sábado, 21 de octubre de 2023

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA VIGÉSIMO

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo. porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMOPRIMERO – 21 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: LUCHA CONTRA EL FARISEÍSMO
Atténdite a ferménto Pharisæórum, quod est hypócrisis (Luc. XII, 1). No queráis hacer caso de los fariseos, que son hipócritas.

Nada hubo en la vida del pacientísimo Maestro que le tuera más opuesto y que turbase la paz de su Alma santísima como la hipocresía del fariseísmo. Al ver delante de Sí a uno de esos seres envidiosos, orgullosos, no podía retener en su Corazón las oleadas abominables de indignación que tan repulsa le ocasionaban. Contra ellos expresaba su condenación con palabras tan duras, tan ásperas, que al leerlas siéntese uno bajo el peso de la divinidad indignada. «¡Ay de vosotros, fariseos hipócritas… Sois sepulcros blanqueados, los cuales por de fuera parecen hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda corrupción».

De estos seres despreciables está lleno el mundo, y no hay lugar por más escogido y santo que sea, donde no llegue su maléfica influencia. Su pestilencial hedor invade el lugar sagrado, y sus efectos quebrantan y destruyen virtudes bien probadas. Por esto no será jamás exagerado el cuidado que las almas tengan en este asunto, guardándose de sus enseñanzas según nos lo aconseja el sapientísimo Maestro. «No queráis escuchar la doctrina de los fariseos, que es doctrina de hipócritas». Revestidos de la prudencia cristiana y aseverados por el magisterio del Espíritu Santo que se comunica en la oración, sabremos vernos libres de las incursiones de esas fieras que, cual las zorras que señala el profeta Isaías, destruyen los viñedos del Señor.

«Por los frutos les conoceréis, nos dice el Señor, pues un árbol bueno no puede producir frutos malos, como el árbol malo no puede hacer germinar frutos buenos».

Los frutos buenos son la humildad, la paciencia y sobre todo la caridad.
   
Los frutos malos son la soberbia, la intransigencia y la envidia.

Para el fariseo, nada de lo que obra su hermano es bueno: todo es defectuoso e imperfecto. Jamás confiesa el bien que se hace en torno suyo. Y, aun cuando lo bueno de su prójimo se le entre por los ojos y sus oídos se vean obligados a escuchar las alabanzas de los sencillos y rectos de corazón, jamás por jamás pronunciarán la palabra de asentimiento que la más elemental regla de educación señala. En su envidiosa soberbia llegan incluso hasta ser ineducados.

Alma cristiana, si te ves expuesta a la envidia farisaica de esos seres ineducados, ármate de la humildad. Juzga que la única felicidad que existe para el hombre con la tierra consiste en ocultarse, en permanecer en completa ignorancia de las cosas creadas. «Si os juzgan imperfecta, esto es lo que hace falta, allí está vuestra ganancia, porque podréis entonces practicar la humildad que consiste no solamente en pensar y decir que estáis llenas de defectos, sino en gozaros de que los demás lo piensen y lo digan. Lo único que no causa envidia es el último lugar; nada hay, pues, fuera de este último lugar, que no sea vanidad y aflicción de espíritu». Con todo, «no está en el solo querer del hombre el dirigir su camino (Imitación de Cristo, lib. I, cap. XVI, 4), y a veces vemos con sorpresa que se nos va el corazón tras lo que brilla. Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, reconozcámonos almas pequeñas, que Dios tiene que sostener a cada instante. Tan pronto como nos vea totalmente convencidas de nuestra nada, tan pronto como le digamos: “Mi pie ha vacilado; tu misericordia, Señor, me ha sostenido” (Psal. XCIII, 18), nos alargará la mano; pero si pretendemos hacer o grande, aunque sea con pretexto de celo, nos dejará solas. Basta, pues, humillarse y soportar con paciencia las propias imperfecciones: he aquí la verdadera santidad para nosotras».

