Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
En la corrección del Martirologio Romano emprendida bajo Gregorio XIII, fue introducida en el 24 de junio la conmemoración de aquella multitúdo ingens que, al decir de Tácito, fue masacrada por Nerón en odio al nombre Cristiano. Como la matanza de los Inocentes precedió a Jesús, así también se quiso que este cándido coro de toda edad, sexo y condición precediese en cierto modo la fiesta de los dos Príncipes de los Apóstoles, Pedro y Pablo. El historiador pagano, al describir los horrendos suplicios soportados por esta turba en el circo Vaticano, lo hace en forma de dirigir sobre Nerón mismo la culpa del delito por el cual eran acusados los Cristianos, reos: «non tam urbis incéndio quam ódio géneris humáni convícti sunt» [1].
Aquellas teas humanas que iluminaron las nocturnas orgías vaticanas del hijo de Agripina, impresionaron además al Apóstol Pedro, el cual, tratando de la persecución, en su primera Carta (IV, 12) la llama precisamente τῇ ἐν ὑμῖν πυρώσει πρὸς πειρασμὸν, la prueba del fuego. También San Clemente en su epístola a los Corintios (VI, 1) describe con horror los obscenos tormentos de las víctimas, especialmente las mujeres: «propter zelum persecutiónis passæ muliéres Danáidæ et Dircæ… grávia et nefánda supplícia sustinuérunt» [2].
La memoria de aquellos primeros mártires de la Iglesia Romana –la persecución verdaderamente se extiende a todo el imperio, ya que Tácito nos habla de una multitúdo ingens– se conservó siempre viva en el corazón y en la fe de los citadinos, especialmente en el Vaticano donde precisamente se desarrolló el horrible suplicio. En el medioevo, casi toda el área del circo fue ocupada en parte por el flanco izquierdo de la basílica de San Pedro, en parte por una serie de oratorios, de los cuales algunos, como San Andrés en la spina del circo, permanecieron en pie hasta los tiempos de Sixto V.
San Pío V, precisamente por respeto a un suelo consagrado por la sangre de tantos Mártires, prohibió que se tuviesen juegos en el Vaticano; y habiéndole pedido un diplomático cualquier sagrada Reliquia, le entregó sin más un poco de tierra recogida poco antes de la Basílica Vaticana. Creyóse burlado el otro y se lamentó, mas el Santo Pontífice se la mostró entonces milagrosamente tinta en fresca sangre (ver aquí).
San Pío V bendice en la Plaza de San Pedro una reliquia del suelo de Roma antes de ser enviada al rey de Polonia. (Benedetto Luti, c. 1710. Roma, Palacio Barberini, Galería Nacional de Arte)
Cuando en 1626 bajo Urbano VIII se excavaron los cimientos del baldaquín de bronce que ahora recubre el altar de la confesión en San Pedro, se encontraron una cantidad de sepulcros, muchos de los cuales contenían huesos quemados, mezclados con cenizas y carbones. Vino súbitamente el pensamiento de aquellos Mártires cremados por Nerón en el circo Vaticano; y por eso el Papa hizo dejar aquellas Reliquias en el mismo lugar donde fueron encontradas; más, muchos huesos que fueron extraídos de la tierra fueron recogidos en una urna especial, que fue enterrada en cercanía del sepulcro de San Pedro
No lejos de la espina del circo de Nerón, Carlomagno en el siglo VIII fundó un hospicio –Schola– para los peregrinos francos; el cual, luego de muchas transformaciones y peripecias, todavía existe bajo el nombre de «Santa María de la Piedad en el Campo Santo». La tierra del cementerio en la cual los difuntos duermen el sueño de la paz [3], es aquella misma en que fueron plantadas las cruces y las estacas a las cuales Nerón hizo atar sus teas humanas.
Para consagrar así el recuerdo de aquella primera masacre de Cristianos, la Santa Sede que ya había concedido al clero local la celebración de una fiesta litúrgica especial en honor de los Protomártires Romanos, extendió no hace mucho la solemnidad con el grado de Doble de II Clase a toda la iglesia de la Ciudad Eterna. Con todo, la fiesta del 24 de Junio fue trasladada al día precedente a la vigilia de los Príncipes de los Apóstoles, casi para reunir los eventos y acercar la masacre de los discípulos al martirio de los Maestros. Cada año Roma celebra con rito magnífico la memoria gloriosa de sus Protomártires. Luego del ocaso, la sagrada campaña de prelados, eclesiásticos y fieles portando cirios encendidos, sale de la Schola Saxónum y salmodiando desfila toda el área del antiguo circo de Nerón. La hora vespertina, las antorchas encendidas, la sugestión del lugar y de la estación hacen maravillosamente viva a la mente la memoria de aquellas primeras víctimas de la persecución cristiana. Entre tanto la gran campana de San Pedro dobla triunfal, y la luz rojiza de las antorchas encendidas por el clero salmodiante se refleja sobre el obelisco de Calígula que surgía entonces sobre la espina del circo, y hace leer la inscripción tallada por Sixto V en la base del monolito: Christus vincit, Christus regnat, Christus ímperat.
