Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y
publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo
en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
Postrados
en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle
que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed,
Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia,
para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de
fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor
abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y
provecho de nuestras almas. Amén.DÍA 5 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: MODO CON QUE EL FUEGO DEL PURGATORIO ATORMENTA A LAS ALMAS.
PUNTO PRIMERO
Siendo el fuego del Purgatorio corpóreo y material, ocurrirá tal vez a alguno el preguntar cómo pueda obrar en las almas despojadas de todo velo corpóreo. En aquella manera, responde el Pontífice San Gregorio, que Lucifer y los ángeles rebeldes, si bien son puros espíritus, no dejan de ser eternamente atormentados con el fuego material del Infierno, así también antes del juicio universal lo pueden ser y lo son en efecto los espíritus humanos sin cuerpo condenados al Infierno o al Purgatorio. El fuego de los abismos es un instrumento de la justicia de Dios, la cual puede castigar a un espíritu por medio de un cuerpo como su omnipotencia anima a un cuerpo por medio de un espíritu. A nosotros es inconcebible y sorprendente el modo, pero no menos verdadero, concluye San Bernardino de Siena, pues imperdonable presunción sería el querer comprender con nuestras cortas luces las obras maravillosas del divino poder.
PUNTO SEGUNDO
Esforzándose los Santos Padres y doctores a darnos alguna explicación del modo con que el fuego del Purgatorio atormenta las almas encerradas en aquella cárcel, nos dicen que suceden por aligación: y quiere decir que aquellas almas no tienen ya el cuerpo que tenían en la vida, mas el fuego del Purgatorio se une y se pega a aquellos espíritus, sirviéndoles de cuerpo tormentosísimo. Es esta una idea que nos llena de espanto y de horror, mas nuestra idea es siempre inferior a la verdad. ¡Oh, cuán inexplicable es el tormento que experimentan aquellas ánimas benditas!
PUNTO TERCERO
Consideremos, pues, oh cristianos, que aquellas almas no tienen como nosotros, las manos corpóreas o de carne, mas las manos son de fuego; no tienen pies, mas los pies son de fuego; no tienen los otros miembros de carne como nosotros, mas todos son de fuego. De fuego es la cabeza que despide siempre centellas; de fuego el pecho que siempre arde; de fuego las entrañas que arroja siempre llamas; de fuego todas las partes que siempre crujen. No ven sino fuego, no oyen sino fuego, no respiran sino fuego, no tocan sino fuego; en el fuego están siempre, y se revuelven siempre en fuego. ¡Oh fuego del Purgatotorio! Solo con el fuego de la caridad puede vencerse y evitarse. Ardamos, pues, de suma caridad en esta vida, si no queremos arder en la otra en el fuego del Purgatorio.
ORACIÓN
Encended Vos, oh Señor el fuego de la divina caridad en nuestros pechos, y haced que arda en tal manera que a todos nos santifique, que nos haga emplear a todos con empeño en socorrer y librar a nuestros hermanos difuntos de los insufribles ardores del Purgatorio. El fuego que para ellos se apaga, se apaga también para nosotros: la piedad que usamos con ellos la encontraremos más abundante para nosotros y purificados en las llamas de vuestro santo amor en esta vida, tanto más felizmente llegaremos al soberano manantial de él en la otra, cuanto con más generosa mano derramáremos al presente en el Purgatorio sus efectos.
EJEMPLO: A la venerable Madre Francisca del Santísimo Sacramento, Carmelita, gran devota del Purgatorio, dejábanse ver a menudo con el permiso de Dios aquellas almas no solo revestidas de fuego a manera de cuerpo abrasador, sino con los instrumentos también de los pecados cometidos en su vida que echaban fuego por todas partes. Un obispo se le apareció revestido de los ornamentos sagrados, con la mitra en la cabeza, con el báculo en la mano; mas los ornamentos, la mitra, el báculo eran de fuego y formaban su más cruel tormento en el Purgatorio porque habían sido el objeto de su vanagloria en la tierra. Un sacerdote tenía la corona encendida y despidiendo llamas, abrasada la lengua más que un hierro hecho ascua, las manos centelleando de vivo fuego, la estola le servía de una cadena de brasas al cuello, y los otros ornamentos de una vestidura penetrantes de llamas por la irreverencia usada en el ejercicio del sagrado misterio. Se le mostró un religioso rodeado de muchas y muy preciosas alhajas, sillas, mesas, piedras, pintaras, y cuadros, mas todo de fuego, porque contra la profesión de la pobreza religiosa se deleitaba en vida en adornar su celda de escogidos muebles. Un escribano empuñaba un tintero de fuego, una pluma de fuego, un sello de fuego, en pena de la poca exactitud con que había ejercitado su delicado oficio. Un caballero revolvía un mazo de papeles ardiendo y manejaba monedas encendidas, en castigo del inmoderado deleite que experimentaba en el juego. Todo en suma era fuego en las almas que se aparecían; de fuego los vestidos, de fuego las insignias, de fuego hasta el aire que las rodeaba. Los pecados y los defectos son el pábulo de este fuego que cada uno puede encender y extinguir por sí mismo. Huyamos los defectos y los pecados, y se apagará para nosotros todo fuego del Purgatorio. (Fray Joaquín de Santa María OCD, en la Vida de la Venerable María Francisca del Santísimo Sacramento, libro 2º)
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
SUFRAGIO: Índuam illum túnica tua, et cíngulo tuo confortábo eum. (Isai. 22, 21). Con el vestido que se da al pobre en limosna, se obtiene alivio y refrigerio para las almas del Purgatorio.
César Costa, Arzobispo de Cápua, mirando al Padre Julio Mancinelli con un vestido tan destrozado, que apenas podía preservarle del frío, le regaló un manteo de invierno: con el cual saliendo un día aquel religioso después de la muerte del Arzobispo, vio salirle al encuentro el prelado difunto, que rodeado todo de vivo fuego, le pedía por caridad aquella capa. Se la quitó prontamente de las espaldas el buen siervo de Dios y se la dio al espíritu aparecido, el cual embozándose en ella, en vez de quedar ésta toda consumida por el fuego, detenía y extinguía de tal maneta las ardientes llames, que sintió grande alivio el difunto.
Ahora que se acerca el invierno, demos también nosotros, si podemos, alguna cosa a los pobres más necesitados con que cubran su desnudez en atención a las almas del Purgatorio, y así lo que repare a ios pobres del frío, mitigará a aquellas almas el ardor del fuego, y ellas sentirán grande alivio, y lo sentiremos también nosotros si por desgracia nos sucediese caer en tales llamas.
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidoes y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
***
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus,
qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu
sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque
perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh
Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o
Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes
Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en
vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
Por el Padre o por la Madre: Deus,
qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter
animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in
ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis
honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y
de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo
de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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