sábado, 13 de febrero de 2021

MES DE LA SANTA FAZ - DÍA DECIMOTERCERO

Tomado del devocionario El mes de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, escrito por el padre Jean-Baptiste Fourault, sacerdote del Oratorio de la Santa Faz y publicado en Tours en 1891; y traducido al Español por la Archicofradía de la Santa Faz y Defensores del santo Nombre de Dios de León (Nicaragua) en 2019.
   
MEDITACIÓN DECIMOTERCER DÍA: LA SANTA FAZ Y LÁZARO.
Oh, Faz adorable, afligida y llorosa en la tumba de Lázaro, ten piedad de nosotros.
   
Ayer, oh Dios mío, meditaba sobre la sonrisa y bendición que la Santa Faz daba a los niños, y hoy voy a meditar sobre las lágrimas que derramó sobre una tumba, la tumba de vuestro amigo Lázaro. Acaso no es una de las más conmovedoras escenas del Evangelio, y ¿acaso no me recuerdan que el gozo y el dolor, la tristeza y la consolación, son aquí abajo, hermanas? Disponed Vos mismo mi espíritu para santos pensamientos y mi pobre corazón para algunos sentimientos de amor gratitud y amor.
                   
1º PUNTO – MUERTE DE LÁZARO.     
Cierto día, cuando estaba el divino Maestro, conforme su costumbre, rodeado por una multitud, un hombre ansioso por respirar y todo cubierto de polvo, se apresuró hacia Él, y le dice: «Mirad que aquél a quien Tú amas, está enfermo (Ecce quem amas infirmatur (Joan. XI, 3). Y por estas palabras todos supieron que hablaba de Lázaro. Ahora, dice el Evangelio, «Jesús amaba a María, a su hermana Marta y a Lázaro».
  
Qué felicidad ser amado por Jesús, y ¿que no hará Jesús por aquéllos a quienes ama? «Esta enfermedad no es de muerte», dijo Él inmediatamente, «sino para gloria de Dios, el Hijo del hombre debe ser glorificado por ella». Y permaneció dos días en el lugar en el que estaba, y durante esos dos días murió Lázaro. ¿Acaso no pudiste prevenirlo de estar enfermo? Oh Señor, ¿acaso no pudiste prevenirlo de la muerte? Escuchad, oh alma mía, y meditad la respuesta del Maestro: «Es necesario que Dios se glorificado». Es necesario que Dios sea glorificado por el sufrimiento de aquéllos a quienes Él ama; es necesario que sea glorificado por su muerte.
     
¡Qué terrible misterio es esta ley de sufrimiento y muerte! ¡Y todavía, aunque terrible, es justa! «El discípulo no está por encima de su Maestro», y el Maestro quiso sufrir y murió.
   
Comprendo y acepto, oh, mi Dios, y cuando os plazca llegue y golpee la hora de la suprema prueba, fijaré mis ojos sobre vuestra Santa Faz, desfigurada por la aflicción, permitiré que la enfermedad se apresure sobre mis labios, y la muerte la vuelva fría sobre mi féretro mientras aguardo la palabra y la divina mirada, que será el signo de mi resurrección a una vida mejor.
            
2º PUNTO – LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO.
Jesús amaba a Lázaro, y Dios debía ser glorificado. El amor y el celo por la salvación de las almas hizo al Salvador, desafiar al poder al que estaba expuesto por los judíos quienes ha poco habían intentado apedrearle en Judea. Lázaro lleva ahora, tres días en el sepulcro. Marta acercándose a Jesús, le dice: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».
    
«Tu hermano resucitará de nuevo», respondió Jesús. «Lo sé Señor, se levantará de nuevo el día final de la resurrección». «Ego sum resurréctio et vita», continúa el Maestro, «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí, aunque muera, vivirá». Y cuando se acercó a la tumba, lloró: Lacrymátus est Jesus, dijeron los judíos: «Mirad cuánto le amaba» (San Juan XI, 36)
    
Oh lágrimas de Jesús, lágrimas de la Santa Faz, cuanto me demuestran el amor de mi Salvador, ¡cuán queridas y preciosas sois para mí! Oh, mi Dios, ¡cuántos pobres Lázaros hay sobre la tierra! ¡Cuántas pobres almas muertas por una muerte más cruel, la muerte por el pecado! ¡Cuántas Martas y Marías lloran sobre la tumba de un alma!
  
