viernes, 29 de marzo de 2024

VIA SOLETÁTIS, O DÍA DE MARÍA DESOLADA

Ejercicio devoto publicado en Roma en 1817, y traducido del francés por el Dr. Don Antonio Vallcendrera y Pons, Canónigo de la catedral de Lérida, y publicado en Barcelona por la viuda de Valentín Torrás en 1863.
   


*VIA SOLETATIS MARIÆ*

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

*INVOCACION*
¡Oh María la más afligida de las madres! yo el más indigno de vuestros hijos, humildemente postrado a vuestros pies, imploro vuestra poderosísima intercesión, a fin de que vuestro divino Hijo no me rechace de su presencia por razón de mis pecados, que fueron la verdadera causa de su muerte y de vuestros dolores. ¡O Madre la más tierna, y al mismo tiempo la más adolorida de las madres que han quedado sin hijo! yo no quiero dejaros sola, viéndoos sumergida en tan amargo dolor: aunque pecador, el más miserable de los pecadores, no, Madre dolorosísima, no os dejare sola en estas cuarenta horas de vuestra soledad. Permitidme, desolada Señora, os haga compañía; y que, mezclando mis lágrimas con vuestras lágrimas, participe algún tanto de vuestras penas, y de los tormentos de vuestro Santísimo Hijo, mi amabilísimo Redentor.
  
Y Vos, dulcísimo Jesús, muerto por mi amor en el duro leño de una cruz, apiadaos de mí, que soy el vil é ingrato pecador que tantas veces os he crucificado. Yo soy el que con mis pecados os he quitado la vida a Vos y he puesto en la más triste soledad a vuestra dulcísima Madre. Pero perdonadme, Padre mío, que ya quisiera morir de dolor de haber pecado. Dadme gracia para morir mil veces antes que volver a pecar. Y ahora concededme la que necesito para practicar devotamente este piadoso ejercicio en obsequio de vuestra madre desolada. Amén.

Dulce Madre, que llorabais
perdido un Hijo el más tierno,
Hijo también del eterno,
¡Oh que amarga suspirabais
De un nuevo dolor herida,
Qué grande vuestra tristeza.

Mi alma anhela con viveza
Seguiros adolorida.
Pío me neguéis el favor
De acompañaros lloroso:

Haced gima doloroso
Mi corazón con fervor.
Lágrimas de contrición
Derrames tan abundantes.
Que sean ellas bastantes
Para alcanzar el perdón. Amen.


*PRIMERA ESTACION*

Sin límites fue el dolor
Que hasta ahora padecisteis:
Mas nunca privada os visteis
Del imán de vuestro amor.
Mas aquí; que desconsuelo
En sepulcro vuestro Amado,
Era a los ojos negado
Hasta de verle el consuelo.

*MARIA LLENA DE DOLORES CERCA DEL SEPULCRO DE SU HIJO*
¡O alma mía! mira y contempla la dolorosa aflicción en que se halla sumergida María cerca el sepulcro en que había de ser enterrado luego el cuerpo de su estimado Hijo. ¡Pobre Madre, la más triste entre todas las madres que han visto
enterrar a sus hijos! ¡Ay! presente cuando José de Arimatea y Nicodemus envolvían su cuerpo en una sábana. «¡Ay de mí! exclamaría ella: ¿no es este aquel mismo cuerpo de mi amadísimo Hijo que yo misma envolvía en pañales en el Pesebre de Belén? ¡Mas hay! Hijo mío de mis entrañas, ¡y que diferencia! yo os envolvía vivo, y ahora os envuelven muerto.» Pero María ve el sagrado cuerpo de Jesús puesto ya en el sepulcro; y ¡ay penetrada de la más profunda tristeza, Lañados los ojos de lágrimas, se vuelve a José y Nicodemus, y con una
voz lastimera «¡Ay! dignaos les dice, dignaos esperar un poco, yo os lo suplico y no privéis aun á mis ojos de un objeto, que tanto ama mi corazón.» Mas era preciso viese cerrar el sepulcro, y una losa le quita en fía el último consuelo que le quedaba de poder ver a lo menos el sagrado cadáver. ¡Ay! bendice entonces a su Hijo ya enterrado, dice San Bernardo; y con una voz que añudaban los sollozos, le llama, y le vuelve a llamar; y «ay dice, ella yo le Amo, y él no me responde:» y dejando caer la cabeza sobre el sepulcro, tendiendo sobre él los brazos, María llora y no sabe como separarse de él: da aquella afligida Madre repetidos ósculos a la piedra, la riega con un torrente de lágrimas, y con amargos sollozos llora a su Hijo; Qué aflicción.

