sábado, 21 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO ‐ DÍA VIGESIMOPRIMERO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
    
DÍA 21 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: GLORIA QUE SE ACRECIENTA A DIOS CON LOS SUFRAGIOS POR EL PURGATORIO.
     
PUNTO PRIMERO
Si, como dice san Lucas, grandemente se festeja en el cielo la conversión de un alma pecadora, la cual puede de nuevo extraviarse en el camino de la salud eterna, ¿cuál será el júbilo de los comprensores al introducirse en aquella patria celestial, sin peligro ya de perderse, almas atribuladas que no podían penetrar en aquella mansion sino por medio de una expiación rigurosísima? Esto, responde David, acrecienta inmensamente la alegría y la gloria del cielo: y aquella Iglesia feliz de Santos no hará otra cosa más que exaltar las limosnas de la tierra, que aumentando el número de los bienaventurados, aumenta de paso su felicidad y su gozo. Una mirada, pues, ¡oh cristianos! al cielo, que se regocija con nuestros sufragios, y luego, si es que podemos, dejemos de hacerlos en abundancia.
   
PUNTO SEGUNDO
A cada hombre de cuantos vienen al mundo fue destinado en su nacimiento un ángel que le guardase y guiase. Durante esta vida, todo fiel piadoso se elige algunos Santos para sus especiales protectores y abogados, y entre estos y aquellos se entabla una confianza tan íntima y un amor tan decidido, que cuanto más devocion y obsequio profesa el hombre en vida hacia los ángeles y los Santos, tanto más se emplean estos en procurar su salvación eterna. Imaginemos, pues, cuál será el gozo especial y el inefable trasporte de los ángeles de la guarda y de los Santos protectores y abogados al ver cómo van llegando del báratro profundo del Purgatorio, para ser felices eternamente en su compañía, los devotos clientes tan deseados y aguardados por ellos. Bendecirán para siempre las misericordias del Señor, que se dignó secundar sus intenciones, y harán resonar las bóvedas de aquella mansión feliz con las alabanzas de los fieles que por medio de sus sufragios pusieron el colmo a la felicidad de sus protegidos. ¿Quién, pues, no querrá ser tan glorificado en el cielo?
     
PUNTO TERCERO
Pero quien rebosará de placer sobre otro cualquiera por la glorificación de las almas del Purgatorio, será aquella en quien están fijas las miradas del universo, es decir, María Santísima, la cual, como Reina escogida, como Madre de todos los hombres, y en particular como Madre de las almas que están penando en el Purgatorio, convidará a su Hijo, convidará a su Esposo, convidará a los coros de los ángeles y de los Santos a que se congratulen y regocijen con ella, viendo, finalmente, arribar a su felicísimo reino, a su seno materno, sus fieles vasallos y las amadas prendas de su tierno cariño. ¡Dichosos nosotros si podemos proporcionar a María un placer tan sublime! Hagamos la prueba, y esforcémonos lo posible para conseguir felizmente tan noble empeño.
   
ORACIÓN
Al ver, ¡oh Señor!, cómo toda la corte celestial se regocija por el rescate de las almas del Purgatorio, nuestra devoción hacia ellas se despierta y enardece deseosa de aumentar la gloria del cielo. Pero ¿cuánto mas se alegrarian los ángeles, los Santos, María Santísima y las almas mismas sacadas de la dura prisión, si pudieran vernos en su compañía para alabaros y bendeciros para siempre? Sea, pues, así para placer suyo y nuestro; sea esta la merced de la piedad que usamos; sea esta la corona con que os digneis remunerar nuestra devoción, ¡oh soberano Hacedor y glorificador de los ángeles y de los hombres!, porque obtenida esta merced y esta corona, habremos obtenido lo más grande que pueda desearse sobre la tierra, lo más bello que puede obtenerse en el cielo.
   
EJEMPLO: Un sacerdote romano muy devoto de las almas del Purgatorio fue trasportado en espíritu al templo de Santa Cecilia en Transtíber, donde en medio de un crecido número de ángeles y de Santos se le apareció María Santísima sentada en trono resplandeciente, y mientras que en derredor reinaba un profundo silencio, vio que en medio de aquel sublime congreso se postraba hacia la augusta Virgen, en ademán humilde, una mendiga cubierta de un vestido andrajoso, pero que llevaba sobre los hombros una piel de rarísimo precio, la cual con copiosas lágrimas imploraba piedad para el alma de un ciudadano romano muerto pocos momentos antes. Era este Juan Patricio, señor de gran caridad, pero condenado por algunos defectos al Purgatorio. «Esta preciosa piel que yo llevo encima, exclamaba la piadosa mujer, me la dio el difunto, ¡oh María!, por amor vuestro en el umbral de vuestra Basílica en ocasion que yo me moría de frio. Un don tan sublime no puede quedar sin premio, un acto tan generoso no puede menos de mover vuestro Corazón a socorrerle. Socorredle, pues, Madre de las misericordias, en esta hora en que se encuentra en la mayor necesidad; dadle la vestidura de la gloria, pues él me dió a mí estotra tan rica por vuestro amor». Tres veces repitió esta fervorosa plegaria la piadosa mujer, y haciendo eco á sus súplicas el coro de ángeles y de Santos allí presente, ordenó María que le fuese presentado Juan al momento, el cual llegó cargado de pesadas cadenas; y mientras esperaba el éxito de la llamada, le hizo señal de gracia la Reina del cielo, y se vio en un momento libre de sus ataduras, y recibido y acogido por Ella cual hijo querido, y como hermano y compañero por aquella dichosa corte de habitantes de la gloria, que entre aplausos y voces de regocijo le condujeron a tomar posesión de su reinado en el cielo. En esto desapareció la visión, quedando para nosotros el fruto; y si le queremos copioso, aprendamos de la piadosa mendiga a rogar a María y a interponer la mediación de los ángeles y de los Santos para impetrar la libertad de las almas del Purgatorio. (San Pedro Damián, Opúsculo 34, cap. 4º).
   
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
   
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Dabit cápiti tuo augménta gratiárum, et coróna ínclyta protéget te. (Prov. 4, 9.) El rezo del Santo Rosario es uno de los medios más eficaces para alcanzar la salud eterna a los difuntos, derramando sobre el Purgatorio un tesoro inmenso de gracias.
    
Habiendo caído en el Purgatorio una cierta Alejandra Arazonas, que era hermana de la cofradía del Rosario, el Patriarca Santo Domingo y los hermanos de la referida cofradía se dieron tan de veras a sufragarla, que presto consiguieron su libertad. Por lo cual, agradecida sumamente aquella alma a tan gran beneficio, se apareció al Santo fundador para dar gracias en su persona a toda la religiosa hermandad de sus piadosos socorros, y para animarle a predicar y a extender por todo el mundo la devoción del Santo Rosario, en cuya virtud muchas almas son libradas del Purgatorio por la Santísima Vírgen. Si pues es el Rosario de tanto provecho al Purgatorio, tomemos o mantengamos la piadosa costumbre de rezarle cada día; pero en este particularmente apliquemos una tercera parte más en sufragio de aquellas almas, para que se digne María Santísima llamarles consigo al cielo a acrecentar el júbilo y la gloria de la corte celestial. (Beato Alano de Rupe, Tratado del Salterio o Rosario, parte 5ª, capítulo 52).
   
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus  famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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