domingo, 24 de marzo de 2024

EL “CORRECTISMO” A LA PASIÓN SEGÚN SAN JUAN

Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH. A menos que se indique lo contrario, los textos bíblicos son de la versión de Mons. Félix Torres Amat.
   
OBISPOS DE ESTADOS UNIDOS AÑADEN NOTA A LA LECTURA DEL VIERNES SANTO PARA PREVENIR EL “ANTISEMITISMO”
¡No puedes inventar estas cosas!
   

La denominada Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB en inglés) se ha movido para asegurar que este año, nadie expuesto a la celebración litúrgica novusordita del Viernes Santo, que incluye la lectura completa de la Pasión de Nuestro Señor según el Evangelio de San Juan, quede con una impresión o actitud “antisemita”.

Para tal fin, una nota breve se imprimió en los misales de fieles antes del texto del Evangelio en las parroquias “católicas” de todo el país. El Comité de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos de la USCCB declara en su página contra el antisemitismo:
«Es posible que reconozcas una nueva incorporación a tu Misal 2024. En 2022, los Comités de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos y de Culto Divino aprobaron una nota que aparecerá en todas las ayudas para el culto junto con la lectura de la Narrativa de la Pasión Juanina, recordando a los fieles el significado de este pasaje: el amor de Jesús por todas y cada una de las personas.
     
También estamos trabajando con la Oficina para el Apostolado Bíblico y el Subcomité de Traducción de Textos de las Escrituras para facilitar lecturas sensibles de las notas de la nueva traducción de la New American Bible y la nueva Biblia in America» (Fuente).
La “nota” en cuestión dice lo siguiente, verbátim:
«Las narraciones de la pasión se proclaman en su totalidad para que todos vean vívidamente el amor de Cristo por cada persona. A la luz de esto, los crímenes durante la Pasión de Cristo no pueden atribuirse, ni en la predicación ni en la catequesis, indiscriminadamente a todos los judíos de ese tiempo, ni a los judíos de hoy. El pueblo judío no debe ser referido como si fuera reprobado de Dios o maldito, como si este punto de vista se dedujera de las Sagradas Escrituras. La Iglesia siempre tiene en mente que Jesús, su madre María y los apóstoles eran todos judíos. Como la Iglesia siempre ha sostenido, Cristo sufrió libremente su pasión y muerte a causa de los pecados de todos, para que todos pudieran ser salvados» (Citado en Michelle La Rosa and J.D. Flynn, “The USCCB’s Good Friday pastoral note”/La nota pastoral de la USCCB para el Viernes Santo. The Pillar, 12 de Marzo de 2024).
Naturalmente, esta declaración se puede encontrar en inglés y español en el lugar apropiado en los textos litúrgicos para el Viernes Santo (29 de Marzo de 2024), en el propio sitio web de la USCCB.
    
De hecho, las diócesis estadounidenses están enviando esta directriz a sus parroquias. La vemos incluida, por ejemplo, en la edición del 14 de Febrero de 2024 (pág. 3) del Boletín Pastoral de la Archidiócesis de Miami, como también en el sitio web de la Archidiócesis de Cincinati.
    
Según el boletín de Enero de 2024 del Comité de Culto Divino de la USCCB, el propósito de la declaración es «ayudar a asegurar que la proclamación de la Pasión del Señor no sea abusada por el sentimiento antijudío» (citado por The Pillar). Aparentemente este es un gran problema o amenaza aguda en las parroquias novusorditas estadounidenses en nuestros tiempos, ¡hordas de feligreses jugando con la idea de perseguir a los judíos después de leer la Pasión según San Juan!

Con todo, la renuncia de los obispos estadounidenses no salió de la nada. Tiene algo de historia, como explica en una entrevista con The Pillar Rebecca Cohen, una empleada del Comité de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos de la USCCB:
«Históricamente, la “nota de la Pasión” se originó con el Comité de Liturgia de los obispos, que allá por los años 80 recomendó que se incluyera en diferentes ayudas para el culto.
   
A lo largo de los años, no ha habido ningún tipo de cumplimiento ni ningún tipo de expectativa de que se incluya, por lo que no siempre se utilizó. 
    
Como desaparecía cada vez más, los obispos decidieron que era bueno seguir adelante y exigirlo. Trabajamos un poco en ello para revisar el lenguaje, pero es muy similar a la nota pastoral que apareció en muchas ayudas de culto en el pasado» (Rebecca Cohen, citada en “The USCCB’s Good Friday pastoral note”/La nota pastoral de la USCCB para el Viernes Santo. The Pillar, 12 de Marzo de 2024).
Está claro que la nota que será insertada en los misales de fieles este año refleja mucho a Nostra Ætáte, un documento publicado por el Concilio Vaticano II el 28 de Octubre de 1965:
«Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo [cf. Juan 19, 6], sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios» (Vaticano II, Declaración Nostra Ætáte, n.º 4).
Está claro desde el vamos que la “nota de la pasión” no está en conflicto con el Vaticano II. Pero, ¿qué pasa con el entendimiento Católico de la Pasión (tú sabes, lo que se creía en los más de 1.900 años de Catolicismo antes del pseudoconcilio revolucionario)?
  