*ORACIÓN*
¡O tristísima Madre, sumergida en un mar de dolor cerca el sepulcro de vuestro estimadísimo Hijo! yo tomo parte, Señora, en vuestra aflicción. O que tristeza tan grande para una Madre tan tierna no ver ni oír más el dulce objeto de vuestros cariños, y en lugar de su cuerpo adorable poder solamente abrazar la piedra que lo cubre y lo roba a vuestros ojos. Por esta misma aflicción que llenó de amargura vuestro corazón dulcísimo, os pido Virgen Santísima, que me alcancéis la gracia de que mi alma no merezca jamás por su culpa ser privada de la presencia de mi Dios. Amen.
*Un Padre nuestro Ave María y Gloria Patri.*

*AL SANTO SEPULCRO*
¡Sepulcro dichoso! afortunado Sepulcro, a quien regó con sus preciosas lágrimas la más amable y al mismo tiempo la más desolada de las madres tú encerrabas juntamente con el cuerpo adorable de Jesús el corazón dulcísimo de María. ¡Ah! Quede también juntamente con ellos mi pobre corazón. Yo te adoro con todo afecto, ¡o sepulcro divino!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O María, Madre desolada! por vuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi con suelo y ¿ni amparo, y principalmente en la hora de mi muerte. Amen.

*SEGUNDA ESTACION*

Del sepulcro os separáis,
Y ¡o que duro sentimiento!
Queda en aquel monumento
El tesoro que estimáis.
¡O cuan agudo dolor
¡El no poderle mirar!
Mas tenerle que dejar
¡O! esta sí es pena mayor.

*MARIA SE SEPARA DEL SEPULCRO PARA VOLVER A JÉRUSALEN*
O alma mía, considera atentamente la aflicción de María al separarse del sepulcro, donde quedaba el único objeto de su amor su tan e timado Hijo. La noche se acerca le dice San Juan, y no está decente ni el quedarnos aquí, ni el volver de noche a Jerusalén; y por lo mismo partamos, Señora, si es de vuestro agrado. Desde luego aquella afligida Madre, siempre sumisa y resignada a la voluntad de Dios, se levanta de tierra, donde la había hecho caer el exceso de su dolor: dobla las rodillas abraza el sepulcro, y lo riega otra vez con sus lágrimas, «¡Ay Hijo mío! exclama de nuevo con una voz sollozante: ay Hijo! ¡estimado Hijo! ¡ah! ¡que no pueda yo a lo menos quedar aquí con Vos!» Levanta sus llorosos ojos al cielo, y ¡Padre mío, continua: Eterno Padre, yo os encomiendo mi Hijo, este Hijo apreciado que es también Hijo vuestro: y dando el último adiós al sepulcro, ¿Recibid, añade afligida recibid, hijo mío, mi corazón, que dejo enterrado aquí juntamente con Vos? Las piadosas mujeres que la acompañaban, sostenían su cuerpo desfalleciente y que vacilaba, y le echaron un velo a la cara. Ellas marchan las primeras: tras ellas seguía María puesta en la más viva aflicción: Juan y Magdalena estaban a sus lados. Ay triste su rostro, y anegada en un torrente de lágrimas, al paso que se iba alejando no podía menos que dirigir a menudo sus tiernas y lánguidas miradas hacia el huerto donde estaba sepultado el dulce objeto de sus amores. Con pasos trémulos iba apartándose, y sus llorosos ojos, se vuelven repetidas veces hacia aquel afortunado lugar. Pobre Madre verdaderamente que no solo estaba sumamente afligido su corazón tiernísimo, sino que él era el centro mismo de la aflicción. Qué dolor