Los textos para los cantos de la misa, separándose de las reglas clásicas del Antifonario Gregoriano, acusan criterios de hecho arbitrarios.
Así, la antífona del Introito deriva de la Epístola de San Pablo a los Romanos, que a su vez se inspira en el salmo 43. Sigue el salmo 45:
Rom., VIII, 36, 37: «Por ti, oh Señor, somos cada día llevados a la muerte, como ovejas al matadero; pero somos superiores a todas estas pruebas, en razón de aquel que nos ha amado». Salm. 45: «Dios es nuestro refugio y fortaleza contra las graves tribulaciones que nos han asaltado».
La colecta es la siguiente: «Oh Señor, que has querido consagrar las primicias de la Fe Romana con la sangre de una inmensa multitud de Mártires; haz que la fortaleza mostrada por ellos durante tan fiero combate refuerce nuestro valor, para que merezcamos poder congratularnos de su triunfo».
La lección es como el 20 de Enero (Hebreos XI, 33 y ss.); solo que se agregan los versos 39-40, con delicada alusión al próximo martirio de los Santos Apóstoles, celebrado en dos días: «Todos estos fueron aceptados por la confesión de su fe; pero ellos aún no han conseguido el premio prometido, porque Dios ha querido proveer mejor también a nosotros, de modo que ellos no sean coronados sin nosotros».
No, oh Pablo; los Protomártires Romanos que tú y Pedro regenerasteis en Cristo, no serán coronados sin vosotros. Ellos os precederán y os esperarán en los solios del cielo, para acompañaros después mañana, el día de vuestro triunfo. Ahora, mientras sus despojos mortales dormirán el sueño de la muerte junto a los vuestros, sus almas gloriosas formarán en el cielo la más brillante corona vuestra.
El responsorio (Salmo XXXIII, 18-19), el verso aleluyático y la lección evangélica (Matth. XXIV, 3-13), son como el 15 de febrero.
Para la antífona ofertorial, en cambio, el redactor moderno tomó la de la Comunión del 12 de Junio para la misa de los mártires Basílides y compañeros. Hubiese sido mejor respetar la tradición gregoriana, y si se quería tomar la antífona también para la fiesta actual, convenía conservar en la pieza musical su primera destinación. La melodía gregoriana de una Commúnio no puede nunca devenir en ofertorio.
«Pósside fílios morte punitórum». Dios posee a los hijos de los Mártires, cuando el reino de su caridad es pleno y entero sobre ellos; de modo que, lo que el fuego ha hecho a los Padres cuando allí han consumado en holocausto el Señor, hace encender en sus sobrinos y descendientes la llama del amor.
La oración sobre la oblación es antigua: «Acoge, oh Señor, la oblación sacra que hoy te ofrecemos en memoria de los suplicios tolerados por tus Mártires. Y como esta les confirió la fortaleza en el incendio de la persecución, infunda también en nosotros constancia frente a las adversidades de la vida».
El fármaco es idéntico contra una idéntica y congénita enfermedad. La divina Eucaristía que ha hecho a los Mártires en los primeros siglos de la Iglesia, hará Cristianos fuertes y dignos de este nombre también en el siglo XX.
La antífona para la Comunión es tomada del Evangelio de hoy (Matt. XXIV, 9, 13): «Os someterán a tribulación, y os matarán, dice el Señor. Seréis odiados de todos por ocasión de mi nombre, mas el que persevere hasta el fin, será salvo».
¿Por qué Jesús preanuncia a sus seguidores estas tribulaciones? Más que para prepararnos el ánimo para mejor sostenerle, ya que cimiento esperado es medio superado, Jesús lo hace para indicarnos que todos los medios y odios de los perseguidores, como no pueden sustraerse al ámbito de su ciencia divina, así no pueden escapar de su Providencia. Los impíos no tienen sobre los buenos sino aquel poder que el mismo Dios les permite, para reafinar la virtud de los Santos, como se hace con el oro en el crisol.