«Las narraciones de la pasión se proclaman en su totalidad para que todos vean vívidamente el amor de Cristo por cada persona».
De hecho, eso es muy bonito y verdadero.
   
«A la luz de esto, los crímenes durante la Pasión de Cristo no pueden atribuirse, ni en la predicación ni en la catequesis, indiscriminadamente a todos los judíos de ese tiempo, ni a los judíos de hoy».
Claramente, no todos los judíos el Viernes Santo estaban clamando por la muertr de nuestro Santísimo Señor. Con todo, también es cierto que Nuestro Señor fue entregado a Poncio Pilatos por los líderes religiosos del judaísmo de su tiempo, quienes demandaron vehementemente que Lo hicieran morir, tras una condena por el Sanedrín, el “Consejo y Tribunal supremo de justicia de los judíos”: «A tal respuesta, el Sumo sacerdote [Caifás] rasgó sus vestiduras, diciendo: “Blasfemado ha: ¿qué necesidad tenemos ya de testigos? Vosotros mismos acabais de oír la blasfemia con que se hace hijo de Dios: ¿qué os parece?”. A lo que respondieron ellos diciendo: “Reo es de muerte”». (Matth. 26, 65-66).
   
Es diáfano que Caifás no estaba actuando simplemente como un individuo privado, sino precisamente en su capacidad de ser el sumo sacerdote judío, quien ya había resuelto condenar a Cristo antes siquiera de convocar al tribunal: «Mas esto no lo dijo de propio movimiento, sino que, como era el Sumo pontífice en aquel año, sirvió de instrumento a Dios, y profetizó que Jesús había de morir por la nación» (Jn. 11, 51).

De acuerdo con San Jerónimo, por este acto de pronunciar a Jesús reo de blasfemia y rasgar sus vestiduras, Caifás perdió ante Dios el status de sumo sacerdote, dejando vacante el puesto: «El hecho de rasgar [Caifás] sus vestiduras, demostró que los judíos habían perdido su dignidad sacerdotal y que estaba vacante la sede del sumo sacerdote, roto ya el velo que cubría la ley» (Citado en Catena Aurea: Commentary on the Four Gospels collected out of the Works of the Fathers Vol. I, Part III [Oxford: John Henry Parker, 1842], pág. 926.)
   
Ante los judíos incrédulos, claro está, Caifás seguía sumo sacerdote (ver Hechos 4, 6); pero por ese tiempo, habíase convertido en judaismo apóstata, puesto que la Iglesia Católica ya había sido establecida y el Nuevo Testamento estaba en vigencia.
    
Por ende, se puede decir del judaísmo como religión que es culpable de la muerte de Cristo. De hecho, es precisamente el rechazo oficial de Cristo lo que tornó al judaísmo del Antiguo Testamento al judaísmo apóstata que perdura hasta hoy. De eso se sigue que todos los que son, seguidores espirituales de Caifás, todos los que se alinean espiritualmente a este judaísmo apóstata (y ahora talmúdico), de ellos se dice realmente y con justicia que son culpables de Deicidio, de matar a Dios.
    
