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El pasado 25 de Diciembre, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump lanzó un ataque a bases del Dáesh y su afiliado Lakurawa (adaptación hausa del francés “les recrues”, “Los reclutas”) en el área del bosque de Bauni en el estado de Sokoto, al noroeste de Nigeria, en respuesta a los ataques genocidas a los cristianos y la inacción histórica de los gobiernos del protestante bautista Goodluck Ebele Azikiwe Jonathan (gobernó entre 2010 y 2015) y los musulmanes Mohamed Buhari Bafallaje (gobernó entre 2015 y 2023 –ya lo había hecho entre 1983 y 1985 como jefe del Consejo Militar Supremo–), y Bola Ahmed Adekunle Tinubu.
«Esta noche, bajo mi dirección como Comandante en jefe, Estados Unidos lanzó un poderoso y mortal ataque contra la escoria terrorista ISIS en el noroeste de Nigeria, que está atacando y matando con saña a cristianos en su mayoría inocentes a niveles no vistos en muchos años, ¡incluso siglos! He advertido previamente a estos terroristas que si no detenían la matanza de cristianos, habría un infierno que pagar, y esta noche, lo hubo. El Departamento de Guerra ejecutó numerosos ataques perfectos, como sólo Estados Unidos es capaz de hacer. Bajo mi liderazgo, nuestro país no permitirá que prospere el terrorismo islámico radical. Que Dios bendiga a nuestros militares y Feliz Navidad a todos, incluidos los terroristas muertos, que serán muchos más si continúa la matanza de cristianos», declaró Trump en su red social Truth.
Tal operación militar le dolió al obispón que en todo quiere opinar bienquedistamente (aunque creyendo en inteligencia artificial) José Ignacio Munilla Aguirre, el cual en sus cuentas de redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter la criticó como un acto de “venganza” incompatible con la festividad, por la cual su jefe central León XIV Riggitano-Prévost había pedido una tregua de 24 horas en todo el mundo.
Años atrás, Munilla llevaba reclamando que Occidente hciera algo ante la matanza sistemática de cristianos en Nigeria, Mozambique, Siria o Irak. Pero ahora como es Trump quien lo hace sin pedir perdón antes de y sin el lenguaje del tecnócrata piadoso, Munilla lo critica con un lenguaje monserguil y tartufo desde su torre de la superioridad moral digna de mejor causa. Si lo hubiese hecho un líder con carné progresista, lenguaje terapéutico y bendición de La Civiltà Cattolica (caso Pedro Sánchez, Mark Carney, Úrsula Albrecht-Von der Leyen, Donald Tusk o Gustavo Petro), ahí si se hubiese ahorrado todo ello. A él, que «ni baila ni da barato», le queda el reproche que le hicieron al secretario de Estado vaticano Pietro Parolin Miotti: «Al negar el genocidio cristiano cursante en Nigeria, ¡se ha hecho a sí mismo parte integral de estos malvados y bárbaros asesinos islámicos fanáticos cuyas manos están CUBIERTAS CON LA SANGRE de los mártires!».


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