domingo, 23 de junio de 2024

SAN JOSÉ CAFASSO, PATRONO DE LOS CAPELLANES PENITENCIARIOS



José Cafasso nació en la villa italiana de Castelnuovo de Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco) en 1811. Mariana, hermana suya, fue madre de otro santo, el bienaventurado José Allamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata. Desde pequeño José era llamado por sus conciudadanos de il santetto, a causa de su atracción hacia la virtud y las cosas santas.

A los dieciséis años entró al seminario y vistió por primera vez la sotana. Así lo describe San Juan Bosco, que lo conoció a esa edad: «pequeño de estatura, de ojos brillantes, aire afable y rostro angelical». Don Bosco, que era aún niño, lo vio en la puerta de la iglesia de su ciudad, durante una fiesta, e impresionado con la apariencia del joven seminarista, quiso conversar con él. Así relató su encuentro:
«Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: “¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?”. Él con una agradable sonrisa me respondió: “Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo”. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: “Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices”. Él añadió: “Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo”. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Quedé como encantado de aquella manera edificante de hablar; respondí gustoso a todas las preguntas; después, casi para agradecer su amabilidad, repetí mi ofrecimiento de acompañarle a visitar cualquier espectáculo o novedad.

— Mi querido amigo —dijo él—: los espectáculos de los sacerdotes son las funciones de la Iglesia; cuanto más devotamente se celebran, tanto más agradables resultan. Nuestras novedades son las prácticas de la religión, que son siempre nuevas, y por eso hay que frecuentarlas con asiduidad; yo sólo espero que abran la iglesia para poder entrar.

Me animé a seguir la conversación, y añadí:

— Es verdad lo que usted dice; pero hay tiempo para todo: tiempo para la iglesia y tiempo para divertirse.

Él se puso a reír. Y terminó con estas memorables palabras, que fueron como el programa de las acciones de toda su vida:

— Quien abraza el estado eclesiástico se entrega al Señor, y nada de cuanto tuvo en el mundo debe preocuparle, sino aquello que puede servir para la gloria de Dios y provecho de las almas”. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: “No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas”. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: “Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito”»

José Cafasso era un óptimo estudiante, y tuvo que pedir dispensa para ser ordenado más joven de lo normal, a los 21 años de edad, en septiembre de 1833. En vez de aceptar innumerables invitaciones de parroquias, quiso profundizar sus estudios en el Convictorio (internado) eclesiástico San Francisco de Asís, de Turín, dedicado a la educación superior de los sacerdotes diocesanos que aún se estaban recuperando de la destrucción de las instituciones de la Iglesia bajo la invasión napoleónica una generación antes. Trabajó al lado del canónigo Luis Guala, uno de los fundadores del establecimiento y su rector. Todos admiraban en él aquel empeño para buscar en todo la mayor gloria de Dios y la santificación propia y ajena.

Al morir el Canónigo Guala, José fue aclamado por unanimidad para substituirlo, y mantuvo ese cargo durante doce años, es decir, hasta su muerte. Se puso como modelos a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri. En algún momento, ingresó a la Tercera Orden Franciscana.
   
Cafasso se convirtió en un destacado conferenciante en temas de teología moral desde 1836 y se inspiró en las enseñanzas de la escuela francesa de espiritualidad con sus principales figuras como Pedro de Bérulle y San Vicente de Paúl, enfatizando en la formación adecuada de los sacerdotes y, de hecho, la formación continua que debían tener. Siguiendo a San Alfonso María de Ligorio y a San Francisco de Sales, combatió tenazmente dos filosofías que habían entonces penetrado en Italia: el jansenismo, que sostenía que sólo una persona muy santa debería aproximarse a los sacramentos, principalmente a la Eucaristía; y el rigorismo, que se centraba más en la justicia de Dios, casi abstrayendo su misericordia, sin procurar ver el equilibrio existente entre estos dos atributos. El Papa Pío XI, por ocasión del decreto De tuto para la beatificación de José Cafasso, firmado el 1º de noviembre de 1924, afirmó:
«Bien presto logró Cafasso sentar plaza de maestro en las filas del joven clero, inflamado de caridad y radiante de sanísimas ideas, dispuesto a oponer a los males del tiempo los oportunos remedios. Contra el jansenismo alzaba un espíritu de suave confianza en la divina bondad; frente al rigorismo colocaba una actitud de justa facilidad y bondad paterna en el ejercicio del ministerio, desbancaba, en fin, el regalismo [doctrina que antepone los intereses del Estado a los de la Iglesia], con una dignidad soberana y una conciencia respetuosa para con las leyes justas y las autoridades legítimas, sin claudicar jamás, antes bien dominada y conducida por la perfecta observancia de los derechos de Dios y de las almas, por la devoción inviolable a la Santa Sede y al Pontífice Supremo y por el amor filial a la Santa Madre Iglesia».

Cuando San Juan Bosco estaba aún en el seminario y no podía proseguir sus estudios por falta de recursos, el padre Cafasso le pagó media beca y obtuvo de los regentes del seminario que le facilitasen la otra mitad, sirviéndole el joven seminarista de sacristán, remendón y peluquero; y cuando se ordenó, también le costeó el curso en el Convictorio para su posgrado.
   
Después lo ayudó en su apostolado con los niños, e, incluso cuando todos abandonaron a Don Bosco, continuó siendo su acérrimo defensor. Lo ayudó también en la recién fundada Sociedad Salesiana, siendo considerado por los salesianos como uno de sus mayores benefactores.

El mayor y más heroico apostolado ejercido por José Cafasso era con los condenados a muerte. Cuando un criminal recibía la sentencia capital, el sacerdote lo preparaba durante los días que la precedían, para que se convirtiera y confesara, y después lo acompañaba hasta el lugar del suplicio, inspirándole sentimientos religiosos. De los 68 condenados que así acompañó hasta el último suplicio, ninguno murió sin confesarse y mostrarse verdaderamente arrepentido. Le llamaban de otras ciudades para tal fin. San Juan Bosco le acompañó una vez, pero al ver la horca se desmayó de la impresión. El padre Cafasso, cada mes, debía hacer esa labor, pues cuando a algún criminal era sentenciado a muerte, pedía: «Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar».

Un don que José Cafasso recibió en grado eminente fue el de la prudencia. A su puerta golpeaban desde altos eclesiásticos hasta gente menuda del pueblo, en busca de un consejo para resolver situaciones delicadas. Y él siempre tenía una palabra precisa, el consejo apropiado, la solución definitiva. Entre sus dirigidos estuvo, además de Don Bosco, la marquesa Julia Falletti di Barolo (nacida Colbert di Maulévrier; notoria abogada de las mujeres prisioneras), el matemático Francisco Faà di Bruno (que posteriormente fue ordenado sacerdote) y Clemente Marchisio.

Otras cualidades que en él sobresalían de modo especial eran su tranquilidad inmutable y ejemplar paciencia. En el rostro llevaba siempre una sonrisa amable para acoger a las personas. Como era de baja estatura producto de la espina torcida, decían de él: «Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu».
  
Algunos notables de la ciudad le propusieron presentarse como candidato a la Cámara del Reino de Cerdeña, pero el padre Cafasso declinó, diciendo: «En el día del juicio, el Señor me preguntará si fui buen sacerdote, no diputado».

San Juan Bosco, en la biografía que escribió de San José Cafasso, su director y maestro, destaca varias facetas de su múltiple actividad: «padre de los pobres, consejero de los vacilantes, consolador de los enfermos, auxilio de los agonizantes, alivio de los encarcelados, salud de los condenados a muerte».
   
La devoción del padre Cafasso a la Santísima Virgen era fuera de lo común. La nutría desde pequeño y hablaba de Ella con entusiasmo. Dedicaba los sábados en su honra, y nada que le fuese pedido en uno de esos días o en alguna fiesta de Nuestra Señora, quedaba sin ser atendido.

En uno de sus sermones sobre Nuestra Señora, Don José Cafasso exclamó arrebatado: «¡Qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al Cielo!». Realmente, esa fue la gracia que obtuvo, al fallecer el sábado 23 de junio de 1860, a los 49 años de edad. Antes de morir escribió esta estrofa: «No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María».

San José Cafasso fue beatificado por Pío XI en 1925, y canonizado por Pío XII el 22 de junio de 1947. Sus reliquias se veneran en el Santuario de la Virgen de la Consolación, en la ciudad italiana de Turín.
   
ORACIÓN
Oh Dios, que adornaste a tu bienaventurado confesor San Joseph, con una admirable caridad y de una paciencia invencible a fin de realizar numerosos trabajos por la salvación de las almas: concédenos propicio, que instruidos por su ejemplo y asistido por sus ruegos, obtengamos la recompensa de la vida eterna. Por J. C. N. S. Amén.

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MES EN HONOR A SAN PEDRO APÓSTOL – DÍA VIGESIMOTERCERO

Dispuesto por el padre Charles Alphonse Ozanam, Misionero Apostólico y Canónigo honorario de Troyes y Évreux, publicado en italiano en Nápoles por Ferrante y Cía. en 1864.
  
MES DE SAN PEDRO, O DEVOCIÓN A LA IGLESIA Y A LA SANTA SEDE
  
MEDITACIONES SOBRE LA IGLESIA

Antes de la Meditación, recita un Pater noster y un Ave María con la Jaculatoria: San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros.
  
