domingo, 15 de diciembre de 2024

“María” DE NETFLIX NO ES LA SANTÍSIMA VIRGEN


El pasado 6 de Diciembre se estrenó en la plataforma Netflix la película “María”, dirigida por Daniel John “D. J.” Caruso Jr. Zullo y escrita por Timothy “Tim” Michael Hayes. La premisa de esta película es 

La película, grabada en Marruecos, ha tenido muchas críticas, desde el punto técnico (escenas decepcionantes para una pretendida épica) como del político (sí, en ese aspecto también) por la falta de representación árabe y palestina: todos los actores fueron europeos y israelíes (por ejemplo, la protagonista, Noa Cohen, protagonizó la serie israelí “Tormenta del Norte” sobre la Unidad de Inteligencia 8200 de las Fuerzas de Defensa de Israel –una “lavada de cara” para las tropas de ocupación tras el revés que les significó la incursión de Hamás el 7 de Octubre de 2023–, y la película israel-azerí “Juego silencioso”, por lo que fue acusada de blanquear la limpieza étnica por el ejército de Azerbaiyán de 120.000 cristianos en la región de Artsaj), habida cuenta del odio que los judíos tienen a Nuestro Señor Jesucristo, su Santísima Madre y la Cristiandad en general, al punto que un usuario en Twitter comentó indignado:
«¡Y el elenco son israelíes! ¡Los que llaman “puta” a la Madre de Dios y rechazan a su Hijo! ¡Qué farsa! Hay muchos actores cristianos levantinos autóctonos y aún así eligieron a colonos sionistas para el papel de la Madre de Jesucristo».   
Pero también desde el punto de vista religioso, hay elementos que señalar de lo malo de esta película, como son las imprecisiones históricas y errores teológicos, a tal punto que una periodista modernista dijo que era «una mezcla altamente selectiva de los Evangelios, el “Protoevangelio de Santiago” no canónico, un thriller de supervivencia y un sermón de Joel Osteen» (de hecho, Osteen es el productor ejecutivo. Volveremos más adelante sobre ello).
  
Con estos elementos en mente, vamos a tratar de resumir la película (vale anotar, no tenemos ni queremos tener suscripción a Netflix u otro servicio semejante, por lo que nos valdremos de resúmenes y reseñas publicadas en línea), señalando (hasta donde sea posible) los detalles y errores presentes. De antemano ofrecemos disculpas si en algún momento, «por seguir por la persona y no por el tiempo», andemos «saltando del principio al fin y del fin a los principios como langosta vareada» (cf. Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte).
   
El filme comienza con el anuncio a San Joaquín y Santa Ana donde se les dice que tendrán una hija, a la cual ellos consagrarán al servicio de Dios en el Templo de Jerusalén. Nace María, y a temprana edad la presentan en el Templo. Hasta aquí “todo” en orden, exceptuando que una voz en off da la apertura diciendo: «¿Crees que sabes toda mi historia?… Créeme… no la conoces todavía».
 
En el Templo vemos a María siendo atacada física y espiritualmente por el demonio, mientras que el ángel Gabriel (también conocido allí como el “ángel de azul”) la defiende. Párale ahí, ¿La Virgen María siendo atacada y tentada por el demonio? No puede ser así, porque al ser Inmaculada, ella no podía ser tentada en ninguna manera y el demonio no hallaría materia ni espacio en qué hacerlo, porque por mandato de Dios Uno y Trino, María Santísima había recibido tal potestad que los demonios no podían ni acercársele, y además tenía a su servicio y custodia una cohorte de mil ángeles de todos los nueve coros.
   
La escena de la Anunciación merece un desglose:
  • Se desarrolla en el Templo de Jerusalén, cuando en realidad fue en la Santa Casa de Nazaret (que se encuentra actualmente en Loreto).
  • Aparte, contrario a lo que se pudiera esperar y se ha representado en el arte, el “ángel de azul” se presenta con la cara cubierta en medio de una oscuridad densísima. Ítem, le dice a María que el Hijo que nacerá de ella reinará sobre la Casa de David, pero omite que «será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. Reinará para siempre sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin… Y será llamado Santo e Hijo de Dios».
  • La respuesta de María es «Que sea para mí», en lugar del bíblico «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Sumado a esto, se presenta que la Virgen había sido expulsada del Templo al haber quedado embarazada (mientras Ella le contaba a su madre Santa Ana, una de sus compañeras en el Templo escuchó todo y la delató ante el Sumo Sacerdote). ¿Cómo iba a haber tal expulsión si ya la Virgen había salido del Templo porque debía casarse con San José?
   
La escena de la Visitación se desarrolla en una cueva solo iluminada tenuemente por un fogón. Se presenta a Isabel feliz por la noticia, pero se omite que ella «llena del Espíritu Santo, exclama “Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”». Asimismo, la película oblitera el Magníficat, el cántico de la Santísima Virgen. ¿Era mucho para la sensibilidad de Osteen?
   
