Una hermosa y pía tradición arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador (y que ha logrado sobrevivir a los intentos para desplazarla provenientes del consumismo contemporáneo y a las adulteraciones del Vaticano II), es la de celebrar la Novena en preparación al Nacimiento del Divino Niño Jesús. Esta práctica se realiza entre el 16 y el 24 de Diciembre (de ahí su nombre); siendo análoga y compatible con las célebres Posadas que se realizan en México.
Con
la intención de propagar esta devoción y de compartir con nuestros
lectores la alegría y fraternidad que se vive en los hogares donde se
realiza esta novena, la publicamos en este blog. Esta es la versión
tradicional, compuesta hacia 1770 por Fray Fernando de Jesús Larrea
O.F.M.; y adaptada por Sor María Ignacia Samper Acosta O.S.C., hacia
finales del siglo XIX. Deseando ante todo, que os preparéis dignamente
para celebrar la Navidad, hagámoslo como corresponde a los verdaderos
Católicos: con devociones aprobadas y acordes a la Doctrina.
NOVENA DE NAVIDAD
En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de la Bienaventurada Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. (Rezar tres veces el Gloria)
DÍA PRIMERO - 16 DE DICIEMBRE
CONSIDERACIÓN: NECESIDAD Y CONVENIENCIA DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS PARA REDIMIR A LA HUMANIDAD CAÍDA En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su Padre en lo más alto de los cielos: allí era la causa, a la par que el modelo de toda creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén. Allí es donde debemos datar la genealogía del Eterno que no tiene antepasados, y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba.
La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa; y sin embargo, ¡Misterio sublime!, busca otra morada. Una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su Misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse.
El pecado de Adán había ofendido a un Dios, y esa ofensa infinita no podía ser perdonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era, pues, necesario para salvarla y satisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el Cielo, tomase la forma del hombre y con la obediencia a los designios de su Padre, expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía.
Era necesario en las miras de su amor que tomase la forma, las debilidades e ignorancia sistemática del hombre, que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para morir a sus pasiones y a su orgullo. Por eso el Verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también, y así redimir al culpable.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (Para todos los días)
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y las de todos los que en este tiempo hicieren esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y de la divina ternura con la que le aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Rezar nueve veces el Ave María)
ORACIÓN A SAN JOSÉ (Para todos los días)
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios, y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le vea y goce en el Cielo. Amén. (Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria)
ASPIRACIONES PARA LA VENIDA DEL NIÑO JESÚS (GOZOS)
Dulce Jesús mío,
Mi niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma
Del Dios soberano,
Que al nivel de un niño
Te hayas rebajado!
¡Oh Divino Niño,
Ven para enseñarnos
La prudencia que hace
Verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Adonái potente
Que, a Moisés hablando,
De Israel al pueblo
Disteis los mandatos!
¡Ah! Ven prontamente
Para rescatarnos,
Y que un niño débil
Muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada
De Jesé, que en lo alto
Presentas al orbe
Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño,
Que has sido llamado
Lirio de los valles,
Bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David
Que abre al desterrado
Las cerradas puertas
Del regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño,
Con tu blanda mano,
De la cárcel triste
Que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente
Sol de eternos rayos,
Que entre las tinieblas
Tu esplendor veamos!
¡Niño tan preciado,
Dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa
De tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha,
Santo de los santos,
Sin igual imagen
Del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas,
Salva al desterrado
Y, en forma de Niño
Da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro,
De Israel anhelo,
Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas
Con suave cayado
Ya la oveja arisca,
Ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos
Y llueva de lo alto
Mi niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma
Del Dios soberano,
Que al nivel de un niño
Te hayas rebajado!
¡Oh Divino Niño,
Ven para enseñarnos
La prudencia que hace
Verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Adonái potente
Que, a Moisés hablando,
De Israel al pueblo
Disteis los mandatos!
¡Ah! Ven prontamente
Para rescatarnos,
Y que un niño débil
Muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada
De Jesé, que en lo alto
Presentas al orbe
Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño,
Que has sido llamado
Lirio de los valles,
Bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David
Que abre al desterrado
Las cerradas puertas
Del regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño,
Con tu blanda mano,
De la cárcel triste
Que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente
Sol de eternos rayos,
Que entre las tinieblas
Tu esplendor veamos!
