domingo, 14 de febrero de 2021

MES DE LA SANTA FAZ - DÍA DECIMOCUARTO

Tomado del devocionario El mes de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, escrito por el padre Jean-Baptiste Fourault, sacerdote del Oratorio de la Santa Faz y publicado en Tours en 1891; y traducido al Español por la Archicofradía de la Santa Faz y Defensores del santo Nombre de Dios de León (Nicaragua) en 2019.
   
MEDITACIÓN DECIMOCUARTO DÍA: LA SANTA FAZ EN EL TABOR.
Oh, Faz adorable, brillante como el sol, y brillando con esplendor sobre el monte Tabor, ten piedad de nosotros.
   
Para la meditación de este día se nos propone un misterio conmovedor. Jesús se retira a una montaña alta con tres de sus discípulos, donde se transfigura en su presencia. Su Rostro se vuelve deslumbrante como el sol y sus vestiduras blancas como la nieve. Al mismo tiempo Moisés y Elías conversan con Él sobre los padecimientos que tiene que sufrir en Jerusalén. ¡Qué contraste, oh Dios mío, y qué lección para nosotros!
                   
1º PUNTO – LA GLORIA DE LA SANTA FAZ TRANSFIGURADA.
Jesús escoge un lugar apartado. Dios no conversa con nosotros en medio del mundo; a fin de escucharle, el alma debe estar cerrada al tumulto de las criaturas y abierta sólo para Él. Jesús escoge una montaña alta, para hacernos comprender que nuestro corazón, debe elevarse por encima de las cosas de este mundo, que debemos hollar bajo nuestros pies.
   
Es allí donde Él se transfigura delante de un pequeño número de sus apóstoles. ¿Cómo se realizó este milagro? Con el propósito de transfigurarse, solo tuvo que permitir que los rasgos de su divinidad aparecieran sobre su Faz humana; cesa de mantener oculto el rayo de gloria que extasía con gozo a los ángeles en el cielo.
  
La luz de su Rostro, la blancura de su vestidura no proviene de lo alto, procede de su adorable persona. Viendo este estado de gloria, Pedro, deslumbrado y a pesar de sí mismo, exclama: «Señor, que bueno es estar aquí, hagamos tres tabernáculos» (Dómine, bonum est nos hic esse. Matth. XVII, 4). Feliz Pedro, felices discípulos a quienes se les permitió ver la belleza de la Faz transfigurada!
    
Tal es también, la felicidad reservada para ti, oh alma mía, no para algunos momentos fugaces sobre la tierra, sino para la eternidad en el cielo. Cuando los lazos de barro que dificultan tu vuelo caerán, y serás capaz de contemplar en el seno de una luz inaccesible y en todo el esplendor de su dulzura y majestad, la belleza de la Faz de vuestro Salvador. «Mi Redentor, vive», dijo Job, «y el último día, me levantaré de la tierra, me vestiré de nuevo con mi piel, y en mi carne veré a mi Dios» (Job XIX, 25).
               
2º PUNTO – LOS DOLORES DE LA SANTA FAZ.
¿Pero, desde que secreto designio en medio de la gloria con la que se complació rodearse, a lo inmediato decidió La Santa Faz asumir una expresión de dolor? Jesús conversa con Moisés y Elías, los dos grandes profetas de la antigua ley, Él habla de los enormes sufrimientos que va a padecer en Jerusalén.
  
El recuerdo de la Pasión no puede quitarse por un instante del pensamiento del Salvador. Lo lleva con él en medio de sus gozos, y su corazón suspira incesantemente, por el bautismo de sangre con el cual regenerará al mundo.
  
¡Qué lección, oh, mi Dios! ¿Por qué los gozos son tan efímeros? ¡Ay! La Gloria es tan sólo un destello de luz en medio de la oscuridad, y el sufrimiento es la triste realidad de la vida cristiana sobre la tierra. La ley de reparación por el pecado pesa considerablemente, sobre la humanidad, y si queremos ser glorificados con Jesús, debemos pasar por el crisol purificador de la penitencia. El fúnebre velo de la prueba, no se levantará de nuestros rostros hasta el último día. Mientras permanecemos en el estado de viajeros y exiliados, Jesús no nos permitirá fijar aquí nuestra tienda.
   
Mantengamos los ojos de nuestro corazón fijos en Jesús, nuestro modelo, el autor y consumador de nuestra fe, quien prefirió a los gozos de la vida los sufrimientos de la cruz. Dios es fiel, y no permitirá seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Él, aún nos proporcionará consuelo en la prueba, su amor nos destilará los sufrimientos, a menos que nuestro corazón se extravíe y se apegue a las cosas presentes.
   