*ORACIÓN*
¡O Madre llena de dolores! yo tomo parte en las penas que sufristeis en aquella triste hora en que os visteis precisada a separaros como por fuerza del sagrado sepulcro de vuestro divino Hijo para volveros a Jerusalén. ¡Angustiada Madre!
por el dolor tan grande que sufristeis en aquella hora de tanta aflicción, yo os suplico me alcancéis la gracia de quedar enterrado con Jesús, y de vivir en adelante y hasta el último suspiro de mi vida, no según el espíritu del mundo sino según el espíritu de .mi Salvador. Amen
*Un Padre nuestro, etc.*

*Á LA LANZA*
¡Ay lanza cruel, que traspasaste muerto el sagrado cuerpo del Autor de la vida! traspasa también mi corazón empedernido, y manen de él lágrimas de viva contrición. Tú nos abriste la puerta para entrar en su corazón: Yo te adoro, ¡oh Lanza divina!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O María, Madre desolada! por vuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi con suelo y mi amparo, y principalmente en la hora de mi muerte. Amen.

*TERCERA ESTACION*

Calvario ¡o monte triste
La Cruz del Hijo plantada,
Y con su sangre rociada,
En él Madre mía, viste.
El dolor se renovó
Que en la muerte del amado
Os había angustiado,
¡Y ay! de nuevo os penetró.

*MARIA VUELVE A PASAR POR EL CALVARIO*
¡O alma mía! considera el mar de amargura en que se vio sumergida María al volver a Jerusalén. ¡Ah! ella se ve en la triste precisión de atravesar el Calvario, horroroso teatro donde había pasado poco antes la más trágica de las escenas, que no acabó con menos que con un horrendo deicidio. Ella se para en aquel funesto collado de incienso, en aquel tan amargo monte de mirra; y ¡ay! que se
le renuevan entonces todos los dolores que en aquel tristísimo lugar había sufrido. ¡Ah! ella ve levantado aun el hasta entonces infame madero de la Cruz, bañado todo con la sangre de su Hijo, y su imaginación le representa los crueles tormentos que había padecido en aquellas tres horas de mortales agonías.» ¡Ay Hijo mío! exclama afligida: ¡ay Hijo mío! ¿y por qué no me ha sido permitido que yo muriese por Vos? ¡ah! la muerte misma no habría sido para mí tan cruel como el vero morir a Vos, ¡oh prenda siempre amada de mi corazón. María se
acerca a la Cruz, la adora la abraza, la aprieta a su corazón estrechándola cuanto puede con sus brazos: María la angustiada María no cesa de besar aquel ya precioso madero, y lo riega con sus lágrimas. ¡Su Hijo siempre amabilísimo muerto en él! ¡qué triste recuerdo para tan tierna Madre! ¡qué aflicción!

*ORACIÓN*
¡O tiernísima Madre mía! yo tomo parte en el dolor que afligió vuestro corazón al veros otra vez en el tan triste monte Calvario y al pie de la Cruz, teñida con la sangre de vuestro divino Hijo. ¡Ay madre mía! tiernísima madre mía mis pecados son los que clavaron en cruz a vuestro Hijo, y le quitaron inhumanamente la vida. Permitidme en desagravio que yo reverencie y abrace esa Cruz santa con los sentimientos de un corazón verdaderamente contrito y humillado. Alcanzadme de vuestro piadosísimo Hijo la gracia de que yo sea un verdadero adorador de la Cruz. Haced, Madre mía, amabilísima, que yo ame de veras la Cruz, y que con una santa resignación a la voluntad del Señor abrace y
lleve de buena gana las cruces de los trabajos que tenga a bien enviarme. Haced en fin que uniendo mis penas con las de mi adorable Salvador, logre satisfacer por mis pecados, y merecer algún día la gloria del cielo. Amen.
*Un Padre nuestro, etc.*

*Á LA SANTA CRUZ*
¡O Cruz adorable? árbol divino que con su misma sangre santificó mi buen Jesús recibidme entre vuestros brazos, aunque tan pecador. ¡Cruz preciosa yo te abrazo con todo mi afecto, con todo el afecto de mi corazón yo te adoro, o Cruz divina!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O María, Madre desolada! por vuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi con suelo y mi amparo, y principalmente en la tora de mi muerte. Amen.