¡Niño tan preciado,
Dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa
De tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha,
Santo de los santos,
Sin igual imagen
Del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas,
Salva al desterrado
Y, en forma de Niño
Da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro,
De Israel anhelo,
Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas
Con suave cayado
Ya la oveja arisca,
Ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos
Y llueva de lo alto
Bienhechor rocío,
Como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven Dios humanado!
Como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven Dios humanado!
Luce, hermosa estrella,
Brota flor del campo.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ven que ya María
Previene sus brazos,
Do su niño vean
En tiempo cercano!
¡Ven, que ya José,
Con anhelo sacro,
Se dispone a hacerse
De tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio,
Del doliente amparo,
Consuelo del triste,
Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
Mi dueño adorado,
Mi constante amigo,
Mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos,
De ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas,
Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra
Te tiendo los brazos,
Y aún más que mis frases
Te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven, Salvador nuestro,
Por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Brota flor del campo.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ven que ya María
Previene sus brazos,
Do su niño vean
En tiempo cercano!
¡Ven, que ya José,
Con anhelo sacro,
Se dispone a hacerse
De tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio,
Del doliente amparo,
Consuelo del triste,
Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
Mi dueño adorado,
Mi constante amigo,
Mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos,
De ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas,
Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra
Te tiendo los brazos,
Y aún más que mis frases
Te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven, Salvador nuestro,
Por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS (Para todos los días)
Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado” (Pídase la gracia que se desea obtener).
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la misma Verdad!, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos infinitos de vuestra Encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto (Repetir la gracia que se desea obtener).
Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina Promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén. (Rezar tres veces el Gloria).
En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 17 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS EN EL SENO VIRGINAL DE MARÍA SANTÍSIMA, LUEGO DEL ANUNCIO DEL ARCÁNGEL SAN GABRIEL
El Verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa Casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y sumergida en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue el Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la Encarnación. El Creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.
Aquel momento fue muy solemne. Era potestativo en María rehusar... ¡Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el “sí” que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina! La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle “el más hermoso de los hijos de los hombres”.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA TERCERO - 18 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente.
Admirando en el primer lugar el alma de ese divino Niño, consideremos en ella la plenitud de su gracia santificadora; la de su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de su vida vio la divina Esencia más claramente que todos los ángeles y leyó lo pasado lo porvenir con todos sus arcanos conocimientos. No supo nunca por adquisición voluntaria nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero Él adoptó todas las enfermedades de nuestra naturaleza a que dignamente podía someterse, aun cuando no fuesen necesarias para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer sino lo que Él quiere y en servicio suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para el alma: era por el contrario, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños, y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra Redención. La belleza de ese cuerpo del divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; la divina Sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la Encarnación es la que lava todas las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la Penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA CUARTO - 19 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: LA ORACIÓN PERFECTA Y SUMA OBEDIENCIA DEL NIÑO JESÚS A DIOS PADRE
Desde el seno de su Madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le amaba, se sometía a su Voluntad; aceptaba con resignación el estado en que se hallaba conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades.
¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de la reflexión? ¿Quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras? Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados; y hacernos sentir toda la criminalidad y desórdenes del orgullo.
¿Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora y ora del modo más excelente. No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración; y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo quiere ser adorado de nosotros. Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para ser nada, para quedar enteramente consumidos y anonadados, para renunciar a la estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que sólo Dios sea todo para nosotros.
DÍA QUINTO - 20 DE DICIEMBRE
Desde el seno de su Madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le amaba, se sometía a su Voluntad; aceptaba con resignación el estado en que se hallaba conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades.
¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de la reflexión? ¿Quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras? Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados; y hacernos sentir toda la criminalidad y desórdenes del orgullo.