Pasemos a hablar ahora de San José (interpretado por Ido Tako –protagonista de la película israelí de 2023 “El soldado desvanecido”, que le valió la postulación al premio Ofir como mejor actor–): En los Evangelios de San Mateo y San Lucas, casi no se dice mayor cosa que lo necesario: era descendiente del Rey David, trabajaba como carpintero en Nazaret, estaba desposado con la Virgen María, y era justo y temeroso de Dios. Nada más. A los creativos del filme les habrá parecido poca cosa esta descripción, y tampoco les gustó que el apócrifo Protoevangelio de Santiago lo presentase como un viudo ya entrado en años o una elección divina para ser el esposo de la Virgen, por lo que hicieron una versión más juvenil e impetuosa, locuaz y temeraria (casi como la idealización de los guerrilleros en esas películas de propaganda comunista):
  • Su primera escena lo muestra buscando comida cerca de un río, donde llevado por el “ángel de azul”, ve a María lavando ropa y se le acerca para recuperar un velo que se le había extraviado.
  • Inmediatamente, el “ángel de azul” lo lleva hasta la casa de San Joaquín, donde da este discurso rimbombante:
    «Nunca he experimentado algo así en toda mi vida. Algo cambió en mí cuando vi a tu hija, una criatura hermosa y gentil bailando en el viento. Y supe que ella era mi esposa. Nunca hubiera sucedido si este extraño hombre con una túnica azul no me hubiera llevado hasta ella».
    ¡Venga, ¿le pegó duro el ácido al escritor?! Por una parte, siguiendo el Protoevangelio de Santiago (o la Mística Ciudad de Dios, las revelaciones a sor María Cecilia Baij o las visiones de Ana Catalina Emmerick), San José había tomado voto de castidad y cuando el Sumo Sacerdote había convocado a los hombres jóvenes para buscar al que sería el esposo de María, él no se presentó sino a vivas instancias (descuéntese además que San Joaquín habría muerto –no asesinado por Herodes, sino por vejez–, así que ¿ese diálogo? NO). Aparte, las normas de cortejo y matrimonio en la época eran muy distintas a lo que es hoy
  • Cuando regresando de la Visitación, María le quiere explicar su embarazo, el pueblo instigado por los rumores la intenta apedrear. José se interpone y grita: «No me importa esto. Pero lo que sí sé es que voy a amar a esta niña lo mejor que pueda… (y volviéndose a María:) Te amaré lo mejor que pueda». Se realiza el matrimonio, pero ambos deben partir a Belén.
  • Y llegados a Belén, María sufre. En un extraño giro, el diablo se le aparece para decirle que aliviará su dolor, a lo cual Ella se desmaya y el diablo se la lleva por el aire. San José tiene que rescatarla, y lo hace apuñalando al demonio. No cabe en mente alguna imaginarlo siquiera, como quiera que, lo dijimos al comienzo y volvemos a ello, el demonio nada puede contra la Santísima Virgen.
Por otra parte, en la película se da un énfasis mayor a Herodes el Grande (interpretado aquí por sir Anthony Hopkins) y su lento e inexorable descenso a la locura que en otras producciones sobre la temática, como el antagonista principal y no como un elemento adicional: Herodes anuncia la ampliación del Templo, pero apuñala a su esposa Mariamna cuando se opone al mandato de asesinar a su hermano Aristóbulo III, último heredero de la dinastía asmonea (para los que no saben, Herodes no era israelita, sino del vecino país de Edom, y se había casado con Mariamna –previo divorcio de su esposa Doris, madre de Antípatro– para legitimar su mandato). Ahora, si las matemáticas y la historia están en lo cierto, Aristóbulo había sido asesinado ahogándolo en una piscina en Jericó en el año 36 antes de Cristo, y Mariamna fue asesinada en el 29. Muchos años después (el año 19 antes de Cristo), Herodes sí hace el anuncio de las obras de ampliación del Templo (según el tratado Bava Batra 3b y ss del Talmud, esto fue después que hizo cegar con una corona de cuero de puerco espín al escriba Baba ben Buta).

Llegamos al punto culminante: En Belén, un posadero le dice a José que Belén está abarrotado porque «en Belén nacerá un niño… el Mesías» (¿Qué no era por el empadronamiento ordenado por Augusto César?), por lo que deben dirigirse a un establo. Y como pasa en ese bodrio protestante de “Los elegidos”, “María” es presentada teniendo dolores de parto durante el nacimiento de Jesús, lo que está en contradicción flagrante con los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Virginidad perpetua de María.
   
Luego, se retoma cierta “reverencia” en que los pastores acuden a adorar al Niño Jesús, y también están presentes los Reyes Magos, pero uno de los pastores, no pudiendo con la emoción ni con la lengua, va y le lleva el cuento a Herodes, quien ordena inmediatamente matar a los niños en Belén y sus alrededores (otra imprecisión histórica, ya que los Reyes Magos acudirán dos años después). Y es aquí que se da otra escena lo más extravagante y risible en cualquier película barata de acción si no fuera por la irreverencia presente en ella: Los guardias de Herodes rodean la casa donde estaba la Sagrada Familia, y María esconde al Niño en un cesto hacia José y se lanza al vacío. José, por su parte, los hace subir a un carro de caballos puesto convenientemente, y empuja a uno de los guardias a una red de pesca en llamas, matándolo en el acto. Así ellos huyen a Egipto… mentira, a Jerusalén (¡precisamente a la capital de Herodes, el mismo que los buscaba para matarlo!), y en medio de la matanza, presentan al Niño Jesús en el Templo, donde es reconocido y adorado por Simeón y Ana la profetisa. Fine.
  
***
   
Hecho ya el resumen, sobra señalar que de todos los errores está el que la película presenta (como todas las películas protestantes) que la Santísima Virgen María tuvo dolores de parto cuando dio a luz al Niño Jesús. Y esto es contrario a la Doctrina Católica, como veremos a continuación y explicaremos a quienes tengan duda sobre ello (no te hagas, presbítero Richard “Know-It-All” Simon de Relevant Radio, que you-didn’t-know-how-to-answer-about-it cuando te preguntaron y saliste con tremendo cuento mongo) y refutación del exfraile carmelita descalzo y youtuber español odiador de la Tradición  (aun cuando fue expulsado de la orden carmelita descalza siendo profeso temporal hace dos años por proponer el retorno al hábito y la observancia carmelita) Abel de Jesús” o mejor, Abel Hernández Llanos, quien atentó en un corto justificar la blasfema filmación.
  
