Por Lewis Ungit (Fuente: Twitter).
¿EXIGE LA BIBLIA QUE LOS CRISTIANOS APOYEN A ISRAEL?Muchos cristianos apoyan al Estado de Israel porque creen que la Biblia así lo exige. Por ejemplo, en Génesis 27, 29, Dios declara que quien bendiga a Israel será bendecido y quien maldiga a Israel será maldecido. Y a lo largo del Antiguo Testamento, aquellos que se oponían a Israel siempre fueron presentados como los malos de la historia. Y, siguiendo lógicamente, debemos buscar bendecir a Israel. ¿Bien?Desafortunadamente, este pensamiento es un error importante en la lectura bíblica e increíblemente nuevo en la historia de la Iglesia (que se remonta a principios del siglo XX). La visión histórica era que Jesucristo (y su Iglesia al estar unida a él) era el verdadero Israel. La promesa del Nuevo Testamento es que a través de Cristo ha amanecido un nuevo día: que el llanto de Israel ha terminado y que Dios finalmente ha actuado. San Pablo dice: «Todas las promesas de Dios encuentran su “sí” en él» (2.ª Corintios 1, 20). En esencia, el Evangelio es el regreso final del exilio para el pueblo de Dios. Pero a diferencia de lo que esperaban los israelitas, este retorno fue mucho mayor que un rey que devolviera una pequeña franja de tierra en el mar Mediterráneo. En cambio, el Rey Jesús, sentado a la diestra del Padre, pone todas las cosas bajo sus pies (Hebreos 1, 13): todo el planeta pertenece al Rey y a sus seguidores. Dios hizo por Israel lo que había prometido y por eso llegó el momento de acoger a los gentiles.Esta es la razón por la que abolió las leyes alimentarias y el estatus santo de la tierra de Israel: es una nueva era y esos indicadores de lo que vendrá se han cumplido y la preparación que ofrecían ahora está completa. En Romanos 8, San Pablo anima a sus lectores a ver que las promesas hechas a Abraham se cumplirán –no dándoles un pequeño territorio sino liberando al universo entero de la esclavitud del pecado– con la promesa de que todos los pueblos (toda raza y toda lengua) estarían unidos en el bautismo y la fe en Jesús (Romanos 8, 18-27).Por esta razón, la identificación del Estado de Israel con la nación histórica de Israel es una completa violación del punto de vista de San Pablo. Su argumento es que la Tierra Prometida es ahora el universo y los pequeños objetivos de los escribas y fariseos (su esperanza de una tierra local y un rey local) sí se cumplieron, pero mucho más en Cristo (toda la tierra y un rey universal).Volver a un estado físico en Israel es lo mismo que volver a la circuncisión o a las leyes alimentarias. Es una reversión. Esas afirmaciones proféticas ya se han cumplido. Romanos 11 (el pasaje en el que San Pablo expresa su esperanza de que sus compañeros israelitas también puedan seguir a Jesús algún día) de ninguna manera socava nada de esto. San Pablo simplemente está expresando su esperanza de que su pueblo reconozca lo que está sucediendo y se una a ello. No les estaba pidiendo que formaran un nuevo estado de Israel (haciendo retroceder) y ciertamente no les estaba pidiendo que lo hicieran sin dejar de rechazar a Cristo.Finalmente, los cristianos deben darse cuenta de que en Israel casi todos los cristianos de Israel están clasificados como palestinos. Los judíos en Israel escupen a los clérigos cristianos. Miran con desprecio a los peregrinos cristianos. Y a muchos les encantaría prohibir la predicación del Evangelio. No son amigables con los cristianos.
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