Venid, Oh Señor Jesús, venid y ved. Ordena que la piedra que cierra la tumba sea removida. Que vuestra divina mirada penetre la corrupción en medio de la cual están enterradas, y se levante otra vez el nuevo Lázaro. Que las Martas y Marías, se arrojen a vuestros pies para besarlos con amor y gratitud, que os digan: «A partir de ahora, oh, Señor Nuestro, quédate con nosotros, para que nuestro hermano no muera otra vez, por el pecado».
        
Ramillete Espiritual: Et lacrymátus est Jesus. (Y los ojos de Jesús se llenaron de lágrimas. San Juan XI, 36).
       
LA ARCHICOFRADÍA
Nuestro Señor, después de haber demandado una asociación de oradores reparadores, establece aún con mayor claridad sus intenciones; Él desea que se establezca una Archicofradía formando un centro respecto a muchas archicofradías similares, establecidas en todas las diferentes partes del mundo, y que converjan.
   
«De la misma forma», dijo Sor María de San Pedro, «que María ha adoptado las archicofradías para la conversión de los pecadores, Él adoptará la de la reparación; las dos deben actuar en armonía, para reparar los ultrajes que se le hacen a Dios». Esta asociación pedida por Nuestro Señor tendría dos objetivos: Primero, la reparación de las blasfemias pronunciadas contra Dios. Segundo, la santificación del Domingo.
   
La blasfemia y la transgresión del Domingo son los pecados que especialmente provocan la ira de Dios. Esta asociación ha de colocarse bajo el patronazgo de San Martín, de San Luis y de San Miguel, y cada asociado debe rezar a diario, un Pater (Padrenuestro), un Ave (Avemaría), y un Gloria, llevar una cruz en la que esté grabada en un lado «Sit nomem Dómini benedíctum» (Bendito sea el Nombre del Señor), y en el anverso «Vade retro sátana» (Retrocede satanás).
   
Dificultades muy graves, que duraron mucho tiempo, estaban destinada a impedir los designios de Nuestro Señor y de la Hermana. Varios intentos se realizaron. Monseñor Francisco Nicolás Morlot, Arzobispo de Tours, quiso instituir una asociación para la reparación en Notre-Dame-la-Riche. El mismo dejó impresos los panfletos de las oraciones reparatorias; pero la asociación, sin embargo, no se estableció conforme al deseo de Nuestro Señor.
   
Más tarde Monseñor Pedro Parisis, Obispo de Langres, instituyó una archicofradía de reparación por la blasfemia, y por la profanación del Domingo. Sin embargo, se había omitido el punto principal: no se mencionó la devoción a la dolorosa Faz de Nuestro Señor señalada por la Hermana Sor María de San Pedro, como un medio sensible de reparación. Por lo tanto, a la piadosa carmelita se le satisfizo a medias.
  
Estaba reservado al Papa León XIII establecer en Tours, la cuna y sede de la obra, una verdadera Archicofradía, bajo el título de la Santa Faz, por los breves pontificios fechados el 9 de diciembre de 1884 y el 1 de octubre de 1885. Esta Archicofradía, instituida en el Oratorio del mismo nombre, en la antigua sala del Sr. Dupont, donde desde 1852 se había rendido un culto especial al cuadro milagroso, al cual oró, el siervo de Dios, durante 25 años, tenía la facultad de asociar a todas las archicofradías de las parroquias, con el Oratorio, a excepción de la Ciudad Santa de Roma. Ahora difunde sus rayos por toda la tierra, y se ha cumplido el deseo de Sor María de San Pedro.
     
INVOCACIÓN
Oh, Jesús Salvador, que quisiste que la reparación sea pública y universal como lo ha sido la ofensa, penetradnos con un verdadero espíritu de reparación. Dadnos gracia para amar vuestra Faz divina y hacerla conocer y amar en todo el mundo, a fin de que sea para nosotros fuente de luz y un medio de salvación. Amén.

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