He aquí la oración de agradecimiento: «A cuantos se han nutrido del Pan celestial concede, oh Señor, el espíritu de intrépida fortaleza, en virtud del cual tus gloriosos Mártires, molidos por las fauces de las fieras, devinieron casi un pan blanco ofrecido en sacrificio a Cristo». El pensamiento es del mártir Ignacio de Antioquía, el cual precisamente se parangonaba al trigo del Señor, que debía ser molido por los dientes de los leones.
En honor de los Protomártires del circo Neroniano, referimos el bello epígrafe damasiano de los grandes labores de desecamiento realizados por aquel pontífice en el Cementerio Vaticano:
LATÍN
CINGÉBANT – LÁTICES – MONTES – TENÉROQUE – MEÁTU – CÓRPORA – MULTÓRUM – CÍNERES – ATQUE – OSSA – RIGÁBANT – NON – TULIT – HOC – DÁMASUS – COMMÚNI – LEGE – SEPÚLTOS – POST – RÉQUIEM – TRISTES – ÍTERVM – PERSÓLVERE – PŒNAS – PROTÍNVS – AGGRÉSSUS – MAGNUM – SUPERÁRE – LABÓREM – ÁGGERIS – IMMÉNSI – DEJÉCIT – CÚLMINA – MONTIS – ÍNTIMA – SOLLÍCITE – SCRUTÁTUS – VÍSCERA – TERRÆ – SICCÁVIT – TOTUM – QUÍDQUID – MADEFÉCERAT – HUMOR – INVÉNIT – FONTEM – PRÆBET – QUI – DONA – SALÚTIS – HÆC – CURÁVIT – MERCÚRIUS – LEVÍTA – FIDÉLIS.
TRADUCCIÓN
Las aguas corrían a lo largo de la colina y las infiltraciones bañaban los cuerpos, las cenizas y los huesos de los difuntos. Sin embargo Dámaso no quiso permitir más que aquellos los cuales, bajo la ley común, yacían en el sepulcro, en su mismo lugar de muerte fuesen nuevamente expuestos a sufrir ultrajes. Encendióse por tanto una difícil empresa, cual era la de explanar la alta colina. Con este trabajo, se lograron dos intentos: escrutando las íntimas entrañas del monte, libró toda aquella zona de la alta humedad, y encontró una fuente de agua que (conducida al bautisterio) nos concede las gracias de la salvación eterna. El fiel levita (diácono) Mercurio se encargó de estas mejoras.
Cardenal ALFREDO ILDEFONSO SCHUSTER O.S.B., Liber Sacramentórum. Notas históricas y litúrgicas sobre el Misal Romano. Vol. VII. Los Santos en el Misterio de la Redención (Las fiestas de los Santos desde la Cuaresma hasta la Octava de los Príncipes de los Apóstoles), Turín-Roma, 1930, págs. 285-289.
NOTAS
[1] “Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse [del reato del incendio], dio por culpados de él, y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido justiciado por orden de Poncio Pilato, procurador, de la Judea; y aunque por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, pero también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes. Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta religión, y después, por indicios de aquéllos, una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por haberles convencido de general aborrecimiento al género humano. Añadióse a la justicia que se hizo de éstos, la burla y escarnio con que se les daba la muerte. A unos vestían de pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros ponían en cruces; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a los que, en faltando el día, pegaban fuego, para que ardiendo con ellos sirviesen de alumbrar en las tinieblas de la noche. Había Nerón diputado para este espectáculo sus huertos, y él celebraba las fiestas circenses; y allí, en hábito de cochero, se mezclaba unas veces con el vulgo a mirar el regocijo, otras se ponía a guiar su coche, como acostumbraba. Y así, aunque culpables éstos y merecedores del último suplicio, movían con todo eso a compasión y lástima grande, como personas a quien se quitaba tan miserablemente la vida, no por provecho público, sino para satisfacer a la crueldad de uno solo.” (Tacito, Anales, XV, 44).
[2] “Por la envidia fueron perseguidas, como las Danaides y como Dirce, aquellas mujeres… y padecieron atroces y nefandos suplicios”. Ver también Giuliano Zoroddu, Sulle orme della Guarducci alla scoperta della data del martirio di san Pietro (Sobre las huellas de Guarducci en el descubrimiento de la fecha del martirio de San Pedro). Radio Spada, 13 de octubre de 2018.
[3] El Autor reevoca con placer estas sacras memorias del circo Neroniano, porque dentro de aquel santo Cementerio esperan la última resurrección los huesos de sus amados padres.
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