El general criollo Juan Pío de Tristán y Moscoso, último Virrey (interino) de Perú (prueba de que los criollos sí accedían a los más altos cargos), conoció de primera mano la vulgaridad del tirano Bolívar. Tras la capitulación de Ayacucho le dio un convite en Arequipa.
«Hallándose Bolívar sentado en la mesa, al acabarse la comida, esto es, cuando ya el vino se le había subido a la cabeza, lo que era en él muy frecuente, se paró repentinamente sobre la mesa, y se puso a pasear de un extremo a otro de ella con un vaso de vino en la mano para decir un brindis.
Después de pisotear los platos, vasos y botellas, y de arrojar al suelo con los pies cuanto había en la mesa, prorrumpió su desconcertado discurso, o su improvisado brindis. Está acción brutal sorprendió, como era natural a las personas sensatas que se hallaban ahí, y llenas de estupor, sorpresa y confusión no sabían que hacer, ni a qué atribuir ese acto de locura. El general Tristán vio bien tristemente ese desacato, y la destrucción de su servicio de mesa de rica porcelana, selecta cristalería, y lujosas alfombras. Los concurrentes se levantaron de la mesa y se aprestaron a huir de allí, después de haber sido sus vestidos bastante salpicados con las salsas de los guisos y con los vinos que contenían las botellas que arrojaba en el aire frenético Bolívar». (HEINRICH LUDWIG VILLAUME DUCOUDRAY HOLSTEIN, Memorias de Simón Bolívar y de sus principales generales, Boston 1828).
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