Oh incomparable Santa Catalina, que inflamada de amor por Jesús en la tierra, mereciste los más electos favores, y después de la muerte, continúas resplandeciendo con tantas maravillas que vuestro Cuerpo, por siglos incorrupto, es señal clara del poder glorioso que gozáis en el Cielo; ¡ah!, defendednos siempre de todo peligro del alma y del cuerpo.
Sea para nosotros fruto de vuestra protección la fortaleza de la fe, el exacto cumplimiento de los deberes cristianos, el espíritu constante de sacrificio y aquella pureza de corazón que merece el eterno gozo en el cielo.
Bendecid, gloriosa Santa Catalina, a todos aquellos que recurren a vos con confianza y escuchadlos. Amén. Tres Padre Nuestros, Ave Marías y Glorias.
Imprimátur por Mons. Giuseppe Schiavini, Vicario General del Arzobispado de Milán, el 20 de Marzo de Milán.
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