MEDITACIÓN XXIII: SOBRE LAS PERSECUCIONES A LA IGLESIA
1.º Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, dijo el apóstol San Pablo (Epístola 2.ª a Timoteo III, 12), sufrirán persecución. Y ya nuestro Señor había dicho: «Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia; porque de éstos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por mi causa os maldigan y os persigan, y hablen falsamente de vosotros toda cosa mala. Alegraos y regocijaos; porque grande será vuestra recompensa en el cielo: porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros» (San Mateo V, 10 y ss.). Por tanto, la Iglesia está destinada a ser perseguida, y la persecución es una de sus características esenciales y divinas. Sin falta, de vez en cuando disfrutará de momentos de paz y descanso; pero esto no sucede sino para dejar su espacio, diríase, para recuperar sus fuerzas y darle la oportunidad de prepararse para nuevos ataques. Las persecuciones rodearon su cuna: el Salvador acababa de nacer y Herodes ya lo buscaba hasta la muerte; y su vida misma fue una persecución continua, que sólo duró cuando hubo dado su último suspiro en la cruz. Los Apóstoles, sus discípulos y sus sucesores en la obra de la redención, no tuvieron mejor gobierno que el de su Maestro, y todos recibieron la corona del martirio como recompensa por su lealtad y devoción. Pero esto no fue más que el preludio de los tres primeros siglos de la era cristiana, durante los cuales la Iglesia tuvo que ser fundada y arraigada a través del martirio, no sólo de sus príncipes y sus líderes, sino también por el martirio de miles de cristianos de todas las edades, de todos los sexos y de todas las condiciones. Y hoy es a costa de sacrificios sangrientos que realiza nuevas conquistas en China, en Conchinchina y en muchas otras regiones lejanas. Sin embargo, la conspiración no sólo va dirigida contra la vida de sus hijos, los esfuerzos también van dirigidos a atacar sus dogmas, sus misterios, su doctrina y su propia moral, cuyos principios son admirados, casi como si fueran despedidos por repudiar su práctica aplicación, que se consideró demasiado rígida. Se desvirtúan las intenciones del espíritu de la Santa Iglesia, se le atribuyen todas las pasiones humanas, y bajo estos inútiles pretextos, que siempre presentan algo engañoso a las masas poco educadas, especialmente en materia de religión, se le reprocha haber degenerado de la perfección primitiva, para virar hacia la decadencia, y su muerte inminente ya se anuncia desde hace varios siglos. Le acusan de ideas retrógradas, de obstinación en no querer asociarse al progreso de la Ilustración y la Modernidad, para el cual los tiempos corren. Sus doctores son cuestionados, sus instituciones son derribadas, sus ministros son asediados y espiados para descubrirlos en el error y, cuando es necesario, son calumniados. Se esparcen burlas sobre sus ceremonias más augustas, se burlan de sus hijos más devotos y fieles; en una palabra, es una guerra total, que tendrá que sostener hasta el fin de los tiempos. La Iglesia no se sorprende de sus persecuciones, las cuenta, las considera como prueba de su institución divina, ya que Jesucristo se las predijo: «He aquí, os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Pero guardaos de los hombres, porque os harán aparecer en sus asambleas, y os azotarán en sus sinagogas; y seréis llevados por mi causa ante presidentes y reyes, como testigos contra ellos y contra las naciones... El hermano dará a muerte al hermano, y el padre entregará a su hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre; pero quién perseverará hasta el final será salvo... El discípulo no es más que su Maestro, ni el siervo más que su Señor... Si al dueño de la casa lo llamaron Beelzebú, ¿qué se dejará a los de su casa? No temáis a los que pueden matar el cuerpo y no pueden matar el alma, sino temed a aquel que puede enviar tanto el alma como el cuerpo al infierno» (San Mateo X, 16 y ss).
  
2.º Las persecuciones predichas a la Iglesia por Nuestro Señor no debieron ser únicamente resultado de la tiranía y la opresión. Le reservaba los menos sensacionales, pero aún más continuos en las pruebas ordinarias de la vida. Las primeras debían ser realizadas únicamente por aquellos fieles que fueran lo suficientemente generosos como para confesar públicamente su fe perseguida; pero estas últimas afectan a todos los hombres sin distinción, ya que son consecuencia y castigo del pecado de nuestro primer padre. En los designios de Dios, son para uno mismo el cumplimiento de las leyes de su justicia y de las de su misericordia: expiación del pecado y prueba de nuestra fidelidad. Ahora es Él quien se encarga de enviárnoslos directamente por la muerte de nuestros vecinos o de nuestros mejores amigos, por las enfermedades, por los sufrimientos y dolencias que tantas veces afligen nuestra existencia. Ahora bien, y esto es lo más común, los mismos hombres, sin quererlo y sin saberlo, se convierten en sus manos en instrumentos de persecución ordenados para realizar los planes de Dios para la Iglesia. A la categoría de estos segundos queremos adscribir la maledicencia, las calumnias, reveses de fortuna; el abandono de nuestros amigos y vecinos; la ingratitud, la venganza ciega e injusta que se ejerce contra nosotros; las particularidades, las injusticias, las humillaciones de las que somos víctimas; la naturaleza difícil y los estados de ánimo de las personas que nos rodean y con quienes nos vemos obligados a vivir. Éstas, si se quiere, son persecuciones con alfileres, pero no son menos molestas; sobre todo porque son inevitables, pertinaces, secretas y cotidianas. Sin duda, este tipo de persecución no sólo se lleva a cabo contra miembros de la Iglesia; toda la humanidad está sujeta a ellos. Pero la Iglesia, en el designio divino, al ser católica, exige que los elementos de su destino sean también universales como ella misma. Los que no quieren pertenecer a ella hacen mal uso de las persecuciones, como ya abusan de los bienes de la tierra, y de todas aquellas cosas que Dios ha puesto a disposición del mundo entero, para que sean elementos de la vida cristiana, y en consecuencia medios de salud. Así, este tipo de persecución vuelve a los hijos de la Iglesia como fuente perenne de gracias: algunos son devueltos a la verdad y al ejercicio olvidado o descuidado de sus deberes religiosos mediante pruebas que les abren los ojos a la vanidad de las cosas temporales; y éstos, al no encontrar en la tierra la felicidad que esperaban encontrar allí, vuelven entonces su mirada hacia la Eternidad: los demás, acostumbrados a vivir en la reconfortante luz de la fe, encuentran en las aflicciones que les envía la Providencia, un medio tan eficaz como fácil para expiar sus faltas y una fuente viva de méritos.
   
3.º Y un tercer tipo de persecución, que no es menos provechosa a la Iglesia de Dios, y no viene ni de Dios ni de los hombres, sino de nosotros mismos, del espíritu del mundo y del diablo: hablo de nuestras pasiones, de nuestras malas inclinaciones y de las múltiples tentaciones, que sin descanso nos libran una guerra mortal. La honestidad natural, el interés, la filosofía han podido a veces frenar la furia de estos enemigos de la humanidad; pero su triunfo siempre particular no se manifestó de otra manera que suscitando en nuestra naturaleza corrupta un número aún mayor de malas inclinaciones. Por esta razón Diógenes practicó el desapego de las riquezas y utilizó esta apariencia de virtud para alimentar su orgullo. Sólo la Iglesia ha recibido del divino Maestro el secreto de la lucha cristiana, que no da cuartel a ninguna pasión, que no perdona ningún instinto desordenado. Por supuesto, la debilidad humana, incluso ayudada por la gracia, no siempre triunfa del todo, pero siempre tiene sus armas a su disposición, y al menos se reprocha sus deserciones. Esta guerra espiritual, esta persecución interna es una de las pruebas más molestas para los hijos de la Iglesia, porque los expone a cada momento al peligro de perderse eternamente, es decir, a la mayor desgracia para quienes viven bajo las divinas inspiraciones de la fe. Pero, por otra parte, en medio de estas luchas cotidianas, los espíritus se fortalecen, la energía se inspira en el coraje, y éste llega al heroísmo. Las victorias se multiplican, y con ellas se multiplican los méritos, que aseguran a quienes las obtienen un lugar de gloria incomparable en la vida futura. Ésta es precisamente la inmensa ventaja de estas pruebas. Finalmente, todos estos diferentes tipos de persecución todavía no son suficientes para el amor ardiente de la Esposa de Jesucristo por el sufrimiento. Siguiendo el ejemplo del divino Salvador, ella los desea, aspira a ellos y se impone a ellos para la mortificación y la penitencia. De ahí los ayunos, la abstinencia y otras austeridades que ella prescribe o recomienda a quienes viven sumisos a sus leyes. La persecución, dondequiera que llegue y cualquiera que sea el significado que se le dé, es, por tanto, uno de los elementos de la vida de la Iglesia; es una de sus características distintivas.
   
ELEVACIÓN ACERCA DE LAS PERSECUCIONES A LA IGLESIA
I. Ya no me asombra, oh divino Maestro, el lenguaje que utilizasteis con el pueblo que se agolpaba a vuestro alrededor para escuchar vuestros divinos oráculos: «Es necesario –dijisteis– que el Hijo del Hombre padezca mucho, y sea reprobado por los ancianos, y por los príncipes de los sacerdotes, y por los escribas, y será muerto, y resucitará al tercer día. Entonces dijo a todos: (continúa el texto sagrado): Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome hoy su cruz y sígame, porque el que quiera salvar su alma, la perderá; y quien pierda su alma por mí la salvará, porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, aunque se pierda, y en detrimento de sí mismo?» (San Lucas IX, 22 y ss.). No, ya no me sorprendo de las predicciones, que apenas meditabais, y con las que preparabais las almas de vuestros discípulos para soportar las crueles batallas que teníais preparadas para vuestra Iglesia: «Era necesario que Cristo padeciera, y así entrara en su gloria (San Lucas XXIV, 26): ¿cómo es posible que la Iglesia, su esposa, haya podido participar de su corona, sin haberse asociado a sus sufrimientos? Así, la diadema sangrienta y gloriosa del martirio nunca ha dejado de posarse sobre sus cabellos. Un venerable anciano inspirado por Dios, mientras estabais fuertemente abrazado, pocos días después de vuestro nacimiento, había exclamado: «He aquí, este Niño está puesto para la ruina y la resurrección de muchos en Israel, y como objeto de la contradicción» (San Lucas II, 34). ¿Y no es quizás éste el mismo destino que corre vuestra Iglesia? Ella os sucedió en la admirable obra de la Redención; ella esparce por todas partes la doctrina que Vos habíais enseñado y cuyo precioso depósito le habíais confiado. Éstos lo recogen con avidez, siguen fielmente sus preceptos y reciben de Él la vida; aquellos, por el contrario, la rechazan con desdén y se pierden. A partir de ese momento, la Santa Iglesia, como Vos, es signo de contradicción. Como Vos, tiene enemigos que la persiguen, ya con palabras y sarcasmos, ya con escritos impíos. Quisieran destruirla, la espían, la persiguen, la violentan, y llegan incluso a derramar su sangre; como otros antes de aferrarse a su venerada Cabeza, es expulsada de su trono, es privada de su corona, es desbandada o encadenada, es retenida en austera prisión; y por todas partes se proclama la muerte inminente de vuestra santa Esposa. Ciertamente le predijisteis, Señor, que sería crucificada, pero le prometisteis la inmortalidad. Por tanto, sufrirá, pero precisamente por eso será más gloriosa y nunca será más que una pera.
    
