Traducción por el Padre Fray Miguel de Morales del Ejercicio devoto publicado originalmente en italiano y reimpreso en Nápoles por Stefano Abate en 1750; impreso en México por la oficina de Alejandro Valdés en 1832.
MODO
QUE SE HA DE GUARDAR
EN PRACTICAR LA TRECENA
Lo primero: ésta se ha de
hacer en trece viernes consecutivos; solo en caso de ocurrir alguna enfermedad o particular olvido, u ocupación, que
en este caso se continuarán después sin volver al principio.
La primera disposición para lograr lo que por este medio se
pidiere, es la sagrada confesión y comunión, la cual si se
hiciere en todos trece viernes, sería más útil: mayormente si a
ella se juntase algún rato de
oración mental, lección de libros devotos, retiro de criaturas, algunas limosnas, y menos exceso de superfluidades.
Si no pudiere el devoto confesar y comulgar todos los viernes, lo ejecutará en los que
pueda, y lo mismo digo de la
misa o misas que en el altar
del Santo se suelen decir, y de
las velas que suelen traer, pues
todo esto solo se pide en los
que buenamente pudieren cumplirlo. Hay otra equivocación
entre los devotos, que piensan
se ha de tener y tienen durante
la misa la vela en la mano; y
no ha de ser así, sino al tiempo de hacer el ofrecimiento, y
de rezar los tres Padre nuestros,
&c. Y este ofrecimiento, aunque lo mejor es ejecutarlo en
la capilla o iglesia del Santo,
no obstante si hubiere algún
embarazo lo puede hacer cada
uno en su casa a solas, o en
compañía de su familia, en la
hora y sitio que mejor le pareciere: para lo cual pondrá dos
velas encendidas sobre una mesa a los lados de una cruz, y
estampa del glorioso Patriarca, teniendo otra en la mano, o
en un candelero delante, si te
estorbase en la mano a la leyenda. Esta vela representa la caridad y devoción que desea en
su alma encender, juntamente
con la fe y la esperanza, que
significan las otras dos. Si sobre esta práctica se le ofreciere al
devoto alguna duda, procurará salir de ella, consultando a
su confesor, o a otra persona
de juicio. Lo que se ha de rezar, el mismo libro lo dice: y
si quisiere repetir en todos los
viernes el himno del Santo,
que aquí va puesto, junto con
su responsorio, también será conveniente; fiando en Dios que
por este medio conseguirá los
bienes temporales, según convenga, y seguramente los eternos. Pongo aquí al principio el sumario de las indulgencias concedidas a los que traen su cordón escapulario, y profesan su
tercera regla, para animar así a
todos a esta espiritual conquista, con la muestra de tan peregrino fruto. Pero debe advertirse, que hay grandísima diferencia entre los meros devotos
y los terceros que toman el cordón y escapulario del Santo: porque los devotos no ganan aquellas
indulgencias y privilegios especiales que los terceros: y así, si
quieren gozarlos todos deben tomar el cordón y escapulario, y profesar al año. Quiera Dios nuestro
Señor que en todo se logre el santo fin que yo deseo. Amén.