*CUARTA ESTACION*

La ingrata Jerusalén
Pisáis otra vez, ¡o María!
la misma que pisó aquel día
Vuestro amado nuestro bien.
Sentisteis pena al seguirlo
Del suplicio al lug.ar:
Pero sin Hijo quedar
¡Qué dolor! ¿quién podrá oírlo?

*MARIA VUELVE A ENTRAR Á JERUSALEN.*
¡O alma mía! considera con atención el |dolor tan cruel que amargó el corazón dulcísimo de María al entrar en Jerusalén, aquella ciudad ingrata donde su amado Hijo había sido condenado aquel mismo día a la muerte de cruz. Juan no pudo con tener sus lágrimas aquellas santas Mujeres que la acompañaban las derramaban en abundancia: María suelta libre rienda a las suyas y sus ojos se convierten en un desecho llanto. ¡Ah! sumergida aquella afligida Madre en la más profunda tristeza, llora con tanto dolor, y llena el aire de tan tiernos y tan amargos suspiros, que se movían á compasión los corazones más insensibles, y mezclaban sus lágrimas con las de María: en todas las calles por donde pasaba no se oían sino llantos, no se percibían sido voces lastimeras que cortaban los sollozos, y acompañaban los gemidos: todos lloraban, tantos cuantos le salían al encuentro. A cada paso se le renovaban a aquella desolada Viuda los dolores que angustiaban su corazón. Las calles, las plazas, el pretorio, todo le recordaba aquellas crueldades nunca oídas que había cometido aquella deicida ciudad contra aquel Hijo estimado de sus entrañas, que era el dulce imán de todos sus cariños. ¡Ay! «Por esta calle se diría ella a sí misma, ha pasado esta mañana mí estimado Hijo: pero ¿cómo? ¡ah atado con sogas y cadenas, y llevado de tribunal
en tribunal como a un malhechor el más facineroso, Por esta calle diría en otra Ocasión, ha sido presentado al palacio de Herodes, que lo ha tratado de loco é insensato. En aquel pretorio ha sido despedazado su cuerpo con tantos azotes, y taladrada Su cabeza con las espinas. ¡Ay! allí le cargaron la Cruz por esta amarga calle de Amargura se dejó llevar como una oveja al matadero aquí es donde le salí al encuentro, y ¡ay de mí que lo vi cubierto de sangre, lleno de sudores y salivas, fatigado débil y sin fuerzas habiendo caído repetidas veces bajo el enorme peso de la Cruz ¡Ay Hijo estimado! dulce prenda de mi corazón ¡ay! ¡y cuanto habéis sufrido» ¡Pobre Madre y que dolor!

*ORACIÓN*
¡O mi tierna Madre! mi corazón se llena de compasión al veros entrar en la inhumana Jerusalén. ¡Qué nueva herida para vuestro corazón dulcísimo la vista de aquella sanare divina del más amable de los hijos, con que estaban regadas las calles de aquella deicida ciudad! ¡Que herida al encontraros con aquellos que enardecidos contra vuestro Hijo habían gritado y clamado que fuese condenado a muerte! Aumentaba vuestro dolor la vista de tantas piadosas mujeres; que movidas á compasión. de Vos, suspirando y sollozando, mezclaban sus lágrimas con las vuestras. ¡Madre mía amabilísima! por lo que padecisteis en aquellas tan tristes calles dignaos alcanzarme la gracia de que las aflicciones en que os considero sumergida. exciten en mí los sentimientos de una verdadera compasión, y que este mi corazón duro sea ablandado con una viva contrición de tantos pecados con que he quitado la vida a vuestro Hijo, y os he llenado á Vos, o la más tierna de las madres, de los más vivos dolores. Alcanzadme también la gracia de caminar constante por el camino de la virtud, hasta llegar finalmente a la deseada posesión da la gloria. Amen.
*Un Padre nuestro, etc.*

*Á LAS ESPINAS*
¡O preciosas espinas que penetrasteis la sagrada cabeza de mi Redentor! ¡ay de mí! yo soy el inhumano que con mis malos pensamientos coroné al divino Salomón con una corona de ignominia y de dolor. ¿O si yo pudiese deshacer lo que hice? Me arrepiento de veras, y entre tanto yo os adoro con todo mi afecto, ¡oh divinas Espinas!
*Otro Padre nuestro etc.*

¿O María, Madre desolada? por vuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi consuelo y mi amparo, y principalmente en la hora de mi muerte. Amen.