Cuando Yahveh Dios había castigado a Adán y Eva por caer en el pecado original al ser tentados por la serpiente (a la cual maldijo y anunció que María Santísima le aplastaría la cabeza), Él le dijo a Eva:
«Multiplicaré tus trabajos y miserias en tus preñeces; con dolor parirás los hijos y estarás bajo la potestad o mando de tu marido; y él te dominará» (Génesis III, 16).
De esto se concluye que los dolores de parto eran y son parte del castigo por el pecado original, que de ellos se transmitió a todos sus descendientes. Ahora, es dogma de fe divina y católica que María Santísima, en previsión de la Pasión de su Hijo (asumida por Su propia libre Voluntad), fue preservada por Dios desde su Concepción toda mancha de pecado original. Dicho de otra manera, María Santísima es Inmaculada. Como es Inmaculada, María Santísima fue preservada del pecado original y todas sus consecuencias, entre ellas, precisamente los dolores en el parto, que no se dieron precisamente porque Nuestro Señor Jesucristo no fue concebido al modo normal de los hombres, sino por obra y gracia del Espíritu Santo.

Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, parte III, cuestión 35, art. 6, respuesta a la objeción primera, lo explica así:
«El dolor del parto en la mujer es consecuencia de la unión carnal con el varón. De donde, en Gen 3,16, después de haber dicho “parirás con dolor”, se añade: “Y estarás bajo el dominio del varón”. Pero, como dice Agustín en un Sermón de la Asunción de Santa María Virgen, “de tal sentencia está excluida la Virgen Madre de Dios, la cual, por haber concebido a Cristo sin la coluvie del pecado y sin el menoscabo de la unión con el varón, engendró sin dolor, sin violación de su integridad y permaneciendo intacto el pudor de su virginidad”. Y Cristo asumió la muerte por su libre voluntad, para satisfacer por nosotros, no como por necesidad emanada de aquella sentencia, porque El no era deudor de la muerte».
La misma Escritura anuncia en Isaías LXVII, 6-8 que María Santísima dio a luz de un modo admirable, sin dolor alguno:
«Ya oigo la voz lastimera del pueblo de la ciudad de Jerusalén, la voz del templo, la voz del Señor que da el pago a sus enemigos. Antes del tiempo del parto ha parido la nueva Sión; antes que le viniesen los dolores, ha parido un hijo varón. ¿Quién jamás oyó cosa tal, ni quién vio cosa semejante a esto? ¿Tiene acaso la tierra en un solo día el fruto? ¿O ha sido engendrada nunca de una vez toda una nación? Pues he aquí que Sión se sintió preñada y parió sus hijos».
Pasaje que San Ireneo de Lyon interpreta así en su Demostración de la Predicación Apostólica, cap. LIV:
«Éste [Cristo], que es Dios, tiene el destino de estar con nosotros. Y al mismo tiempo, maravillado por tal acontecimiento, anuncia lo que ha de suceder, es decir, que “Dios estará con nosotros”. Y también, en torno a su nacimiento, el mismo profeta [Isaías] dice en otra parte: “Antes de que engendre la que está en dolores y antes de que lleguen los dolores de parto, dio a luz un niño” (Is. 66,7). Así dio a conocer lo inesperado e inopinado de su nacimiento de la Virgen».
Y en la literatura apócrifa, tenemos tres testimonios de que los primeros cristianos creían que la Santísima Virgen María dio a luz sin padecer dolor alguno. Por ejemplo, las Odas de Salomón:
  • «Él me ha hecho conocerlo, sin rencor, por su sencillez: Su bondad ha humillado su grandeza. Se hizo como yo, para que yo pudiera recibirlo; Fue considerado como yo, para que yo pudiera revestirme de Él; Y no temblé cuando lo vi, porque tuvo misericordia de mí» (Oda 7, 4-7).
  • «Yo fui coronado por mi Dios; mi corona es viva; y fui justificado en mi Señor; mi salvación incorruptible es Él. Fui librado de la vanidad, y no fui condenado; las ataduras que me estrangulaban fueron rotas por sus manos. […] Eran para mí como mis propios miembros y yo era su cabeza» (Oda 17, 1-4, 14).
  • «El Espíritu abrió sus alas sobre el vientre de la Virgen y ella concibió, dio a luz y se hizo virgen y madre por la gran misericordia. Ella concibió y dio a luz un niño sin sufrir. Y así como si nada fútil tuvo lugar, ella nunca llamó ni a una partera, porque Él hizo que diera a luz» (Oda 19, 6-8).
En la Ascensión de Isaías (libro apócrifo, que curiosamente describe el martirio de San Isaías Profeta aludido en Hebreos XI, 37 cuando dice: «algunos fueron aserrados») se lee lo siguiente:
«Después de esto vi, y el ángel que hablaba conmigo, el que me conducía, me dijo: “Entiende, Isaías hijo de Amós, porque para esto he sido enviado por Dios”. Y vi a una mujer de la familia del profeta David, llamada María, la cual era virgen y estaba desposada con un hombre llamado José, carpintero, el cual también era de la descendencia y familia de David el justo, de Belén de Judá. Y le tocó en suerte, y estando ella desposada, se halló que estaba encinta; y José, el carpintero, quiso despedirla. Pero el ángel del Espíritu apareció en este mundo, y después de esto José no la abandonó, sino que guardó a María y no reveló este asunto a nadie. Y no se acercó a María, sino que la guardó como a una virgen santa, aunque estaba encinta, y no vivió con ella durante dos meses. Y pasados ​​dos meses, estando José en su casa, y María su mujer, ambos solos, aconteció que cuando estaban solos, María miró inmediatamente con sus ojos y vio a un niño pequeño, y se asombró. Y después de haberse asombrado, se halló que su vientre estaba como antes, antes que hubiese concebido. Y cuando su marido José le dijo: “¿Qué te ha sorprendido?”, se le abrieron los ojos y vio al niño, y alabó a Dios, porque Dios había venido a su heredad, y les llegó una voz: “No digáis a nadie esta visión”. Y la noticia del niño se difundió en Belén. Algunos decían: “La Virgen María dio a luz un hijo, dos meses antes de casarse”. Muchos decían: “No ha dado a luz ni ha subido a ella ninguna partera, ni hemos oído los gritos de los dolores del parto”. Todos estaban ciegos ante Él y todos sabían de Él, aunque no sabían de dónde venía» (Ascensión de Isaías, cap. XI, 1-14).
Y en el mismo Protoevangelio de Santiago (que, siguiendo a San Jerónimo quien defendía la castidad perpetua de San José y que los “hermanos de Jesús” en realidad son Sus primos paternos, fue condenado por el Papa San Inocencio I en el año 405 y rechazado como apócrifo en el Decreto Gelasiano), se lee que cuando una mujer llamada Salomé examinó incrédula a la Santísima Virgen, fue castigada con tener quemada su mano, pero que fue sanada al cargar al Niño Jesús:
«Y he aquí que una mujer descendió de la montaña, y me preguntó [a San José]: “¿Dónde vas?”. Y yo repuse: “En busca de una partera judía”. Y ella me interrogó: “¿Eres de la raza de Israel?”. Y yo le contesté: “Sí”. Y ella replicó: “¿Quién es la mujer que pare en la gruta?”. Y yo le dije: “Es mi desposada”. Y ella me dijo: “¿No es tu esposa?”. Y yo le dije: “Es María, educada en el templo del Señor, y que se me dio por mujer, pero sin serlo, pues ha concebido del Espíritu Santo”. Y la partera le dijo: “¿Es verdad lo que me cuentas?”. Y José le dijo: “Ven a verlo”. Y la partera siguió. Y llegaron al lugar en que estaba la gruta, y he aquí que una nube luminosa la cubría. Y la partera exclamó: “Mi alma ha sido exaltada en este día, porque mis ojos han visto prodigios anunciadores de que un Salvador le ha nacido a Israel”. Y la nube se retiró en seguida de la gruta, y apareció en ella una luz tan grande, que nuestros ojos no podían soportarla. Y esta luz disminuyó poco a poco, hasta que el niño apareció, y tomó el pecho de su madre María. Y la partera exclamó: “Gran día es hoy para mí, porque he visto un espectáculo nuevo”. Y la partera salió de la gruta, y encontró a Salomé, y le dijo: “Salomé, Salomé, voy a contarte la maravilla extraordinaria, presenciada por mí, de una virgen que ha parido de un modo contrario a la naturaleza”. Y Salomé repuso: “Por la vida del Señor mi Dios, que, si no pongo mi dedo en su vientre, y lo escruto, no creeré que una virgen haya parido”. Y la comadrona entró, y dijo a María: “Disponte a dejar que ésta haga algo contigo, porque no es un debate insignificante el que ambas hemos entablado a cuenta tuya”. Y Salomé, firme en verificar su comprobación, puso su dedo en el vientre de María, después de lo cual lanzó un alarido, exclamando: “Castigada es mi incredulidad impía, porque he tentado al Dios viviente, y he aquí que mi mano es consumida por el fuego, y de mí se separa”. Y se arrodilló ante el Señor, diciendo: “¡Oh Dios de mis padres, acuérdate de que pertenezco a la raza de Abraham, de Isaac y de Jacob! No me des en espectáculo a los hijos de Israel, y devuélveme a mis pobres, porque bien sabes, Señor, que en tu nombre les prestaba mis cuidados, y que mi salario lo recibía de ti”. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciendo: “Salomé, Salomé, el Señor ha atendido tu súplica. Aproxímate al niño, tómalo en tus brazos, y él será para ti salud y alegría”. Y Salomé se acercó al recién nacido, y lo incorporó, diciendo: “Quiero prosternarme ante él, porque un gran rey ha nacido para Israel”. E inmediatamente fue curada, y salió justificada de la gruta. Y se dejó oír una voz, que decía: “Salomé, Salomé, no publiques los prodigios que has visto, antes de que el niño haya entrado en Jerusalén”» (Protoevangelio de Santiago, caps. XIX y XX).
   
