Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
DÍA PRIMERO
«Ego sum Pastor bonus. Joan. C. 10. Faciámus ei adjutórium símile sibi» Gén. C. 2. v. 18. . Yo soy el buen Pastor: Hagámosle una compañera semejante a él.
DÍA PRIMERO
«Ego sum Pastor bonus. Joan. C. 10. Faciámus ei adjutórium símile sibi» Gén. C. 2. v. 18. . Yo soy el buen Pastor: Hagámosle una compañera semejante a él.
En este día se nos propone Jesucristo a Sí mismo por buen Pastor de nuestras almas, y a su Madre María Santísima por compañera y coadjutora para cuidar de su rebaño, sobre lo cual
1º Considera lo primero, que siendo todo el género humano como una inmensa grey, creada y formada por Dios para ostentar sus infinitas perfecciones, comunicar fuera de sí su bondad sin término, y poblar con los predestinados los vacíos que dejó en el Cielo la rebelión de Lucifer y sus secuaces, a ningún otro debía encomendarse este rebaño sino a un Pastor bueno e impecable por esencia, que saliendo del seno del Eterno Padre, como un rayo resplandeciente de su eterna luz, y engendrado de su propia sustancia desde la eternidad, tuviese la misma naturaleza, las mismas perfecciones, y por consiguiente iguales sentimientos con el Padre y el Espíritu Santo, de amor, de ternura y de amabilidad para con los hombres. Tal es Jesucristo, Redentor nuestro, que apareciendo en tiempo entre ellos con benignidad y humanidad (Apost. ad Tit., cap. III), en manifestación de su bondad pastoral se despoja de los títulos imponentes de León de Judá, Hijo del Dios Altísimo, Rey de los Reyes, Juez de vivos y muertos, constituido por el Padre con potestad para juzgar aun a los Ángeles (Apoc. c. V, v. 1. = Luc. c. I, v. 32. = Apoc. XIX, v. 16. = Act. X, v. 42), con los cuales infundiría temor y espanto en nuestros ánimos, y no nos permitirían levantar nuestros ojos para mirarlo sino conturbados de asombro y de terror; y en su lugar toma el nombre y oficio de buen Pastor, para darnos a entender que sin degradar la sublime y gloriosa dignidad de su naturaleza Divina, solo pretendía que sus criaturas conociesen el amor y la caridad perpetua con que las amó siempre y las atrajo a Sí mismo compadecido de ellas (Jerem. XXXI, v. 3); a cuyo intento dice San Pedro Crisólogo, que Dios eligió el oficio de mansísimo Pastor (Serm. 6. in Ps. XCIX). Pero como las obras de este Dios son infinitas en su perfección, así como no juzgó oportuno el que Adán estuviese solo en el Paraíso (Gen. c. II. v. 18.), y por esto se le dio una compañera semejante a él, del mismo modo; y aun con mucha más razón, y con un éxito mucho más feliz, quiso el buen Pastor tener cerca de sí una Zagala tierna, fiel y amorosa, que le ayudase en su ministerio pastoral, entrando a la parte de todas las fatigas, sųdores y trabajos que habían de costarle el apacentar el rebaño a Él confiado por comisión del Eterno Padre, así como participaría también de la gloria de su Hijo, cuando uniendo sus padecimientos con los sacrificios del buen Pastor, se remediase la ruina del género humano ocasionada por el engaño de la serpiente astuta: por esto se dice justamente que el Señor estuvo con María, y ella estuvo con Él en la obra de nuestra redención, siendo compañera en sus trabajos (San Alberto Magno, lib. I de laudes B.M.); y siendo Madre de misericordia, ayudó al Padre de las misericordias en la obra de nuestra salud.