*QUINTA ESTACION*

El que por hijo os dió
Vuestro Hijo al morir,
Deseándoos servir,
En casa os acogió.
Mas Juan, aunque tan amable,
Tan atento y reverente,
Reparar plenamente
No pudo lo irreparable.

*MARIA SE RETIRA Á LA CASA DE JUAN*
O alma mía, considera la aflicción de María cuando puesta en casa de Juan no echaba menos la compañía de su siempre amadísimo Jesús. Juan estaba lleno de una santa alegría al ver que tenía la dicha de hospedar en su casa a la Madre de su divino Maestro. María también lo estaba de verse en casa del Discípulo amado a quien Jesús moribundo le había señalado por hijo, y a quien ella había
adoptado como madre: mas ¡ay! que Juan no era Jesús, y la compañía aun que tan amable de Juan no era la compañía de Jesús. Esta dolorosa privación la sumergía en un abismo de tristeza, y día y noche la hacía gemir, y derramar un torrente de lágrimas. Se veía oprimida de un dolor tan grande; que apenas le permitía andar. ¡O pobre madre! estaba inconsolable: no había entre aquellas piadosas Mujeres quien la pudiese consolar: ni el mismo Juan era suficiente para mitigar la violencia de su dolor. Mirando a unas partes y otras, «¡donde estáis Hijo mío dulcísimo, exclamaba, pues no os veo aquí! ¡O Juan! añadía afligida, ¿dónde está mi Hijo? ¡O Magdalena! ¿dónde está tu Padre, que te amaba tan tiernamente? ¡O Hermanas queridas! ¿dónde está mi Hijo? ¿dónde para vuestro Señor? ¡Ay Estimadas! que nos han quitado al que era la luz de nuestros ojos y toda la alegría de nuestro corazón. Ay que está lejos de nosotras el que era nuestro gozo y nuestra dulzura; y ¡ay! que se ha separado de nosotras con grande angustia ¡Ah! mi Hijo es muerto: ha muerto mi Hijo; le han quitado la vida, y antes de morir se ha visto despedazado lleno de angustias, sediento y
forzado, violentado y oprimido, Heno de dolores y saciado de improperios, y no hemos podido darle alivio alguno. ¡Ay que es muerto mi Hijo! mi Hijo es muerto, y todos lo han abandonado.... ¡Ay Hijo mío! ¡y que triste separación!» O pobre Madre ¡que angustia! ¡que dolor!

*ORACIÓN*
¡Ay desolada Señora! yo tomo parte en la triste aflicción que oprimió vuestro corazón angustiado cuando os visteis en casa de Juan sin la compañía siempre amabilísima de vuestro Hijo Jesús. ¡Ah! ¡en que abismo de tristeza os sumergió tan sensible separación. No habla, Señora entre todos los que os amaban quien fuese capaz de a consolaros. ¡O Madre llena de dolor, pero no menos llena de amor y de misericordia, que tuvisteis la bondad de adoptarme por hijo en la persona de Juan yo me entrego a vuestros brazos con la más viva confianza! Vos sois mi madre, y la madre la más amante, y yo soy hijo vuestro, aunque el más indigno: no me despreciéis, Madre mía, siempre amantísima. Dulce refugio de los pecadores arrepentidos, sed el amparo de este pecador, que de veras se arrepiente de sus pecados, y con toda eficacia desea entrar en el seno del Padre de las misericordias, y no separarse jamás de él. Amen.
*Un Padre nuestro, etc.*

*A LOS AZOTES*
¡Adorables Azotes, que despedazasteis el inocente cuerpo de mi Salvador! vosotros abristeis la puerta a aquella sangre preciosa que tantas veces La limpiado mi alma de las manchas de sus pecados. Con todo el afecto de que soy capaz yo os adoro, ¡o Azotes divinos!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O Maña, Madre desolada! por vuestra soledad y desamparo dignaos, ser ahora y siempre mi consuelo y mi amparo, y principalmente en la hora de mi muerte. Amen.

