lunes, 16 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA DECIMOSEXTO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
   
DÍA 16 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: MODO DE SOCORRER A LAS ALMAS DEL PURGATORIO POR GRACIA.
    
PUNTO PRIMERO
De dos maneras se puede procurar el alivio a las almas de los difuntos: por gracia y por justicia. Por gracia, cuando por pública o privada intercesión la Iglesia implora para ellas del Altísimo la libertad; y entre las públicas intercesiones la más eficaz es cuando nuestro Señor Jesucristo, cabeza de la Iglesia, se pone por medianero en el santo sacrificio de la Misa, pues entonces se renueva el sacrificio del Calvario y se ofrece la sangre, la carne, la humanidad y la divinidad del Salvador para romper las  ataduras de los pecados y hacerlas felices en el cielo. Y siendo este sacrificio por razón de la victima de un valor infinito, una sola Misa sería por sí misma suficiente para librarlas todas del Purgatorio; mas porque el fruto se aplica a medida de la intención del que ofrece el sacrificio de la aceptación del Señor y de la disposición de las mismas almas, por eso apresurémonos a ofrecer las más que podamos para su rescate, en lo cual experimentarán ellas grande alivio.
   
PUNTO SEGUNDO
Otro modo de pública intercesión es cuando los fieles reunidos en un cuerpo imploran en las sagradas solemnidades piedad para con los difuntos. ¡Oh, cuán eficaces son las oraciones hechas en común para el Purgatorio! Rogó la Iglesia porque se viese libre el Apóstol San Pedro, y un ángel resplandeciente de viva luz bajo a la tenebrosa prisión, y rompiendo los grillos y cadenas que le oprimían le salvó de las manos de Herodes. Semejantes milagros renuévanse con frecuencia en el Purgatorio cuando la Iglesia ruega por las almas de las difuntos para que sean libres de los vínculos de sus culpas. A la eficacia de la pública oración, el ángel de la paz y de la luz desciende a aquella profunda caverna para romper las cadenas que las oprimen, y conducirlas al gozo eterno de la gloria. Protesta el Señor por boca de David que si el pueblo fiel le invocare en favor de ella, Él no podrá menos de escuchar sus oraciones. Alcemos pues todos las manos a Dios para alcanzar a aquellas desgraciadas la libertad que tan ardientemente anhelan.
    
PUNTO TERCERO
También las oraciones privadas de los fieles sirven para procurar al Purgatorio refrigerio y salvación. Nosotros ofrecemos a Dios plegarias fervorosas: y como nuestra oración sube a lo alto, así desciende la divina misericordia a aquella prisión oscura. La oración es la llave del cielo y el medio más eficaz para mover el corazón de Dios. A la oración de Elías se abrieron las cataratas del firmamento, y cayó tan abundante lluvia que refrigeró a la desolada Samaria; y así por las oraciones de los vivos se conmueven de tal modo las entrañas misericordiosas del Señor, que derrama a manos llenas sobre laa almas de los difuntos las gracias, los perdones, la libertad y la gloria. ¡Oh, cuán fácil es socorrer al Purgatorio! Podrá alguno por ventura excusarse con decir que no le es dado hacer limosnas, o que no le permite su débil complexión practicar ásperas penitencias; mas ¿quién podrá alegar sinceramente impotencia o ignorancia de orar? Hodiernos, pues, ya privadamente, ya reunidos en las públicas iglesias; oremos con fervor y con frecuencia al Señor para que se mueva a piedad de nuestros difuntos.
   
ORACIÓN
Piedad, Señor, piedad de vuestros hijos, que gimen en tan crueles tormentos: piedad invoca vuestro pueblo postrado a vuestros pies; piedad implora por ellos el Verbo Encarnado, que en el augusto altar renueva el sacrificio de Sí mismo. Vos habéis prometido escuchar las voces de vuestro pueblo, oíd las plegarías de la Iglesia; no podéis Vos menos de oír y de escuchar las súplicas y las voces de la Sangre de Jesucristo. ¡Ah! Todos a una voz os ruegan libertéis las almas del Purgatorio. ¡Ah! Otorgúese la gracia a tantos intercesores; y sobre las miserias de aquellos espíritus afligidos triunfe vuestra misericordia y vuestra piedad.
   
EJEMPLO: El emperador Teófilo, aunque había sido en vida gran perseguidor de las sagradas imágenes, no obstante, habiéndose reconocido antes de morir, detestó sinceramente sus culpas; mas no pudo en aquel último trance hacer debida penitencia de ellas, por lo que hubo de pagar la deuda en el Purgatorio. Su piadosa consorte Teodora, que tanto había trabajado por su conversión, hizo mucho más para librarle de las penas de la otra vida. No solo ella con toda su corte se desahogaba en lágrimas y en fervorosísimas oraciones; sino que mandó además ofrecer sacrificios y plegarias en todos los Monasterios y recurrió también al Señor Patriarca de Constantinopla Metodio, para que con su clero multiplicase las públicas y privadas oraciones en sufragio del alma de su difunto esposo. No pudo resistir el corazón de Dios a la fuerza de tantas oraciones, por lo cual en medio del fervor de las súplicas comunes apareció a aquel venerable prelado en el templo de Santa Sofía un ángel resplandeciente de celestial luz, que dijo: «Epíscope, exaudítæ sunt preces tuæ, et véniam Teóphilis impetrávit. Han sido oídas, oh Pastor venerable, tus oraciones, y en virtud de las mismas fue perdonada a Teófilo toda deuda». La misma Teodora tuvo en este tiempo una visión prodigiosa, en la cual el Eterno Juez la aseguró que por sus súplicas y por las de sus sacerdotes, Teófilo salía libre del Purgatorio: «Propte te tuorúmque Sacerdótum preces, tuo cónjugi do véniam». Por lo cual las oraciones y las plegarias no solo en la corte sino también en la ciudad de Constantinopla se convirtieron en hacimiento de gracias, y en júbilo por la glorificación conseguida al emperador difunto. He aquí el efecto de las oraciones de los fieles por las almas de los difuntos: hagámosla también nosotros con tal fervor que experimenten los nuestros lo más pronto posible el deseado socorro (Genadio Escolario, Defensa del Concilio de Florencia, lección 3ª).
  
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
  
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Sacrificáte sacrifícium justítiæ, et speráte in Dómino (Psalm. 4, 6). Ofrezcamos por las almas del Purgatorio el santo sacrificio de la misa, y esperemos en la misericordia del Señor que servirá para librarlas de sus penas.
  
Apareció al Beato Enrique Susón una religiosa difunta de su misma orden; la cual pidiéndole misericordia de sangre; exclamó: «de sangre hemos menester, oh, hermanos para que se extingan las llamas vivísimas que nos atormentan, de la Sangre del divino Cordero ofrecida en la santa Misa». Ofrezcamos, pues, Misas en socorro de las almas del Purgatorio, y el sufragio de este día sea celebrar o mandar celebrar, o al menos oír alguna Misa más por aquellas almas santas.
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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