Convencida de que delante de Dios eres y vales, lo que eres y vales en verdad, y ante los hombres eres y vales lo que ellos quieren, según sus conveniencias, que seas y valgas, vivirás en santa paz, y la pestilencia del hipócrita envidioso no entrará en tu corazón. En verdad, dice la Santita, que tengo presente que no me causan validadle alguna porque siempre su cáliz conserva la florecilla las preciosas gotas del rocío de humillaciones que antes recibió, y esas gotas le recuerdan siempre que es pequeña y débil. Ya pueden las criaturas todas inclinarse hacia ella, admirarla, colmarla de alabanzas; con todo eso no añadirán un átomo de vanagloria al verdadero goce que saborea en su corazón, al ver claramente que, en los ojos de Dios es una pequeña y mísera nada sin precio ni valor alguno.

Sea siempre en tus labios la oración del alma humilde y agradecida que traía en su pecho desde el día de su profesión:
«¡Oh Jesús, divino Esposo mío, haced que mi vestidura bautismal no pierda jamás su blancura! Llamadme junto a Vos antes de permitir que manche mi alma en la tierra la más ligera falta voluntaria. A Vos solo os busque siempre, y a Vos solo os encuentre. Sean nada para mí las criaturas, y nada sea yo para ellas. Que ninguna cosa de la tierra turbe jamás la paz de ml alma.

¡Oh Jesús, sólo os pido la paz! La paz, y sobre todo el amor, un amor sin límites, sin medida. Haced que muera mártir por Vos, dadme el martirio del corazón o del cuerpo. ¡Ah, dadme mejor entrambos! Haced que cumpla fielmente mis votos, que nadie se cuide de mí, que sea pisoteada y olvidada como un grano de arena. Me ofrezco a Vos, amadísimo Bien mío, para que se cumpla perfectamente en mi vuestra voluntad, sin que jamás las criaturas sean obstáculo para ello».
   
Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.

EJEMPLO: CAMINO INTERIOR RADICAL
M. (Italia), 12-7-1913.
  
Variable y susceptible por naturaleza, la nerviosidad y la anemia acabaron por hacer mi carácter insufrible a los demás, siendo yo misma la primera en sufrir las consecuencias. Los escrúpulos me atormentaban, mi debilidad me impedía obrar y mi alma permanecía en deplorable estado de languidez y llena de amargura. Perdida ya la esperanza de salir de este miserable estado, leí un día, por gracia sin duda de la Providencia divina, la Vida de Sor Teresita del Niño Jesús. Su confianza y abandono en Dios dejaron en mi alma impresión profunda y ver tan gran santidad encerrada en tanta sencillez, renació en mí la esperanza.

Dirigiéndome a nuestro Señor le dije: «Por los méritos de tu santa y pequeña Esposa, hazme la gracia de llegar a vencerme y de caminar sobre las huellas de esta Seráfica niña».

Nuestro Señor me ha escuchado: mis escrúpulos han desaparecido, he encontrado la calma, mi naturaleza cesado de variar a momento por la menor cosa, la confianza en Dios es mi felicidad y adelanto en la vida interior. Este cambio lo debo a la Santita querida, la considero, pues, como mi especial protectora y me esfuerzo en imitar sus virtudes.
 
X.

JACULATORIA: Florecilla de Jesús: vela sobre nosotros para que, prescindiendo do los juicios humanos, obremos sólo por agradar a Dios.

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh humildísima Santita!, que recibiste la revelación de que la única gloria y felicidad para el alma santa consiste en ocultarse, en permanecer en completa ignorancia de las cosas creadas, y en conformidad con esta revelación conformaste toda tu vida conservando en el fondo del cáliz de la florecilla de tu caridad las preciosas gotas del rocío de humillaciones que arrojaban sobre ti las criaturas; haz, piadosa Santita, que sepa yo conformarme en un todo con los juicios de Dios que son los únicos verdaderos; y para más obligarte, te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
  
DEPRECACIONES
  • ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo! Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa. Padrenuestro y Avemaría.
  • ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en cl cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra. Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada de tus ojos divinos. «Mas qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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