TRECE VIERNES EN HONOR A SAN FRANCISCO DE PAULA
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
VIERNES PRIMERO
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Oh gloriosísimo y prodigiosísimo benjamín de Dios, que
jamás le pedisteis gracias, que
prontamente no os fuesen concedidas: alcanzadme dolor y remisión de todas mis culpas, espíritu y fuerza para no cometerlas, como lo he prometido
en e! santo sacramento de la
confesión: para que en virtud de
vuestra grande humildad, mediante vuestro poderosísimo patrocinio, pueda recibir del mismo Dios la gracia de… para que sea a mayor gloria suya, honra vuestra, y salud de mi alma. Os ruego, Padre mío,
me la intercedáis por vuestra
gran santidad, anunciada del cielo con lenguas de fuego en el tiempo de vuestra concepción,
pues se vio poner una gran llama de fuego sobre la casa de
vuestros padres. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego, por aquella paz
que anunciaron al mundo los
ángeles en el tiempo de vuestro
nacimiento, pues se oyeron con
grande armonía y melodía del
cielo hacer júbilo y fiesta. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella celestial virtud, que muchas veces
os hizo estar a un mismo tiempo en la iglesia orando, y en
el convento de los frailes menores sirviendo, cuando por divino decreto morasteis allí un
año entero. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella humildad con que llevasteis en vuestras manos desnudas y purísimas, los carbones encendidos,
para ponerlos en el incensario,
sin lesión imaginable. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el ardiente fuego de amor con que milagrosamente sazonasteis la comida
del convento a vos entregada. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella castidad
tan grande que tentado del fogoso Asmodeo en forma de bellísima doncella, os hizo despreciar tal incendio en claro arroyo. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella constancia de ánimo con que resististeis tantas veces las trazas
espantosas de Satanás, que quería haceros abandonar la amada
cueva en que habitabais. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gran fe que
tuvisteis, mandando a un gran
monte que impedía la fabrica
de la iglesia (dibujada de celestial mano), se retirase a otra
parte, lo que hizo obediente a
vista de todos. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella prodigiosa facilidad que tuvisteis moviendo y llevando maderos y piedras tan grandes para la
iglesia, que muchas personas
unidas, apenas las hubiera podido mover. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la admirable
fortaleza que infundías en vuestros obreros, moviendo también ellos un gran peso, solo
con que fuese primero tocado
de vuestras manos. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el grande ánimo
que tuvisteis, andando descalzos
y desnudos los pies, sobre un
montón de brasas, y una hoguera imaginable. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquel ardiente
afecto que os movió a resucitar a uno de los albañiles, que quedó muerto debajo del puente de vuestra fábrica; siendo,
también hallados otros por vuestra virtud milagrosamente libres, habiendo caído también debajo. Padre nuestro y Ave María.
Finalmente, Padre mío, os ruego por la piedad que tuvisteis con los mismos obreros, que se hallaban sedientos, allá en el monte Espineli, haciendo saltar un copioso raudal de agua, para que apagasen su ardiente sed: el cual raudal todavía se conserva allí, experimentándose saludable a los enfermos. Padre nuestro y Ave María.
Si la grande humildad que
tuvisteis fue bastante para obrar
tantos milagros y tan señalados prodigios: ¿por qué no tengo de esperar yo que en virtud
de esta misma humildad, seáis bastante, para alcanzarme benignamente esta gracia, que humildemente os pido: y que demás de esto me alcancéis vigor
y espíritu para mantenerme en
el firme propósito de no ofender mas a su divina Majestad?
Sí, que yo lo espero, ¡oh mi grande abogado! Y confió, que después de mi muerte he de ir donde estáis vos, a alabar y bendecir a Dios, y a la soberana Reina del cielo, por todos los
siglos. Amén.
HIMNO “Brútio natus”
En la de Paula villa de Calabria,
Nació Francisco, el mundo decadente:
Y en milagros famosos le conserva
Francia por suerte.
Y en milagros famosos le conserva
Francia por suerte.
En vida quiso en todo ser humilde,
Y que de Mínimo nombre se le
adecúe:
Para por siempre en celestiales coros,
Ser eminente.
Y así dispuso que llamados fuesen
Sus hijos Mínimos: porque humildes fuesen,
Y que por esta gran virtud lograran
Gloria perenne.
A todo enfermo que frecuente acude
A su sepulcro, da remedio en
breve:
Dando a los míseros, que su auxilio imploran,
De salud, bienes.
El ciego vista, y su andar el
cojo;
Vida el difunto que cortó la
muerte;
Su oído el sordo, y su hablar
el mudo,
Logran alegres:
Ahora a Dios Trino y Uno que
a los justos,
Y de cierto humildes, su gloria
concede,
Todos a un tiempo las debidas gracias
Le den los fieles.
RESPONSO “Si quǽris mirácula”.
Si milagros solicitas
Y maravillas pretendes,
En San Francisco de Paula
Los has de hallar eminentes.
Pues todo lo imaginable
La naturaleza y muerte,
(Y aun parece que también
El mismo Dios) le obedece.
El mar rinde su braveza:
Los peñascos se suspenden:
Su ser voraz deja el fuego:
Los muertos a vivir vuelven.
La enfermedad se retira:
El peligro desparece:
Díganlo, viejos y mozos,
Y los Paulanos lo cuenten.
