viernes, 27 de diciembre de 2024

LA HUMILDAD (Prédica 1)

Sermón predicado por el Ilmo. Sr. Obispo D. Fernando Altamira, Superior de la Sociedad de Santa María, el día de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo (25 de Diciembre de 2024).
   
   
NACIMIENTO DE DIOS NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
La Humildad (Prédica 1)
   
TODO EN MARÍA y POR MARÍA. Y por las BENDITAS ALMAS del PURGATORIO
  
Queridos hijos:
Otra vez, por un nuevo año más, tenemos la alegría y el honor de poder estar festejando el “Nacimiento de Dios Nuestro Señor Jesucristo”, el nacimiento de Dios en la tierra, y hacerlo con el homenaje más digno de todos: la Santa Misa de Navidad, el Santo Sacrificio de la Misa.
  
Esta prédica será hecha, con su gracia, para recalcar, en Él, algo que queremos pedirle, y que nuestro pedido tenga más fuerza por ser el día de la Santa Navidad: Para Navidad queremos pedir la virtud tan preciosa y tan importante de la Humildad, sí, la virtud de la Humildad.
  
Demos unos conceptos: Es la virtud que nos inclina a tratarnos como merecemos; está relacionada con la templanza: ella pone en su lugar y modera la inclinación desordenada de la complacencia en uno mismo (la auto-complacencia), el tenerse por una gran cosa (cuando en realidad somos nada). La Humildad es la virtud que nos pone en nuestro lugar, que nos da el perfecto conocimiento de nosotros mismos, de nuestra miseria, de nuestros pecados e imperfecciones, de la nada que somos, y para que procuremos en nosotros un cierto ocultamiento, no el mostrarnos, no el querer relucir; San Bernardo agrega que la Humildad, con ese perfecto conocimiento de nosotros mismos, hace que nos despreciemos, que conozcamos de verdad nuestra vileza.
  
[ 1 ] Hagamos notar esta virtud y cualidad, la Humildad, en Dios Nuestro Señor Jesucristo.
  
Como nuestras vidas se debe a Él, se deben a Dios, al Niño Dios que ha nacido, y en ese deseo que tenemos (y siempre debemos tener) de ir mejorando como hijos de Dios, como católicos, para avanzar en las obras buenas, para corregir pecados y defectos: La insistencia de hoy abarcará entonces uno de los rasgos más patentes y más importantes que muestra, Dios, naciendo aquí en la tierra, en carne mortal, en un Pesebre, en nuestra naturaleza humana que asume; y ese rasgo que se nos muestra tan patente en Dios Nuestro Señor Jesucristo es lo que dijimos: LA HUMILDAD.
  • Humildad que Dios Jesucristo, el todopoderoso, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se haya querido hacer hombre, asumiendo una naturaleza creada, finita, limitada, pasible, mortal; y que ello lo haya hecho por amor a nosotros (que tanto dejamos que desear), que Él lo haya hecho para hacer la Redención, de los pecadores, de los ingratos, y así entregarse “El Inocente” por los culpables, la famosa justicia vicaria (paréntesis: justicia vicaria que hace alergia a la falsa Iglesia Moderna del Concilio).
  • Humildad que Dios Jesucristo Omnipotente, haya querido utilizar el concurso de un ser humano para su Encarnación, aunque Ella era, y es, la creatura más santa, más sublime y más hermosa de todo lo creado: La Santísima Virgen María, Madre de Dios.
  • Humildad que Jesucristo Omnipotente, haya querido ser un bebé, sujeto a todas las limitaciones y necesidades de un bebé: ¡Esto es una humildad enorme!
  • Dios debía ser amamantado por su Madre Santa, y Jesucristo Dios da de comer a todos los seres vivos del orbe y sostiene el Universo. Dios debía ser cambiado en sus pañales como todo bebe: IN-CRE-Í-BLE: Dios sujeto a eso, como todo bebé, como todo ser humano: Debería caérsenos la cara de vergüenza al ver LO HUMILDE QUE ES DIOS, y lo soberbio que somos nosotros.
  • Humildad de Jesucristo Dios Omnipotente, que siendo el dueño y creador del Universo, ni siquiera haya dispuesto nacer en una casa o en un hospital, sino que el Creador nace en un lugar para animales, en un Pesebre, ninguno de nosotros (que somos nada) ha nacido en un lugar para animales, y Dios sí.
  • Humildad de Dios Jesucristo, que viene al mundo, que ocurre en el mundo el evento más importante, después de su Sacrificio en la Cruz, nacer en la tierra el Creador, “y el mundo dormía, y nadie sabía”: Dios naciendo en la tierra, y nadie sabía.
Serían interminables los actos de humildad para enumerar en Dios Nuestro Señor Jesucristo, pero sólo terminamos saltando en el tiempo 33 años y recalcamos, no ya del nacimiento, pero el acto más importante de todos: Su Sacrificio de la Cruz, la Redención y la Propiciación de nosotros los pecadores.
  