AFECTOS
Ni la lengua puede expresar, ni puede tampoco la letra estampar las maravillas obradas en beneficio nuestro por el buen Pastor Jesucristo, y la buena Pastora su Madre Santísima: ya desde ahora tenemos unos Abogados poderosísimos en Hijo y Madre para con el Padre Eterno, y ellos nos abren los tesoros inmensos de las riquezas de Dios, facilitándonos el camino para acercarnos al trono de sus misericordias. ¡Ah! Los Ángeles mismos quedan asombrados cuando advierten y ven el modo admirable con que se prepara la reparación del hombre perdido por el pecado; y si fuera posible, envidiarían nuestra suerte al ver que para efectuarla el mismo Hijo de Dios, y la Madre Virgen, en cuyo vientre tomó forma de hombre, se nombran nuestros Pastores para custodiarnos, ampararnos y protegernos en los pantanosos desiertos del mundo. ¡Oh feliz culpa!, que mereció tener tales y tan elevados reparadores, como son Jesús y María. Sí, feliz podemos llamar al instante en que fue culpable nuestro primer padre; sin suceder esta desgracia, no recogeríamos los frutos abundantes de la caridad de Jesus buen Pastor, y de María buena Pastora, no nos veríamos elevados a la dignidad de ser sus ovejas cubiertas con las mismas pieles de la humana naturaleza, y en fin, no tendríamos un Pastor Dios Redentor, y una Divina Pastora corredentora nuestra. ¡Oh, amables Pastor y Pastora!, ¡vuestros nombres son ensalzados con nuestro mismo abatimiento! ¡Vuestros dones se hacen más estimables cuanto son más gratuitos! ¡Ah, qué desgracia, si siendo yo de vuestro rebaño, me hago oveja ingrata e infiel a tanta misericordia! ¿Qué haré yo para no incurrir en tal ingratitud? Yo, mientras viva en el mundo, marcharé constantemente por las sendas mismas que me deja marcadas vuestra ardiente caridad: yo no cesaré de regar mi rostro con mis lágrimas, en testimonio de mi reconocimiento y fiel correspondencia.
2º Considera lo segundo, que formada María Santísima para ser digna compañera del divino y buen Pastor Jesucristo, no sucedió lo que con Eva, dada a nuestro primer Padre, para que ambos como superiores y jefes del género humano, los multiplicasen hasta llenar la tierra de habitadores (Gén. I). Estos con su culpa, apenas se encargaron de este gran rebaño, lo entregaron a las garras del lobo infernal; el cual, cebando en todos ellos sus crueles colmillos, los hirió tan de muerte, que ningún poder humano era capaz de sanar sus sangrientas y profundas heridas: por esto Eva, más bien que coadjutora de Adán, debió llamarse destructora de la grey humana; pero María, nombrada Pastora o Zagala del buen Pastor, fue tan fiel en el cumplimiento de este encargo, que contribuyó con su Divino Hijo a la reparación del mundo perdido, de un modo tan generoso, tan sobrenatural y tan divino, que enjugó nuestras lágrimas y curó nuestras heridas: dio a su Hijo la sangre que como buen Pastor ofreció por sus ovejas, y borró con ella el sello de maldición con que todos estábamos marcados: nos abrió el redil eterno de la gloria, y cerró las puertas del abismo, despojándolo también de las víctimas, que allí esperaban con ansia el parto de esta Divina Pastora: por último, vela tan sin descanso por nuestro bien, que no permite padezcan sus ovejas la menor necesidad o indigencia, sin que al notarla, no eleve sus ruegos al Omnipotente para socorrernos. Fue de tal suerte coadjutora del buen Pastor, que toda la tierra recobró un nuevo ser y manifestó su alegría en medio de sus males, al ver que si Eva arrancaba lágrimas a nuestros ojos, María traía consigo el contento y la alegría; porque si aquella fue autora del pecado, María lo era del mérito: si Eva nos dañó de muerte, María nos socorrió con la vida: si aquella primera madre del género humano hizo al mundo culpable; María, siendo Madre del Redentor, dio a los hombres la salud (San Agustín, Serm. 2 de Annunciat). Pondera, alma mía , estas verdades, y conocerás cuán fiel fue esta Pastora desde que el Hijo, nombrándose a sí mismo buen Pastor, la escogió entre todas las hijas de Adán por compañera y coadjutora suya.
