Traducción del artículo en Italiano escrito por Roberto de Mattei para CORRISPONDENZA ROMANA (FUENTE: Aquí). Sirvase como prólogo para entender mejor el viacrucis de los Franciscanos de la Inmaculada.
Franciscanos contra Jesuitas en 1774. Jesuitas contra Franciscanos de la Inmaculada en 2013.
“Sint ut sunt aut non sint” (Dejarlos como son o no ser) es la frase que según los historiadores, se le atribuye a Lorenzo Ricci, el 18º Superior General de los jesuitas, ante el propósito de someter a la Compañía de Jesús a una “reforma” que reflejara las necesidades del mundo. Esto ocurrió hacia la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los jesuitas era el baluarte contra los ataques de los enemigos internos y externos de la Iglesia. Los enemigos externos estaban representados por el ilustrado Parti Philosophique, los internos estaban distribuidos en varios movimientos heréticos que bajo los nombres de Galicanismo, Regalismo y
Febronianismo, reclamaban una sumisión de la Iglesia a los Estados absolutistas.
Lorenzo de’ Ricci Gianni, 18º y (hasta su restablecimiento en 1814), último Superior General de los jesuitas
Los jesuitas, fundados por San Ignacio de Loyola, vigorosamente defendieron el Primado del Papa de Roma, con el cual estaban vinculados por su cuarto voto. Los gobernantes absolutistas, influenciados por las ideas de la Ilustración, habían comenzado a expulsar de sus reinos a los jesuitas, bajo la acusación de que éstos querían subvertir el orden social vigente. Sin embargo, no fue suficiente para ellos. Era necesario reconstruir la Orden entera. Con todo, el
Superior General de los jesuítas, resistió, pudiendo ser removido por una abolición de la Orden, pero esto sólo podía hacerlo un Papa.
Al fundarse los jesuitas, añadieron un cuarto voto: OBEDIENCIA AL PAPA
Los Jesuitas fueron expulsados de España y sus territorios de ultramar en 1767, antes de ser disueltos.
La oportunidad para ello se presentó el 2 de Febrero de 1769, cuando falleció el Papa Clemente XIII. El historiador Ludwig von Pastor, en el Volumen XVI de la Historia de los Papas (Herder, 1932) describió con documentos detallados las maquinaciones realizadas durante y después de un cónclave de tres meses -y 179 rondas de votación-, el 14 de Mayo, el franciscano
Lorenzo Ganganelli fue electo Papa y adoptó el nombre de Clemente XIV. El nuevo papa fue electo bajo la condición de que él debía disolver la Compañía de Jesús. Aunque esa promesa formalmente no estaba escrita (ello acarrearía el pecado de simonía), aseguró el Cardenal Ganganelli su compromiso ante los embajadores de las cortes de la Casa de Borbón (Francia, España y Nápoles). El Espíritu Santo estuvo también en el cónclave, pero los cardenales difícilmente correspondieron con la Gracia divina, porque escogieron un Prelado que Pastor describe como alguien de un “carácter débil y ambicioso”, que “aspiraba a la tiara pontificia”.
Clemente XIV fue electo Papa para disolver a los jesuitas, acusados de subvertir el orden y por controversias doctrinales
El 21 de Julio de 1773, el Papa Clemente XIV disolvió con el Breve Dominus ac Redemptor, la Compañía de Jesús, que entonces tenía casi 23.000 miembros en
42 provincias. "Este breve del 21 de Julio de 1773", escribe Pastor, "representa la patente victoria del Absolutismo Monárquico de la Ilustración sobre la Iglesia y su Líder". El padre Lorenzo Ricci fue arrestado y apresado en el Castel Sant'Angelo, donde murió el 24 de Noviembre de 1775.
Clemente XIV lo precedió a la tumba el 22 de Septiembre de 1774 (un año después de la abolición de la Orden). La Compañía de Jesús fue disuelta, pero sobrevivió en Rusia, donde la zarina Catalina la Grande rechazó darle el exequátur al mandato de disolución. Los jesuitas de Bielorrusia fueron acusados de desobediencia y rebelión contra el Papa. A pesar de todo, ellos aseguraron la continuidad de la Orden, mientras que los ex-jesuitas en otros países adelantaron la creación de nuevas congregaciones religiosas bajo el espíritu de San Ignacio.
Cuando comenzó la Revolución Francesa de 1789, y la Iglesia comenzó a vivir una era dramática en la que se vio hasta la invasión por los Jacobinos a la ciudad de Roma, y la captura y exilio de los dos sucesores de Clemente XIV (Pío VI y Pío VII), la contrarevolución estuvo a cargo en ese entonces, de una organización secreta, la Asociación “Amicizia Cristiana” que el ex-jesuita suizo Nikolaus Albert von Diesbach fundó en Turín.