*SEXTA ESTACION*

No se os mitiga el dolor;
Dan ¡oh Madre! en el retiro
Vuestro corazón suspiro,
Los ojos triste licor.
Pues que repasáis atenta
Cuanto oído y visto habíais:
Presente siempre tenias
La trágica tormenta.

*MARIA TIENE SIEMPRE PRESENTE EN SU ESPIRITU LA PASION Y MUERTE DE SU DIVINO HIJO*
¡O alma mía! considera la amargura que angustió el corazón de María tu madre en aquellas dos tan largas noches y día que perseveró enterrado su divino y siempre estimado Hijo. ¡Ay! todos los tormentos que había sufrido este dulcísimo Hijo de sus entrañas, todos se presentaban a un mismo tiempo a su espíritu todos la angustiaban en aquellas tan largas como tristes horas que mediaron desde el entierro a la resurrección. Tantas burlas y dicterios, tantas mofas y escarnios, las bofetadas y salivas, los insultos de aquella vil soldadesca, los desprecios de aquel populacho ingrato, la astuta hipocresía de los escribas y fariseos, los zotes que despedazaron su cuerpo, las espinas que taladraron su cabeza, los clavos que traspasaron sus manos y pies, la Cruz, en que fué clavado, la hiel y vinagre que abrevó su lengua, las agonías y desamparos que sufrió, su muerte no menos ignominiosa que dolorosa, la cruel lanza que ni le perdonó muerto, el sepulcro ¡Ay! todos estos y demás tormentos, agolpándose juntos en el espíritu de aquella tan angustiada y congojosa Madre, daban pábulo al dolor continuo que afligía su corazón. ¡pobre Madre! ¡que aflicción! ¡Ah: María lloraba María, suspiraba, María gemía; y con tono compasivo y una voz desfalleciente, ¡Hijo mío! Es clamaba, ¡Jesús, hijo mío! Dios eterno, criador de todas las cosas, Vos os hicisteis hombre para salvar a los hombres, y los hombres ingratos os han condenado a muerte, y una muerte la más infamé y la
más ignominiosa. Vos Hijo mío de mis entrañas, Vos que por vuestra inmensidad no cabéis en los cielos, ¡estáis ahora encerrado en un sepulcro!...
¡Mi Hijo es muerto, y una piedra lo roba a mi vista!... ¡Ay de mí! yace muerto mi Hijo, y entre paredes está encerrado el que es la vida mía.» Hasta el mismo Pedro y los demás Discípulos que acudieron sucesivamente el sábado, aumentaban su aflicción. ¡Ah! ellos se presentaron llorando: Pedro lloraba amargamente, y al verle llorar a él todos comenzaron a llorar, cuantos había en aquella casa. El llanto y los sollozos; ni a él ni a los demás Discípulos les dejaban proferir una palabra; y este melancólico silencio, señal de la más profunda tristeza, aumentaba en gran manera la tristeza y amargura que estaba penetrado el corazón de aquella buena Madre. ¡Que dolor!

*ORACIÓN*
¡O Madre, la más desconsolada de las madres que han perdido el hijo único de sus entrañas! ¡oh melancólica viuda, sumergida en un océano de tristeza! yo tomo parte en los excesivos dolores que ocasionó a vuestro corazón el triste recuerdo de la pasión y muerte de vuestro siempre apreciadísimo Hijo. Alcanzadme la gracia, Madre y Señora mía, de que vuestro Hijo, a quien también yo quiero apreciar, imprima vivamente y para siempre, así en mi corazón como en mi espíritu, la memoria de su pasión sacrosanta y de vuestros dolores, para que al excesivo amor conque me habéis amado él y Vos, sepa yo corresponder con el más vivo amor. No me neguéis esta gracia, Madre mía dulcísima, que os lo pido por aquel mismo dolor que sentisteis durante vuestra soledad al pensar en su pasión. Amen.
*Un Padre nuestro, etc.*

