Los terroristas de la Organización para la Liberación del Levante (creada el 28 de Enero de 2017 por la fusión del Frente para la Conquista del Levante –antiguo Frente al-Nusra o Al Qaeda en Siria y Levante–, el Ejército de los Hombres Libres –una facción escindida del Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante–, el Frente Ansar al-Din –a su vez una fusión del Movimiento Islámico del Levante y del Movimiento del Amanecer Islámico del Levante–, el Ejército de la Sunna, la Brigada de la Verdad y el Frente Nureddin al Zengui) tomaron el poder en Siria ayer 8 de Diciembre luego de once días de ofensiva desde la provincia de Idlib (ocupada por Turquía, que aparentemente tenía conocimiento de sus planes desde hacía seis meses) y la salida del país del presidente Bashar al-Ásad y su familia, que recibieron asilo en Rusia.
El flamante primer ministro Mohammad Ghazi al-Jalali (había sido nombrado hace apenas tres meses) fue arrestado, y no obstante el llamado del nuevo gobierno a preservar los bienes del Estado, esa noche el Banco Central de Siria fue saqueado. Ese mismo día, Iraq cerró sus fronteras bloqueando el cruce de Al-Qaim, y el ejército de ocupación israelí invadió por primera vez desde el fin de la IV Guerra árabe-israelí de 1973 la provincia meridional de Quneitra (cerca a los también ocupados Altos del Golán) y ha bombardeado el barrio gubernamental de Damasco, convirtiendo a Siria en su cuarto frente de operaciones después de Cisjordania, Gaza y Líbano, según el jefe del Estado Mayor del ejército sionista Herzi Halevi.
Aun con este escenario, el cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Damasco, sueña con que «el país pueda abrirse de alguna manera a la reconciliación».
En una entrevista a Vatican News el mismo 8 de Diciembre, Zenari declaró:
«Gracias a Dios se produjo este pasaje sin derramamiento de sangre, sin la matanza que se temía. Ahora el camino es cuesta arriba, quienes han tomado el poder han prometido que todos serán respetados, que se creará una nueva Siria y esperamos que cumplan sus promesas».
El cardenal Zenari mencionó que en los primeros días de la ofensiva final, los terroristas «se reunieron inmediatamente con los obispos de Alepo, asegurándoles que respetarán las distintas confesiones religiosas y respetarán a los cristianos».
Su esperanza [o ingenuidad] es que ellos mantengan esa promesa.
Zenari también habló de la terrible situación económica producto de las sanciones de Occidente: «El único deseo de los jóvenes en los últimos tiempos, especialmente estos dos últimos años, era escapar porque no veían futuro en su país», no obstante que en los últimos años, al-Ásad estaba impulsando reformas económicas.
Realmente parece creer que con los terroristas «se abra un poco la puerta a la esperanza porque lo que veíamos era una esperanza que se estaba muriendo o ya había muerto». Aunque será solo cuestión de tiempo a que las esperanzas se desvanezcan, como en Afganistán y Libia. Y los cristianos sirios, cuando les impongan el estatus de dimmíes (ciudadanos de segunda categoría) y pagar la yizia, el impuesto more extorsiónis de “protección” para los súbditos no musulmanes (defendido y enseñado por la Universidad al-Azhar cuyo rector es el amigote de Bergoglio Mohamed el Tayeb), acabarán añorando la libertad que tenían bajo al-Ásad, mientras con lágrimas de sangre maldecirán el optimismo apresurado y lamebotas del nuncio Zenari.
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