Por lo tanto, es que cuando Dios ama un alma, primero la lleva aparte, la eleva en la montaña de la contemplación, y le permite por un instante que perciba la belleza de su Rostro; y luego de inmediato la llama de vuelta de su deleitoso éxtasis, para señalarle el camino que todavía debe recorrer, antes de llegar a la estancia del gozo y del descanso.
   
Enseñadnos, oh, mi Salvador, a dejarnos ser conducidos por vuestra gracia, y a inflamarnos por vuestro amor, que tengamos el valor de contemplar vuestra Faz, en el exceso de sus humillaciones y de su oprobio, para que seamos dignos de verla, de nuevo, en su gloriosa transfiguración, en medio de los esplendores del eterno Tabor.
        
Ramillete Espiritual: Facta est, dum oráret spécies vultus ejus áltera. (Y se transfiguró delante de ellos. (San Mateo XVII, 2).
       
LA SANTA FAZ, MODELO DE REPARACIÓN
Era necesaria para la obra de reparación, que Nuestro Señor había de fundar, tuviera una marca exterior, un signo sensible, un patrón completo, que, por todas partes, reuniera, durante el gran combate, al cual Él había invitado, a tantos defensores generosos de su causa. Esta marca exterior, este signo de reunión (de tropas para el combate), este modelo, se lo dio a Sor María de San Pedro al darle su Santa Faz: «Nuestro Señor me presentó muy vívidamente», dijo, «el piadoso oficio realizado por Verónica, quien, con su velo, limpió su Santísima Santa Faz, cubierta, como estaba entonces de escupitajos y polvo, de sudor y sangre».
   
El divino Salvador me hizo comprender que los malvados de hecho renuevan por sus blasfemias, los ultrajes cometidos contra la Santa Faz; todas las blasfemias que arrojan contra la Divinidad, sin ser capaces de tocarla, caen como los salivazos de los judíos, sobre el Rostro de Nuestro Señor, quién a sí mismo se hizo víctima de los pecadores. Luego me dijo era necesario imitar el piadoso celo de la Verónica, quien tan valientemente pasó en medio de la turba de sus enemigos, y a quien me la dio para ser mi patrona y modelo.
   
Aplicándonos nosotros a la reparación de las blasfemias, le rendimos el mismo oficio como lo hizo esta heroica mujer, y que Él mira, sobre los que así actúan, con los mismos ojos complacientes, como miró sobre ella durante el tiempo de su Pasión.
  
«Comprendí entonces, que de igual manera que el Corazón de Jesús, es el objeto sensible ofrecido para nuestra adoración, mediante el cual se representa su inmenso amor en el Santísimo Sacramento del altar, de la misma manera, La Faz de Nuestro Señor es el objeto sensible, ofrecido a la adoración de los asociados, a través del cual se reparan los daños por los ultrajes de los blasfemos, quienes atacan la Divinidad, de la cual es figura, el espejo y la expresión. Por la virtud de esta Faz adorable presentada al Padre Eterno, puede apaciguarse su ira, y se puede obtener la conversión de los perversos y de los blasfemos». Nuestro Señor Jesucristo continuó para decirme: «Busco Verónicas que limpien el honor de mi Faz divina, quien tiene tan pocos adoradores».
    
Entonces me dirigió estas palabras misteriosas y consoladoras: «Yo os doy mi Santa Faz, como recompensa por los servicios que me has prestado; has hecho muy poco, es cierto, pero tu corazón ha concebido grandes deseos. Por lo tanto, os entrego esta Faz en presencia de mi Padre, en la virtud del Espíritu Santo, y en la presencia de los ángeles y santos; os hago este obsequio por medio de las manos de mi Santa Madre y de Santa Verónica, quien os enseñará como venerarla». Nuestro Señor también me dijo: «Por medio de esta Santa Faz, realizarás prodigios»
   
A los dos días siguientes, en la fiesta de los santos apóstoles Simón y Judas Tadeo, el Divino Maestro continuó instruyendo a su sierva en los misterios de la Santa Faz. «De la misma amanera, Él dijo, como en un reino, puedes conseguir con una pieza de moneda grabada con la imagen del príncipe todo lo que deseas, así con la moneda preciosa de mi humanidad, la cual es mi Faz adorable, obtendrás todo lo que desees en el reino de los cielos».
          
INVOCACIÓN (De Sor María de San Pedro)
Oh, Jesús Salvador, que dijiste: «En proporción al cuidado que os toméis en reparar mi imagen, desfigurada por los blasfemos, Yo tendré el cuidado de reparar las vuestras, que han sido desfiguradas por el pecado», cumplid en nosotros los efectos de vuestra promesa, y volved nuestras almas tan hermosas y agradables a vuestros ojos como eran cuando salieron de la fuente bautismal. Amén.

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