domingo, 29 de septiembre de 2024

BIENAVENTURADO LORENZO RUIZ DE MANILA Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES


En el siglo XVII en la ciudad de Nagasaki, Japón, dieciséis mártires derramaron su sangre por Cristo. Era un grupo formado por misioneros dominicos provenientes de Europa y de Asia, que en diferentes años y circunstancias, predicaron la fe cristiana en las Islas Filipinas, Formosa y en el Japón. En una forma maravillosa manifestaron la universalidad de la fe cristiana y con el ejemplo de su vida y de su muerte esparcieron la semilla para los futuros trabajos misionales de la Iglesia. Entre ellos estaba Lorenzo Ruiz.
   
El Venerable Lorenzo Ruiz (en chino  李樂倫, Lǐ Yuèlún), es el primer mártir filipino. Lorenzo tiene mucho que enseñarnos en estos tiempos de prueba. Nació en Manila, alrededor de 1600, su padre era chino y su madre tagala. Trabajó como escriba en la parroquia dominica de Bindono, y fue miembro de la Cofradía del Santo Rosario. Se casó con Rosario, una tagala, y tuvieron tres hijos. Fue acusado injustamente del asesinato de un español, y el 10 de junio de 1636 huyó de las Islas Filipinas con la ayuda de los padres dominicos, que creyeron en su inocencia.
   
El barco fue al Japón donde Lorenzo y sus compañeros Antonio González de León y Miguel de Aozaraza (españoles), Guillermo Courtett (francés; en religión Tomás de Santo Domingo), Vicente Luis de la Cruz Shiwozuka y Lázaro de Kioto (japoneses; el primero era sacerdote, y el último había sido desterrado por leproso), predicaron la fe en Nagasaki. Hacía 40 años, el 5 de febrero de 1597, veintiséis cristianos, incluyendo a San Felipe de Jesús, fueron colgados en cruces sobre una colina en las afueras de Nagasaki. Otra vez en 1637 hubo una persecución contra los cristianos y ellos fueron arrestados.
   
Lorenzo y sus compañeros sufrieron torturas increíbles, por ejemplo metieron agujas bajo las uñas. Colgado de los pies en una fosa en un tormento llamado tsurushi (釣殺し, en español horca y hoya), el gobernador le ofreció la libertad si él renunciara su fe. Le respondió: “Soy cristiano y me quedo cristiano aun hasta el punto de morir. Ofrezco mi vida solamente a Dios. Aun si tuviera mil vidas, las ofrecería a Él. Por eso vine al Japón, para dejar mi tierra nativa como cristiano y morir aquí como cristiano, ofreciendo mi vida únicamente a Dios”. Ego Cathólicus sum, et ánimo prompto parátoque pro Deo mortem obíbo. Si mille vitas habérem, cunctas ei ófferrem.
   
Después de varios días de tortura, Lorenzo falleció el 29 de septiembre de 1637. 

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