Tomado de FORO CATÓLICO.
1. En el significado de las palabras DIOS Y PATRIA, todos debemos pensar del mismo modo: “In necesáriis únitas”.
2. El significado de la palabra REY nos deja libres bajo cierto aspecto: “In dúbiis libértas”.
3. En todas nuestras relaciones con nuestros semejantes, sean o no adversarios políticos, debe reinar siempre la caridad. “In ómnibus cháritas”.
“Testimónium mihi perhibénte consciéntia mea in Spíritu Sancto”. Ad Rom. IX: Mi conciencia da testimonio en presencia del Espíritu Santo.
Los católicos han considerado siempre un deber, una cuestión de vida o muerte su actitud respecto a las instituciones de los gobiernos de los Estados, formados en todas y cada una de las actuales naciones por distintos partidos políticos, pues no las hay libres de ese maldito espíritu moderno llamado liberalismo.
Obligados los católicos por tan apremiante necesidad, aleccionados por el Evangelio y dirigidos por los Doctores de la Iglesia, han estudiado sus deberes respecto a esos gobiernos y partidos políticos, los han deslindado y los han sintetizado en estas sacramentales palabras : DIOS, PATRIA, REY.
Llenos de este espíritu los católicos generales de la Vendée, firmaron su célebre manifiesto en Fontenay el 27 de Mayo de 1793, en el que se lee: “Nos acusáis de trastornar nuestra patria por medio de la rebelión; vosotros, (los de la Convención) sois quienes, minando a la vez todos los principios religiosos y políticos, habéis proclamado los primeros que “la insurrección es el más sagrado de los deberes”; y según este principio… vosotros habéis colocado el ateísmo en el lugar de la Religión (DIOS), la anarquía en el de las leyes (PATRIA), a hombres que son nuestros tiranos en el de un REY que fue nuestro padre”.
Los hijos de la inmortal Zaragoza, en 26 de Julio de 1808, nos dieron un ejemplo de ese mismo espíritu digno se ser consignado en los anales de nuestras glorias religioso-políticas: “¿Juráis, se preguntó a la multitud, armada de hoces y malas escopetas, (es decir, armadas como los héroes del Bruch, únicamente con su fe), juráis defender a vuestra santa Religión (DIOS), a vuestro REY y a vuestra PATRIA sin consentir jamás el yugo del infame gobierno francés, juráis no abandonar a vuestros jefes y a esta bandera protegida por la santísima Virgen del Pilar, nuestra Patrona? ¡Sí, juramos! He aquí el fuego que enardeció a los españoles. Dios, Patria, Rey; he aquí la clave de todas nuestras tradicionales glorias; he aquí el fuego que enardecía los ánimos de nuestros antepasados; he aquí el compendio de Teología moral en donde ellos aprendieron sus deberes respecto de los gobiernos y partidos políticos.
El objeto de la presente conferencia será explicar por el significado de estas tres palabras : DIOS, PATRIA, REY, cuáles sean los deberes de los católicos respecto de los gobiernos y de los diversos partidos políticos que vemos en ellos, a fin de que, todos y cada uno podamos decir con el Apóstol: “testimónium..”.
En lo que significan las dos primeras, DIOS Y PATRIA, todos debemos pensar del mismo modo.
I. DIOS: Esta palabra, puesta en una bandera política, significa que el Estado profesa todos los dogmas, admite todos los preceptos y respeta todos los derechos o prerrogativas de la Iglesia Católica, y que se compromete a dispensarle toda la protección posible. En esto el estado no hace mas que cumplir una de sus mas sagradas obligaciones.
Lo cierto es que Dios nos trazó en sus Apóstoles la conducta que debemos seguir los católicos siempre que los gobiernos nos manden o prohíban alguna cosa contraria a lo que Él tiene mandado a su Iglesia: “Debemos obedecer primero a Dios que a los hombres”. San Gregorio, llamado el Teólogo, en su sermón décimo séptimo decía a los Príncipes y Prefectos: “También a vosotros os ha sujetado a mi autoridad la ley de Cristo”.
En este punto es muy digno de recordarse lo que Ivo Cornutense escribía a Enrique, rey de Inglaterra: “Ya que solamente marchando de acuerdo el reino y el sacerdocio es como se administran bien las cosas, os avisamos rogándoos que en vuestros reinos dejéis predicar libremente la palabra de Dios, sin olvidar jamás que el reino terreno debe estar sujeto al reino celestial, que es el que se ha confiado a la Iglesia. Así como el sentido animal debe estar sujeto a la razón, del mismo modo la potestad terrena a la eclesiástica”.