II. Uno de vuestros más fieles servidores, dando muestra de su amor al sufrimiento, fue un maravilloso intérprete de los sentimientos de vuestra Iglesia y del destino que le habías dado, cuando exclamó: «O padecer o morir»; otro, en el ardor de su caridad, dijo aún más: «Siempre. sufrir, nunca morir». Y este es, de hecho, el verdadero carácter distintivo de una digna esposa vuestra. Cada día sus hijos, aunque no estén expuestos al martirio, ven multiplicadas a su alrededor las oportunidades de demostraros su amor, soportando resignadamente las pruebas de la vida con Vos. ¡Oh! Las almas santas, que saben sufrir con paciencia angélica las enfermedades, las dolencias, las adversidades de toda especie, las incompatibilidades de naturaleza y de humor. Con cuánto coraje y heroísmo se someten a vuestra santa voluntad aquellos cristianos generosos que, como niños en el horno, todavía cantan tus alabanzas, cuando la muerte los sorprende en sus afectos más queridos, o cuando la caprichosa fortuna los reduce al extremo de la pobreza! Cuántos Jobes exclaman todavía: «Tú me lo diste, oh Señor, lo recuperaste, bendito sea tu Nombre». No fijan su mirada en aquellos que para ellos no son más que ciegos instrumentos de la providencia; pero sí, la fe les revela, que sois Vos, Señor, quien dirige los acontecimientos de la vida independientemente de su voluntad; y como no hacéis ni permitís nada excepto lo mejor de vuestros amigos, ellos deben continuamente, pase lo que pase, alabaros y bendeciros.

III. No sin un profundo misterio, oh divino Salvador, la cruz se ha convertido en el símbolo esencial del cristianismo, que la Iglesia corona con ella la fachada de sus templos, que la expone a la veneración pública sobre sus altares, que la despliega como estandarte de unión en sus ceremonias más solemnes, que exige que todas nuestras acciones principales comiencen con este signo augusto, y que todo cristiano reserve en su hogar un lugar de honor para esa imagen, que le recuerda cuánto lo amasteis hasta la muerte, y muerte de cruz: el sacrificio, inseparable del amor, del que es la expresión más verdadera y profunda, debe ser el fundamento de la vida cristiana. Para ser cristiano, el hombre no sólo necesitaba estar preparado para dar su vida en necesidad de vuestro amor; sino que estuvo dispuesto cada día a someterse a vuestros más inesperados decretos; pero lo que era más necesario era que se sacrificara continuamente por Vos, quitando sus inclinaciones más oportunas a la lucha, para reducirlas bajo el yugo de vuestra ley: la mortificación de la carne y de los sentidos debía convertirlo en una víctima continua, y su corazón debía ser un altar hogareño, sobre el cual os ofrecería cada día el holocausto de todos sus pensamientos, sus deseos y sus afectos. He aquí el secreto que nos revela la cruz. Si el augusto sacrificio, que se ofrece a cada momento desde oriente hasta occidente, es esencial para la vida de vuestro Iglesia, oh divino Maestro, no lo es menos el sacrificio de los corazones. ¿Quién podrá narrar las bendiciones celestiales que traen tantas inmolaciones, tantas víctimas voluntarias en la tierra, no sólo aquellas donde mana la sangre, sino también las que consisten en la aceptación secreta y resignada de las pruebas, y en las luchas cristianas cotidianas? Oh divino Jesús, concededme la gracia de aumentar su número, entregándome enteramente a Vos, llevando en mí los estigmas de tus adoradas llagas y viviendo esa vida perseguida y santa, que es una de las características divinas de vuestra Iglesia.
  
Se repite la Jaculatoria: «San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros», añadiendo el Credo Apostólico:
   
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor: que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

JACULATORIAS
  • «Lejos de mí gloriarme en otra cosa que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gálatas VI, 14).
  • «Concedednos, oh Señor, que nunca perdamos el valor; pero aunque ese hombre nuestro, que está afuera, se corrompa; lo que hay dentro debe renovarse día a día» (De la Epístola 2.ª a los Corintios IV, 16).
PRÁCTICAS
  • No tomar escándalo de las persecuciones que sufre la Iglesia tanto por parte de sus enemigos declarados, como muchas veces de sus propios hijos; porque hay que estar persuadido de que tales persecuciones le traen una inmensa gloria en la tierra y en el Cielo. Sin embargo, en tales circunstancias, conviene que cada uno permanezca firme en su lugar, lo defienda según su estatus y su poder, incluso a costa de su propia sangre, y ore a Dios para que se digne humillar a los enemigos de la santa Iglesia.
  • En las tribulaciones, pues, que sufrimos tanto por parte de Dios, que nos visita directamente con ellas; ya sea por parte de los hombres, que voluntaria o involuntariamente nos acosan, para soportarlo todo por amor de Dios y pagar por nuestros pecados, recordando lo que decía San Pablo: «Los sufrimientos del tiempo presente nada tienen que ver con la gloria futura que se descubrirá en nosotros» (Epístola a los Romanos VI, 18).
  • Finalmente, en la guerra que tenemos con nuestros enemigos el mundo, el diablo y la carne, luchemos con valentía, llenos de confianza en Jesucristo, que aquí abajo nos fortalece con su gracia, y a su tiempo nos recompensará.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

sábado, 22 de junio de 2024

ORNAMENTOS DE DISEÑADOR PARA LA CATEDRAL DE PARÍS

Noticia tomada de GLORIA NEWS.
   

El arzobispón de París Laurent-Bernard-Marie Ulrich George eligió al diseñador de modas Didier Jean-Charles de Castelbajac (fortuna neta: 215 millones de dólares estadounidenses) para crear los “ornamentos litúrgicos” para la reapertura de la catedral de Nuestra Señora de París el próximo 7 de Diciembre.
  
Los ornamentos de Ulrich estarán hechas de telas modernas, incluido un material similar a una sudadera (!): «Quería que los diseños atrajeran a una generación joven, con elementos de ropa de calle», dijo Castelbajac a Women’s Wear Daily.
    
La “generación joven” a la que Castelbajac está apelando tiene ahora ochenta años (él ya está por los 75). Sorprendentemente, las creaciones de Castelbajac incluso presentan una cruz.
    
Castelbajac está produciendo 2.000 artículos litúrgicos, incluyendo casullas, dalmáticas y estolas, que serán usados por 700 obispones, presbíteros y diáconos, que serán usados hasta el domingo de Pentecostés de 2025, y luego en celebraciones importantes como la Misa Crismal y las ordenaciones. Incluso, cada parroquia tendrá una casulla.
    
Se dice que los diseños se inspiraron en la catedral misma, desde la luz que juega en su piedra blanca hasta los tonos azul, amarillo, rojo y verde de sus vidrieras y la enorme cruz de oro de Marc Émile Léon Couturier (* 1946) que sobrevivió al fuego.
    
En 1997, Castelbajac creó trajes de colores del arco iris para 500 obispones, 5.000 presbíteros y un millón de jóvenes que asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud en París. Era la primera vez que un diseñador de moda trabajaba para el Vaticano. La casulla usada por Juan Pablo II Wojtyła en la ocasión, también sobrevivió al incendio.
    
   
Hijo del marqués Jean-Louis de Castelbajac y de Jeanne-Blanche Empereur-Bissonet (ambos fallecidos), Jean-Charles de Castelbajac fue recientemente clasificado como el diseñador de moda mejor pagado del mundo.

NOVENA AL SANTO CRISTO DE LAS CUEVAS DE CHALMA

Novena tomada de la Descripción histórica y moral del yermo de San Miguel de las Cuevas en el Reino de Nueva España, e invención de la Milagrosa Imagen de Cristo Crucificado que se venera en ellas, dispuesta por el padre Francisco de Figueroa SJ y publicada en Cádiz por la Imprenta de la Compañía de Jesús en 1689.
   
ADVERTENCIAS PARA HACER CON FRUTO LA NOVENA
1. La intención con que se hacen, que es alcanzar del Señor por medio de la Imagen de su Hijo Crucificado lo que para su servicio y nuestra salvación conviniere. Y con esta intención se ha de pedir a Dios lo que le venimos a suplicar.
2. Vivir, por lo menos los días de nuestra Novena, con especial cuidado de no desagradar a Dios; no digo con culpas mortales, que eso se supone, sino con culpas veniales, como hay en la parlería, en la risa demasiada, en el comer y beber sin moderación, en el derramamiento de sentidos, etc., de suerte que si se divierte con otras personas en hablar, en ver el Santuario, las Cuevas, el agua, etc., sea con buen fin, con el deseo de agradar a Dios y de alabar su Divina providencia, que en estas cosas resplandece.
3. Confesar y comulgar más a menudo que otras veces; oír Misa, o Misas, cada día; rezar el Rosario de la Virgen con más devoción y atención que otros días; visitar el Santísimo Sacramento más a menudo; adorar la Imagen de Cristo Crucificado algunas veces, por la mañana y por la tarde; abstenerse por este fin de alguna cosa lícita, tanto en la comida como en la bebida, etc.; hacer más penitencia, o penitencias, sin salir cada uno de su estado ni faltar a las obligaciones de él, etc.; dar más limosna, sin que haga falta a su familia ni a su casa, etc.
4. Procurar que los suyos y quienes están a su cargo vivan bien y mejor que en otros tiempos, y a los que no corren por su cuenta, exhortarlos más con ejemplos que con palabras. El que hiciere esto y guardare estas advertencias, yo aseguro que casisiempre consiga su intento, y vuelva bien despachado.
   
