viernes, 13 de septiembre de 2024

LA CASULLA DE MARIPOSA MONARCA


Durante el funeral de Eric Louis Weimert Geissler (fallecido el pasado 20 de Mayo de 2024 a los 49 años de edad por un cáncer de páncreas) el 24 de Mayo, el presbítero Michael “Mike” Sullivan (“instalado” en Enero de 1981 con el rito montini-bugniniano para la diócesis de Crookston, Minesota) párroco de la comunidad católica San José Obrero en Maple Grove (Minesota), tuvo la “gran idea” de usar una casulla blanca con una gran mariposa monarca pintada en ella, en vez de una casulla negra como se usa en los funerales católicos.
   

En varias culturas, las mariposas son consideradas símbolo de la resurrección. A modo de ejemplo, en la mitología griega, Psique es representada como una joven con alas de mariposa (de hecho, la palabra Ψυχή significa tanto “alma” como “mariposa” –aunque en griego mariposa se dice πεταλούδα, petaloúda–); y en el mejicano “Dia de los muertos”, se cree que las almas de los muertos regresan a visitar a sus parientes en forma de mariposas (que estaban asociadas de Mictecacíhuatl, la diosa azteca de la muerte). Como se ve, NADA QUE VER CON EL CATOLICISMO.
  
Pero este es el menor de los problemas, comparado con la homilía o “mosaico de la vida”, las supuestas características que nos hacen ser lo que somos (como la genérica tarjeta de funeral), que hizo Mike. Luego incurrió en la herejía de la preexistencia del alma, la cual afirma que la persona –o al menos su alma– existe con Dios antes de ser infundida al cuerpo durante su concepción:
«Dios es quien nos ha preguntado: “¿Bajarás a la tierra y serás hijo de esta mamá y este papá en particular?”.
   
… Los bebés se emocionan en el cielo por poder bajar y ser parte de esta mamá y este papá. Este niño no sabe todo lo que va a pasar con esa mamá y ese papá, ellos simplemente están allí. Pero sí saben, creo, que es su trabajo como bebés enseñarles a las mamás y a los papás acerca del amor incondicional».
Decía el filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila con justa razón:
«La algarabía desatada en el segundo concilio Vaticano ha mostrado la utilidad higiénica del Santo Oficio. Asistiendo a la “libre expresión del pensamiento católico”, hemos visto que la intolerancia de la vieja Roma Pontificia fue menos un “limes” imperial contra la herejía que contra la ramplonería y la sandez» (Escolios a un texto implícito I, 400 e).
Porque no solo se está frente a la herejía expuesta por Orígenes Adamancio, sino ante varias sandeces:
  • Si hay bebés en el Cielo, entonces tienen un cuerpo humano, y por ende fueron concebidos por sus padres. Y sus padres (a quienes pretenden enseñarles el “amor incondicional”), también fueron bebés, que fueron concebidos antes para enseñarles a sus antecesores ese “amor incondicional”… Y así.
  • En segunda instancia (y esto es de gravísima importancia), estando con Dios, Sumo bien (y la Visión Beatífica de Dios es la mayor recompensa de los bienaventurados en la Gloria), ¿para qué querrían dejarlo bajando a la Tierra para tener una existencia terrenal, arriesgándose en el proceso a perder sus almas e ir a parar al Infierno (donde el mayor castigo es la privación eterna de la Visión Beatífica)?
La doctrina de la preexistencia del alma (que entronca con el innatismo platónico, y resurgió con la doctrina mormona de la vida pre-terrena) contradice Génesis II, 7 (versión de Mons. Félix Torres Amat): 
«Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma racional».
Y ha sido condenada bajo anatema en el Sínodo Endemousa de Constantinopla del año 543:
«Can. 1. Si quis dicit aut sentit, præexsístere hóminum ánimas, utpóte quæ ántea mentes fúerint et sanctæ virtútes, satietátemque cœpísse divínæ contemplatiónis, et in detérius convérsas esse, átque idcírco refríxisse a Dei caritáte, et inde psuchas græce, id est, ánimas esse nuncupátas, demíssasque esse in córpora supplícii cáusa: anathéma sit [Si alguno dice o siente que las almas de los hombres preexisten, como que antes fueron inteligentes y santas potencias; que se hartaron de la divina contemplación y se volvieron en peor y que por ello se enfriaron en el amor de Dios, de donde les viene el nombre griego de frías (ψυχῆς), esto es, almas, y que por castigo fueron arrojadas a los cuerpos, sea anatema]».
Espera, ¡hay más! Sigue Sullivan exaltando al señor Weimert:
«…él ya fue hecho perfecto a los ojos de Dios en su nacimiento, en su bautismo, ahora en su muerte porque siempre ha sido perfecto a los ojos de Dios. Él cree firme y firmemente que ahora es bienvenido a la mesa del banquete celestial de Dios».
Decir que el presbítero Sullivan ha hecho una “canonización instantánea” de este caballero es poca cosa. ¡LE ESTÁ ROBANDO A LA VIRGEN SANTÍSIMA! Porque como definió dogmáticamente el Papa Pío IX en su constitución “Ineffábilis Deus”, la Virgen María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Concepción, en previsión de la Pasión y Muerte de su Hijo. Ninguna otra entre las criaturas de Dios tiene ese privilegio (que San Juan Bautista fue presantificado en el vientre de su madre durante la Visitación, eso ya es otra cosa mucho muy distinta).