*Á LOS CLAVOS*
¡O agudos clavos, que taladrasteis aquellas manos sagradas que sostenían el universo, y aquellos sagrados pies que tantos pasos hablan dado en busca de lo oveja perdida! ¡ay! fijaos altamente en mi corazón, para que nunca me desvíe del rebaño de tan buen Pastor. Entre tanto con el posible fervor os adoro, ¡o Clavos divinos!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O María, Madre desolada! por vuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi con suelo y mi amparo, y principalmente en la hora de mi muerte. Amen.

*ÚLTIMA ESTACION*

Seria menos el dolor,
Si se aprovechasen todos
Del fino de tantos modos
Con que sufrió el Señor.
Mas cuantos perecerán
Porque ¡ay lo desprecian!
¡O si su daño entendía!
Vos lo lloráis con afán.

*MARIA AFLIGIDA POR LA PÉRDIDA DE SU PUEBLO, Y DE TANTAS ALMAS OUE ABUSAN DE LOS MÉRITOS DE IA PASION Y* *MUERTE DE JESUCRISTO.*
¡O alma mía! considera el más grande de los dolores de María durante su soledad. ¡Ay! Perdido el amado Pueblo, ¡y perdidas tantas almas por quienes su Hijo había derramado con tanto amor hasta la última gota de su sangro. ¡que dolor para tan tierna Madre! Ella presente a la muerte del Hijo único de sus entrañas, lo había ofrecido de buena gana al Eterno Padre para la salvación de los hombres, a quienes ella misma acallaba de adoptar por hijos al pie de la Cruz: y ver que no solo muchos de ellos sino aun la mayor parte, se perderían desgraciadamente por abusar de aquella misma sangre derramada a favor suyo, y con tanto amor y bondad, ¡o que amargura! ¡que dolor tan cruel! Esta triste previsión ponía el colmo á sus dolores y fué para ella golpe más sensible, y el
que la hizo verdaderamente la Reina de los Mártires. «Ay de mí diría ella en su angustia: ¡ay de mí! el pueblo especialmente escogido de Dios-, el pueblo estimado á quien su bondad colmó de tantos beneficios, librándole con tantos portentos de la esclavitud de Egipto, y haciéndole con victorias tan singulares dueño de esta misma tierra de promisión, ¡ay! este mismo desgraciado Pueblo, ahora obstinado, ciego, endurecido, ingrato a tantos beneficios, ¡homicida de su mismo Libertador! ¡Ay! /tantas almas cristianas, teñidas con la sangre preciosa de mi Hijo, y colmadas de sus misericordias sin número, corriendo a tropel a su perdición eterna, voluntariamente y por su propia culpa! «¡O que espada tan penetrante para el corazón de tan tierna Madre! ¡O que aflicción!

*ORACION*
¡O Madre mía la más amable y la más adolorida de las Madres! yo tomo parte en el cruel dolor que afligía vuestro corazón, cuando en el tiempo triste de vuestra soledad contemplabais derramada inútilmente para tantas almas, que corren, a la perdición, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo, sangre que él derramó con tanto amor para la salvación de todas. No permitáis, adolorida Señora, que este vuestro siervo sea del número de aquellas almas desgraciadas. Vos sois Madre mía, y Madre llena toda de amor, y yo soy hijo vuestro, aunque el más indigno: y alentado con esta dulce confianza yo me entrego a vuestros amorosísimos brazos, ¡O Madre toda bondad y todo amor para con este vuestro hijo! miradme con ojos de compasión: ¡O Señora, toda cariño y ternura! no abandonéis jamás a este vuestro siervo: amparadme propicia ahora y en la hora de mi muerte. Amen.
*Un Padre nuestro, etc.*

*Á TODOS LOS INSTRUMENTOS DE LA PASION*
¡O sagrados instrumentos, que, siendo instrumentos de crueldad, quedasteis santificados con él contacto de mi Redentor! participe yo algún tanto de los dolores que le hicisteis sufrir a él y su Madre dulcísima en el tiempo de su pasión. Entre tanto con todo afecto os adoro, ¡o Instrumentos divinos!
*Otro Padre nuestro, etc.*

¡O María Madre desolada! por nuestra soledad y desamparo dignaos ser ahora y siempre mi consuelo y mi amparo, y principalmente en la ahora de mi muerte. Amen.