[ 2 ] Y como hay tanta humildad en Dios, y tanta soberbia en nosotros, queríamos transmitirles del libro de la Humildad que editamos, algunos conceptos de su autor, jesuita grande, jesuita verdadero: El Padre Alonso Rodríguez de Valladolid († 1616). Y lo hacemos pidiendo al Niño Dios, desde su cuna en el Pesebre, que nos alcance, como una gracia especial de esta Navidad y durante todo el 2025 y el resto de nuestras vidasel ser humildes, el crecer siempre en la Humildad. Veamos, entonces como un segundo punto, algunas enseñanzas sobre la Humildad:
  
El Padre Alonso Rodríguez pone, como título de su Capítulo XXXIX, algo que ya “de primeras” es una enseñanza: Cuánto importa acogernos a la Humildad para suplir con ella lo que nos falta de virtud y de santidad (él usa la palabra perfección: que en los temas espirituales significa santidad). Y agrega en el mismo título: Y cuánto importa acogernos a la Humildad para que Dios no nos castigue, ni nos humille; este segundo punto —importantísimo— es muy ignorado por nosotros los católicos, y debemos ver —ojalá con las enseñanzas que siguen— la profundidad y la gravedad de lo que acabamos de decir: Dios castiga al que no es humilde. Veamos:
  • San Bernardo dice que es muy necio el que no confía sino en la Humildad, pues todos hemos pecado y ofendido a Dios en muchas cosas, y así sólo tenemos derecho a ser castigados por Él. En nuestro juicio particular no podemos, o no podremos, responder a uno solo de los mil cargos en nuestra contra, pues entonces qué nos resta y qué otro remedio nos queda sino acogernos a la Humildad, y suplir con ella todo lo que nos falta ante Dios. Lo que nos falta de buena conciencia, suplidlo con Humildad; lo que nos falta de fervor, suplidlo con la Humildad y con una Confesión pura de nuestros pecados.
  • Consideremos cuán poco nos pide Nuestro Señor y con cuán poco se contenta, pues nos pide, en concordancia con lo que realmente somos, que nos conozcamos a nosotros mismos y nos humillemos, que seamos humildes, pues tenemos harta materia para esto en lo que somos y cargamos dentro: “Dentro de vosotros, tenéis vuestra humillación” (Miqueas 6,14). Tal vez otras cosas no podamos, ¿pero puede uno excusarse que no tiene salud ni fuerzas ni talento para ser humilde? Suplamos con humillación y humildad lo que nos falta de santidad, y Dios se moverá a misericordia sobre nosotros [1].
Humillémonos nosotros mismos, antes de que nos humille Dios, que es cosa que Él suele hacer muy comúnmente con los soberbios, si queréis que Dios no os humille, humillaos vosotros mismos.
  • SAN GREGORIO dice: ¿Sabéis cuánto aborrece Dios la soberbia?, Él en primer lugar, por la soberbia que cargáis, permite que caigáis en pecados veniales y en muchas faltas pequeñas, para enseñarnos con esto que ni de los pecados y tentaciones pequeñas podemos guardarnos, sino que cada día tropezamos en ellos (ni pensar entonces cómo haremos con los pecados graves). Estemos así ciertos de que no tenemos fuerzas para evitar cosas mayores, por eso no nos ensoberbezcamos ni nos atribuyamos grandes cosas, sino que siempre andemos con humildad y temor [2].
  • SAN AGUSTÍN y SAN JERÓNIMO dicen que: Para domar la soberbia de los hombres y humillarlos, Dios creó animalejos o insectos y gusanos viles o parásitos que padecemos, y a los mismos egipcios soberbios Dios los humilló no con grandes animales sino con moscas, mosquitos o zancudos y ranas. Por eso, para que andemos humildes Dios o permite que seamos molestados por esos insectos o gusanos tan pequeños.
Pero atención con lo que sigue en la enseñanza de estos dos santos:
Para que andemos humildes, nuevamente, Dios permite que caigamos en pecados veniales (ojo Él nos deje solos y caigamos en los mortales) Él permite que nos hagan guerra tentaciones (y qué sería si nos viniera una gran tentación). Por eso es que tenemos que sacar de estas cosas más humildad, el ser más humildes, y sería gran fruto que de estas cosas pudiéramos sacar ese fruto [3].
MAYOR ATENCIÓN AUN a lo que sigue en la enseñanza del Padre Rodríguez:
Pero si las anteriores cosas pequeñas no bastan para que seáis humildes, entended bien: Dios pasará adelante, y muy a costa vuestra, como Él lo suele hacer. Pues como Él aborrece tanto la soberbia, si no escarmentáis con lo pequeño, dicen los santos que por justo y secretísimo juicio de Él, Dios permite que uno caiga en pecados mortales para que se humille y sea humilde, e inclusive no en cualquier tipo de pecados mortales sino en los pecados carnales, que son más afrentosos y feos.
  
