Mons. Andrés Salvador María del Carmen Montes de Oca y Montes de Oca había sido nombrado obispo de Valencia (edo. Carabobo, Venezuela) en Junio de 1927 tras la repentina muerte en Enero del primer obispo, Francisco Antonio Granadillo Ojeda. Tenía 32 años y había sido ordenado sacerdote apenas cinco años antes.
Como obispo era conocido por defender la doctrina católica, lo que no debería sorprender a nadie ya que era un obispo católico y siguiendo el ejemplo de su antecesor. Su propio lema episcopal era «Opórtet Illum regnáre» (Conviene que Cristo reine).
El 4 de Octubre de 1929, su defensa del matrimonio y su oposición al divorcio (se negó a bendecir la boda del presidente del estado Carabobo CR. Hugo Fonseca Rivas con Maria Horosia del Socorro Viso Llamozas –matrimonio al que algunos parientes se oponían porque el coronel Fonseca era divorciado de Filomena Fernández Rodríguez–) provocaron que el presidente encargado Juan Bautista Pérez, títere que fue del dictador Juan Vicente Gómez Chacón (a quien Mons. Montes de Oca se opuso, en contraste con el arzobispo de Caracas Felipe Rincón González, que le tenía gran amistad –por lo que al morir Gómez en 1935, fue criticado luego que se revelara su correspondencia y posteriormente destituido por el Vaticano en 1940–) lo expulsara de Venezuela la semana siguiente por "incitación a la rebelión". Hoy, bajo un Francisco Bergoglio amigo de Nicolás Maduro, se enfrentaría a un destino similar.
Desterrado y sin sus pertenencias, Mons. Montes de Oca se vio obligado a vivir en Puerto España (Trinidad y Tobago), desde finales de 1929 hasta finales de 1931, siendo acogido por el obispo local y los padres dominicos. Allí fue encargado de la atención pastoral de la comunidad hispanohablante. La oposición pública a su exilio ejerció una gran presión sobre el régimen gomecista, que le permitió regresar en 1931 tras remover del poder a Pérez.
Tres años más tarde, en marzo de 1934, el obispo Montes de Oca viajó a Roma para la visita ad límina, donde contrajo una peritonitis tras un ataque agudo de apendicitis.
Estas complicaciones de salud y las calumnias de sus enemigos motivaron su deseo de renunciar a su sede, pues deseaba ingresar en la vida religiosa. Ingresó en los Padres del Santísimo Sacramento en el monasterio de San Benito de Trento. Pero en 1943, ingresó en la Cartuja de Farneta (Lucca), y se hizo novicio con el nombre de Dom Bernardo Salvador.
En la madrugada del 1 al 2 de Septiembre de 1944, tropas de la 16.ª División blindada de Granaderos de las SS aparecieron en la puerta de la Cartuja y dijeron que habían venido con regalos para los cartujos.
Pero entonces, irrumpieron en el monasterio para detener a 32 partisanos y judíos que estaban refugiados allí. Algunos consiguieron escapar, pero los monjes no huyeron. Seis monjes y seis hermanos laicos, entre ellos Dom Bernardo, fueron detenidos, torturados y ejecutados por un pelotón de fusilamiento. Él y el suizo Dom Martín Binz Emmenegger, prior de la cartuja, fueron los primeros en ser ejecutados el 7 de Septiembre.
El 10 de septiembre de 1944 (hace 80 años), los otros monjes (los italianos Dom Gabriel María –en el siglo Antonio Alberto Luigi– Costa Dosi, Michele Nota Bruno, Giorgio Maritano y Bruno –en el siglo Alessandro– D’Amico; los suizos Dom Pío María –en el siglo Frank Johann– Egger y Dom Adrián Clerc, los españoles Dom Benito María –en el siglo Pedro Pablo– Lapuente Salinas y Rafael –en el siglo Ángel– Cantero Gan; el alemán Alberto –en el siglo Emilio– Rosbach, y el francés Adriano –en el siglo Henri Joseph Marie– Compagnon; Dom Pío María era el maestro de novicios, Dom Antonio el procurador y Dom Benito María el sacristán; Nota, Maritano, Rosbach, D’Amico y Cantero –que sobrevivió a la Guerra Civil Española– eran hermanos legos) fueron ametrallados hasta la muerte en Monte Magno di Camaiore, cerca de Lucca. Dom Bernardo tenía 48 años.
Sus restos, después de haber sido quemados con gasolina, fueron arrojados a una fosa común con los otros monjes asesinados. En 1947 un equipo de médicos dirigido por el Dr. Andrea Mariotti y el padre cartujo sobreviviente Dom Antonio Pallazzi los encontró, reconociéndolo por las cartas dentales y un breviario que llevaba consigo. Ahora están enterrados en su antigua catedral, bajo el altar mayor.
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