El 19 de Enero, una delegación ecuménica finlandesa fue recibida por Francisco Bergoglio en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.
La delegación, conformada por obispones, presbíteros y laicos de la Iglesia Luterana de Finlandia (Bo-Göran Åstrand de la diócesis suecófona de Borgå), la diócesis de Helsinki (el opusino español Ramón “Raimo” Goyarrola Belda) y la Iglesia Ortodoxa de Finlandia (Arsenio Heikkinen, metropólita de Kuopio y Carelia), realizó su 39.ª peregrinación a Roma conmemorando la fiesta de San Enrique de Upsala, obispo y apóstol de Finlandia, y como parte de la preparación para el milenio de la muerte de San Olaf, rey de Noruega († 1030).
Bergoglio insistió (contrariando a Pío XI en Mortálium Ánimos) en que la unidad cristiana es un camino, y que los santos son las luces luces “encendidas por Dios” que iluminan tal camino, citando a continuación el Prefacio I de los Santos en el Misal Montini-Bugniniano: «La multitud de los santos proclama tu grandeza; pues en la coronación de sus méritos coronas la obra de tu gracia» y el artículo 21 de la Confesión luterana de Augsburgo (que el próximo 2025 cumplirá 500 años): «Hay que hacer memoria de los santos, para fortalecer nuestra fe, al ver cómo recibieron la gracia y cómo fueron ayudados por la fe; y para tomar ejemplo de sus buenas obras».
Contrario a lo que sostiene el Vaticano II, la unidad cristiana es real y visible ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE EN LA IGLESIA CATÓLICA, como enseña Pío XI en Mortálium Ánimos. De hecho, es una de las cuatro Notas (características visibles) de la Iglesia Católica, y el único camino a la unidad es que los herejes protestantes, los cismáticos ortodoxos y los apóstatas modernistas abandonen sus errores y se conviertan a la Iglesia Católica. Por ello, es que cada año se hace el Octavario de la Cátedra de la Unidad de la Iglesia.
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