viernes, 13 de diciembre de 2013

LA INFILTRACIÓN MASÓNICA EN LA IGLESIA NO ES DESDE 1958, SI NO DE ATRÁS

Desde FORO CATÓLICO.
    
EL HISTÓRICO VETO CONTRA EL MASÓN RAMPOLLA, PROTECTOR DE LOS MONTINI
   
La mañana del 1 de agosto de 1903  comenzaron los escrutinios (el Papa León XIII falleció), dos al día, uno por la mañana y el otro por la tarde. Para ser elegido hacía falta lograr la mayoría de los dos tercios, es decir, 42 votos. 
  
En el primer escrutinio, Rampolla obtuvo 24 votos, Gotti, 12, Sarto, 5, Vannutelli, 4. Por la tarde Rampolla llega a 29 y Sarto a 10, mientras Gotti a 16. Esta situación parece poco favorable a Rampolla, si se examina con atención: de los 38 electores que por la mañana habían votado a otros candidatos, sólo 5 se han decidido a darle a él su voto. 
  
Mariano Rampolla del Tíndaro Errante, Secretario del Estado Vaticano durante León XIII. Masón y miembro de la Ordo Templi Oriéntis.
      
El cónclave se presenta estancado antes de que se pronuncie el famoso veto. El patriarca de Venecia, que ha obtenido 10 votos, comenta: «Vólunt jocári supra nomen meum», quieren divertirse con mi nombre. No se considera un candidato.
    
La mañana del 2 de agosto, después de haber informado a Rampolla, Jan Puzyna lee en latín el texto de la “exclusión” con la que le dice al camarlengo «tenga a bien saber para su información y notificar y declarar de manera oficiosa, en nombre y con la autoridad de Su Majestad Apostólica Francisco José, emperador de Austria y rey de Hungría, que deseando su majestad usar un antiguo derecho y privilegio, pronuncia el veto de exclusión contra el eminentísimo señor cardenal Mariano Rampolla del Tíndaro». 
  
Su Imperial y Real Majestad Apostólica, Francisco José I de Austria-Hungría: El hombre providencial que salvó a la Iglesia de caer en manos de la masonería.
    
Más que un veto, parece la expresión de un deseo, declarado “de manera oficiosa”. 
     
Rampolla y el cardenal camarlengo protestan inmediatamente. Todos se asocian, considerando absurda e inoportuna la injerencia. Pese a ello, esa mañana, durante la votación, el ex secretario de Estado de León XIII no gana ni siquiera un voto con respecto a los 29 de la tarde anterior. 
     
Sarto, en cambio, consigue 21, mientras desaparece la candidatura de Gotti, que obtiene 9 votos. Es una señal clara de la división del cónclave.
    
Por la tarde, los cardenales franceses, irritados por la derrota de Rampolla, deciden pronunciar una protesta contra el veto. Es una estratagema para tratar de recuperar votos en favor del ex secretario de Estado. 
       
Inmediatamente después toma la palabra el cardenal Sarto: «Es seguro que no aceptaré nunca el papado, para el que no me siento digno. Pido que los eminentísimos olviden mi nombre». En el siguiente escrutinio Rampolla gana sólo un voto, Sarto pasa de 21 a 24 y Gotti baja a 3.
    
El cardenal Ferrari, frente a esta situación de estancamiento, intenta convencer a Sarto, que se resiste: 
   
«No me siento idóneo para tanto peso. No es posible que yo cargue con él… Mis primeros enemigos serán los más cercanos a mí; los mismos que me apoyan, los conozco bien, no pueden ser benévolos…». Ferrari insiste: «Un rechazo podría costarle muy caro y ser muy duro para toda su vida… Piense en las responsabilidades y en los daños que le derivarían a la santa Iglesia de una elección que sería mal vista en Italia y fuera de Italia, o de una prolongación del cónclave que no se puede decir (y en esto todos están de acuerdo) si sería de días, semanas, o incluso de meses».
  
LA ELECCIÓN DE UN SANTO: JOSÉ SARTO
El cardenal Ferrari insistió de nuevo, aunque en vano, la mañana del 3 de agosto de 1903. En el primer escrutinio, Sarto logra 27 votos, mientras que Rampolla comienza a perder y obtiene sólo 24.
       
El patriarca de Venecia pide nuevamente la palabra: «Insisto para que olvidéis mi nombre. Ante mi conciencia y ante Dios no puedo aceptar vuestros votos». Palabras que son como una ducha de agua fría para sus partidarios, que no quieren elegirlo para que luego no acepte.
        
Mientras tanto, los cardenales franceses le plantean a Rampolla la posibilidad de concentrar sus votos en otro candidato de su agrado. Pero el ex secretario de Estado se resiste: «Hay que sostener y defender la independencia del Sagrado Colegio», dice, «y la libertad de la elección del papa. Por eso considero que es mi deber no retirarme de la lucha».
        
En realidad, el veto austriaco, en este caso, más que un impedimento decisivo a la elección de Rampolla, es para él casi un pretexto para seguir tenazmente resistiendo, frente a una situación de estancamiento que ya era evidente antes de la decisión imperial.
       