Gloria al Padre, gloria
al Hijo,
Y a su Espíritu igualmente.
El mar rinde su braveza:
Los peñascos se suspenden:
Su ser voraz deja el fuego:
Los muertos a vivir vuelven.
¡Oh San Francisco de Paula!
A Dios por nos intercede:
Para que dignos logremos
Promesas de Cristo alegres.
Amén.
Antífona: Imitando San Francisco de
Paula en santidad y justicia a
Jesucristo, sufrió un dilatado
martirio: mortificó su cuerpo:
y peleando fuertemente, venció,
con su pobreza y humildad, al
enemigo común, soberbio y arrogante.
℣. ¡Oh bienaventurado Padre San Francisco de Paula!, ruega por
nosotros.
℞. Para que seamos dignos
de los prometimientos de Jesucristo.
ORACIÓN
Oh Dios y Señor nuestro,
grandeza de los humildes, que al bienaventurado San Francisco de Paula, tu confesor, le
entronizaste con la gloria de
tus santos: rogámoste, Señor,
nos concedas conseguir felizmente por sus méritos y por su
imitación, los premios que a los
humildes tienes prometidos. Por
Jesucristo Señor nuestro. Amén.
GOZOS
AL GLORIOSO PATRIARCA
SAN FRANCISCO DE PAULA
Sois lucero de humildad,
Francisco, en Paula nacido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Es Mínimo vuestro nombre,
Porque al honor mundano
Gustasteis darle de mano
Con tan sabido renombre:
Y en fe de aquesta verdad,
Llevamos vuestro apellido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Con trabajo corporal
Un templo a Dios dedicasteis,
Donde milagros obrasteis,
Que os tienen hecho inmortal:
Gozando la eternidad
Que el humilde ha merecido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Sois de Cristo tan amado,
Francisco glorioso y santo,
Que cual nave en vuestro manto
Pasasteis el mar salado:
Sin que su ferocidad,
Ni el viento os haya ofendido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Con tal celo a Dios amasteis
Que todo temor huyendo,
En medio de un horno ardiendo,
Sin lesión alguna entrasteis:
Donde por vuestra bondad
Fénix de Cristo habéis sido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Una suprema virtud
del cielo
Os fue concedida,
Para dar a muertos vida,
Y a los enfermos salud;
Al cautivo libertad,
Contento al ciego y tullido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Día en que Cristo murió
Quiso, Francisco, murieseis,
Porque a su gloria partieseis,
Cuando la luz nos faltó:
Mas con nueva claridad
Después habéis parecido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Pues cual nuevo precursor
La caridad nos mostráis,
Y el celo con que le amáis,
Os abrasa en vivo ardor:
En cualquiera adversidad
Socorréis al afligido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Y la virtuosa casada,
Que con devota oración
El fruto de bendición
Pide a la Virgen sagrada:
Por ella, vos suplicad
Que le sea concedido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Sois en la tormenta puerto;
Dais lengua al que nació mudo:
Sois contra el demonio escudo,
Y resurrección del muerto:
Y en cualquiera enfermedad
Sois médico esclarecido:
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
Y pues que sois abogado
De todos los pecadores,
Rogad por los bienhechores,
Al Verbo Eterno encarnado:
Al triste le consolad,
Y restituid lo perdido.
Mínimo de Dios querido,
Nuevo sol de caridad.
℣. ¡Oh bienaventurado Padre San Francisco de Paula!, ruega por nosotros.
℞. Para que seamos dignos de los prometimientos de Jesucristo.
DEPRECACIÓN
A NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO DE PAULA
¡Oh gloriosísimo Padre mío San Francisco de Paula!, que
después de haber navegado con
seguridad el proceloso mar del
mundo, habéis venturosamente
arribado al puerto seguro de
la ciudad celestial, donde gozáis el fruto de vuestro sudor,
y la recompensa de vuestras
heroicas fatigas: suplícoos, santo mío, que en medio del gozo y alegría que poseéis en el
paraíso, os muevan a piedad
mis afanes: yo estoy batallando
en la tierra, cuando vos triunfáis en el cielo; yo estoy en el
peligro de perderlo todo, cuando vos gozáis una seguridad
eterna: socorredme, por medio
de vuestra intercesión: animadme con vuestra protección; y
supuesto que no podéis perder
la felicidad que gozáis, muévaos a compasión un miserable
que está incierto de su salud.