Dicen los santos: La soberbia secreta se castiga con manifiesta o notoria lujuria, peor así, porque otros sabrán y conocerán la lujuria en que caeréis. Y ponen el ejemplo dado por San Pablo (Romanos 1,24ss) de esos filósofos que, por soberbios, los entregó Dios a pecados nefandos y feísimos:
25 tradúntur in própria desidéria: se entregaron a sus propios deseos, 26 trádidit Deus illos in passiónes ignomíniæ: Dios los entregó a pasiones de ignominia. Nam fœ́minæ eórum immutavérunt naturálem usum in eum usum qui est contra natúram: Pues sus mujeres cambiaron el uso natural por aquel uso que es contra naturaleza (eso es la peor denigración de la mujer). 27 Simíliter áutem et másculi, relícto naturáli usu fœ́minæ: Igualmente los hombres, abandonado el uso natural de la mujer... másculi in másculos turpitúdinem operántes: hombres con hombres haciendo cosas impuras-infames (la homosexualidad de la época y ni hablemos hoy; miren los castigos que vale y produce el ser soberbio: caer en ese horror)”; 
lo anterior fue la traducción de la Vulgata en latín, y este mismo pasaje en la traducción de Mons. Straubinger desde el griego dice así:
24 Por lo cual (por la soberbia) los entregó Dios a la inmundicia en las concupiscencias de su corazón, de modo que entre ellos afrentasen sus propios cuerpos... 26 Por eso los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. 27 E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la paga merecida de sus extravíos. ...28 Dios los entregó a una mente depravada para hacer lo indebido...
Sigue diciendo ahora el Padre Rodríguez: pecados nefandos que Dios permitió por su soberbia y para que quedasen humillados, viéndose hechos bestias... ¿quién no temblará de este castigo tan grande, que ninguno hay ya mayor sino el Infierno? [4].
   