Los redactores de la Civiltà Católica, recogiendo sus observaciones sobre la Alocución de Pío IX en el Consistorio de Junio de 1869 decían: “El único culto que ha recibido del mismo Dios la libertad moral de existencia, y que es un derecho por parte de Dios, y una obligación por parte del hombre, es el culto católico. Y el culto libre consiste en el libre ejercicio de las leyes canónicas, en el libre ejercicio de las ceremonias y funciones religiosas, en la libre enseñanza de las ciencias sagradas”.
Esto, dirán algunos, bien lo sé, es puro “clericalismo”. No asistieron Vds. seguramente, les replicaría yo, a la conferencia que predicó el celoso Obispo auxiliar de Madrid el día de los Dolores de 1879, pues en ella sentó y demostró que “es imposible ser verdadero católico sin ser enteramente clerical”.
No habrán leído ustedes la notable Carta Pastoral del sabio Obispo de Nimes en 1874, en la cual hablando del abuso odioso que se hace en estos tiempos del nombre “clerical”, afirma con enérgica frase: “Para ser realmente católico, es menester ser enteramente clerical”. Y dado que se precian ustedes de católicos, añadiría, no pueden desestimar las enseñanzas del inmortal Pío IX, que dice: “Ciertamente hay algunos que pretenden ser católicos, pero no clericales. Esto es una contradicción…. porque “el clericalismo no es otra cosa que la religión católica”.
¿Que no les gusta a ustedes ese modo de entender el Papa y los Obispos la palabra “clerical? Pues ahí está “El Diritto”, órgano de gobierno carcelero del Papa, que dice: “Se entiende por clerical cualquiera que está en comunión de ideas y de creencias con el Papa y acepta el Sýllabus como ley religiosa. Si hay católicos que no la acepten, no son verdaderos católicos”.
Otro testigo, que no puede ser sospechoso ni a los ultra revolucionarios, Gambetta, se expresa en estos términos: “Señores, es menester no pagarse de nombres; es preciso saber que después de proclamado el dogma que ha hecho del Papa un doctor infalible en las verdades de la Iglesia…. Cuando Roma ha hablado, todos, sin excepción, los sacerdotes, los Obispos, todo el mundo obedece; porque lo que hay de admirable en la Iglesia es la unidad de acción y la unanimidad que en ella hay establecida… Estamos en presencia de un ejército que tiene un general y obra como saben maniobrar los ejércitos disciplinados. “El clericalismo·, he aquí el enemigo”.
II. PATRIA. Ella manifiesta que los que la proclaman quieren para su patria un centro de verdadera unidad, un foco de vivificadora luz, un manantial de moralidad, de dignidad, de fuerza, cosa que intentan realizar poniéndola bajo la salvadora égida del Catolicismo, como lo demuestran colocando esta palabra inmediatamente después de la palabra DIOS, y antes de la de REY, para manifestar que no profesan el disolvente principio de que “regnum est propter regem”, que el reino es para el rey; sino el opuesto de que “rex est propter regnum”, que el rey es para el reino en beneficio del pueblo regido.
De ahí es que todo rey o empleado que entienda de otra manera el significado de esta palabra, es indigno de la misión que desempeña, y nunca merecerá el amor y la protección de los verdaderos católicos y de los ciudadanos inteligentes. Mas aún; el mismo rey o empleado que proclama la PATRIA después de Dios y antes de Rey, da a entender con ello que acepta la realeza o empleo como una carga, y que la depondría si así lo exigiese el bien común, el bien de la PATRIA.
Todo gobierno que obre en contra de estos principios no puede contar con más fuerza que la de sus bayonetas, ni otro prestigio que el de los empleos que reparte.
Combatiendo el P. Ventura Ráulica a los que dicen que “la prosperidad y la gloria, y la dicha temporal de los pueblos no está enlazada con su fidelidad a la palabra de Dios, a la verdadera Religión, dice
“Fácil me sería demostrar que semejante doctrina se halla en manifiesta contradicción con los libros sagrados y con la Historia. Porque, por una parte nadie ignora esta sentencia de la Biblia: “La justicia eleva a las naciones y la miseria de los pueblos es obra de sus pecados”, (Prov. XIV). Y la apostasía de la verdadera fe es la más irritante de todas las injusticias y el más grande de todos los pecados. Decir, por consiguiente, que las naciones que se hacen culpables de ella no deben temer la pérdida de sus riquezas y de su grandeza, es considerar falsos los oráculos del Espíritu Santo”.
Canónigo SEBASTIÁN ALIBERCH MOLAS. “Poder político cristiano”, en La bandera de Jesucristo: Dios y el César, o Conferencias religioso-político-sociales sobre el liberalismo. Manresa, Imprenta de Roca, 1880).
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