Ya no tenéis cuidados ni pensiones que os ocupen, para merecer la gracia del Señor, pues
os estáis saciando de ella en
su divina frente. Empeñaos, pues,
por vuestra gran caridad, en procurarla e impetrarla para mí:
yo os lo suplico, amante Padre mío, en el nombre del Señor, que os ha puesto en el número de los escogidos, y que
con tanta gloria os ha hecho
feliz, por una eternidad. Así sea.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
VIERNES SEGUNDO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
¡Oh palomo inocentísimo de
pureza, y luminosa hacha del
Espíritu Santo, glorioso serafín
de Paula! Aquí me tenéis de
nuevo a vuestros pies, postrado humildemente, a suplicaros
por vuestra grande mortificación
que me alcancéis de Dios la
gracia que deseo, y que sea
conforme a su voluntad santísima, en la cual totalmente me
resigno.
Os ruego por la grande fe
que tuvisteis cuando sin lesión
alguna entrasteis y salisteis de
un horno encendido, apartando
el fuego que amenazaba la total ruina de vuestro convento. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella gran piedad que os obligó a tener prodigiosamente suspendido
un gran peñasco, que precipitadamente iba a caer sobre vuestros operarios. Padre nuestro y Ave María. Os ruego por aquel ardiente amor que os hizo nuevo Moisés, hiriendo con el báculo
las duras piedras, y sacando perennes aguas. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el gran celo
que tuvisteis de la paz, pues
por sosegar discordias entre dos
hermanos, mandasteis a un gran
árbol se dividiese, el cual obedeciendo lo ejecutó, y dividido
fructificó. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el espíritu con
que plantasteis en la tierra siete
castañas, las cuales instantáneamente produjeron siete castaños
grandes. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella celestial virtud con que resucitasteis
algunas veces peces ya muertos, y aun hechos trozos, para
confusión de algunos malvados
hombres. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad con
que saciasteis a veinte obreros
solo con un pequeño higo. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella santidad con que hicisteis mansos
y obedientes dos toros bravos, y uno de ellos habiéndose quebrado una pierna, huye al instante libre y sano, solo con haberle tocado vos con vuestro
báculo. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquel puro afecto que tuvisteis a un inocente
corderillo vuestro, que consumido en el fuego, y reducido a carbón y ceniza, llamado de vos salió saltando sin lesión alguna. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la bondad que
mostrasteis a cincuenta hombres, a quienes mandasteis ir a cortar madera a un distante
bosque; y no teniendo qué darles los socorristeis por mano
angélica, con rico pan y sobradísimo vino. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella humildad con que volvisteis en criatura humana racional lo que
nació tan monstruoso que parecía una horrible bestia, y vos
la redujisteis a un hermosísimo
niño. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la entereza que
tuvisteis en mandar a un religioso, fuese con vuestro báculo a reparar un encendido horno que se arruinaba, y salió indemne de sus llamas. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la prodigiosa
providencia que usasteis con
vuestros religiosos, en tiempo
de extrema carestía, haciéndoles probar aquellas raíces más
viles del huerto, las cuales al
instante se convertían en maná, como a los judíos en el
desierto. Padre nuestro y Ave María.
¡Oh gloriosísimo Padre San
Francisco de Paula, no me neguéis, os suplico, vuestro prodigioso patrocinio! Yo espero
del Señor, que en virtud de
vuestra grande mortificación,
me ha de conceder la gracia
que le pido; porque no me parece posible, en algún modo,
vuelva desconsolado, quien a
vos se encomienda. Y ahora,
Padre mío, que cara a cara gozáis la presencia de aquel Dios
que en esta vida os fue tan
largo y generoso en concederos
beneficios y favores; me prometo
yo salir, por vuestros méritos, beneficiado: confío unir mis débiles
alabanzas a las ardientísimas
vuestras, y dar siempre infinitísimas gracias a su divina Majestad. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES TERCERO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
¡Oh Taumaturgo santísimo, niña de los ojos de Dios, piedra preciosísima de santidad, ejemplo singularísimo de castidad, que por espacio de noventa y un años, que vivisteis en este valle de miserias, jamás manchasteis el sello candidísimo de vuestra pureza! Por esta tan señalada prerrogativa, y por tantos y tan maravillosos prodigios como habéis obrado, os ruego me alcancéis la gracia que deseo: y para conseguirla, recurro a vuestro altar en estos trece sagrados días, destinados a la Pasión de nuestro Redentor Jesucristo.