Con todo esto en mente, ahora podemos entender mejor por qué San Pedro, el primer Papa, predicó a los judíos —colectiva e indiscriminadamente— que ellos fueron culpables de la muerte de Jesucristo y que habían preferido a Barrabás que a Él:
  • «¡Oh hijos de Israel!, escuchadme ahora: A Jesús de Nazaret, hombre autorizado por Dios a vuestros ojos, con los milagros, maravillas y prodigios que por medio de Él ha hecho entre vosotros, como todos sabéis; a este Jesús, dejado a vuestro arbitrio por una orden expresa de la voluntad de Dios, y decreto de su presciencia, vosotros Le habéis hecho morir, clavándole en la cruz por mano de los impíos» (Hechos 2, 22-23).
  • «Lo que viendo Pedro, habló a la gente de esta manera: “¡Oh hijos de Israel!, ¿por qué os maravilláis de esto, y por qué nos estais mirando a nosotros, como si por virtud o potestad nuestra hubiésemos hecho andar á este hombre? El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado con este prodigio a su Hijo Jesús, a quien vosotros habéis entregado y negado en el tribunal de Pilato, juzgando este que debía ser puesto en libertad. Mas vosotros renegásteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciese gracia de la vida de un homicida: disteis la muerte al Autor de la vida; pero Dios le ha resucitado de entre los muertos, y nosotros somos testigos de su resurrección. Su poder es el que, mediante la fe en su Nombre, ha consolidado los pies a este que vosotros visteis y conocisteis tullido; de modo que la fe, que de Él proviene, y en Él tenemos, es la que ha causado esta perfecta curación delante de todos vosotros. Ahora, hermanos, yo bien sé que hicisteis por ignorancia que hicisteis, como tambien vuestros jefes. Si bien Dios ha cumplido de esta suerte lo prenunciado por la boca de todos los Profetas, en órden a la pasión de su Cristo. Haced pues penitencia, y convertíos, a fin de que se borren vuestros pecados”» (Hechos 3, 12-19).
Meses antes de la ratificación de Nostra Ætáte por el Vaticano II, el heroico sacerdote mejicano P. Joaquín Sáenz y Arriaga (1899-1976), que después se convirtió en uno de los primeros sedevacantistas, advirtió contra aquellos «que querían que el Concilio Ecuménico repudiase el cargo de Deicidio respecto a los judíos…». En su libro de 1972 La nueva Iglesia montiniana, el mismo sacerdote declara:
«Es evidente que no todos los judíos, que vivían en tiempo de Cristo, estaban presentes en el pretorio de Pilatos, ni personalmente pidieron la crucifixión y muerte del Señor. Es también evidente que los mismos judíos que estuvieron presentes no tienen todos la misma personal responsabilidad que la de sus dirigentes, que no sólo presionaron, sino se hicieron e hicieron al pueblo responsable del drama del Calvario. No fueron ellos, claro está, los que azotaron a Cristo, los que le pusieron la corona de espinas, los que le crucificaron. Pero, ellos son los autores intelectuales del deicidio, ellos los principales responsables de todo lo que el Señor sufrió en su Sagrada Pasión. Y es, finalmente evidente, teniendo en cuenta la elección divina de Israel y la ingratitud colectiva de ese pueblo, que la responsabilidad solidaria recae todavía sobre los que hoy, como ayer, siguen negando la divinidad de Cristo; los que hoy, como ayer, volverían a pedir su Pasión y Muerte» (P. Joaquín Sáenz y Arriaga, La nueva Iglesia Montiniana, 2.ª ed. rev. [México D.F.: Editores Asociados, S. de R.L., 1972], págs. 334-335. Traducción inglesa por Edgar A. Lucidi [La Habra, CA: Edgar A. Lucidi, M.D., 1985], págs. 309-310. #CommissionLink)
Los hechos históricos son hechos históricos, y no debemos negarlos por respeto humano o «por temor de los judíos» (Jn. 7, 13).
   
Por supuesto que es verdad que, espiritualmente hablando, todos los pecadores son culpables de la Pasión y Muerte de Cristo, porque nuestro Santísimo Señor tomó voluntariamente sobre Sí nuestros pecados a fin de expiarlos (más tarde volveremos sobre ello).
   
«El pueblo judío no debe ser referido como si fuera reprobado de Dios o maldito, como si este punto de vista se dedujera de las Sagradas Escrituras».
¡Eso se sigue muy ciertamente de la Sagrada Escritura! O mejor, no se sigue simplemente de la Escritura, es enseñada allí explícitamente.
   