Además, que la Santísima Virgen María dio a luz sin padecer los dolores del parto lo han afirmado los Padres y Doctores de la Iglesia:
  • San Ireneo de Lyon: «Y en lo que dice: “El Señor mismo os dará un signo” (Is 7,14), representó lo que era inesperado de esta concepción, la cual no habría sucedido si el Señor Dios de todas las cosas, Dios mismo, no hubiese dado un signo a la casa de David. ¿Pues qué hay de grande, o qué signo puede ser el que una joven conciba de un varón y dé a luz, cosa que sucede a todas las mujeres que paren? ¿Pues qué hay de grande, o qué signo puede ser el que una joven conciba de un varón y dé a luz, cosa que sucede a todas las mujeres que paren? Pero como la salvación de los hombres empezaría a hacerse de manera admirable, con el auxilio divino, por eso el parto de la Virgen fue admirable, dando Dios este signo, sin que el hombre interviniese en la obra» (Contra las herejías, libro III, cap. 9, 2. Siglos más tarde, Pío XII retomará estas palabras en su encíclica Mýstici Córporis Christi al afirmar que María «dio la vida a Cristo nuestro Señor con un parto admirable»).
  • San Zenón de Verona: «María dio a luz no en el dolor, sino en la alegría. Sobre todo, ella misma se asombra de que le haya venido un hijo tal, que no creería que ha nacido de ella, si así como era virgen incorrupta después de concebirlo, no se hubiese encontrado tal también después del parto».
  • San Gregorio de Nisa: «Como allí la zarza está en llamas pero no se quema, también aquí la Virgen alumbra la Luz y no se corrompe. No hubo dolores de parto… Su concepción no resultó de la unión de dos humanos; su nacimiento no fue contaminado de ninguna manera; no hubo dolores de parto; su cámara nupcial era la del poder del Altísimo, que cubría como una nube la virginidad; la antorcha nupcial era el esplendor del Espíritu Santo; su cama era una condición personal carente de vicios; sus nupcias fueron incorruptas… sólo su nacimiento se produjo sin dolores de parto. … “Antes que llegaran los dolores del parto, dio a luz un hijo varón y nació” (Isaías 66:7). … Así como ella, que por su pecado introdujo la muerte en la naturaleza, fue condenada a dar a luz hijos en sufrimiento y dolores de parto, así era necesario que la Madre de la vida, después de haber concebido con alegría, también diera a luz con alegría. No es de extrañar que el ángel le dijera: “¡Alégrate, llena de gracia!” (Luc. 1, 28). Con estas palabras le quitó el peso de aquel dolor que, desde el principio de la creación, le había sido impuesto al nacer a causa del pecado» (Sermón I de la Resurrección. En Migne, Patrología Græca 46, col. 604).
  • San Ambrosio: «Permaneció intacto el sello del pudor y quedaron inviolados los signos de la integridad, cuando nació de una virgen, aquel cuya altura no podía soportar el mundo» (Comentario al Salmo XLVII, 2, en Migne, Patrología Latína 14, col. 1150).
  • San Agustín, en un sermón de la Natividad, le dice a la Santísima Virgen: «Nec in conceptióne, ínquit, invénta es sine pudóre, nec in partu invénta es cum dolóre [Ni en la concepción se alejó de ti el pudor, ni en tu alumbramiento se hizo presente el dolor]» (Santo Tomás de Aquino cita este texto en la Suma Teológica, parte III, cuestión 35, art. 6, contra los argumentos).
  • San Proclo de Constantinopla: «¿Cuál es entonces el misterio celebrado en la solemnidad de ayer? El misterio inexplicable de la divinidad y de la humanidad, un nacimiento que deja incorrupta a la Madre, una Encarnación que da forma a la Divinidad incorpórea, mientras ésta no sufre ninguna pasión, un nacimiento extraordinario, un comienzo para un engendrado que no tiene principio».
  • San Pedro Crisólogo: «Ella concibe virgen, da a luz virgen y permanece virgen. Por tanto, su carne conoce el poder del milagro pero no conoce el dolor. Al dar a luz, gana en integridad y no sabe nada del sufrimiento físico».
  • San León Magno: «Quæ parit carnem puram, a virginitáte cessat. Sed quia natum est carne verbum, Deus custódit virginitátem, seípsum osténdens per hoc verbum. Néque enim nostrum verbum, cum páritur, corrúmpit mentem, néque Deus verbum substantiále, partum éligens, perémit virginitátem [La que da a luz pura carne, pierde la virginidad. Pero, al ser el Verbo de Dios quien nace en carne, el propio Dios conserva la virginidad, demostrando con ello que es el Verbo. Ni siquiera nuestro verbo corrompe la mente cuando sale de ella. Y Dios, Verbo sustancial, al optar por el parto, tampoco destruye la virginidad]» (Sermón en el Concilio de Éfeso, citado por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, parte III, cuestión 28, art. 2).
  • San Juan de Damasco: «Su nacimiento [de Cristo] fue de acuerdo con las leyes del parto, mientras que en cuanto fue indoloro estuvo por encima de las leyes de la generación. Porque, como no le precedió el placer, tampoco le siguió el dolor, según el profeta que dice: Antes de dar a luz, dio a luz, y nuevamente, antes de que vinieran sus dolores, dio a luz un hijo varón (Is. 66, 7)» (De la fe ortodoxa, IV, 14. En Migne, Patrología Græca 44, col. 1160).
  • San Venancio Fortunato: «Dignus ager Dómini, génerans sine sémine frugem, / Et ne cassa seges, messe repléta places. / Sona sine exémplo fœcúnda, et líbera nexu, / Ígnara ampléxus, mater ópima sinu. / Virgo intácta manens, fídei ubertáte maríta, / Ínscia conjúgio, fœta negánte viro. / Áccipis, ut nescis: sic reddis ut íntegra constest, / Nec violáta paris, nec pariéndo doles [Digno es el campo del Señor, produciendo fruto sin simiente, / y no una cosecha inútil, pudiste complacerte con plena cosecha. / Sola, fecunda sin parangón, y libre de vínculo, / desconociendo el abrazo, una madre rica en su seno. / Una Virgen permaneciendo intacta, casada con la abundancia de la fe, / sin conocer del matrimonio dio a luz a un hombre negándola. / Recibes, como si no lo conocieras; y así retornas para permanecer íntegra, / y no te dañó la unión, ni sufriste en el parto]» (Cantos varios, Libro VIII, cap. 7 Alabanza a Santa María, Virgen y Madre del Señor. En Migne, Patrología Latína 88, col. 282).
  • Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, parte III, cuestión 28, art. 2, responde acerca de la virginidad in partu de María Santísima:
    «Es preciso defender, sin duda de ninguna clase, que la Madre de Cristo fue virgen también en el parto, puesto que el Profeta (Is 7,14) no dice solamente: “He aquí que la virgen concebirá”, sino que añade: “y parirá un hijo”. Y esto fue conveniente por tres motivos. Primero, porque correspondía a la propiedad de quien nacía, que es el Verbo de Dios. El Verbo, en efecto, no sólo es concebido en la mente sin corrupción, sino que también procede de ella sin corrupción. Por lo que, a fin de manifestar que aquel cuerpo era el mismo Verbo de Dios, fue conveniente que naciese del seno incorrupto de una virgen. De ahí que en un Sermón del Concilio de Éfeso se lea: “La que da a luz pura carne, pierde la virginidad. Pero, al ser el Verbo de Dios quien nace en carne, el propio Dios conserva la virginidad, demostrando con ello que es el Verbo. Ni siquiera nuestro verbo corrompe la mente cuando sale de ella. Y Dios, Verbo sustancial, al optar por el parto, tampoco destruye la virginidad”.
       
