«Para un católico no hay diferencias particulares entre aquellas partes de la religión que los protestantes y otros aceptan y aquellas partes que ellos rechazan. Los dogmas tienen, claro está, sus proporciones teológicas intrínsecas; pero en su sentimiento ellos todos son una sola cosa. La Misa es tan cristiana como el Evangelio. El Evangelio es tan católico como la Misa. Este, pienso yo, es el hecho que el mundo protestante ha considerado más difícil de entender y sobre el cual aparecieron algunos de los malestares más infelices. Aun así, esto surge de forma bastante natural de la verdadera historia de la Iglesia, que tuvo que luchar incesantemente contra distintas herejías muy opuestas entre sí. Ella no tuvo solo que derrotar estos secretos para defender estas doctrinas, sino que tuvo también que derrotar a otras sectas para defender otras doctrinas, incluyendo las doctrinas que estas sectas cariñosamente defienden. Fue únicamente la Iglesia Católica Romana quien salvó las verdades protestantes. Puede ser correcto confiar en la Biblia, pero no habría Biblia si los gnósticos hubiesen probado que el Antiguo Testamento fuese escrito por el diablo, o si hubiesen inundado el mundo con Evangelios apócrifos. Puede ser correcto decir que solamente Jesús salva del pecado, pero ninguno estaría diciendo esto si el movimiento pelagiano hubiese alterado toda la noción de pecado. Incluso la propia selección de dogmas que los reformadores decidieron preservar fue preservada para ellos solo por la autoridad que ellos negaron».
GILBERT KEITH CHESTERTON, An Outline of Christianity (Esbozo de la Cristiandad), Londres, 1926.
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