Uno puede simplemente consultar, por ejemplo, la Concordancia textual de las Sagradas Escrituras de Thomas David Williams (#CommissionLink) y encontrar una entrada sobre el Rechazo de los judíos bajo las profecías de Cristo (págs. 810-811). Allí se encuentran los siguientes pasajes:
  • «Así yo os declaro, que vendrán muchos gentiles del Oriente, y estarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mientras que los hijos del reino (los judíos) serán echados fuera a las tinieblas: allí será el llanto y el crujir de dientes» (Matth. 8, 11-12).
  • «“Pero los renteros al ver al hijo, dijeron entre sí: ‘Este es el heredero, venid, matémosle, y nos alzaremos con su herencia’. Y agarrándole le echaron fuera de la viña, y le mataron. Ahora bien, en volviendo el dueño de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?”. “Hará, dijeron ellos, que esta gente tan mala perezca miserablemente; y arrendará su viña a otros labradores que le paguen los frutos a sus tiempos”. “¿Pues no habéis jamás leído en las Escrituras, les añadió Jesus: ‘La piedra que desecharon los fabricantes, esa misma vino a ser la clave del ángulo? El Señor es el que ha hecho esto en nuestros días, y es una cosa admirable a nuestros ojos’ [Ps. CXVII., v. 22.—Act. IV., v. 11]. Por lo cual os digo, que os será quitado a vosotros el reino de Dios, y dado a gentes que rindan frutos de buenas obras”» (Mt 21:38-43)
  • «“En fin, a un hijo único que tenía y a quien amaba tiernamente, se lo envió también el último, diciendo: ‘Respetarán a lo menos a mi hijo’. Pero los viñadores al verle venir se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero; venid, matémosle, y será nuestra la heredad’. Y asiendo de él, le mataron, arrojándole antes fuera de la viña. ¿Qué hará pues el dueño de la viña? Vendrá, y perderá a aquellos renteros, y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído este lugar de la Escritura [Psalm. CXVII., v. 22.— Is. XXVIII., v. 16]: ‘La piedra que desecharon los que edificaban, vino a ser la principal piedra del ángulo: el Señor es el que hizo eso, y estamos viendo con nuestros ojos tal maravilla’?”» (Marc. 12, 6-11).
  • «Allí será el llanto y el rechinar de dientes: cuando veréis a Abrahán, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los Profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán tambien gentes del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía, y se pondrán a la mesa en el convite del reino de Dios» (Luc. 13, 28-29).
  • «“Dijo entonces el dueño de la viña: ‘¿Qué haré ya? Enviaré a mi hijo querido: quizá, cuando le vean, le tendrán más respeto’. Mas luego que los colonos le avistaron, discurrieron entre sí, diciendo: ‘Este es el heredero, matémosle, a fin de que la heredad quede por nuestra’. Y habiéndole arrojado fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará pues con ellos el dueño de la viña? Vendrá en persona, y perderá a estos colonos, y dará su viña a otros”. Lo que oído por los príncipes de los sacerdotes, dijeron: “No lo permita Dios”. Pero Jesús clavando los ojos en ellos, dijo: “¿Pues qué quiere decir lo que está escrito [Psalm. CXVII., v. 22 — Is. XXVIII., v. 16]: ‘La piedra que desecharon los arquitectos, esa misma vino a ser la principal piedra del ángulo’? De suerte que quien cayere sobre la dicha piedra, se estrellará; y aquel sobre quien ella cayere, quedará hecho añicos”» (Luc. 20, 13-18).
Esto no es un tema terriblemente complicado. Los judíos rechazaron a Nuestro Señor, entonces Él los ha rechazado, hasta que se conviertan, eso es (ver Rom. 11). Lo mismo va para los gentiles, por supuesto, porque «si le negáremos, Él nos negará igualmente» (2.ª Tim. 2, 12).
    
¿Por qué debería esto ser sorprendente o controversial? Nuestro Señor fue claro: «Quien no está por mí, está contra mí, y quien no recoge conmigo, desparrama» (Luc. 11, 23). Como también San Pablo y San Bernabé, quienes «con gran entereza les dijeron: “A vosotros debía ser primeramente anunciada la palabra de Dios; mas ya que la rechazais, y os juzgáis vosotros mismos indignos de la vida eterna, de hoy en adelante nos vamos a predicar a los gentiles”» (Hechos 13, 46).
    
El castigo profetizado a los judíos por haber rechazado a Dios también se le puede encontrar en la Escritura. Y sí, ciertamente se lee como una maldición:
  • «Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades donde se habían hecho muchísimos de sus milagros, porque no habían hecho penitencia. “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!, que si en Tiro y en Sidon se hubiesen hecho los milagros que se han obrado en vosotras, tiempo ha que habrían hecho penitencia, cubiertas de ceniza y de cilicio. Por tanto os digo, que Tiro y Sidon serán menos rigurosamente tratadas en el día del juicio, que vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas acaso levantarte hasta el cielo? Serás, sí, abatida hasta el infierno; porque, si en Sodoma se hubiesen hecho los milagros que en ti, Sodoma quizá subsistiera aun hoy día. Por eso te digo, que el país de Sodoma en el día del juicio será con menos rigor que tú castigado”» (Matth. 11, 20-24).
  • «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que hubieran hecho penitencia cubiertas de cilicio, y yaciendo sobre la ceniza. Por eso Tiro y Sidón serán juzgadas con mas clemencia que vosotras. Y tú, oh Cafarnaúm, que orgullosa te has levantado hasta el cielo, serás abatida hasta el profundo del infierno» (Luc. 10, 13-15).
  • «Pero Jesús vuelto a ellas, les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloreis por mí, llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos. Porque presto vendrán días en que se diga: ‘Dichosas las estériles, y dichosos los vientres que no concibieron, y los pechos que no dieron de mamar’. Entónces comenzarán a decir a los montes: ‘Caed sobre nosotros’; y a los collados: ‘Sepultadnos’. Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará?”» (Luc. 23, 28-31).
Con relación a ser “maldito” o “maldecido”, también debemos recordar que el caído género humano en general ha padecido bajo maldición (ver Gén. 3, 16-19) que solo la Redención de Nuestro Señor podía deshacer: «Jesucristo nos redimió de la maldición de la Ley, habiéndose hecho por nosotros objeto de maldición, pues está escrito [Levit. XVIII., v. 5]: “Maldito todo aquel que es colgado en un madero, pues por sus maldades le habrán puesto allí”; y todo esto, para que la bendición de Abrahán cupiese a los gentiles por Jesucristo, a fin de que así por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu Santo o la abundancia de sus dones y gracia» (Gál. 3, 13-14).
    