NOVENA AL SANTO CRISTO APARECIDO EN SAN MIGUEL DE LAS CUEVAS DE CHALMA
   
   
Hincado de rodillas delante de la Santa Imagen de Cristo Crucificado, levantará el corazón contrito y humillado al Señor; y haciéndole profunda reverencia, y ofreciéndole sus oraciones, palabras y pensamientos a mayor gloria suya, y honra de la Virgen María su Madre,  de todos los Ángeles y Bienaventurados del Cielo, se persignará y dirá más con el alma que con la boca:

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, pésame en el alma de haberos ofendido, por ser Vos quien sois; por haberme criado y redimido con vuestra Sangra preciosa, quiero y propongo confesarme de todos mis pecados, y enmendarme de ellos, y espero de vuestra infinita bondad y misericordia me los perdonareis, y daréis gracia para cumplirlo. Amén.
   
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh buen Jesús! que, desde ese altar sagrado, donde con los brazos abiertos esperáis a todos los que os invocan, miradme postrado ante vuestra Imagen Bendita reconociendo vuestros innumerables beneficios e implorando las gracias para mis presentes necesidades. Padre mío, Amorosísimo Señor de Chalma, a vuestras plantas llego con lágrimas en los ojos y fatiga en el cuerpo, las cuales os ofrezco en agradecimiento de vuestras bondades; y como hijo pecador, os  pido, Jesús mío, me concedáis un sincero arrepentimiento de mis pecados y vuestra ayuda para dejar de ofenderte, y así haciéndome digno de Vuestro santo amor, me concedáis por los méritos de vuestra Preciosísima Sangre, las gracias que en este día de todo corazón imploro. ¡Benignísimo Señor!, que quisisteis dejaros en esta venerable Imagen, una copia exacta de vuestros padecimientos y dolores, por ellos espero que me concedáis la gracia que os pido, la tranquilidad de mi casa, el perdón de nuestros pecados y nuestra salvación eterna. Amén. 
  
DÍA PRIMERO – 22 DE JUNIO
MEDITACIÓN DE LA CRUZ A CUESTAS
Meditar a Cristo Señor nuestro con la Cruz a cuestas, fatigado, más que con el peso del Santo Madero, con la carga de mis pecados y de todos los hombres, que sobre Él llevaba; y que su deseo es que se le descargue de mis culpas, que lleva en Sus hombros. Darásle palabra de no pecar más, y de ayudarle a llevar los demás pecados, encomendando los míos; y después de haber meditado este paso, decir:
   
ORACIÓN
Dios y Señor de los Ángeles, a quienes encomendáis la guarda de los hombres, ofrezcoos en compañía de los vuestros, los merecimientos y oraciones de esos soberanos Espíritus, para que os dignéis de concederme la pureza que en ellos resplandece, y que a su imitación viva yo de aquí en delante como un Ángel, casto y limpio en el alma y en el cuerpo, y la gracia que he venido a suplicaros, por la fatiga y cansancio que tomasteis cuando sobre vuestros hombros cargasteis la pesada Cruz, en que por mis culpas y de todos los demás hombres, habríais de ser levantado en el monte Calvario para honra y gloria vuestra, que con el Padre y Espíritu Santo, vivas y reines por una eternidad. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.
    
ORACIÓN DE SAN BERNARDO A CRISTO CRUCIFICADO
Conoce, alma mía, y reconoce que esta efigie es de Cristo crucificado, Salvador tuyo, unigénito Hijo de Dios vivo, verdaderamente Dios y verdadero hombre, que solo entre los hombres vivió sin culpa, y con todo eso, fue puesto entre dos ladrones, como si fuera uno de ellos; tenido como un leproso y el ínfimo de los hombres y arrojado de su madre la sinagoga como abortivo de sus entrañas; el más hermoso de todo el linaje humano, hecho el más feo y horroroso de los hombres, herido por nuestros pecados, por nuestras maldades deshecho y en el incendio de su amor abrasado, como holocausto de suavísimo olor en el acatamiento del Padre eterno, para apartar de su delicadísimo olfato el mal olor que nuestras culpas le causan. Mirad, Padre santo y excelso Dios, desde vuestro santuario y desde la altísima morada vuestra de esos cielos, la Hostia sacrosanta que os ofrece nuestro gran Pontífice Jesucristo por nuestros pecados; aplacad vuestra indignación contra su malicia, la voz de la Sangre de Jesucristo clama en nuestro favor desde la Cruz. Mirad a la cara de vuestro Hijo, obediente hasta la muerte y muerte de cruz; no quitéis jamás los ojos de sus heridas, para que os acordéis de la satisfacción que os ha dado con ellas por mis pecados. Gracias os da mi agradecimiento; gracias os da toda la lengua, por la sobreabundancia de vuestra voluntad infinita, que no perdonó al Hijo unigénito de vuestro Corazón, sino que lo entregasteis a la Cruz y a la muerte por todos nosotros, para que tengamos su Imagen en la tierra, y su original en el Cielo como prenda segura de nuestro rescate, y como Abogado fiel de nuestra Redención; que por nosotros abogue en vuestra presencia, en que vivís y reináis con el Hijo y el Espíritu Santo por infinitos siglos. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
DÍA SEGUNDO – 23 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN DE LA DESNUDEZ QUE CRISTO SUFRIÓ EN EL CALVARIO
Meditar cómo, después de llegado al Monte Calvario, el descanso de tan penoso y amargo camino fue desnudarle de todos sus vestidos, hasta de la túnica, que como camisa traía a raíz de las carnes, que se habría pegado al cuerpo con la Sangre y el sudor de Él, y al despegarla, sentía gran dolor en todas Sus llagas, especialmente en la cabeza, que asirían de las espinas de la Corona las vestiduras al sacarlas. Y a todo esto estaba el bendito Señor padeciendo por mí estos dolores, con el silencio y mansedumbre que está un cordero en manos de los que lo trasquilan y despojan del vestido que le dio la naturaleza. Asistiré con el alma a esta penosa función, compadeciéndome de ella y del Señor que la padece, proponiendo desnudarme de los hábitos viciosos que mis pecados hubieren causado en mí, como el que se desnuda de sus vestiduras, aunque me cuesten trabajo, aunque topen en las puntas o puntos de mi mal natural o de mis malas inclinaciones, que en esto tendrá grande alivio en sus penas. Después de haber meditado su afrenta y despojo, diré:
   
ORACIÓN
Dios y Señor de los Arcángeles, a quienes encomendáis los negocios más graves de vuestra Providencia para bien de los hombres, os ofrezco con vuestros merecimientos, los de los santos soberanos Espíritus, y de todos los Santos del Cielo y de la tierra, para que os dignéis de concederme que negocie mi salvación y haga los encargos de mi obligación, como ellos hacen los que vuestra Divina Majestad les ha encomendado por mi bien y de los demás hombres. Y que se haga el negocio que he venido a encargaros con toda felicidad, para servicio vuestro y provecho mío. Por la afrenta y dolor que padecisteis cuando os desnudaron de vuestras vestiduras para crucificaros en el Calvario, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por infinitos siglos. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA TERCERO – 24 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN DE LA CRUCIFIXIÓN
Meditar que en desnudando, o desnudándose el Señor de sus vestiduras, lo ataron por las piernas fuertemente con un cordel (lo cual se ve en las señales que tiene la Imagen de Chalma en ellas) y por los brazos; y tendido en el suelo, como algunos contemplan, o levantado en aire, como otros probablemente discurren, le clavaron primero las manos cruel y dolorosamente a los dos brazos de la Cruz, y luego los dos pies, o entrambos con un clavo, o con el suyo cada uno, de modo que quedase fijo de pies y manos en ella. Considerar el dolor que tuvo el Señor en partes tan nerviosas y tan sensibles, pagando aquellas manos, que nunca se extendieron a cosa desordenada, el desorden de Adán, y los nuestros en extenderlas a cosas vedadas por la Ley Divina; pagando aquellos Sagrados pies, que nunca anduvieron en malos pasos, los que nosotros dimos contra sus Mandamientos Divinos; y la Sangre copiosa que derramó de aquellas heridas. Hacer propósito eficaz de no ofenderle jamás, ni usar de pies y manos para pecar, y pesarme de que mis desórdenes los pagase Dios con tanta pena. Y después de haber meditado con los afectos que Dios me diere por algún rato, diré:

ORACIÓN
Dios y Señor de los Principados, que por medio de los Ángeles y Arcángeles cuidáis de la salud eterna de los hombres, que en esa Cruz obrasteis en el Calvario, yo os ofrezco en unión de los vuestros, los méritos de estos celosísimos Espíritus, y de todos los justos del Cielo y de la tierra, para que por ellos os dignéis de que yo me aproveche de vuestra Cruz y muerte de ella, y alcance por medio de ellos mi eterna salud, y la gracia que he venido a suplicar y en esta novena os suplico, si conviniere, encaminaréis mi ruego a vuestro servicio y honra, que con el Padre y el Espíritu Santo, vivís para siempre. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA CUARTO – 25 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN DEL TIEMPO QUE ESTUVO CRISTO EN LA CRUZ
Meditar que, quitando los cordeles con que estaban los brazos y piernas amarradas a la Cruz, quedó todo el cuerpo pendiente de los clavos, que con su peso se abrirían las heridas y avivaría el dolor que aqueste, y el de la Pasión toda, en especial de las tres horas que estuvo en la Cruz padeciendo, ofrecería el Señor por mí y por los demás hombres hijos de Adán a su Eterno Padre. Agradecerle el afecto con que por mí en especial padeció en la Cruz, y darle palabra de no cargarle mis pecados para que se le haga más grave el tormento de la Cruz. Y después de esta breve meditación, diré con toda confianza:
   