Ruégoos por la modestia que
tuvisteis, resucitando a vuestro
sobrino, difunto de tres días (no de cuatro), por no igualar
en esto a Jesucristo. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquel maravilloso éxtasis en que fuisteis visto seis codos levantado de la
tierra, todo resplandeciente, y
adornado de una majestuosa
Virreina pontificia, y preciosísima tiara. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la tierna virtud, tantas veces conocida, en el
encender las lámparas y velas
del altar solo con vuestros
suspiros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la alegría que tuvisteis cuando os fue enseñada
del Cielo la forma del capucho
que debíais traer: y cuando San Miguel os trajo la insignia de
vuestro orden. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella humildad que practicasteis curando
a un caballero en un instante
una llaga pútrida y llena de
gusanos solo con aplicarle unas
yerbas, por huir (huyendo en vano) del aplauso y gloria de ser
vos el libertador y médico. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el afecto con
que resucitasteis otros tres muertos en Paula, y sanasteis de cuerpo y alma a un mancebo que
estaba expirando. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la suma confianza que tuvisteis en Dios, cuando mandasteis a otro gran monte se sepultase en la tierra, el
cual obedeció, y quedó una
amenísima llanura. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la fe grande,
con la cual a un sencillo golpe de vuestro báculo, hicisteis
nacer al instante piedra, arena,
y agua para fábrica de un convento.
Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la bondad con
que obrasteis tantos y tan grandes milagros en el mismo lugar, trayendo o suspendiendo
en el aire muchas veces maderos y piedras que se caían. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el dominio que en todos tiempos tuvisteis sobre el demonio; pero especialmente cuando le hallasteis impidiendo el transporte de un
madero, que con vuestro báculo le obligasteis a que le llevase al lugar destinado. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la confusión que
el mismo demonio tuvo cuando
vino a vuestra celda a injuriaros y maltrataros, y os halló en
compañía de los ángeles, a oír
cánticos y melodías, y se volvió avergonzado y corrido. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella grande
pobreza que tuvisteis, que movió a los ángeles a traeros en
tiempo de gran penuria una carga de pan. Padre nuestro y Ave María.
No desconfío en esta mi urgentísima necesidad de vuestra poderosísima intercesión, ¡oh ángel santísimo de pureza!, antes sí espero que consiguiendo esta gracia que os pido continuaréis en asistirme con vuestra protección, a fin de que trocadas mis malas costumbres en buenas, pueda servir a Dios todo el restante de mi vida, y en el extremo y tremendo día del juicio me halle con vos en el lado de los escogidos. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES CUARTO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Ya son notorias mis necesidades, ¡oh clementísimo patriarca
San Francisco de Paula!, sol
esplendidísimo de la Europa, y
aun de todo el mundo. A vos
me vengo, como enfermo al médico, como sediento a la fuente; y aun podré decir, al dilatado mar de nuestra suma beneficencia: ayudadme, padre mío,
que postrado os lo suplico, por
el ardientísimo amor que tuvisteis a nuestro redentor Jesucristo, me alcancéis esta gracia, y que sea conforme al beneplácito divino; al cual en todo
rendidamente me resigno
Ruégoos por el espíritu con
que curasteis a una princesa que recurrió a vos de un mal
incurable; y no teniendo qué
darle más que yerbas, os fue
traída por celestial mano cantidad de peces. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella piedad
que os hizo resucitar a un muerto hallado por unos cazadores,
arrecido del hielo en un monte
debajo de la nieve. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la luz de profecía que tuvisteis, conociendo
y aceptando los frutos no robados, y rehusando aquellos que
eran de otro dueño, en un regalo que os hizo un labrador. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la prontitud con
que llevasteis, sin la más mínima lesión, carbones encendidos en la mano, para confundir la temeraria lengua de un
hombre malvado que os trataba de hipócrita, el cual arrepentido y postrado, os pidió
