Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia en 1893, con licencia eclesiástica.
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
DÍA SEGUNDO – NÚMERO DE LOS ÁNGELES
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que preguntar «¿cuántos son los Ángeles?» es lo mismo que preguntar, y todavía más, cuántos son los astros esparcidos en la inmensidad del espacio, cuántos son los vivientes de todas clases que hay en nuestro globo: en la tierra, en el aire y en el mar; cuántas son las gotas del océano. La ciencia moderna, perfeccionando los instrumentos de observación, ha llegado a descubrir que más allá de la estrella más lejana que alcanza nuestra simple vista existen millones y millones de soles, los cuales sin duda serán otros tantos ceñidos de sistemas planetarios, semejantes al nuestro, en torno de los cuales girarán enormes globos, ¡qué multitud! ¡qué número! Por otra parte, si de las fronteras de la inmensidad descendemos a las fronteras de la pequeñez o de la nada, ¡qué números tan inconmensurables no encontramos en esos mundos microscópicos! Los reinos vegetal y animal ofrecen a nuestra consideración números asombrosos; pues la ciencia ha descubierto que en un solo átomo y del más fino polvo se acumulan por millares los animalitos llamados microzoarios y para igualar en volumen a una gota de agua se necesitan millones y millones, y al pensar que todos estos vivientes existen en todas partes, en el aire, en el agua, en la tierra, en nuestro cuerpo y hasta en nuestra sangre; y que deben multiplicarse probablemente por sí mismos, tantas veces cuantos son esos millones de millones de mundos criados en el espacio; al pensar esto, la imaginación siente vértigos y la razón se anonada; pero ¿a dónde volver los ojos? Hay más: salvemos las fronteras del mundo corpóreo, escuchemos a la fe; ésta nos dice que esos números asombrosos de la materia desaparecen y se borran en presencia del número de los espíritus angélicos, cuyo ejército con todos sus incontables escuadrones remonta hasta lo infinito; sí, porque más que esos millones de soles, de planetas, de vivientes, son los Ángeles.
PUNTO 2º. Considera, alma mía, que nuestro Señor nos habla, por boca de sus santos, ¡de ese número de Ángeles inaccesible a nuestra débil inteligencia! Así el Profeta Daniel, dice que un millar de millares que ejecutaban las órdenes de Dios y mil millones estaban en su presencia. El Apóstol San Pablo cuenta una multitud de muchedumbres de miles. San Juan refiere haber visto miradas de miríadas, esto es, un ejército innumerable que nadie basta para poderlo contar. Mas ¿por qué ha creado Dios tantos espíritus, cuyo número excede al de los seres corpóreos? Bossuet y Santo Tomás nos dan la razón: el primero dice «porque nada le cuesta a Dios multiplicar las cosas excelentes: y lo que hay de más bello, es por decirlo así lo que Él más prodiga». El segundo, con aquella profundidad que caracteriza todas sus razones, se expresa en los siguientes términos: «Porque lo que Dios intenta en la creación principalmente es la perfección del universo que se aproxima, en cuanto es posible, a su propia perfección, la cual le comunica multiplicando sobre manera las cosas más perfectas. No pudiendo comunicar a los Ángeles la inmensidad de extensión, que sólo conviene a los cuerpos, les comunica la inmensidad de número, de tal suerte que excedan incomparablemente en multitud a todas las sustancias criadas». Con mucha razón pueden aplicarse a esas muchedumbres inconmensurables de Ángeles aquellas bellísimas palabras de Job: «Grandes e incomprensibles maravillas cuyo número se ignora». No nos cansemos, pues, de dar gracias al Todopoderoso por habernos dado a conocer la existencia de esas multitudes asombrosas de Ángeles en quienes brilla con los más vivos resplandores la inmensidad infinita de Dios.
JACULATORIA
Dios Omnipotente, hacedme participante de las gracias y méritos de esas legiones de Ángeles que habéis creado, para que siempre alabe y bendiga tu poder.
PRÁCTICA
Al contemplar en las noches serenas la multitud de astros que pueblan el firmamento, pensad en la multitud de Ángeles que pueblan el cielo y suspirad por contemplar aquellas hermosuras. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente
ORACIÓN
Oh bienaventurados espíritus, que habéis salido de los tesoros de la bondad de Dios, en multitudes tan grandes que asombran y aturden nuestra flaca razón, presentad ante el trono de vuestro Rey nuestras humildes oraciones, para que sean multiplicados hasta el fin del mundo los santos de la tierra, y crezca de este modo la muchedumbre de los bienaventurados que pueblan el cielo y aumenten las armonías y dulces acordes que resuenan en las bóvedas celestes por toda la eternidad. Amén.
EJEMPLOS
El Arcángel San Gabriel anunció a Zacarías el nacimiento del Precursor Juan Bautista y a la Santísima Virgen la encarnación del Salvador del mundo. Escuadrones esclarecidos de la milicia celestial, rodean el pesebre donde reposó el divino Niño; y al derramarse por las llanuras de Belén entonan el himno: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. He ahí una gran nueva y un gran gozo; os ha nacido hoy un gran Salvador», y postrándose ante el Hijo del Altísimo, le forman guardia alrededor de su Majestad, le protegen contra la persecución de Herodes y contra las emboscadas de sus hermanos caídos. Cuando los Ángeles vieron a su Criador en el Huerto de las olivas, anegado en la tristeza y agonía de muerte, ellos detuvieron su cabeza desfallecida y le confortaron. Un poco más tarde, cuando fue sepultado en las entrañas de la tierra el Salvador, ellos fueron los mensajeros y heraldos de su triunfo, levantaron la losa del sepulcro, celebraron su victoria sobre la muerte y dijeron a todos los que le habían amado: «El Señor verdaderamente ha resucitado: Surréxit Dóminus vere». Pero Jesús resucitado no se llevó consigo los Ángeles al cielo; desde el Empíreo los mandó a consolar a sus Apóstoles: Un Ángel visitó a San Pedro en su prisión, rompió sus cadenas y lo puso en libertad. Un Ángel llevó a San Felipe a donde le esperaba un neófito para recibir el bautismo. Otro Ángel confortó a San Pablo en medio de una tempestad. Y otro Ángel recreó con visiones admirables al discípulo desterrado en Patmos.
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.
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