¿Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora y ora del modo más excelente. No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración; y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo quiere ser adorado de nosotros. Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para ser nada, para quedar enteramente consumidos y anonadados, para renunciar a la estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que sólo Dios sea todo para nosotros.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA QUINTO - 20 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: ANHELOS DE MARÍA SANTÍSIMA EN VER NACER AL NIÑO JESÚS
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Es necesidad hoy de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la Encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria...
¡Cuán ardientemente deseaba ese día! Tal era la vida de expectativa de María... era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia. Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?
DÍA SEXTO - 21 DE DICIEMBRE
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Es necesidad hoy de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la Encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria...
¡Cuán ardientemente deseaba ese día! Tal era la vida de expectativa de María... era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia. Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA SEXTO - 21 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: EL VIAJE QUE HICIERON LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Y SAN JOSÉ DE NAZARET A BELÉN, COMO MUESTRA DE VASALLAJE ANTE LA DIVINA VOLUNTAD
Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de San José y de María, y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades. Más Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber: la orden dada por el emperador Augusto de que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén, y ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año.
No ignoraba Jesús en qué lugar debería nacer, e inspiraba a sus padres que se entreguen a la Providencia, y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios. Almas interiores, observad este manejo del divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual: aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer en cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aún en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.
DÍA SÉPTIMO - 22 DE DICIEMBRE
Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de San José y de María, y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades. Más Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber: la orden dada por el emperador Augusto de que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén, y ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año.
No ignoraba Jesús en qué lugar debería nacer, e inspiraba a sus padres que se entreguen a la Providencia, y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios. Almas interiores, observad este manejo del divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual: aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer en cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aún en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA SÉPTIMO - 22 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: EXPECTACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA Y SAN JOSÉ SOBRE EL NACIMIENTO DE JESÚS; Y CÓMO LA TRINIDAD AGUARDABA ESTE MOMENTO
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo aún no nacido, al Creador del universo, hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para él en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiera apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en que venía al mundo.
El anhelo de José, la expectativa de María son cosas que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar a su hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad, que Él mismo ha formado con divino esmero. En cuanto al divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.
DÍA OCTAVO - 23 DE DICIEMBRE
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo aún no nacido, al Creador del universo, hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para él en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiera apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en que venía al mundo.
El anhelo de José, la expectativa de María son cosas que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar a su hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad, que Él mismo ha formado con divino esmero. En cuanto al divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA OCTAVO - 23 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: EL RECHAZO DE LOS HABITANTES DE BELÉN A LA SAGRADA FAMILIA, IMAGEN DEL RECHAZO QUE LOS JUDÍOS EXHIBIRÁN AL EVANGELIO DE JESÚS
Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones, pero no encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les deshace a causa de su pobreza. Empero, nada puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios.
Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos. Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana.
¡Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, ha sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios. ¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro!
Pónese el sol el 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros, codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre.
La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo unas tras otras. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones, pero no encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les deshace a causa de su pobreza. Empero, nada puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios.
Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos. Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana.
¡Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, ha sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios. ¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro!
Pónese el sol el 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros, codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre.
La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo unas tras otras. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
DÍA NOVENO - 24 DE DICIEMBRE
En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
Benignísimo Dios de infinta caridad...
CONSIDERACIÓN: EL NACIMIENTO DE JESÚS EN UN PESEBRE, Y LOS HOMENAJES QUE LE RINDEN SUS PADRES, LOS ÁNGELES Y LOS PASTORES.
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tenía en la mano iluminaba tenuemente ese paupérrimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del Altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres... María está en adoración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios.
Pero ha llegado la media noche, y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos. A sus pies se postra su Santísima Madre en los transporte de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imperturbable oficio de padre putativo del Redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que descienden del Cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su alegría y hace vibrar en los aires las armonías de ese “Glória in Excélsis”, que es el eco de adoración que se produce en torno al trono del Altísimo hecha perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al “recién nacido” y a prestarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la mortificación.
¡Oh, adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis: Venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tenía en la mano iluminaba tenuemente ese paupérrimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del Altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres... María está en adoración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios.