ORACIÓN
Dios y Señor de las Potestades, a quienes disteis especial poder contra los demonios para nuestro bien, yo os ruego por los merecimientos de estos Soberanos Espíritus, en unión de los vuestros, y los de vuestra Santísima Madre, me libréis de las asechanzas del demonio mi enemigo, a quien en esa Cruz, padeciendo y muriendo vencisteis; y la gracia especial que vengo a suplicaros, si conviniere para vuestra santísima gloria y utilidad mía; y de no, encaminar mi petición al mayor servicio vuestro y provecho mío. Que con el Padre y el Espíritu Santo vivís por los siglos de los siglos. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA QUINTO – 26 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN SOBRE LA CORONA DE ESPINAS EN LA CRUZ
Meditar que la Corona, que los verdugos le dejaron para aumentarle el dolor, y su Padre para acompañar el título de Rey: Rex Judaeórum que Pilato le dio en la Cruz, fue causa de uno de los mayores tormentos que en ella padeció, porque si arrimaba la cabeza para tomar algún alivio (si es que en la Cruz podía tener alivio) se le clavaban más espinas con el contacto de la Cruz, y las que ya estaban clavadas se clavaban más y más en ella, con que se le aumentaba el tormento. Si apartaba la cabeza del madero de la Cruz, la venía a tener sin descanso y en el aire, sin alivio ninguno, con que de cualquier modo, la Corona de espinas le sirvió en la Cruz de más dolor y de más afrenta. Tales son las coronas de este mundo, llenas de espinas aunque parezcan flores en lo exterior, que a los que estriban en ellas punzan y lastiman, y a los que apartan la cabeza, traen suspensos y con su pesadumbre inclinados. Considerar que para merecernos la corona de la gloria, quiso padecer las penas que esta corona le dio, y agradecerle esta fineza con huir en esta vida las honras, que han de ser con ofensa suya, y abrazarse, como Él, con las deshonras que nos vinieren. Después de esta meditación, en que se puede tener el afecto que en ella sintiere, dirá con todo su corazón.
    
ORACIÓN
Dios y Señor de las Virtudes, por las cuales hacéis los milagros, y prodigios de vuestro poder; yo os ofrezco en compañía de los vuestros y los de vuestra santísima Madre María, los merecimientos de estos celestiales Espíritus, a quienes cometisteis el hacer en la cruz por mi salvación, y la de los otros hombres tan grandes portentos como en aquellas tres horas sucedieron; suplícoos, Señor, me concedáis que todas las adversidades y espinas de esta vida sean para mí coronas, y que las sufra con paciencia a ejemplo vuestro, para alcanzar la corona de la gloria que en la Cruz me merecisteis, y que consiga por su intercesión y vuestra misericordia la gracia que he venido delante de vuestra Imagen a pediros; que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA SEXTO – 27 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN DE LO QUE HABLÓ CRISTO PARA BIEN DE SU MADRE
Meditar por algún rato que en medio de tanto padecer, tuvo lugar de hablar siete veces en la Cruz, para bien de los hombres, para gloria de su Padre y para consuelo de su Santísima Madre. Aprenderé a no excusarme de hacer bien a los prójimos, honrar a Dios y cumplir con mis obligaciones, por más trabajos que sobrevengan y por más dolores que carguen, pues por muchos que sean, no pueden ser tantos y tan graves como los que padeció Cristo nuestro Señor en la Cruz, y con todo, no se excusó de hablar lo que fue menester para hacer el oficio de Redentor. Pedirle gracia para hacerlo así a imitación suya.

ORACIÓN
Señor y Dios de las Dominaciones, que presiden a todos los espíritus inferiores, ejecutores de vuestra providencia, yo os ofrezco los merecimientos de estos Soberanos Espíritus y los de todos los Santos de la Iglesia Militante y Triunfante, en unión de los vuestros y de vuestra Santísima Madre, para que como os dignáis por medio de ellos enseñar a los demás ministros inferiores para que cumplan vuestra voluntad, me enseñéis por su medio a practicar lo que en la Cruz por mi bien y el de todos los hombres padecisteis, hicisteis y hablasteis. Y que consiga por su intercesión y misericordia la gracia, que he venido delante de vuestra santa Imagen a pediros, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA SÉPTIMO – 28 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN DE LO QUE PADECIÓ CRISTO CON VER PADECER A SU MADRE
Meditar el sentimiento que en su Pasión le causó el dolor y la aflicción de su Santísima Madre, que tenía presente el desamparo con que quedaba muriendo Él, y así proveyó para su alivio, como buen hijo, de darle quien sustituyese por Él al Discípulo amado Juan, diciendo aquellas tiernas palabras: Mujer, la más afligida de las mujeres, la más desamparada de las madres, ves ahí a tu hijo; Juan hará en mi lugar lo que yo he hecho contigo; él será desde hoy tu hijo, y sin apartarse de tu lado, te servirá como hijo, te acompañará como hijo: Ecce Fílius tuus. Considerar el sentimiento que tendría Cristo al decir aquestas palabras, y el que tendría la Virgen al oírlas: el Hijo porque Él no podía ya servir a su Madre como hasta entonces lo había hecho; la Madre, porque veía suplir su ausencia un hombre que, por santo que sea, es criatura, que no llega con infinita constancia  al valor de un Dios. Considerar el amor de un buen Hijo que, en medio de tantos tormentos se acordaba de suplir el desamparo de su Madre, la conformidad con la voluntad de Dios de una Santa Madre, que en tanta desigualdad se ajustó a la voluntad de su Hijo, que así lo disponía, y ofrecerme de aquí adelante, como si conmigo hablara Él: Ves ahí a tu Madre, que dijo a San Juan, y servir en el lugar de Cristo a María como Él la sirvió en vida, que así aliviaremos algo de sus tormentos. Y acabada esta meditación, decir con todo el afecto que pudiere:
   
ORACIÓN
Señor y Dios de los Tronos, a quienes hicisteis trono y asiento especial de vuestra Deidad, y en quienes descansáis como en solio vuestro, yo os ofrezco los merecimientos de estos Soberanos Espíritus, para que en unión de los vuestros y de vuestra Madre Santísima, y de vuestra Iglesia Triunfante y Militante, os dignéis concederme la conformidad con la voluntad Divina, que Vos en la Cruz practicasteis y la que practicó vuestra Santísima Madre viéndoos en ella padecer tan terribles tormentos, para que en nuestra resignación descanséis como descansáis en ellos. Y que consiga por su intercesión y misericordia la gracia, que he venido delante de vuestra Imagen a pediros, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA OCTAVO – 29 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
MEDITACIÓN SOBRE EL CUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES
Considerar la sabiduría de Cristo, que en medio de tantos dolores y de una Pasión acerbísima, y sabiendo cuán cercana tenía la muerte, se acordó de dar cumplimiento a las Escrituras, y tenía presentes las profecías de ellas, como si las leyera, y detuvo su ejecución hasta que estuviesen cumplidas todas; y aprenderé del Señor a no cuidar de mí sino de su Ley y de sus Mandamientos, y que ni por tormentos ni por enfermedades falte a ello, y pediré al Señor gracia y fortaleza para cumplir en primer lugar esta obligación, y tenerla siempre en todas mis cosas y sucesos presente. Después dirá con todo su corazón:
   
ORACIÓN
Señor y Dios de los Querubines, a quienes adornasteis de eminente sabiduría, para que con ella alcancen los ocultos misterios de vuestra Religión y de las verdades de vuestra Santa Ley y enseñen a los otros Ángeles y Ministros de vuestra altísima Providencia lo que en el cumplimiento de ella deben hacer, yo os ofrezco sus merecimientos en unión de los vuestros y de vuestra Santísima Madre, y de los demás justos amigos vuestros, para que por lo que os agradáis en ellos me concedías sabiduría y conocimiento  de vuestra voluntad en la hora de mi muerte, para que ni un punto salga de ella en aquella hora, por más enfermedades y aflicciones que mi alma padezca, y sepa imitaros en vuestra dolorosa y penosa Cruz, y después merezca gozaros en vuestros eternos descansos; y en especial me concedáis la gracia que vengo a suplicaros. Amén.

Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.
   
DÍA NOVENO – 30 DE JUNIO
Por la señal…
Acto de Contrición y Oración para todos los días.
   
ARGUMENTOS DE SU AMOR, LO QUE EN LA CRUZ PADECIÓ
Considerar el amor que Cristo Señor nuestro mostró en la Cruz a los hombres, todas las acciones, las palabras que en ella habló; las penas que padeció en ella, que fueron terribles, fueron argumento cierto de lo que amaba a los hombres; el desamparo de su Padre, el desprecio de sus amigos, las mofas e irrisiones de los sayones, la misma asistencia de su Madre, a quien veía sentir tanto sin poder remediar su pasión ni aliviar sus dolores, todo era señal de que amaba mucho a los hombres, por quienes padecía voluntariamente lo que en la Cruz padecía y padeció hasta morir en ella. Pediré al Señor me conceda su amor, para que a imitación suya ame a Dios y por Él desee padecer y padezca mucho, ame a mis prójimos y a todos los hombres, y por ellos haga y sufra todo lo que pudiere. Y después de haber meditado todo aquesto, decir:

ORACIÓN
Dios y Señor de los Serafines, en quienes depositasteis vuestro amor, para que os amen y nos amen ardentísimamente, yo os ofrezco los merecimientos y oraciones de estos amantes Espíritus, para que en unión delos vuestros y de vuestra Madre Santísima, y de todos los Santos del Cielo y de la tierra, os dignéis concederme vuestro amor y el amor de mi prójimo; y así como Vos os dignasteis mostrar en la Cruz vuestra indecible caridad, así yo en la Cruz de mis trabajos y aflicciones muestre el amor y caridad que os tengo y les tengo, sin que las aguas de los trabajos puedan apagar el incendio de ella; y en especial me concedáis la gracia que os vengo a pedir. Amén.
   
Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias. La Oración de San Bernardo se dirá todos los días.

MES EN HONOR A SAN PEDRO APÓSTOL – DÍA VIGESIMOSEGUNDO

Dispuesto por el padre Charles Alphonse Ozanam, Misionero Apostólico y Canónigo honorario de Troyes y Évreux, publicado en italiano en Nápoles por Ferrante y Cía. en 1864.
  
MES DE SAN PEDRO, O DEVOCIÓN A LA IGLESIA Y A LA SANTA SEDE
  
MEDITACIONES SOBRE LA IGLESIA

Antes de la Meditación, recita un Pater noster y un Ave María con la Jaculatoria: San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros.
  
MEDITACIÓN XXII: SOBRE LA SANTIDAD DE LA IGLESIA
El apóstol San Pablo escribió a los efesios: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, limpiándola con el lavamiento del agua mediante la palabra de vida, para presentarse ante la Iglesia vestido en gloria, sin mancha ni arruga ni ninguna otra cosa, sino santa e inmaculada» (Efesios V, 25-27). Y, sin embargo, todos los cristianos profesan que la Iglesia es santa, como lo prueba el símbolo de los Apóstoles, que recitan cada día.

1.º La Iglesia es santa: 1.º porque su fundador Jesucristo es el Lugar Santísimo, fuente de toda santidad. Ahora Jesucristo es siempre la cabeza, aun cuando sea invisible, el alma y vida de su Iglesia, se sigue que esta que viva, piense, trabaje para él. De ahí, dice San Juan, «se manifestó la caridad de Dios para con nosotros, porque Dios envió a su Unigénito al mundo, para que por Él tengamos vida» (Epístola 1.ª, cap. V, 9). Nosotros, por demás, hemos visto en la meditación 15.ª cómo Jesucristo sigue preservando la vida de su Iglesia. Por tanto, esta Iglesia puede decir como San Pablo: «No soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Epístola a los Gálatas II, 20). Por eso la Iglesia es santa, ya que es Cristo quien, al fundarla, le dio vida y continúa haciéndola vivir con su vida, viviéndose él mismo en ella. 2.º Ella es santa de corazón porque los primeros hombres que trabajaron para establecerla fueron santos; y, como un buen árbol sólo puede producir buenos frutos, los santos no pudieron cooperar en el establecimiento de ninguna otra sociedad que aquella cuyo carácter esencial era la santidad.
  
2.º La Iglesia es santa, porque fue establecida para la santificación de los hombres. «El Señor», dice San Pablo, «constituyó a unos Apóstoles, a otros Profetas, a otros Evangelistas, a otros Pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los Santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia» (Efesios IV, 11-12). Así vemos que todos sus esfuerzos, todos sus trabajos, todos sus sacrificios tienen como objetivo hacer mejores a los hombres y conducirlos a la perfección consiste en continuar la obra de la redención, anunciando la palabra divina, o la verdad, para destruir el error e iluminar las almas, aplicando, para la administración de los sacramentos, los méritos de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, para purificar a los hombres de sus inmundicias, para sostenerlos contra la corrupción del siglo, y conducirlos finalmente a la santidad y a la felicidad del Paraíso, que es su recompensa.
   
3.º La Iglesia es santa, ya que su doctrina, es decir, sus dogmas, sus misterios y su moral están marcados del sello de santidad, porque son obra de Dios mismo, y nos han sido impuestas por él sin otro fin que el de conducirnos a la santidad (ver la meditación 16.ª).
   
4.º Finalmente, la Iglesia es santa, porque muchos de sus miembros son santos, y porque los verdaderos santos no se encuentran sino entre sus hijos. ¿Y cómo, en efecto, una madre tan santa no sería fecunda en santos? Por eso, San Pedro, hablando de la sociedad cristiana, la llama nación santa, pueblo de conquista (Epístola 1.ª, cap. II, 9). La Iglesia, por tanto, contiene en su seno a justos y pecadores, buenos y malos, perfectos e imperfectos; están mezclados y unidos por la profesión pública de la misma fe, por la participación externa de los mismos sacramentos y por la dependencia de los mismos pastores legítimos, de los cuales el Papa es cabeza visible; el pecado mortal no aparta a los malvados fuera de la Iglesia, siempre que conserven el hábito de la fe. Esto, en verdad, nos enseña la doctrina católica. Pero esta unión de justos y pecadores no podía ser obstáculo para la santidad de la Iglesia, puesto que ésta, desde su primer origen, contaba ya entre sus miembros a un Judas y falsos hermanos; y porque si no corta los malos de en medio de ella, esto sucede porque siempre espera verlos convertidos, y porque procede con el mismo espíritu de su esposo Jesucristo, que no quiso que la cizaña se separara de ella el buen trigo antes del tiempo de la cosecha. ¿Quizás porque el Santo Evangelio aún no nos representa a la Iglesia como la era, que contiene a la vez paja y trigo; como la red que se echa al mar y se saca llena de toda clase de peces; como la unión de las ovejas con las cabras, del mal siervo con el fiel, de las vírgenes prudentes con las vírgenes insensatas? Sólo hay unos pocos pecados enormes, especialmente aquellos que se cometen persistentemente contra la fe, que pueden reducirla a la exclusión de su comunión a quienes tienen la audacia de cometerlos. Y ella hace lo mismo sólo para preservar intacto el precioso depósito de la fe cuando se ve amenazado, y por lo demás está siempre dispuesta a rehabilitar y recoger con los brazos abiertos a todos aquellos que abjuran de sus errores y piden volver a su seno. Dado que la santidad consiste en la profesión sincera de la fe divina y en la práctica constante de las virtudes cristianas enseñadas en el Evangelio, de las cuales la Iglesia fue establecida por Jesucristo como única depositaria, se sigue que los verdaderos santos no pueden existir sino entre todas estas virtudes un carácter sobrenatural, imprimirles la huella divina y, en consecuencia, hacerlos santos.
   
ELEVACIÓN SOBRE LA SANTIDAD DE LA IGLESIA
I. La santidad es orden, así como el pecado es desorden. Y como sois la santidad en esencia, oh Dios mío, todas vuestras obras llevan la huella de un orden maravilloso e inmutable. ¿No es este inmenso universo que se despliega ante vuestros ojos una maravillosa prueba de ello? Desde el primer día de la creación hasta nosotros, el sol, todos los demás cuerpos celestes del firmamento, la tierra y todo lo que en ella se acumula, ¿quizás no han realizado su revolución, quizás no han cumplido los deberes que les fueron asignados con exactitud matemática y perfecta armonía? Sin embargo, este orden físico tan admirable que reina en la creación no es más que una lánguida imagen del que habéis establecido en vuestra Iglesia, que, siendo la misma obra de vuestras manos, debería haberse distinguido por la misma huella. Aquí no se trata simplemente de un mecanismo gigantesco, y del que se conocen infinitos detalles y las sabias leyes son, desde hace unos seis mil años, la desesperación de las mentes más grandes, que han descubierto bien algunos de vuestros secretos, pero que aún están lejos de haber captado su significado supremo. Aquí ya no se trata de la vida puramente orgánica de plantas y animales, que hasta cierto punto la fisiología puede explicar bien, lo cual ya es mucho para poder admirar su fiel regularidad, pero no para comprender la repuesta virtud. Todas estas maravillas no son más que meros accidentes al servicio del mundo de los espíritus que peregrinan sobre la tierra, entre los cuales la Iglesia ha restablecido y puesto en pie el orden divino y primordial que el pecado original había destruido. ¿Acaso el orden físico sólo tiene sus garantías en las constantes leyes de la creación? ¡Oh! no, Señor, el mundo moral es de muy diferente naturaleza noble y elevada, de modo que deberías haberte informado bien de los medios para garantizar también en él el orden necesario para su vida y su conservación. Pero la Iglesia, instrumento sobrenatural del que quisisteis serviros para alcanzar este importante objetivo, ¿no debería poseer ella misma ese principio de vida que está destinada a infundir en el universo, es decir, el orden moral o la santidad?

II. Sí, Señor, lo creo firmemente, Vos sois la misma santidad, santidad en esencia. Sin embargo, no quisisteis que vuestra santidad fuera una perfección puramente especulativa, un tesoro escondido. Vos sois su fuente primaria; pero estaba en vuestros planes inefables que las aguas fertilizantes se derramaran en todos los corazones, y esto es precisamente lo que vuestra Iglesia hace cada día; la habéis establecido como custodia y distribuidora de estas riquezas celestiales. Ella, bebiendo generosamente de las divinas aguas de la santidad, nos santifica desde nuestra primera entrada en este mundo, dándonos un nacimiento espiritual. A partir de ese momento se convierte en nuestra madre y muestra su más tierno cuidado hacia nosotros. Ella balbucea con nosotros las máximas de la sabiduría eterna y de la santidad cristiana, por eso sólo ella posee los secretos; luego nos abre el tesoro de sus sacramentos, con el que reparamos los jirones causados ​​a nuestra santificación, y en el que encontramos la ayuda necesaria no sólo para levantar las ruinas, sino también para reconstruir un edificio indestructible, capaz de resistir firmemente todos los asaltos del mundo y del diablo. Ella finalmente hace descender cada día sobre sus altares a la santa Víctima que quita los pecados del mundo, la Víctima que expía nuestros errores y pide sin cesar gracias por nosotros, la Víctima, fuente de toda santidad; ella lo ofrece a nuestras adoraciones, nos invita a participar de él, a inocular, por así decirlo, en nosotros sus virtudes, lo conserva preciosamente en sus santuarios, como su riquísimo tesoro, para que el Dios de santidad esté siempre con nosotros.