En lugar de decirle a los judíos que ellos no están bajo maldición, la USCCB debería estar explicándoles precisamente en qué sentido están maldecidos, y que aun así no deberían estar en desesperación, ¡porque el infinitamente benévolo Dios-Hombre al que ellos maldijeron y condenaron ha convertido su maldad en su Redención y potencial salvación! Por Su inagotable misericordia, Él ha tornado la maldición de sangre que reclamaron sobre sí (ver Matth. 27, 25) en su baño redentor: «que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la Sangre que reclamó un día contra sí» (Acto de Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús; en Acta Apostólicæ Sedis, vol. XVII, n. 13 [Nov., 1925], p. 544).
   
Podemos concluir con el P. Sáenz:
«Después de lo sumariamente hemos dicho, resulta incompresible la famosa Declaración del Vaticano II, cuando nos dice: “Los judíos no deben presentarse como rechazados de Dios o malditos, como si esto se siguiese de la Sagrada Escritura”. Necesitamos mudar o suprimir los libros sagrados para admitir esa postura pastoral del Concilio, que parece a todo trance –incluso contradiciendo a la Escritura, al dogma, a la Tradición, a los escritos de todos los Santos Padres y Doctores de Iglesia, a la verdad histórica– exonerar la responsabilidad judaica, para complacer las exigencias de nuestros mortales enemigos, que, por otra parte, mantienen su posición de rebeldía y negación en contra de Cristo y de su Iglesia.
   
Por lo demás, debemos recordar, como lo afirma San Pablo que la desgracia de Israel no es ni total, ni definitiva. No es total, porque siempre ha habido sinceros conversos del judaísmo –(no hablamos de los marranos, los falsos, los criptojudíos)–, que, al reconocer el Mesianismo y la Divinidad de Cristo, han ingresado en la Iglesia, han formado parte de Israel y han vuelto ser hijos de la predilección.  No es definitiva, porque, como lo afirma San Pablo. No es definitiva, porque, como lo afirma San Pablo, la conversión del pueblo a ser uno de los signos que vendrán antes del nuevo advenimiento del Redentor, para juzgar a los vivos y a los muertos» (Saenz y Arriaga, págs. 338-339 [Traducción inglesa, pág. 313]; cursivas propias. #CommissionLink)
De hecho, es una verdad consoladora que el Señor Jesús no rechaza a nadie que, auxiliado por Su divina gracia, se vuelve a Él sinceramente.
     
La enseñanza de San Pablo a que el P. Sáenz se refiere en la cita anterior, se halla en el capítulo undécimo de su carta a los Romanos, el cual es un minicatecismo sobre cómo los judíos, habiendo rechazado a Dios, fueron rechazados por Él, y los gentiles admitidos en su lugar. Usando la imagen de un olivo, San Pablo advierte a los gentiles, sin embargo, que no por eso deberían pensar que están eternamente seguros, como si fuera imposible para ellos caer como los judíos lo hicieron. En realidad, así como los gentiles pueden caer, también es posible para los judíos convertirse y ser readmitidos a la amistad con Dios:
«Pues, según esto, digo yo ahora: ¿Por ventura ha desechado Dios a su pueblo? No por cierto. Porque yo mismo soy israelita del linaje de Abrahán, y de la tribu de Benjamín: no ha desechado Dios al pueblo suyo, al cual conoció en su presciencia. ¿No sabeis vosotros lo que de Elías refiere la Escritura [III. Reg. XIX., v. 10]; de qué manera dirige él a Dios sus quejas contra Israel, diciendo: “¡Oh Señor!, a tus Profetas los han muerto, demolieron tus altares, y he quedado yo solo, y atentan a mi vida”? Mas ¿qué le responde el oráculo divino [III. Reg. XIX., v. 18]? “Heme reservado siete mil hombres, esto es muchísimos, que no han doblado la rodilla delante de el ídolo Baal”. De la misma suerte pues, a pesar de la general incredulidad de los judíos, se han salvado en este tiempo algunos pocos que han sido reservados por Dios según la eleccion de su gracia. Y si por gracia, claro está que no por obras; de otra suerte la gracia no fuera gracia.
  