Pero ha llegado la media noche, y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos. A sus pies se postra su Santísima Madre en los transporte de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imperturbable oficio de padre putativo del Redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que descienden del Cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su alegría y hace vibrar en los aires las armonías de ese “Glória in Excélsis”, que es el eco de adoración que se produce en torno al trono del Altísimo hecha perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al “recién nacido” y a prestarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la mortificación.
¡Oh, adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis: Venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días
El placer, el hermano Jorge. Mi nombre es Lucas, tengo 15 años, soy de Brasil. Llevó una vida salvaje, no en términos de la carnalidad, sino una fe vacilante. Descubrí sedevacantismo con sus blogs, pero Dios me dijo a través de pesadillas, que esta doctrina no era para mí. Ahora, yo soy parte de Resistencia Lefebvriana, encabezada por el obispo Williamson. Que Dios los bendiga, hermano, por darnos este hermoso novena, el mejor regalo de Navidad que puede recibir.
ResponderEliminarAve María!
Hermano Lucas, yo también tuve mis dudas durante un tiempo, pues pensaba que era un error el afirmar que no había gobernante visible en la Iglesia. Pero Dios me manifestó, por consejo de discretos, que era la única forma de comprender la situación y resistir al Vaticano II y sus falsos papas. Y el mismo Lefebvre abrigaba cierta convicción sedevacantista, sólo que el lefebvrismo se mostró escéptico ante la evidencia. Por eso, muchos le abandonaron (la FSSP, los traidores de Campos, los Redentoristas transalpinos y ahora los fellayanos), pactando concesiones con el régimen conciliar.
EliminarEn conclusión, hay que estar claros con respecto al enemigo, y rechazar de plano la más leve tentación de reconocerle autoridad que no tiene.
Laus Deo.
PD. Oración y creencia, cruciales para el Remanente fiel.
Hermano me está pasando lo mismo, tengo pesadillas. Lo dejo mi WhatsApp quisiera hablarle +975460120. Saludos desde Perú.
EliminarRezar está hermosa novena es meditar en familia el misterio de la encarnación, el Amor de Dios a los Hombres y la humildad de la Virgen y San José cómo mmodelos de santidad.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por publicarla.
Feliz y santa Navidad para todos
Flia rovagnati lucchese
Muy estimado en Cristo. Si me admite la sugerencia, debido a la corrupción del sentido de las palabras con el paso del tiempo, le quiero hacer una recomendación. En el segundo día, que estoy haciendo la novena, en vez de engolfada, quizás sería más apropiado enfrascada o sumergida.
ResponderEliminarERO CRAS
Muy apreciada sugerencia, dilectísimo, y (aunque no somos afectos a cambiar el lenguaje sólo porque a los tiempos actuales no les parezcan las palabras de nuestros padres antiguos) la hemos puesto en obra, usando la última acepción que nos recomendáis.
EliminarADVÉNIAT.
Estimado en Cristo, me han escrito respecto a una frase del segundo día. "...su naturaleza creada". Alega justamente que en el Credo, rezamos engendrado, no creado.
EliminarCristológicamente, si partimos de la segunda persona de la divinidad, por la unión hipostática, es el Verbo Eterno y de naturaleza humana. Ahora bien, quizás en el credo se refiere a que es coeterno con el Padre y no es una criatura. Respecto a la expresión "de su naturaleza creada", si se hacer referencia a su naturaleza humana, no habría ningún error teológico, no?
Cuestión difícil... espero que me ayude a arrojar un poco de luz. Muchísimas gracias
En el Credo, cuando decimos de Jesucristo que fue «engendrado, no creado, consustancial al Padre», se refiere a la naturaleza divina.
EliminarMuchísimas gracias. Le he contestado esto:
Eliminar1.Cuando profesamos en el Credo, "engendreado, no creado" se refiere a su naturaleza divina.
2. Las meditaciones de esta novena están compuestas hacia 1770 por Fray Fernando de Jesús Larrea O.F.M.; y adaptada por Sor María Ignacia Samper Acosta O.S.C., hacia finales del siglo XIX. Cosa que si hubieran percatado algún error, hubieran sido expurgadas. Recuerde que antes del CVII, toda obra religiosa requería un "nihil obstat" y un "imprimátur".
DOn Jorge, que Dios le colme de bendiciones.