    Segundo, porque esto es conveniente en lo que atañe al efecto de la encarnación de Cristo, pues vino para quitar nuestra corrupción. Por eso no fue oportuno que, al nacer, corrompiese la virginidad de la madre. Debido a esto, dice Agustín en un Sermón de la Natividad del Señor: “No era justo que con su venida violase la virginidad quien había llegado para sanar lo que estaba corrompido”.
       
    Tercero. Fue conveniente para que, al nacer, no menoscabase el honor de la madre aquel que había mandado honrar a los padres».
    En la cuestión 35, art. 6, respuesta a la objeción tercera (que cita al “Pseudo-Mateo”, el nombre con el que circuló en el Occidente latino el Protoevangelio de Santiago condenado ut supra), concluye: «En Lc 2,7 se narra que la propia Santísima Virgen envolvió en pañales y colocó en el pesebre al Niño que acababa de dar a luz. Y con esto queda demostrado que la narración de ese libro, que es apócrifo, es falsa. De donde dice Jerónimo en su Contra Elvidio: “No hubo allí partera alguna, ni se hizo presente diligencia alguna de mujercillas. (María) fue la madre y fue la partera. Envolvió al Niño en pañales, dice, y lo colocó en el pesebre. Esta noticia pone de manifiesto los disparates de los apócrifos”».

El Concilio de Letrán del año 649, entre los cánones contra la herejía monotelita (que, dicho sea de paso, se propagó con la inacción de Honorio al no defender la Sana Doctrina como debía), sentenció lo siguiente:
«Canon 3. Si quis secúndum sanctos Patres non confitétur próprie et secúndum veritátem Dei genitrícem sanctam sempérque Vírginem et immaculátam Maríam, útpote ipsum Deum Verbum speciáliter et veráciter, qui a Deo Patre ante ómnia sǽcula natus est, in últimis sæculórum ábsque sémine concepísse ex Spíritu Sancto, et incorruptibíliter eum genuísse, indissolúbili permanénte et post partum ejúsdem virginitáte, condemnátus sit [Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado]».
Si bien el siguiente pasaje del Papa Alejandro III se aplica indirectamente a la Asunción, y las cartas no son per se materia de infalibilidad, muestra cómo la Virginidad perpetua y la Asunción son verdades de fe:
«Magna, ígitur, et omni láude digníssima fuit Mater et Virgo María… Cóncepit sine pudóre, péperit sine dolóre, et hinc migrávit sine corruptióne juxta verbum Ángeli, imo Dei per Ángelum, ut plena, non semíplena grátiæ esse probarétur: et Deus, Fílius ejus, antíquum quod pridem dócuit mandátum, fidéliter adímpleret, vidélicet, Patrem et matrem honóre præveníre, et ne caro Christi virgínea, quæ de carne matris vírginis assúmpta fúerat, a tota discrepáret [Grande, pues, y dignísima de toda alabanza fue la Virgen y Madre María… verdaderamente concibió sin ofensa del pudor, dio a luz sin dolor y salió de aquí sin corrupción, según la palabra del ángel o, mejor, de Dios por el ángel, para que se demostrara llena, no semiplena, de gracia, y para que Dios su Hijo cumpliera fielmente el antiguo mandamiento que había dado antiguamente, es decir, honrar a carne y madre, y que la carne virginal de Cristo, que había sido tomada de la carne de una madre virgen, no difiriese totalmente]» (Carta “Ex lítteris tuis” al sultán selyúcida de Iconio Kilij Arslan II, año 1169. En Mansi Conc. collect., tomo XXI, col. 898; Migne, Patrología Latína 207, col. 1078).
El Catecismo del Concilio de Trento enseña además que
«Cristo es segundo Adán y María Santísima segunda Eva… Pero así como la Concepción misma trasciende el orden de la naturaleza, así también el nacimiento de Nuestro Señor… Así como los rayos del sol penetran sin romper ni dañar en lo más mínimo la sustancia sólida del vidrio, así de manera similar pero más exaltada salió Jesucristo del vientre de su madre sin dañar su virginidad materna.
  