¿De aquí qué se infiere? Que Israel, que buscaba la justicia, mas no por la fe, no la ha hallado; pero la han hallado aquellos que han sido escogidos por Dios, habiéndose cegado todos los demas, según está escrito [Is. VI., v. 9; XXIX., v. 10.— Matth. XIII., v. 14]: “Les ha dado Dios hasta hoy día en castigo de su rebeldía, un espíritu de estupidez y contumacia; ojos para no ver, y oídos para no oír”. David dice también [Psalm. LXVIII., v. 23]: “Venga a ser para ellos su mesa, esto es, su alimento, su Ley, su Templo y altar, un lazo y de trampa donde queden cogidos, y una piedra de escándalo o ruina, y eso en justo castigo suyo por el mal uso que de ello harán. Oscurézcanse sus ojos de tal modo que no vean; y haz que sus espaldas estén cada vez más encorvadas hacia la tierra”.
    
Mas esto supuesto, pregunto: ¿Los judíos están caídos para no levantarse jamás? No por cierto. Pero su caída ha venido a ser una ocasión de salud para los gentiles, a fin de que el ejemplo de los gentiles, les excite la emulación para imitar su fe. Que si su delito ha venido a ser la riqueza del mundo, y el menoscabo de ellos el tesoro o riqueza de las naciones, ¿cuánto más lo será su plenitud o futura restauración, esto es, su conversión a la fe, al fin de los tiempos? Con vosotros hablo, ¡oh gentiles! Ya que soy el Apóstol de las gentes, he de honrar mi ministerio, para ver también si de algún modo puedo provocar a una santa emulación a los de mi linaje, y logro la salvación de algunos de ellos. Porque si el haber sido los más de ellos desechados, ha sido ocasión de la reconciliación del mundo [Act. XIII., v. 46 y 47], ¿que será su restablecimiento o conversión, sino resurrección de muerte a vida? Porque si las primicias de los judíos son santas, esto es, los Patriarcas, lo es tambien la masa o el cuerpo de la nación; y si es santa la raiz, también las ramas. Que si algunas de las ramas han sido cortadas, y si tú, ¡oh pueblo gentil!, que no eres más que un acebuche, has sido injertado en lugar de ellas, y hecho participante de la savia o jugo que sube de la raiz del olivo, no tienes de que gloriarte contra las ramas naturales. Y si te glorías, sábete que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
   
Pero las ramas, dirás tú, han sido cortadas para ser yo ingerido en su lugar. Bien está: por su incredulidad fueron cortadas. Tú empero estás ahora firme en el árbol, por medio de la fe; mas no te engrías, antes bien vive con temor. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, o a los judíos, debes temer que ni a ti tampoco te perdonará. Considera pues la bondad, y la severidad de Dios: la severidad para con aquellos que cayeron, y la bondad de Dios para contigo, si perseverares en el estado en que su bondad te ha puesto; de lo contrario tú tambien serás cortado. Y todavía ellos mismos, si no permanecieren en la incredulidad, serán otra vez unidos a su tronco; pues poderoso es Dios para ingerirlos de nuevo. Porque si tú fuiste cortado del acebuche, que es tu tronco natural, e injerto contra natura en la oliva castiza, ¿con cuanta mayor razón serán injertas en su propio tronco las ramas naturales del mismo olivo?
    
Por tanto no quiero, hermanos, que ignoreis este misterio, esto es, la futura conversión de los judíos (a fin de que no tengáis sentimientos presuntuosos de vosotros mismos) y es, que una parte de Israel ha caído en la obcecación, hasta tanto que la plenitud de las naciones haya entrado en la Iglesia: entonces salvarse ha todo Israel, según está escrito [Is. LIX., v. 20]: “Saldrá de Sion el Libertador o Salvador, que desterrará de Jacob la impiedad. Y entonces tendrá efecto la alianza que he hecho con ellos, en habiendo Yo borrado sus pecados”. Es verdad que en orden al Evangelio son enemigos de Dios por ocasión de vosotros; mas con respecto a la elección de Dios, son muy amados por causa de sus padres los Patriarcas. Pues los dones y vocación de Dios son inmutables. Pues así como en otro tiempo vosotros no creíais en Dios, y al presente habéis alcanzado misericordia por ocasión de la incredulidad de los judíos; así tambien los judíos están al presente sumergidos en la incredulidad, para dar lugar a la misericordia que vosotros habéis alcanzado, a fin de que a su tiempo consigan también ellos misericordia. El hecho es que Dios permitió que todas las gentes quedasen envueltas en la incredulidad, para ejercitar su misericordia con todos» (Romanos 11, 1-32).
¡Qué palabras aleccionadoras, edifificantes y sobremanera bellas, sublimes y divinamente inspiradas!