*A LA SANTÍSIMA CRUZ*
¡Cruz Santa! sabiduría de Dios padre, virtud de Dios Hijo, obra de Dios Espíritu Santo: R/: Aumentad la gracia a los Justos y borrad sus crímenes a los pecadores.

¡O Cruz Santa! deseo de Cristo que nace, amor de Cristo que vive, cátedra de Cristo que enseña, ara de Cristo que se inmola:

¡O Cruz Santa! testamento de Cristo que muere, gloria de Cristo que resucita, tribunal de Cristo que juzga, cetro de Cristo que reina:

¡O Cruz Santa! consagrada con la muerte de Jesucristo, santificada con el amor de Jesucristo, adornada con los méritos de Jesucristo, hermoseada con el cuerpo de Jesucristo, teñida con la sangre de Jesucristo:

¡O Cruz Santa! fundamento de la Religión, estandarte de la milicia cristiana, estímulo de la virtud predicable a todas las naciones, amable a todos los corazones:

¡O Cruz Santa! espejo de penitencia, milagro de obediencia, prodigio de sabiduría, ejemplar de todas las virtudes, árbol de vida, camino de salud, llave de paraíso:

¡O Cruz Santa! refugio de los miserables, con suelo de los pobres, fortaleza de los débiles, amparo de los agonizantes, defensa de los que mueren en el Señor:

¡O Cruz Santa! decoro de la Iglesia triunfante, espada de la Iglesia militante, salud de la Iglesia purgante:

¡O Cruz Santa! tesoro de los cristianos, medianera de los hombres', precio de nuestra alma, terror de los demonios, fuente de los sacramentos:

Oh Cruz Santa, alegría de los Ángeles, esperanza de los Patriarcas, luz de los Profetas, escudo de los Apóstoles, sostén de los Mártires, palma de los Confesores, diadema de las Vírgenes:

¡O Cruz Santa! bienaventurada Cruz, corona de todos los Santos: R/: Aumentad la gracia d los justos y borrad sus crímenes a los pecadores. Amen.

*ORACION Á LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA EL DIA DE PASCUA*
Cesad, o Virgen gloriosa, cesad ya de entregaros a la tristeza y aflicción: bastante habéis Horado, Madre amabilísima, tiempo es ya de enjugar vuestras lágrimas. Vuestro divino Hijo La resucitado: entregaos, o la más dulce de las madres, a una santa alegría: gozaos, Señora de su gloriosa resurrección. Miradle, y reparad que ya no es aquel Hijo lleno de angustias e improperios. Su alegre rostro, sus resplandecientes llagas, su cuerpo sagrado, su santa alma, todo está lleno de majestad, todo está revestido de hermosura y de gloria. Él ha triunfado de la muerte, ha subyugado el infierno, ha destruido el pecado. Alegraos Señora, que todos los Ángeles que hay en el cielo, todos los Santos que estaban en el limbo, todos sus Discípulos, las santas Mujeres, las criaturas todas aplauden su triunfo, y llenan de parabienes a Él y a Vos. Aceptad, oh amabilísima Madre mía, los afectos de mi corazón, que viene a tomar parte en vuestra alegría, y a felicitaros con todos los Ángeles y Santos por la resurrección tan gloriosa de vuestro siempre amado Hijo. Después de haber participado de la aflicción y del dolor tan amargo en que se ha visto sumergido vuestro corazón en estos días de luto, yo os suplico o amantísima Madre, en este día de júbilo os dignéis interceder por mí, y que me alcaneéis la gracia de verme libre de las cadenas que me tienen esclavo del mundo y del pecado. Haced, en fin, o alegre Señora, que yo sepa vencer las tentaciones del demonio, y que resucitando a la vida espiritual de la gracia, viva hasta el último suspiro en el amor de vuestro Santo Hijo, mi dulcísimo Jesús Amen.

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