III. ¡Oh Iglesia de Jesucristo, nuestra amada madre!, ¿cómo no vas a ser santuario de santidad? María es bendita entre todas las mujeres, es la reina de todos los santos, porque el Salvador se encarnó una vez en su casto seno, porque lo llevó nueve meses en su seno, lo alimentó con su leche, y lo acunó en sus brazos, y porque ella nos dio a Aquel que vino a traer santidad y salud al mundo. ¿Pero no deberíais ser bendita para siempre, porque sois vos quien esparce sobre la tierra todas las bendiciones que el Cielo envía sobre ella? Vuestras manos, entre las cuales el Hijo de Dios se ha encarnado muchas veces al día durante siglos y más; ¿no son puras y santas vuestras manos que lo llevan y lo dan a los hombres como alimento para sus almas? Vuestros labios, en los que se encuentran continuamente la doctrina celestial de la salvación, las palabras de paz y de reconciliación, las fervientes oraciones; ¿no son vuestros labios igualmente santos? Y vuestro corazón de madre, todo ardiente de caridad por vuestros hijos, vuestro corazón generoso, que no tiene en cuenta las fatigas más fatigosas, los sacrificios y sufrimientos de toda especie, ni el mismo martirio, si es necesario, para salvar las almas; ¡Oh! sí, lo proclamo en voz alta y con un profundo sentimiento de gratitud, vuestro corazón es santuario de santidad. Pero vos no sois sólo nuestra Madre, sois también eres la esposa de Jesucristo; vuestras bodas espirituales se celebraron en el Calvario, cuando en el sueño de la muerte, el nuevo Adán quiso que se abriera su costado sagrado, para que vos de algún modo os volvierais carne de su carne, sangre de su sangre, corazón de su corazón. Vos alma es suya; sólo sois una cosa con él. ¡Oh! si la santidad reside en algún lugar de la tierra, debemos encontrarla en la novia del Lugar Santísimo. De hecho, allí, oh Señor, has detenido la fuente divina; y por eso mis ojos y mi corazón estarán siempre vueltos hacia ella, para encontrar la mano caritativa y poderosa, destinada a sostener mi debilidad, y a conducirme a la estancia bendita, donde os habéis dignado prepararme la recompensa que está reservada para los santos.
  
Se repite la Jaculatoria: «San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros», añadiendo el Credo Apostólico:
   
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor: que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

JACULATORIAS
  • «Oh Jesús mío, ¿y cuándo podré decir: Yo ya no vivo, sino Cristo vive en mí (Epístola a los Gálatas II, 20)?».
  • «Dios de paz, santificadnos en todo, para que todo nuestro espíritu, alma y cuerpo sea preservado irreprensible para la venida de Nuestro Señor Jesucristo» (Epístola 1.ª a los Tesalonicenses V, 2).
PRÁCTICAS
  • Intentar imitar a Jesucristo, que quiere ser nuestro modelo, porque él es santidad en esencia. No se puede llegar al Cielo sin parecerse a Él: «a quienes Él ha previsto, también los ha predestinado a ser conformados a la imagen de su Hijo» (Epístola a los Romanos VIII, 29).
  • Huir del peligro del pecado, así como de todas las operaciones y experimentos condenados por la Iglesia, en los que no sólo se exponen al peligro la fe y las costumbres, sino que incluso se llega al punto de tener tratos con el diablo con el pretexto de la medicina y otras cosas.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

viernes, 21 de junio de 2024

LA TIJERA BERGOGLIANA A LOS SALMOS


Durante la Audiencia general del miércoles 19 de Junio, que estuvo dedicada a los Salmos (los cuales presentó como “Una sinfonía de oración”), Francisco Bergoglio dijo lo siguiente:
«No todos los salmos –y no todo de cada salmo– puede ser repetido y hecho propio por los cristianos y menos aún por el ser humano moderno. Reflejan, a veces, una situación histórica y una mentalidad religiosa que ya no son las nuestras. Esto no significa que no sean inspirados, sino que en ciertos aspectos están ligados a una época y a una etapa provisional de la revelación, como ocurre también con gran parte de la legislación antigua».
Bergoglio no especificó cuáles salmos (o qué parte de ellos) no se pueden rezar, pero sabiendo lo que su antecesor Montini hizo con el Breviario, se puede identificar con certeza: los Salmos de imprecación, y CINCUENTA Y NUEVE versos de los Salmos. Aun cuando los mismos Padres conciliares no querían que fuesen removidos de la liturgia, Montini los removió dictatorialmente porque eran lesivos para el “Hombre Moderno”™ al que la Secta Conciliar/Sinodal rinde culto.
    
como cosa típica en alguien tan furiosa y vulgarmente anticatólico como es él, OTRA VEZ Bergoglio elogió a los protestantes y sus versiones mortíferas de la Biblia. Para más señas, al grupo de los Gedeones, una asociación de comerciantes y profesionales protestantes fundada en Janesville (Winsconsin, Estados Unidos) en 1899 por John H. Nicholson, Samuel E. Hill y William J. Knights que reparte ejemplares del Nuevo Testamento con salmos en hoteles, cárceles, hospitales y unidades militares, como el siguiente caso [giro irónico de la trama: los Gedeones en los países eslavos emplean traducciones hechas por la Iglesia Ortodoxa: en Rusia, la Traducción Sinodal de 1876; en Ucrania, la traducción del metropólita Hilarión Ohienko]:
«De hecho, ha habido y sigue habiendo ediciones que contienen el Nuevo Testamento y los Salmos juntos. Tengo sobre mi mesa una edición ucraniana, que me enviaron, de este Nuevo Testamento con los Salmos; era de un soldado que murió en la guerra. Y él rezaba en el frente con este libro».
Francisco Bergoglio no tiene autoridad para juzgar la Escritura, por el contrario, la Escritura lo juzga a él, y lo hace de esta manera (todos los textos son de la versión de Mons. Félix Torres Amat):
  • «¿Por qué haces alarde de tu malignidad, tú que sólo empleas el valimiento para obrar la iniquidad? Todo el día está tu lengua empleándose en la injusticia; cual navaja afilada, que corta cuando menos se piensa, así tú has hecho traición. Preferiste el mal al bien, la calumnia al lenguaje de la verdad. Toda suerte de palabras mortíferas son las que has amado, ¡oh lengua alevosa! Por tanto Dios te destruirá para siempre; te arrancará y echará fuera de la mansión en que habitas, te desarraigará de la tierra de los vivientes. Veránlo los justos, y temblarán, y reiránse de él, diciendo: “He ahí el hombre que no contó con el favor de Dios, sino que puso su confianza en sus grandes riquezas, y no hubo quien le apeara de su vanidad”» (Salmo LI, 1-7).
  • «¿Qué se te dará, o qué fruto sacarás de tus calumnias, oh lengua fraudulenta? El ser traspasada con agudas saetas, vibradas por una mano robusta, y ser arrojada en un fuego devorador» (Salmo CXIX, 3-4).
  • «¡Ay de vosotros los que llamáis mal al bien y bien al mal, y tomáis las tinieblas por la luz, y la luz por las tinieblas, y tenéis lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de vosotros los que os tenéis por sabios en vuestros ojos, y por prudentes allá en vuestro interior!» (Isaías V, 20-21).
  • «¡Oh pastor, más bien fantasma de pastor, que desamparas la grey! La espada de la divina venganza le herirá en el brazo y en su ojo derecho, su brazo se secará y quedará árido; y cubierto de tinieblas, su ojo derecho se oscurecerá» (Zacarías X, 11).
  • «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus frutos u obras los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, será cortado y echado al fuego. Por sus frutos pues los podréis conocer» (San Mateo VII, 15-20).
  • «Mas has de saber esto, que en los días postreros, o hacia el fin del mundo, sobrevendrán tiempos peligrosos: levantaránse hombres amadores o pagados de sí mismos, codiciosos, altaneros, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, facinerosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, fieros, inhumanos, traidores, protervos, hinchados, y más amadores de deleites que de Dios; mostrando, sí, apariencia de piedad o religión, pero renunciando a su espíritu» (2.ª Epístola a Timoteo III, 1-5).
  • «Vosotros empero, queridos míos, acordaos de las palabras que os fueron antes dichas por los apótoles de nuestro Señor Jesucristo [I. Tim. IV. v.1.—II. Tim. III. v.1.—II. Pet. III. v.3.], los cuales os decían que en los últimos tiempos han de venir unos impostores, que seguirán sus pasiones llenas de impiedad. Estos son los que se separan a sí mismos de la grey de Jesucristo, hombres sensuales, que no tienen el Espíritu de Dios» (Epístola de San Judas, cap. único, versos 17-19).

VATICANO PREPARA “EXCOMUNIÓN” CONTRA Mons. VIGANÒ


El Dicasterio para la Doctrina de la Fe citó ayer 20 de Junio al ex-nuncio en Estados Unidos Mons. Carlo María Viganò, dentro de un proceso penal en su contra por el delito de cisma:
   

TRADUCCIÓN
DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
   
00120 Ciudad del Vaticano
Palacio del Santo Oficio
  
11 de Junio de 2024
   
Prot. N. 194/2024
    
Prot. N. 194/2024
S. E. Mons. Carlo Maria VIGANÒ
    
Proceso penal extrajudicial
(Art. 2 Sacramentórum Sanctitátis Tutéla; can. 1364 CIC)
  
Considerando
  • El mandato dado por el art. 1 § 2 Sacramentórum Sanctitátis Tutéla,
  • La indagación previa superflua (can. 1717 § 1 CIC),
  • La decisión del Congreso del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del 10 de Mayo de 2024 respecto al inicio del proceso penal extrajudicial coram este Dicasterio,
  • El decreto del 3 de Junio de 2024 que designó al Instructor del proceso, y los Asesores y el Notario, funcionarios del Dicasterio,
con el presente Decreto
   
CITA
   
A S. E. Mons. Carlo Maria Viganò para presentarse personalmente, con documento de identificación válido, el día 20 de Junio a las 15:30h, en el Palacio del del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, 00120 Ciudad del Vaticano, a notificarse de las acusaciones y de las pruebas sobre el delito de cisma del cual es acusado (afirmaciones públicas de las cuales resulta una negación de los elementos necesarios para mantener la comunión con la Iglesia católica: negación de la legitimidad del Papa Francisco, ruptura de la comunión con Él [sic] y rechazo del Concilio Vaticano II).
   