Pero ello es consecuencia del naturalismo (todos los hombres nacen buenos) y universalismo (todos se salvan), que niegan el pecado original y sus consecuencias. Si se profesa y predica el naturalismo y el universalismo, entonces la creencia que Cristo es el Redentor y es necesario pertenecer y perseverar en la Iglesia Católica para poderse salvar no es más que una maldita mentira y pérdida de tiempo. Entonces, sobra el mandato «Sed santos, porque Yo, Yahveh Dios vuestro, soy santo. […] Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole cuanto podáis» (Levítico XIX, 2; San Mateo V, 48) el cual para lograrlo se requiere la gracia santificante, que ocurre con las virtudes infusas de la Fe, Esperanza y Caridad, además de la oración, la mortificación, la recepción digna de los sacramentos y las obras de misericordia.
   
Para más inri, no había ataúd ni catafalco, sino una urna. Sí, Eric Weimert fue cremado. Desde 1963, la Iglesia Conciliar acepta la cremación (de hecho, fue el primer decreto de Pablo VI Montini, promulgado el 5 de Julio de 1963 a instancia de los masones a cambio de no sacarlo del closet –aunque igual lo sacaron por cuenta de Humánæ vitæ–; y seis años después se le otorgó ritual de exequias), y en muchos lugares es la norma. Solo había una urna en un servicio novusordita de la resurrección (versión disposición final de cenizas), donde lejos de oírse el católico Dies iræ, se oía un sensiblero “Be Not Afraid” del modernista John Michael Talbot (en los funerales hispanos, habrían cantos protestantes como “Más allá del Sol” de Manuel Bonilla, o “Yo te extrañaré” de Tercer Cielo –aun cuando los protestantes rechazan esta canción por ser antibíblica–).
    
La elección de Sullivan de ESA casulla es sintomática de su apostasía enseñada desde el Vaticano II, predicada por él y sufrida por muchas almas que creen estar en la Iglesia Católica sin serlo realmente. O murieron creyendo tal, como fue el caso del difunto Eric Louis Weimert Geissler.
   
   
No es de extrañar tampoco este hecho, habida cuenta de a qué jurisdicción pertenece la comunidad católica San José Obrero en Maple Grove (Minesota): la Archidiócesis de San Pablo-Mineápolis, dirigida por el arzobispón Michael Anthony Hebda Clark. La misma archidiócesis donde se vio un espectáculo de marionetas, máscaras de animales (incluido el ídolo Moloc) y simbología de pedófilos el Domingo de Ramos de 2021, y donde su arzobispón invitó a unos ministros protestantes a una procesión con el que creen es el “Santísimo Sacramento” durante la inauguración de la Asamblea Sinodal Archidiocesana de 2023 (y cabe reseñar que esa vez, la obispona luterana tenía mejores ornamentos que el presbítero Sullivan).

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