lunes, 9 de octubre de 2023

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA NOVENO

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo. porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.
   
DÍA NOVENO – 9 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: EN PLENA LUCHA
Milítia est vita hóminis super terram (Job VII, 1)Guerra es la vida del hombre sobre la tierra.

Quienquiera que tú seas el que lees estas líneas, tendrás que confesar, y con sinceridad, que vives en plena lucha. Para los humanos concebidos en pecado, es la vida una lucha, según la frase elocuentemente conmovedora del paciente Job. Vives, tú, ¡oh cristiano!, pues eres un ser que lucha y como tal te es de suma necesidad aprestarte a ella para vencer, porque ¡ay de los vencidos! En esta lucha, las pasiones, esos movimientos, que, según Santo Tomás, se producen en la región de los instintos y de los apetitos, provocados por las vivas imágenes del bien y del mal, ejercen un papel decisivo, como que a ellas deben los héroes de la virtud la corona inmortal de la santidad, como a ellas deben también los miserables pecadores el estigma que les deshonra.
   
Dios creó al hombre dotado de pasiones, con ello hubiera conseguido la corona de la perfección. Las pasiones, en el estado de inocencia, obedecían al imperio de la voluntad y no impedían la paz, la dicha paradisiaca; mas después del pecado, las pasiones cobraron poder tan funesto, que su influjo, sentido por el alma de San Pablo, hacíale exclamar: «¡Ah!, infeliz de mí, ¿quién será capaz de librarme de esta carga tan pesada?». «La gracia», se le contesto. Pero aun hay más, porque no lo es todo el hombre por las pasiones, lo es por la libertad. Este admirable como precioso don es el que, con los instrumentos, las pasiones, ejecuta el bien y el mal. Esta es la que decide el triunfo o la derrota en la lucha que el hombre sostiene después del pecado.
    
Hay en el hombre pasiones lo mismo que hay energías en la naturaleza, ha escrito el P. Pedro Janvier, y las más temibles de ellas pueden llegar a ser las más preciosas para nosotros. Los caballos de pura sangre, abandonados a sus salvajes instintos, os arrojarán por un derrumbadero; el rayo y el fuego abandonados a sus caprichos, devorarán el mundo; la inteligencia tendrá ideas geniales en servicio del mal, y la voluntad, obstinaciones contrarias en un todo a la bondad de Dios. Imprimid, sin embargo, a estas energías una dirección prudente, sometedlas a vuestro yugo y obtendréis de ellas incomparables servicios. «El soplo de la tempestad, cantaban los sajones, ayuda a nuestros remeros: ni los mugidos de la borrasca ni los estampidos de trueno nos aterran. El huracán es nuestro servidor y nos lleva donde queremos ir».
   
La voluntad debe permanecer, siguiendo el prudentísimo consejo del divino Maestro, en vigilancia para no verse sorprendida por el enemigo que puede armarse dentro de la casa, con nuestras mismas pasiones, obedientes a la más insignificante sugestión del enemigo. De seguro éxito es apartar de mi cuanto pueda hacerme perder el equilibrio de mi cabeza, porque el que ama el peligro en él perece. Todo objeto o persona que pueda despertar en mí la pasión avasalladora, debo alejarlo de mí si no quiero padecer funestísimo quebranto. Aquí, toda debilidad, aun la más insignificante es peligrosísima. Es, pues, de todo punto necesaria una voluntad enérgica. Con ella es nuestra la victoria en toda tentación.
   
«Muchas almas se excusan con decir que no tienen fuerzas para cumplir tal o cual sacrificio, y es porque no se esfuerzan. A veces es difícil, pero Dios nunca niega la primera gracia que da ánimo para vencerse; como el alma corresponda, inmediatamente se halla iluminada, después se fortalece el corazón, y se camina de victoria en victoria. ¡Y qué victorias tan agradables a los ojos del Señor! Ellas son las que le hacen sonreír en medio de las tristezas que le ocasionan millares de almas devotas muy queridas de su corazón. Ellas son las que inclinan el poder de Dios sobre las almas generosas para que jamás sean vencidas de sus enemigos. ¡Oh Jesús mío! Pelearé por vuestro amor hasta el fin de mi vida. Puesto que Vos no quisisteis gustar del descanso en la tierra, quiero seguir vuestro ejemplo. Ardo en deseos de combatir por vuestra gloria: más para eso, os lo suplico fortaleced mi valor y armadme para la lucha».
  
Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.
   
EJEMPLO: CUIDADO, REPARA, NO MANCHES TU ALMA
X- (Italia), 5-9-1922.
Visitando a fines de Julio último una comunidad del norte de Italia, permitió el Señor que una religiosa, violentamente tentada contra la santa virtud, se sintiese necesitada de recurrir a mi ministerio. La animé, la confesé y, finalmente, la puse bajo la protección de la Santita, dándole una reliquia para que la llevase constantemente sobre su corazón.
Una noche, esta pobre hermana sintió de nuevo un asalto furioso del infernal enemigo. Agotadas sus fuerzas por la lucha, iba a sucumbir, cuando de pronto, en las tinieblas completas de su celda, vio aparecer una brillante claridad y en medio de ésta la figura de Teresita. «¡Cuidado!, ¡repara —le dijo— de no ofender la pureza de Jesús y manchar tu alma!».
La religiosa cayó de rodillas y, dando con su rostro en el suelo, imploró Ja misericordia divina: estaba salvada… Tiene más de 40 años, y su deseo es de iniciarse en adelante en el Caminito de Infancia espiritual de su compasiva protectora.
B. P. L., Misionero apostólico.
   
JACULATORIA: ¡Oh fortaleza de mi Dios! Hacedme vencer las tentaciones, dadme ánimo en las pruebas.

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh valerosa Santita! que ayudada de la gracia luchaste con esfuerzo generoso no con el ánimo de labrar tu corona, ni ganar méritos, ni adquirir virtudes, sino sólo con el deseo de dar gusto o Jesús salvándole almas», haz que mi corazón sienta los influjos de valor y de generosidad que presta la gracia hasta llegar a la completa victoria de mí mismo; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
  
DEPRECACIONES
  • ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo! Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa. Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en cl cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra. Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada dc tus ojos divinos. «Mas qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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