con mi ingratitud, y con mis iniquidades. He cubierto vuestra Faz adorable de vergüenza. Por último, no me permitáis traicionaros con una comunión sacrílega, con un beso hipócrita. Ah, Señor, sería mejor para mí morir mil veces que de nuevo traicionaros. Inclinad sobre mí vuestra Faz misericordiosa. Que escuche, caer de vuestros labios, la dulce palabra pronunciada en el huerto: «Amíce (Mi amigo)». Sí, Jesús, de ahora en adelante, seré vuestro amigo. ¡Qué insensatez traicionaros por una locura pasajera de orgullo, de sensualidad y de avaricia! ¿En mi última hora que habré cosechado de ello?
   
Amaros como un fiel apóstol, tal debe ser el pósito de mi vida; reparar los ultrajes que os he infringido, será de ahora en adelante mi única ocupación, para que un día pueda escuchar pronunciar de vuestros labios, ya no más un amable reproche, sino lleno de ánimo y salvación: «Amíce, ad quid venisti?». Y yo responderé: «¡Señor, a alabaros, a amaros, a bendeciros por toda la eternidad!».
        
Ramillete Espiritual: Osculétur me ósculo oris sui. (Que el Señor me bese con un beso de su boca Cant., I, 1).
       
EL SEÑOR LEÓN PAPIN DUPONT: LA MUERTE DE SU HIJA ENRIQUETA
Las comunicaciones sobrenaturales con las que fue favorecida la Hermana Sor María de San Pedro encontraron eco en el Sr. Dupont. Acostumbrado a frecuentar el Carmelo, donde escuchaba Misa y era enterado, todos los días, el siervo de Dios, era el primero en escuchar estas revelaciones. Entonces se constituyó él mismo apóstol de la revelación por una pequeña obra impresa, que tenía el título de Asociación de oradores contra la blasfemia y la profanación del Domingo. También le agregó un  Pequeño Oficio al Santísimo Nombre de Dios, compuesto por él mismo.
      
Cuando la Hermana Sor María de San Pedro murió el 3 de Julio de 1848, el Sr. Dupont continuó su misión. Al final de la Cuaresma de 1851, la Reverenda Madre María de la Encarnación, priora del Carmelo de Tours, habiéndole ofrecido una entronización de la Santa Faz, que había venido de Roma, y que le había sido enviada por la Priora de las Benedictinas de Arras, el Sr. Dupont la puso en un marco sencillo color negro, y la colgó en un lugar de honor de su salita.
   
Luego decidió tener una lámpara encendida, colocada enfrente de la santa Imagen, en espíritu de reparación, y para atraer la atención de los visitantes que tuvieran la oportunidad de venir a su casa. Esta exposición de la Santa Faz tuvo lugar el Lunes de Semana Santa de 1851, un día para siempre memorable porque fue el aniversario de la traición de Jesús, por Judas.
   
Esta lámpara, ardiendo en plena luz del día, no falló, de hecho, en atraer los ojos de todos los visitantes del Sr. Dupont, y ser el sujeto de muchas preguntas. El piadoso adorador de la Santa Faz, a quien este suceso le hizo muy feliz, se benefició por ello para hablar de la Reparación y de las revelaciones hechas a Sor María de San Pedro, y para persuadir a sus amigos de convertirse en asociados en la gran obra que pidió Nuestro Señor.
   
Finalmente les hicieron arrodillarse ante la Santa Imagen y orar con él. Numerosas conversiones y curas, obtenidas por medio de las oraciones y la aplicación del aceite tomado de la lámpara ardiente ante la Santa Faz, pronto atrajo a la casa del que desde ese momento fue llamado el Santo varón de Tours, una multitud de visitantes y peregrinos, a tal grado, que su apartamento pronto se convirtió en un centro de oraciones casi ininterrumpidas. Las multitudes continuaron congregándose de aquí por allá durante cerca de veinte años. Fue así como se estableció el peregrinaje a la Santa Faz.
   
A la muerte del siervo de Dios, que tuvo lugar el 18 de abril de 1878, el objetivo que la Providencia había tenido a la vista se había conseguido. La devoción a la Santa Faz no es nueva en la Iglesia, sino que se adaptó a las necesidades del momento y se hizo popular por todo el mundo. La voz del divino Maestro, primero escuchada por Sor María de San Pedro, había encontrado eco en el alma del Sr. Dupont.
   
¡Qué oraciones fervientes, qué actos de reparación desde entonces han sido ofrecidos a la adorable Faz de Nuestro Señor, en Tours y en todos los lugares del mundo! Repitamos, ciertamente: «A Dómino factum est istum, et est mirábile en óculis nostris» (Es el Señor quien lo ha hecho, y es una cosa admirable a nuestros ojos. Ps. CXVII, 23).
     
INVOCACIÓN
Oh, adorable Faz de Jesús, que os dignasteis manifestaros a nosotros, para que os conociéramos y amaramos, conceded que ansiosamente recibamos el germen de la reparación en nuestras almas, que ardientemente abracemos la obra de Reparación. Permitidnos ofreceros en este momento nuestro más ferviente homenaje de fe, de expiación y amor. Amén.

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