Se advierte al acusado que está en su facultad nombrar un Abogado/Procurador de su confianza para ser defendido/representado en el proceso y que, a falta de él, le será nombrado uno de oficio.
   
Se advierte además al acusado que, a falta de comparecencia o de defensa escrita, que deberá ser allegada a este Dicasterio hasta el 28 de Junio de 2024, será juzgado en su ausencia.
   
Notifíquese.
  
(Fdo.) Mons. JOHN JOSEPH KENNEDY
Secretario de la Sección disciplinaria
  
Ante la citación, que le llegó por correo electrónico simple, Mons. Viganò emitió el siguiente comunicado (Fuente: EXSÚRGE DÓMINE):

Mons. Carlo María Viganò

ATTÉNDITE A FALSIS PROPHÉTIS
Anuncio respecto al comienzo del proceso penal extrajudicial por cisma
(Art. 2 Sacramentórum Sanctitátis Tutéla; can. 1364 CIC)
   
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe me ha informado, con un simple correo electrónico, del inicio de un proceso penal extrajudicial contra mí, con la acusación de haber cometido el delito de cisma y de haber negado la legitimidad del “Papa Francisco”, de haber roto la comunión “con Él” y de haber rechazado el Concilio Vaticano II. He sido citado al Palacio del Santo Oficio el día 20 de junio, personalmente o representado por un canonista. Supongo que la sentencia ya está preparada, dado que es un proceso extrajudicial.
  
Considero las acusaciones contra mí como un honor. Creo que la formulación misma de los cargos confirma las tesis que he defendido repetidamente en mis distintos discursos. No es casualidad que la acusación contra mí se refiera al cuestionamiento de la legitimidad de Jorge Mario Bergoglio y al rechazo del Vaticano II: el Concilio representa el cáncer ideológico, teológico, moral y litúrgico del que la “Iglesia sinodal” bergogliana es la necesaria metástasis.
  
Es necesario que el Episcopado, el Clero y el Pueblo de Dios se pregunten seriamente si es coherente con la profesión de la fe católica presenciar pasivamente la destrucción sistemática de la Iglesia por parte de sus dirigentes, así como otros subversivos están destruyendo la sociedad civil. El globalismo exige sustitución étnica: Bergoglio promueve la inmigración incontrolada y pide la integración de culturas y religiones. El globalismo apoya la ideología LGBTQ+: Bergoglio autoriza la bendición de parejas del mismo sexo e impone a los fieles la aceptación del homosexualismo, al tiempo que encubre los escándalos de sus protegidos y los promueve a los más altos cargos de responsabilidad. El globalismo impone la agenda verde: Bergoglio venera al ídolo de la Pachamama, escribe encíclicas delirantes sobre el medio ambiente, apoya la Agenda 2030 y ataca a quienes cuestionan la teoría del calentamiento global provocado por el hombre. Va más allá de su papel en cuestiones estrictamente científicas, pero siempre y sólo en una dirección: una dirección diametralmente opuesta a lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Ha ordenado el uso de sueros genéticos experimentales, que causaron daños muy graves, muerte y esterilidad, calificándolos de “un acto de amor”, a cambio de financiación de compañías farmacéuticas y fundaciones filantrópicas. Su total alineación con la religión de Davos es escandalosa. Allí donde los gobiernos al servicio del Foro Económico Mundial han introducido o ampliado el aborto, promovido el vicio, legitimado las uniones homosexuales o la transición de género, alentado la eutanasia y tolerado la persecución de los católicos, no se ha dedicado ni una palabra en defensa de la Fe o la Moral que están amenazados, o en apoyo a las batallas civiles de tantos católicos que han sido abandonados por el Vaticano y los Obispos. Ni una palabra para los católicos perseguidos en China, con la complicidad de la Santa Sede, que considera los miles de millones de Beijing más importantes que las vidas y la libertad de miles de chinos fieles a la Iglesia romana. En la “Iglesia sinodal” presidida por Bergoglio, no se reconoce ningún cisma entre el episcopado alemán ni entre los obispos nombrados por el gobierno y consagrados en China sin el mandato de Roma. Porque su acción es coherente con la destrucción de la Iglesia y, por tanto, debe ser ocultada, minimizada, tolerada y finalmente fomentada. En estos once años de “pontificado” la Iglesia católica ha sido humillada y desacreditada sobre todo por los escándalos y la corrupción de los líderes de la Jerarquía, que han sido totalmente ignorados incluso cuando el autoritarismo vaticano más despiadado hacía estragos contra los sacerdotes y religiosos fieles. pequeñas comunidades de monjas tradicionales y comunidades ligadas a la Misa Latina.
   
Este celo unilateral recuerda el fanatismo de Cromwell, típico de quienes desafían a la Providencia con la presunción de saber que finalmente están en la cima de la pirámide jerárquica, libres de hacer y deshacer lo que quieran sin que nadie se oponga a nada. Y esta obra de destrucción, esta voluntad de renunciar a la salvación de las almas en nombre de una paz humana que niega a Dios no es una invención de Bergoglio, sino el objetivo principal (e inconfesable) de quienes utilizaron un Concilio para contradecir el Magisterio católico y comenzar a demoler la Iglesia desde dentro, en pequeños pasos, pero siempre en una única dirección, siempre con la tolerancia indulgente o la inacción culpable –cuando no la aprobación explícita– de las autoridades romanas. La Iglesia Católica ha sido asumida lenta pero seguramente, y a Bergoglio se le ha encomendado la tarea de convertirla en una agencia filantrópica, la “iglesia de la humanidad, de la inclusión, del medio ambiente” al servicio del Nuevo Orden Mundial. Pero ésta no es la Iglesia católica: es su falsificación.
   
La dimisión de Benedicto XVI y el nombramiento por parte de la mafia de San Galo de un sucesor conforme a los dictados de la Agenda 2030 pretendían permitir –y han conseguido permitir– que se produjera el golpe global con la complicidad y el apoyo autorizado de la Iglesia de Roma. Bergoglio es para la Iglesia lo que otros líderes mundiales son para sus naciones: traidores, subversivos y liquidadores finales de la sociedad tradicional que están seguros de la impunidad. El defecto de consentimiento de Bergoglio (vítium consénso) al aceptar su elección se fundamenta precisamente en la evidente alienación de su acción de gobierno y magisterio respecto de lo que cualquier católico de cualquier época espera del Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Todo lo que hace Bergoglio constituye una ofensa y una provocación a toda la Iglesia católica, a sus santos de todos los tiempos, a los mártires asesinados in ódium Fídei y a los Papas de todos los tiempos hasta el Concilio Vaticano II.
   
Esto es también y principalmente una ofensa contra la Divina Cabeza de la Iglesia, Nuestro Señor Jesucristo, cuya sagrada autoridad Bergoglio pretende ejercer en detrimento del Cuerpo Místico, con una acción demasiado sistemática y coherente para parecer fruto de mera incapacidad. En la obra de Bergoglio y su círculo se pone en práctica la advertencia del Señor: guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de corderos, pero que en el fondo son lobos rapaces (Mt 7,15). Me siento honrado de no tener –y de hecho no quiero– ninguna comunión eclesial con ellos: el suyo es un lobby que oculta su complicidad con los amos del mundo para engañar a muchas almas e impedir cualquier resistencia contra el establecimiento de la Reino del Anticristo.
  
Frente a las acusaciones del Dicasterio, pretendo, como Sucesor de los Apóstoles, estar en plena comunión con la Iglesia Católica Apostólica Romana, con el Magisterio de los Romanos Pontífices y con la ininterrumpida Tradición doctrinal, moral y litúrgica que ellos han conservado fielmente.
   
Repudio los errores neomodernistas inherentes al Concilio Vaticano II y al llamado “magisterio posconciliar”, en particular en materia de colegialidad, ecumenismo, libertad religiosa, laicidad del Estado y liturgia.
    
Repudio, rechazo y condeno los escándalos, errores y herejías de Jorge Mario Bergoglio, quien manifiesta un manejo del poder absolutamente tiránico, ejercido contra el fin que legitima la Autoridad en la Iglesia: una autoridad vicaria de la de Cristo, y como tal debe obedecerle sólo a Él. Esta separación del Papado de su principio legitimador, que es Cristo Sumo Sacerdote, transforma el ministérium en una tiranía autorreferencial.
   
Ningún católico digno de ese nombre puede estar en comunión con esta “Iglesia bergogliana”, porque actúa en clara discontinuidad y ruptura con todos los Papas de la historia y con la Iglesia de Cristo.
   
Hace cincuenta años, en ese mismo Palacio del Santo Oficio, el arzobispo Marcel Lefebvre fue citado y acusado de cisma por rechazar el Vaticano II. Su defensa es la mía; sus palabras son mías; y sus argumentos son los míos, argumentos ante los cuales las autoridades romanas no podían condenarlo por herejía, debiendo esperar en cambio a que consagrara obispos para tener el pretexto de declararlo cismático y luego revocar su excomunión cuando ya estaba muerto. El plan se repite incluso después de medio siglo de haber demostrado la elección profética de Mons. Lefebvre.
   
En estos tiempos de apostasía, los católicos encontrarán en los Pastores fieles al mandato recibido de Nuestro Señor un ejemplo y un estímulo para permanecer en la Verdad de Cristo.
   
Depósitum custódi, según la exhortación del Apóstol: a medida que se acerca el tiempo en que tendré que dar cuenta al Hijo de Dios de todas mis acciones, pretendo perseverar en el bonum certámen y no desfallecer en el testimonio de la fe que es exigido a cada uno que, como Obispo, ha sido dotado de la plenitud del sacerdocio y constituido Sucesor de los Apóstoles.
  
Invito a todos los católicos a orar para que el Señor venga en ayuda de Su Iglesia y dé valor a aquellos que son perseguidos por su Fe.
 
✠ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
20 de junio de 2024
San Silverio Papa y Mártir
Beato Dermicio (Jeremías) O’Hurley, Obispo y Mártir