Fue decisiva en aquellas horas la intervención del cardenal Francesco Satolli, que, encontrándose con Sarto mientras salía de su celda, le reprocha: «Su eminencia quiere resistirse a la voluntad de Dios manifestada tan abiertamente por el Sagrado Colegio…». Sarto por fin se rinde y afirma: «Hágase la voluntad de Dios».
      
La noticia pasa de boca en boca en el cónclave. En la votación de la tarde el patriarca de Venecia consigue 35 votos y Rampolla 16.
       
Comentará el cardenal americano James Gibbons:   
«Tras cada escrutinio en el que veía aumentar los votos a su favor, el cardenal Sarto tomaba la palabra para suplicarle al Sagrado Colegio que abandonara la idea de elegirle: todas las veces le temblaba la voz, se le encendía la cara y se le saltaban las lágrimas.
Trataba de documentar cada vez más detalladamente los títulos que parecían faltarle para el papado. Y, en cambio, ¿lo cree?, fueron estos discursos, tan llenos de humildad y sabiduría, los que hicieron cada vez más vanas sus súplicas».
  
«ME LLAMARÉ PÍO»
La mañana del día siguiente los cardenales franceses, irritados por la resistencia de Rampolla, apoyan la elección de Sarto, que gracias a ellos obtiene 50 votos (eran suficientes 42), Rampolla 10, Gotti 2.
   
El elegido responde así a la pregunta ritual: «Quóniam calix non potest tránsire, fiat volúntas Dei» [Puesto que el cáliz no puede pasar, hágase la voluntad de Dios].
   
Lleno de confianza en la protección divina y de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los santos pontífices que se han llamado con el nombre de Pío, sobre todo de los que extremadamente combatieron contra las sectas y los errores del siglo pasado, asumo el nombre de Pío X».
    
El veto a Rampolla permitió que José Melchor Sarto fuera uno de los Papas más enérgicos y santos de la Iglesia: SAN PÍO X
      
LA CONEXIÓN RAMPOLLA-MONTINI REVELADA POR UN TESTIGO
El veto contra el cardenal satanista Mariano Rampolla del Tíndaro (miembro de la Ordo Templi Oriéntis) por parte del Sacro Imperio Austro-Húngaro fue al momento de que el Cardenal Jan Puzyna de Cracovia convenció, con ayuda de Monseñor Ernest Jouin, al Emperador para que impidiera la coronación de un hebreo, miembro de la rama masónica más peligrosa del mundo, la encabezada por el “papa negro” Aleister Crawley [1].
       
Mark Winckler, en calidad de intérprete del italiano para los Estados Mayores de los Aliados vivió en Roma varios años en tiempos de S.S. Pío XII y conoció del “cardenal” Sergio Pignedoli el fracaso del complot para entronizar a Rampolla y el nuevo intento a realizarlo con un joven descendiente de la misma rama, llamado Giovanni Batista Montini Alghisi.
     
Destaca por cierto el llamativo y familiar emblema de los OTO’s  con el ojo de Horus y el cáliz de fuego con la Rosacruz de Lutero.
    
Winckler continúa explicando que:
«…los católicos de origen judío que trabajaban en una Secretaría Especial del Vaticano que era una especie de departamento financiero, y que esas personas le buscaron, y le invitaron a pertenecer a una llamada “Asociación de Diplomados de la Universidad”, el capellán de la cual era Monseñor Juan B. Montini, en aquel entonces Substituto de la Secretaría de Estado de Pío XII. Que sus nuevos amigos le habían dicho significativamente refiriéndose a Montini: “ÉL ES DE LOS NUESTROS”…» [2].
   
Giovanni Battista Montini Alghisi: Judío, masón, comunista infiltrado en el Vaticano. Luego, Antipapa Pablo VI.
     
Y “por esos años precisamente arribó también a Roma a estudiar teología Karol Wojtyła…” [3].
    
Karol Wojtyła Katzorowski era alumno del Seminario teológico Angelicum de Roma cuando se desarrolla el relato. Fue grande amigo de Montini Alghisi.
    
«Monseñor Pignedolli le habló de una gran revancha que se preparaba. Le hizo la reseña de todo el suceso del veto de Austria, cuyo resultado, según Monseñor había sido el de volver a hundir a la Iglesia durante más de medio siglo en el oscurantismo y en el aislamiento de la Edad Media; insistió en la necesidad de una apertura y de una adaptación de la Iglesia; finalmente le hizo entrever que se aproximaba una NUEVA ERA, y esto para muy pronto, gracias al éxito ya seguro (notemos que esto lo decía Pignedolli en 1945) gracias a uno que tendría éxito ahí donde Rampolla había tenido la desgracia de fracasar…».
   
“¿Quién es él?” le había preguntado Winckler; Pignedolli había respondido: “Usted le sirve en la misa todos los días”… Se trataba de Juan Bautista Montini [4].
    
[3] Idem.
[4] Ibídem.

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