Cuarenta años después, el Papa Pío VII, con la Constitución Apostólica Sollicitúdo Ómnium Ecclesiárum del 7 de Agosto de 1814, revocó finalmente el Breve del 21 de Julio de 1773 y ordenó la total restauración de la Compañía de Jesús, declarando "nosotros nos creeremos reos de gravísimo delito en presencia del Señor si en necesidad tan grave de la cosa pública desatendiésemos de realizar aquellas ayudas saludables que Dios, con singular providencia, nos provee, colocados en la barca de Pedro agitada y sacudida por continuas vorágines, lanzáramos a los remeros expertos y valerosos, los cuales se ofrecen a romper las olas del piélago, que en cada momento nos amenazan con el naufragio y la ruina".
Pío VII restableció a los jesuitas en 1814
Un Papa de la Orden Franciscana, Clemente XIV, abolió a los jesuitas en 1773. ¿Será que el papa jesuita Francisco abolirá en 2013 un instituto Franciscano, o peor, “reformarlo”? Los Franciscanos de la Inmaculada no tienen un pasado glorioso, como los jesuitas, pero su caso es muy similar al de la Compañía de San Ignacio. Ítem lo anterior, es un profundo síntoma de la profunda crisis actual de la Iglesia Católica:
Los Franciscanos de la Inmaculada fueron fundados en 1970 por el Padre Stefano Maria Manelli para llevar una vida de penitencia ceñida al Evangelio, siguiendo las enseñanzas de la Fe y la Moral tradicional. El Motu Proprio Summórum Pontíficum del Papa Benedicto XVI, que restableció la posibilidad de celebrar con el Rito Romano Antiguo, les permitió expresar en el campo litúrgico expresar ese amor a la Tradición. El Padre Manelli NUNCA IMPUSO el Vetus Ordo (aunque lo recomendó a sus hermanos de congregación), y al realizar en los últimos años las ordenaciones bajo el Rito Antiguo siguen la “renovación en la continuidad” que propuso Benedicto XVI.
Padre Stefano María Manelli, fundador de los Franciscanos de la Inmaculada (y discípulo de Padre Pío)
De la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSA), hoy presidida por el cardenal João Braz de
Aviz, dependen las congregaciones de religiosos y monjas que habiendo abandonado sus hábitos en todo o en parte, viven en el laxismo moral y el
relativismo doctrinal sin haber sido llamados al orden por las autoridades competentes en forma alguna. Los Franciscanos de la Inmaculada son hoy una piedra de tropiezo, que explica el deseo de la CIVCSA de “normalizar” y adaptarse a los estándares modernos de vida religiosa. La presencia de una facción de “disidentes” ofreció la oportunidad a la Congregación para intervenir enviando un visitador, Mons. Vito Angelo Todisco, el 5 de Julio de 2012. Partiendo de un cuestionario capcioso que el obispo Todisco envió, en el cual los frailes no pudieron intervenir directamente, la CIVCSA ordenó el 11 de Julio de 2013 establecer un comisariato sobre la Orden por medio de un Decreto a todas luces ilegítimo que incluye una prohibición de celebrar la Misa indultada.
En los próximos días y semanas conoceremos mejor los planes del
Comisario Fidenzio Volpi, pero su línea de acción puede deducirse ya:
aislar al fundador, el Padre [Stefano] Manelli; decapitar a los
superiores fieles a él en el Consejo General; deportar a los hermanos “tradicionalistas” a la periferia; dar las riendas de la Orden a los
disidentes; confiar los noviciados a los padres sobre los cuales no haya
sospecha de simpatizar con los “tradicionalistas”; neutralizar las
publicaciones y escritos de los Franciscanos que tratan particularmente
de materias de “controversia” interna de la Iglesia; en especial: anular
el “maximalismo” Mariano, un “exagerado” rigor en la enseñanza moral
cualquier criticismo, ser sobre todo, respetuosos del Concilio vaticano
II; abrir la Orden al “diálogo ecuménico” con otras religiones; hacer
del Vetus Ordo [Rito Antiguo] meramente un suceso excepcional; en pocas
palabras, la destrucción de la identidad de los Franciscanos de la
Inmaculada, lo que es peor que su remoción.
Si esta es la “Reforma”, entonces lo más deseable es una separación de los dos ánimos que actualmente coexisten en la Orden de los Franciscanos de la
Inmaculada Concepción: De un lado, los hermanos que interpretan el Vaticano II a la luz de la Tradición de la Iglesia y con ese espíritu redescubrieron el Rito romano tradicional en toda su belleza y verdad; y del otro, los que quieren reinterptretar el carisma de la orden a la luz del progresismo conciliar. Lo peor que puede pasar es la confusión y la crisis de identidad. Actualmente, el verdadero garante de la identidad de los Franciscanos de la Inmacula es nadie más ni nadie menos que su fundador, el Padre Stefano Maria Manelli, sobre el cual recae la responsabilidad final de la decissión. El único que puede repetir estas palabras, como históricamente ocurrió una vez: Sint ut sunt aut non sint.
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