De Eva nacemos hijos de ira; de María hemos recibido a Jesucristo. Díjose a Eva: “Con dolor parirás tus hijos” (Gen 3, 16). Y María fue exenta de esta ley porque, salva la integridad de su pureza virginal, dio a luz, Hijo de Dios, sin sentir dolor alguno».
Y también está el testimonio de la liturgia, que confirma que la creencia del nacimiento de Nuestro Señor sin haber dolores de parto es parte de la fe cristiana católica, tanto en Oriente como en Occidente:
  • «Venid, alegrémonos en el Señor, anunciemos el misterio presente, por el cual se ha roto la separación y se ha detenido la espada flameante. Ahora los Querubines nos harán llegar a todos al Árbol de la Vida. En cuanto a mí, vuelvo a la bienaventuranza del Paraíso, del que fui desterrado por la desobediencia. ¡Mirad! La Imagen del Padre y su eternidad inmutable ha tomado la forma de un siervo. Sin sufrimiento, ha venido a nosotros de una Virgen pura y, sin embargo, ha permanecido inmutable. Él es verdadero Dios como era antes, y ha asumido sobre sí lo que no había sido, haciéndose hombre por amor a todos. Por eso, alcemos la voz en himnos, cantando: Oh Dios, nacido de la Virgen, ten piedad de nosotros» (Divina Liturgia Bizantina, Himno dogmático de las Vísperas de la Fiesta de la Natividad de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo y de la Sinaxis de la Santísima Madre de Dios, Tono 2).
  • «Erigámus quǽso, fratres caríssimi, in sublíme óculos nostros, visúri glóriam Salvatóris; quómodo Vírginem dignátur ut concípiat, quómodo matrem remunerátur ut páriat. Ipse et munus factus et Fílius, qui et infúsus confert quod déerat, et effúsus non áufert quod donárat; qui nec geréntem honóre fráudat, nec genetrícem labóre contrístat; qui et nascéndi abjúrgat gémitum, et nati consígnat afféctum. Néque enim fas erat ut habéret illa suspíria, que ómnium gáudia pariébat, aut orígo exsultatiónis nósceret vim dolóris. [Queridos hermanos: alcemos nuestros ojos al cielo para ver la gloria del Salvador; cómo ensalza a la Virgen para que conciba. Cómo premia a la Madre cuando le dé a luz. Él se ha hecho al mismo tiempo don e hijo; infundido en ella le otorga lo que a ella le falta; nacido de ella, no se lleva lo que a ella le ha dado. No la priva del honor de llevarlo en su seno ni la entristece con los dolores del parto, acalla el gemido materno cuando va a nacer y deja que se manifieste la ternura hacia el ya nacido. Pues no estarán bien que gimiera en el dolor la que alumbraba el rostro de todo el universo, o que el origen de la alegría nos lo corrompiera la opresión del dolor]» (Liturgia Hispánica, Admonición de la fiesta de la Anunciación de Santa María).
Finalmente, (habida cuenta que algunos se pretenden valer del original bíblico para negar la Virginidad Perpetua de María) valga señalar que el caballero David Paul Louis Bernard Drach, rabino y talmudista convertido al catolicismo y bibliotecario del Colegio de la Propaganda Fide en Roma, escribió en su obra “La armonía entre la Iglesia y la Sinagoga”, tomo 2.º, primera parte, cap. III, París 1844, págs. 79-80, lo siguiente sobre Isaías 7, 14:
§ III
Hemos explicado: 
  1. Que en la letra del texto original hay dos participios presentes: הָרָה y תִּדְלִי, una Virgen concibiendo, una Virgen dando a luz, es decir, María permaneciendo Virgen en estos dos estados. O, en otras palabras: una Virgen que será Virgen concibiendo, luego Virgen dando a luz.
   
(…)
  
Punto primero:
  
Los dos participios presentes del texto original anuncian que la bienaventurada madre de Cristo será virgen concibiendo y virgen dando a luz.
  1. Comentario del rabino David Kimhi (Radak): «El profeta utiliza dos participios presentes: actualmente está concibiendo, actualmente está dando a luz (אָמַר עַתָּה הִיא הָרָה וְעַתָּה הִיא יֽוֹלֵדָ֖ה בֵּ֔ן)».
  2. Comentario del rabino Salomón Yitzchaki (Rashi): «El participio presente הָרָה, concibiendo, tiene significado futuro: estará concibiendo actualmente. Encontramos otro ejemplo del mismo participio presente con significado futuro en el pasaje donde se habla de la esposa de Manué (Jue. XIII). El ángel que se le apareció le dijo: Porque he aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Y lo que demuestra que este participio debe entenderse en tiempo futuro, es que el Ángel acababa de decir: «He aquí que eres estéril y nunca has dado a luz, pues bien, concebirás y darás a luz un hijo (הִנֵּה־נָ֤א אַתְּ־עֲקָרָה֙ וְלֹ֣א יָלַ֔דְתְּ וְהָרִ֖ית וְיָלַ֥דְתְּ בֵּֽן)».
De todas estas citas (que quizá parezcan interminables, pero eran necesarias), se colige que, como consecuencia de la Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen María no sufrió dolor alguno al dar a luz a su Hijo. Con lo que queda refutada la afirmación de “Abel de Jesús”/Abel Hernández Llanos.