Si los obispos novusorditas estadounidenses creyeran la doctrina de San Pablo, tal vez algunos de ellos comenzarían a predicar a los judíos, “con ocasión y sin ella” (2.ª Tim. 4, 2), para que ellos puedan ser “injertos” nuevamente y tener abierto para ellos el camino de salvación.
    
«La Iglesia siempre tiene en mente que Jesús, su madre María y los apóstoles eran todos judíos».
Esta es una clásica media verdad que se aprovecha de la doble ambigüedad inherente al adjetivo “judío”. Este término, junto con el sustantivo “judío”, puede referirse a la etnicidad o a la religión. Si es usado para referirse a la religión, puede referirse al Judaísmo veterotestamentario genuino, que era la religión verdadera (ver Jn. 4, 22) antes que Jesucristo estableciera la Nueva Alianza; o puede referirse al judaísmo apóstata (talmúdico) de nuestros días.

¿Cristo, la Santísima Virgen y los Apóstoles fueron étnicamente judíos? ¡Por supuesto que lo eran! ¿Practicaron el judaísmo veterotestamentario? Por supuesto que sí, hasta que Cristo empezó a predicar que el Reino de Dios está cerca y que cuanto estaba prefigurado en el Antiguo Testamento ahora sería cumplido. Con Su Sacrificio en la Cruz, nuestro Santísimo Señor fundó la Iglesia e hizo que el Nuevo Testamento entrase en vigencia, remplazando y superando el orden anterior:
  • « La Iglesia, ya concebida y nacida del corazón mismo del segundo Adán en la Cruz, se manifestó a los hombres por vez primera de modo solemne en el celebérrimo día de Pentecostés» (Papa León XIII, Encíclica Dívinum Illud munus, n. 7)
  • «Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento; entonces en la sangre de Jesucristo, y para todo el mundo, fue sancionada la Ley de Cristo con sus misterios, leyes, instituciones y ritos sagrados. Porque, mientras nuestro divino Salvador predicaba en un reducido territorio ―pues no había sido enviado sino a las ovejas que habían perecido de la casa de Israel (cf. Mt. 15, 24) ― tenían valor, contemporáneamente, la Ley y el Evangelio [Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, I-IIæ, cuestión 103, art. 3, a la objeción 2.ª]; pero en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos (cf. Ef. 2, 15), clavó en la cruz la escritura del Antiguo Testamento (cf. Col. 2, 14), y constituyó el Nuevo en su Sangre, derramada por todo el género humano (cf. Mat. 26, 28; 1.ª Cor. 11,25). Pues, como dice san León Magno, hablando de la cruz del Señor, “de tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de los muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo” [Sermón 68, 3; Patrología Latína 54, col. 374].

    En la cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera [cf. San Jerónimo y San Agustín, Epístolas 112,14 y 116,6: Patrología Latína 22, cols.n924 y 943; Suma teológica, I-IIæ, cuestión 103, art. 3, a la objeción 2.ª; art. 4, a la objeción 1ª; Concilio de Florencia, Decreto para los jacobitas: Mansi 31, 1738], para dar paso al Nuevo Testamento, del cual Cristo había elegido como idóneos ministros a los apóstoles (cf. 2.ª Cor. 3, 6)» (Papa Pío XII, Encíclica Mýstici Córporis Christi, n. 12; subrayado añadido).
¿Por qué es tan difícil a la gente de hoy aceptar que los judíos apóstatas de hoy no tienen una alianza con Dios? Solamente hay una alianza, y es la que nuestro Santísimo Señor selló con Su Sangre, que es tanto para los judíos como para los gentiles.
   
«Como la Iglesia siempre ha sostenido, Cristo sufrió libremente su pasión y muerte a causa de los pecados de todos, para que todos pudieran ser salvados».
Claro que es verdad que Jesucristo murió libremente, por Su propia volición, sufrió y murió por nosotros: «Por eso mi Padre me ama; porque doy mi vida por mis ovejas, bien que para tomarla otra vez [Is. LIII., v. 7]. Nadie me la arranca, sino que yo la doy de mi propia voluntad, y soy dueño de darla, y dueño de recobrarla: este es el mandamiento que recibí de mi Padre» (Jn. 10, 17-18).
    
Esto es completamente cierto, mas esto no niega los hechos históricos y demás verdades teológicas cuya cuenta dimos antes.
  