SAN GREGORIO pregunta, a propósito del pecado de David, por qué Dios, a los que Él ha escogido y predestinado para la vida eterna, y encumbrado con grandes dones suyos, permite algunas veces caer en pecados, y en pecados carnales y feos, y responde que:
La razón de esto es, porque algunas veces los que han recibido grandes dones caen en la soberbia, la cual a veces tienen tan entrañada dentro de sus corazones que ni ellos mismos lo entienden ni perciben, sino que estando con agrado de sí mismos y confiados en sí mismos, piensan que lo están de Dios.
  
Como le aconteció al Apóstol San Pedro, pues a él no le parecía que fuese soberbia las palabras que dijo “aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré de ti”, sino que él pensaba que eso era gran fortaleza de ánimo y grande amor a su Maestro.
  
Pues bien, para curar tales soberbias, tan secretas y disfrazadas, en las cuales uno ya está caído y no lo conoce, permite Dios que esas almas caigan en tales pecados exteriores y manifiestos y feos y deshonestos, porque esos pecados se conocen mejor y se ven más, y así esas almas vienen a ver que tenían también otro mal, el cual era secreta soberbia y que no la veían, y si no la solucionaban tal vez se hubieran condenado, y con una caída de esas manifiestas o pecados abiertos y públicos, se humillan ante Dios, y hacen penitencia de una y otra cosa, y logran el remedio para ambos males. Como San Pedro, que por esa caída exterior y manifiesta vino a conocer la soberbia oculta que tenía y a hacer penitencia y llorar por ambos pecados, y por eso le fue provechosa dicha caída o traición a Cristo.
  
Y lo mismo ocurrió con David, el cual dice: Señor, caro me costó, y lo confieso, pero bueno ha sido para mi el ser humillado (y lo fue públicamente ante todo el pueblo judío), para que yo aprenda cómo os tengo que servir de aquí en adelante, y que igualmente aprenda que tengo que desconfiar de mí; Ps. 118,71 “bonum mihi, quía humiliásti me, ut discam justificatiónes tuas”.
  
Por eso, Dios para sanar algunas almas altivas, las deja caer en culpas graves y exteriores, para que se conozcan y se humillen, y con el abatimiento de fuera, se curen de lo malo que tenían dentro.
La última enseñanza de hoy del Padre Rodríguez:
Oyendo estas cosas, tendríamos que tener temor, éstos son los grandes castigos de Dios, pero hay que saber que Dios no usa de estos castigos tan rigurosos, sino después de haber usado de otros medios más fáciles y suaves, después de haber usado medicinas y remedios más blandos para que tengamos humildad; a veces usa de enfermedades, otras de contradicciones y murmuraciones que debemos padecer, otras de la deshonra, y que a uno le bajen el copete, o pérdidas en sus bienes.
   
Y cuando lo anterior no basta, pasa a cosas espirituales, primero suaves y pequeñas, después permitiendo tentaciones fuertes y graves, y permite que tales tentaciones nos pongan pendiente de un hilo, y el riesgo grande de caer en pecados graves, y que uno vea que esas tentaciones no las puede vencer por sí mismo, y que entienda su flaqueza y la necesidad de que Dios le ayude, y desconfiando en sí venga a la Humildad.
  
Y cuando lo anterior tampoco basta, viene el castigo de ser dejado solo y caer en pecado mortal, vencido por la tentación.
  
Castigadme, Señor, con castigo de padre; curad mi soberbia con trabajos, enfermedades, deshonras y afrentas, y con cuantas humillaciones fuéredes servido, y no permitáis que yo caiga en pecado mortal.
   
[ 3 ] El punto tres: Palabras Finales:
  • -Queridos hijos (y esto vale para todos nosotros, nos incluimos): Con todas estas cosas esperemos se verá bien claramente cuánto importa el ser humildes.
  • -Quiera el Niño Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, darnos esta gracia tan hermosa de tener la Humildad, gracia pedida hoy en el día de su Nacimiento, Navidad, Él que desde su Concepción no ha hecho más que mostrarnos ejemplos de Humildad, frente a toda esta soberbia insoportable que cargamos; ojalá nos dé esa gracia de la Humildad.
Con el favor del Niño Dios, continuaremos enseñándoles estos temas en la siguiente prédica.
  
