Por Daniel Mann para MANN’S WORD. Traducción e imagen propia. Versos bíblicos tomados de la versión de Mons. Félix Torres Amat.
¿Cuándo
es permitida bíblicamente la desobediencia civil? ¿Cuándo es requerida
bíblicamente? ¿Qué forma debería tener? La Escritura ofrece distintos
consejos sobre estas cuestiones. Por un lado, tenemos que obedecer a
nuestras autoridades gobernantes:
«Estad, pues, sumisos a toda humana criatura que se halle constituida sobre vosotros, y esto por respeto a Dios, ya sea el rey, como que está sobre todos; ya a los gobernadores, como puestos por él para castigo de los malhechores, y alabanza y premio de los buenos; pues ésta es la voluntad de Dios, que obrando bien tapéis la boca a la ignorancia de los hombres necios e insensatos» (1.ª de Pedro 2, 13-15)
Con
todo, claramente hay excepciones a esta regla. Si sus mandatos
contradicen los de Dios, debemos obedecer a Dios antes que al gobierno.
Cuando los Apóstoles fueron puestos en custodia, el Sanedrín les
prohibió hablar de Jesús. Sin embargo, Pedro y Juan replicaron
firmemente:
«Juzgad vosotros si en la presencia de Dios es justo el obedeceros a vosotros antes que a Dios; porque nosotros no podemos menos de hablar lo que hemos visto y oído» (Hechos 4, 19-20; 5, 29)
Obedecer
a Dios antes que al hombre es un principio con apoyo bíblico firme y
consistente. Fúa y Séfora, parteras hebreas, fueron compiladas por sus
amos egipcios para que mataran a todos los bebés varones hebreos, pero
ellas no lo hicieron y mintieron a los egipcios al no hacerlo.
Consecuentemente, Dios las recompensó por su desobediencia (Éxodo 1,
15-21).
Entonces,
¿se justifica mentir? Tal vez como evitar un pecado mayor, como no decirle
a los nacionalsocialistas que no se están escondiendo judíos, lo que llevaría a
su asesinato.
Tal vez contrarrestar los pecados mayores, por ejemplo, el asesinato, justificaría actos mayores de desobediencia civil:
«Procura salvar a los justos que son condenados a muerte, y haz lo posible por librar a los inocentes que van a ser arrastrados al suplicio. Si dijeres: “no alcanza a ello mis fuerzas”, sábete que aquel que ve los corazones, lo conoce bien; y nada se le pasa por alto al salvador de tu alma, el cual ha de remunerar al hombre según sus obras» (Proverbios 24, 11-12).
Estos versos
nos llevan a un paso más allá. La desobediencia civil no solo es
permisible, sino que a veces es obligatoria. Un feligrés recuerda
escuchar el llanto de los judíos mientras los vagones de ganado seguían
su camino a los campos de concentración. La iglesia simplemente cantó
más fuerte. Dios les pediría cuenta por su “silencio”. Los versos arriba
nos darían un “Sí” enfático.
¿Qué
dirá esto sobre nuestro silencio relativo ante la clínica de abortos
del vecindario? ¿Qué diremos a las feministas y políticos que incluso
celebran el asesinato de los no nacidos?
¿Cuán
lejos nos llevará la desobediencia civil? ¿Encontraremos un
entendimiento escritural tras el cual la Iglesia puede marchar? Ahora
estoy orando sobre moderar esta discusión con un pánel de cristianos.
¡Por favor uníos a mí en oración sobre este asunto difícil!
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