Sí, hablando espiritualmente, todos nosotros, pecadores, todos los que somos miembros del caído género humano, somos responsables por (y culpables de) la Sagrada Pasión y Muerte del Señor Jesús, porque todos nosotros estamos necesitados de la Redención y de hecho hemos sido redimidos por Jesucristo. Esto va tanto para los judíos como para los gentiles:
  • «De ahí resultó que el Padre celestial, Padre de la misericordia y Dios de toda consolación (1.ª Cor. 1, 3), cuando llegó aquella bienaventurada plenitud de los tiempos (Eph 1, 10; Gál. 4, 4) envió a los hombres a su Hijo Cristo Jesús [Canon 1], el que antes de la Ley y en el tiempo de la Ley fue declarado y prometido a muchos santos Padres (cf. Gén. 49, 10; Gén. 49, 18), tanto para redimir a los judíos que estaban bajo la Ley como para que las naciones que no seguían la justicia, aprehendieran la justicia (Rom. 9, 30) y todos recibieran la adopción de hijos de Dios (Gál. 4, 5). A Este propuso Dios como propiciador por la fe en su sangre por nuestros pecados (Rom. 3, 25), y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1.ª Jn. 2, 2).» (Concilio de Trento, sesión VI, cap. 2. Denzinger 794).
  • «Entonces, ¿alguno de los lados tiene ventaja? De ninguna manera. Los judíos y los gentiles, como hemos alegado antes, están igualmente convencidos de pecado. Así está escrito: “No hay entre ellos un inocente, ni siquiera uno. No hay nadie que reflexione y busque a Dios; todos por igual están en el camino equivocado, todos son vidas desperdiciadas; Ninguno de ellos actúa honorablemente, no, ninguno. Sus bocas son tumbas abiertas, usan su lengua para adular. Debajo de sus labios se esconde veneno de áspides. Su charla rebosa de maldiciones y calumnias. Corren velozmente para derramar sangre; el caos y la ruina siguen su camino; el camino de la paz les es desconocido. No mantienen el temor de Dios ante sus ojos”. Así lo dice la ley, y sabemos que las palabras de la ley están destinadas a los propios súbditos de la ley; está decidido a que nadie tenga nada que decir por sí mismo, que el mundo entero se reconozca responsable de los juicios de Dios. Ninguna criatura humana puede llegar a ser aceptable ante sus ojos si observa la ley; lo que hace la ley es darnos la plena conciencia del pecado. Pero, en estos días, el camino de justificación de Dios finalmente ha salido a la luz; uno que fue atestiguado por la ley y los profetas, pero que se mantiene apartado de la ley; El camino de Dios para la justificación a través de la fe en Jesucristo, destinado a todos y enviado a todos sin distinción, si tiene fe. Todos por igual han pecado, todos por igual son indignos de la alabanza de Dios. Y la justificación nos llega como un don gratuito de su gracia, mediante nuestra redención en Cristo Jesús» (Romanos 3, 9-24/versión inglesa de Mons. Ronald Knox).
Respecto a la Santísima Virgen María, quien era sin pecado, lo fue por un privilegio y gracia singular de que los frutos de la Redención de Cristo fueran aplicados preventivamente a su alma para que ella fuera concebida sin mancha de pecado original y preservada de pecado actual (ver Denz. 833; 1641). Es por eso que ella, que era inmaculada, sin embargo llamaba a Dios «mi Salvador» (Luc. 1, 47).
   
No hay, pues, ningún conflicto entre todas estas verdades. Aun cuando todos nosotros somos culpables de infligir dolor y muerte a nuestro Santísimo Señor por cuenta de nuestros pecados, sigue siendo verdad, y de gran significado histórico y teológico, que fueron los judíos —¡aquellos a quienes el Mesías había sido prometido!— quienes entregaron a Cristo a los romanos para ser crucificado, y a cuya presión finalmente sucumbió Poncio Pilato. Eso no significa que el procurador romano fuera inocente, solo que «quien a ti Me ha entregado, es reo de pecado más grave» (Jn. 19, 11).
   
Así vemos refutado el sofisma de la USSCB. Su “nota de la Pasión” es una vergüenza monumental y engañosa que enfatiza más la ruptura que ocurrió en el Concilio Vaticano II específicamente respecto a la doctrina católica tradicional sobre el judaísmo apóstata:
Imagina si, en lugar de acomodar a los judíos apóstatas sobre el Viernes Santo, los obispos novusorditas estadounidenses hubieran incluido en su lugar una fervorosa oración o apelo por su conversión!
    
Pero no, eso por supuesto sería considerado totalmente inaceptable y sin duda… ¡“antisemita”!

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