AFECTOS
¡Oh Santísima, inmaculada y caritativa Pastora de mi alma! ¿A quién mejor que a ti pertenece el nombre y título de Pastora? Si el buen Pastor se llama tal, porque da su alma por sus ovejas, tú nos distes para nuestro remedio cosa infinitamente más preciosa que tu alma, cual fue y es este Pastor Divino. El ejemplo de su caridad por nosotros te infundió a ti tanto amor, que te obligó a que nos amases hasta entregarlo al sacrificio por darnos la vida, quedando tú sin Esposo, sin Padre, sin tu Señor, y sin el Hijo a quien diste forma humana, para que apareciendo con ella entre sus ovejas, se nombrase nuestro Pastor. ¡Ah! ¿Quiénes somos los hombres, ¡oh admirable Pastora!, para que con ellos hagas tales excesos de amor? El hombre siempre inconstante, siempre ingrato y siempre infiel, ¿pudo acaso merecer tanta dignación? ¡Ah! El nombre de Pastora me descubre lo cariñoso y tierno que es tu Corazón, y no acierto cómo agradecerte justamente el que hayas tomado a tu cuidado elevarme sobre mi propia miseria, cooperando con tu Hijo, para que de hijo de Adán me vea adoptado por hijo de Dios.
No, no tememos ya la astucia del Dragón infernal, cuando todos los hombres pertenecemos al rebaño de quien Jesucristo es buen Pastor y María su Madre buena Pastora. El Hijo lo sujeta en la cruz, y la Madre quebranta su cabeza con sus pies, y ambos velan por nuestra salud. En el buen Pastor tenemos un abogado para con el Padre, y en la Pastora una medianera para con este mediador. Con el poder de este Divino Pastor, y la mediación de esta Divina Pastora, pereció el tigre sangriento con sus hijos, porque les faltó la presa con que se mantenían; ni tampoco nos asusta el rugido del León infernal, ni tememos a sus dientes ya deshechos (Job, cap. IV, v. 10-11). Así es ya célebre y adorable por todo el universo el nombre de esta dulce Pastora. ¡Oh nombre suave a mis labios y tierno para mi corazón! Vuestro Hijo os lo dio, para que en Él tuviésemos nosotros una prenda segura de la paz y la salud que nos trajo al mundo. Todo el Universo confiado a vuestra protección ofrece de continuo a nuestra vista prodigios de vuestro poder y de vuestra bondad.
ORACIÓN
¡Oh Dios altísimo, Creador de los cielos y la tierra!, que formando al hombre a vuestra imagen y semejanza, no solo pusiste todas las cosas bajo de su dominio; sino que adornastes tambien su alma con todas las gracias que le eran necesarias para serviros, amaros y ser eternamente feliz; pero viciada a poco su naturaleza, por el pecado a que fue inducido Adán por la compañera misma que le diste para la multiplicación del género humano, se desordenaron todas sus pasiones, viniendo a ser para Vos objeto de ira y de venganza. Compadeceos, Señor, de mí, descendiente como soy de un Padre así criminal, y completad en mí los designios que formaste al elegir Vos otra Eva inocente, pura y santa, con cuya compañía remediases el estrago lastimoso que el Dragón infernal hizo en este gran rebaño del linaje humano. Oh Pastora amable! Alcanzadnos aquella gracia que Vos sabeis nos es tan necesaria, para vencer la ley del pecado, que contradice al Espíritu, y que cautivándonos para obedecer a la sensualidad, nos arrastra hacia el pecado y la perdición. Sujetad al Dragón infernal con el poder que se os dio, para cooperar con vuestro Divino Hijo a nuestra redención, a fin de que renovada en nosotros la naturaleza corrompida, seamos dignos de acompañaros en los tabernáculos celestiales del Pastor supremo Jesucristo. Amén.
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.
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