AVE MARÍA PURÍSIMA.
  
NOTAS
[1] Si uno es pobre, por lo menos sea humilde, porque ser pobre y soberbio ofende mucho a Dios; en Eclesiástico 25 se nos enseña que de tres cosas abomina Dios y la primera es ser pobre y soberbio.
[2] La nota 5 de San Gregorio sobre este tema es muy interesante, páginas 221 y 222 de nuestra edición: Plérumque Omnípotens Dóminus rectórum mentes quámvis majóri ex parte pérficit, imperféctas tamen in alíquibus esse pérmittit; ut licet miris virtútibus rútilent, imperfectiónes suæ tǽdio tabéscant; et de magnis se non extóllant, dum adhuc contra mínima inniténtes, laberéntur. Dénique cum extréma víncere non váleant, de præcípuis áctibus supérbire non áudeant.
[3] También en nuestra vida, cosas de poca monta nos dejan con inquietud y desasosiego para ser humillados y humildes, una palabrita que nos dijeron o el modo como nos la dijeron, o porque no hicieron caso, o un mosquito que nos molesta o inquieta en nuestra nada y pobre condición de seres mortales e imperfectos, ¿qué sería entonces si Dios soltara un tigre o un león cuando un mosquito así nos conturba y seguimos siendo soberbios?; ¿y qué sería si se nos viniera una gran tentación?
[4] Cuando Dios nos hace misericordia, unas veces es la pequeña misericordia que nos socorre las necesidades o miserias temporales, y cuando nos hace la gran misericordia socorre las grandes miserias que son las espirituales, las del alma. El Rey David cuando se sintió desamparado de Dios por el adulterio y homicidio que cometió, pidió a voces a Dios ayuda según su gran misericordia: (Ps 50,3) Misérere mei Deus secúndum magnam misericórdiam tuam. -De igual manera se habla de una ira pequeña de Dios y de una ira magna. La ira pequeña se da cuando Él castiga aquí en la tierra y en lo temporal, con adversidades, con pérdida de bienes materiales, de honra, pérdida de salud, y otras cosas semejantes que tocan sólo al cuerpo. La ira grande o magna llega en su castigo al interior del alma, como cuando dice Jeremías “el cuchillo llegó hasta el corazón, pervénit gládius úsque ad ánimam, hasta el alma (Jeremías 4,10); Zacarías dice de Dios: Yo me airaré con ira grande contra las gentes soberbias (Zacarías 1, ¿45? o creo que es ¿15?). Cuando Dios desampara a uno y le deja caer en pecados mortales, es ira grande, heridas no de Padre, sino de justo y riguroso Juez. Proverbios 22,14: Hoyo muy profundo es la mala mujer, y aquel con quien Dios estuviere airado caerá en él: Fóvea profúnda os aliénæ, cui irátus est Dóminus, íncidet in eam. -“Es tan mala cosa la soberbia y aborrécela Dios tanto, que dicen LOS SANTOS que algunas veces le es provechoso al soberbio que le castigue Dios con este castigo para que con eso sane de la soberbia que tiene. ASÍ LO DICE SAN AGUSTÍN: Atrévome a decir que le es útil y provechoso a los soberbios que les deje Dios caer en algún pecado exterior (“apértum: abierto”) y manifiesto, para que ellos se conozcan a sí mismos, y comiencen a humillarse y desconfiar de sí, los que por estar muy contentos y pagados de sí, ya interiormente habían caído por soberbia, aunque no lo habían sentido”, conforme a aquello de Proverbios 16, 18: “Contritiónem præcédit supérbia, et ante ruínam exaltátur spíritus: La soberbia precede a la contrición-arrepentimiento, y nuestro espíritu es elevado frente a la ruina. La cita de San Agustín dice en latín: “Áudeo dícere, supérbis esse útile cadére in áliquod apértum maniféstumque peccátum, unde sibi displíceant, qui jam sibi placéndo cecíderant”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.