***
   
Como dijimos al comenzar este artículo, el productor ejecutivo fue el teleevangelista protestante Joel Osteen (es costumbre protestante sacar del armario a María Santísima en las últimas semanas antes de la Navidad). Pero su director D.J. Caruso, al igual que el escritor Hayes, blasonan ser “católicos devotos”. El primero declaró que tuvo como consejero espiritual al malogrado David Gerard O’Connell, obispón auxiliar de Los Ángeles. Él, como presbítero y obispón, habrá ciertamente empleado en algún momento de alguna Cuaresma el formulario de misa “La Bienaventurada Virgen María junto a la cruz del Señor (II)”, de la “Colléctio Missárum de Beáta María Vírgine”, edición típica, tomo I. Libreria Editrice Vaticana, 1987, pág. 49, cuyo prefacio “Beáta Virgo, divínæ pietátis dono, facta est sócia passiónis” (La Santísima Virgen, por bondad divina, fue asociada a la Pasión) dice lo siguiente:
«Vere dignum et justum est, ǽquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus, per Christum Díminum nostrum. Tu enim, ad humánam sóbolem sapiénti consílio reformándam novam Evam juxta crucem novi Adámi astáre voluísti: ut quæ, divíno fecundánte Spíritu, facta erat mater, novo tuæ pietátis dono fíeret sócia passiónis; et quæ dolóres Fílium generándo non sénserat, nos tibi regenerándo gravíssimos sustíneret. Et ídeo cum Ángelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes [En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. Porque, para reformar al género humano has querido, con sabiduría infinita, que la nueva Eva estuviera junto a la cruz del nuevo Adán, a fin de que ella, que por obra del Espíritu Santo fue su Madre, por un nuevo don de tu bondad, comparta su pasión; y los dolores que no sufrió al darlo a luz, los padeciera, inmensos, al hacernos renacer para ti. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria]: Sanctus…».
Así, ¿no le habrá dado resquemor al leer el libreto (no decimos que al ver las escenas grabadas, porque OBVIAMENTE, durante la grabación él estaba a siete pies debajo de la tierra) y reclamádole en consecuencia al director y escritor demandando que retornasen a la fidelidad histórica y teológica recurriendo a autores de probada doctrina católica, en vez de consultar a protestantes, musulmanes y judíos? (o sea, ya de por sí consultar a los musulmanes no es muy buena idea –habida cuenta que su “mariología” difiere radicalmente de la de la Iglesia Católica–, ¿pero consultar a los judíos, odiadores como son de Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre?). Y, si el resultado final de la película hubiese sido aprobado por O’Connell, ¿no bastaría para confirmar que la Secta Deuterovaticana a la que él en vida perteneció y para la cual trabajó tantos años no teme en blasfemar y/o consentir la blasfemia contra la Santísima Virgen? Pero claro, si para los modernistas (como dijo Bergoglio en Singapur) «Todas las religiones son un camino para llegar a Dios… son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí»… no se podía esperar otra cosa.
   
En resumen, y para finalizar estas líneas, la película es ofensiva contra la Santísima Virgen, y por tanto, NINGÚN CATÓLICO QUE SE PRECIE DEBE VERLA. Antes contrario, es imperativo ofrecer reparación y desagravio, y darse de baja de Netflix (o cualquier otro servicio de suscripción) y deshacerse del televisor, como dijo el difunto padre José Payá Sanchis SJ: «Tire el aparato de televisión a la calle… si no lo hace… entonces… el aparato de televisión lo va a tirar a Vd. al Infierno».

JORGE RONDÓN SANTOS
15 de Diciembre de 2024
III Domingo de Adviento Romano (V del Adviento Ambrosiano e Hispano). Octava de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.

8 comentarios:

  1. Tengo como 25 años de no ver television. No tengo Netflix ni nada parecido como tampoco veo sandeces de los medios de comunicacion. Netflix es de judios y obviamente tratan de desacreditar a Maria Santisima de su elevadisima funcion como coparticipe del plan de Salvacion de Nuestro Señor. Asi que, catolicos convencidos, ¡manden al carajo a Netflix y otros!.
    Otra, cosa, informo desde Costa Rica mi pais que un sacerdote catolico de Guadalupe de San Jose, fue excomulgado por la vendida Arquidiocesis de San Jose. ¿El Motivo?. Desconocio a Jorge Bergoglio como PAPA, y amenazaron a todos los catolicos de aqui que si iban a misa donde ese sacerdote serian excomulgados.
    Que algunos colegas tradicionalistas le ayuden y le indiquen el camino correcto dentro de la Verdadera Iglesia Catolica y se haga sacerdote validamente ordenado. Dios y Nuestro Señor -si da ese paso- le dara una Iglesia donde pueda ofrecer la verdadera Misa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No hemos visto la noticia, le agradecemos más detalles para visibilizarlo.

      Y ya que estamos, ¿qué ha sido de Sixto Varela?

      Eliminar
    2. Sixto Varela esta suspendido "a divinis". No puede dar misa y creo que esta sujeto a un proceso canonico.

      Eliminar
    3. Aqui le va el enlace https://www.crhoy.com/nacionales/iglesia-excomulga-a-sacerdote-tico-por-rechazar-al-papa/

      Eliminar
  2. https://infocielo.com/tendencias/el-hijo-adrian-suar-hizo-nino-jesus-un-pesebre-satirico-streaming-olga-n797931

    Otro pelotudo (gilipollas, pendejo, huevón, ahuevado, comemierda, morón –aunque les queda más el panameño y costarricense “huevín” porque NI PARA ESO TIENE CATEGORÍA–) fracasado que solo tiene fama por ser “el hijo de…” burlándose de Nuestro Señor, y los de la Conferencia Episcopal Argentina haciéndose los ídem.

    ResponderEliminar
  3. Que película tan ridícula y que oso con los actores israelíes

    ResponderEliminar
  4. Muy buen artículo, muchas gracias Miles Christi.

    ResponderEliminar

Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.