perdón. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la modestia tan usada de vos en descubrir proféticamente los defectos del alma a quien recurrió a vos por remedio para los ojos, y con vuestro poderoso patrocinio quedó sano, con vista espiritual y corporal. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella celestial
virtud que os hizo ver con el
espíritu a un amigo vuestro, que
se perdió una noche oscurísima y tempestuosa entre barrancos y peñascos, en evidente
peligro de precipitarse, enviando dos religiosos par a ayudarle y librarle. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la caridad que usasteis con uno, grandemente indispuesto, apareciéndotele de noche, todo resplandeciente y lleno de luces, y despertándole al instante quedó sano. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella bondad
que os indujo a entrar con un
poco de lodo en un horno de
cal encendido, a tapar unas
aberturas que habían hecho las
llamas, amenazando gran daño a
toda la vecindad.. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella más que humana sabiduría que mostrasteis cuando después de haber alimentado algunas personas suficientemente con pocos higos, dándole tres a otro y mandándole que los guardase, le pronosticasteis la pérdida de todos sus bienes si los dividía, como de hecho sucedió. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la fe que tuvisteis en tiempo de gran sequedad, mandando a un arroyuelo,
que distaba tres millas, viniese
con vos al lugar, el cual, no
obstante que había peñas y montes, siguió el camino que vos
le señalasteis con el báculo, hasta llegar al lugar. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el celo que tuvisteis corrigiendo a un devoto, perdido de amores escandalosos, el cual por vuestras amonestaciones fue librado del espíritu de liviandad que le molestaba; y haciéndose religioso vuestro, fue ejemplar. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión que tuvisteis de un ahorcado que
hallasteis en un camino muerto
ya de tres días y corrompido en
el suplicio, del que mandando
cortar las cuerdas al compañero, con un brazo le resucitasteis, y le vestisteis el sagrado
hábito de vuestra orden. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquel amor que tuvisteis siempre al prójimo, especialmente cuando bendiciendo un pozo de agua salobre se endulzó; y mucho después, porque desconfiaron de vuestra providencia, se volvió amarga; pero jamás perdió la virtud que vos le disteis, de sanar continuamente a los enfermos. Padre nuestro y Ave María.
Yo, Padre mío, soy también
por mis culpas un pozo de aguas
podridas y amargas; y no soy
digno que vos, cordero purísimo, lleno de tantas gracias, bebáis en estas aguas. Y así, a
vos toca, ¡oh fuego ardientísimo
de caridad, serafín de amor!
purificarme con vuestro patrocinio, y endulzar con vuestra
autorizada bendición el cenagoso pozo de mi alma; a fin de que
pueda obtener y alcanzar de su
Majestad esta gracia que pido,
y conservarme tal cual conviene a quien está elegido para
llenar las resplandecientes sillas
del paraíso; y no el número de
aquellos que por toda la eternidad han de hacer su estancia en
el pozo tenebroso y horrendo del
infierno, de quien Dios me libre
por su infinita piedad y misericordia. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES QUINTO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Oh columna dulcísima de santidad: que así presidisteis en
el desierto de este mundo con
la luz esplendidísima de vuestros infinitos, milagros, para
guiar por el rojo mar de la
Fe a la prometida tierra de celestiales favores; sedme escolta, (¡oh prodigioso Moisés de
la nueva ley!) para que venciendo al Faraón del infierno,
y recreado con el sabroso pan
del augustísimo sacramento, pueda, en virtud de vuestra
gran fe, llevar mis vivísimas
súplicas a su divina Majestad,
par a conseguir esta gracia.
Ruégoos por aquel espíritu
profético con que pasando por
Mesina señalasteis a vuestros
compañeros el sitio donde después de algunos años se había
de fundar un insigne convento
de vuestra orden. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad con
que saciasteis en el mismo viaje a todos vuestros compañeros
por muchos días con un pan
solo, que milagrosamente fue hallado en el zurrón de algunos
peregrinos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la gran fe con
que obrasteis aquel famoso prodigio de pasar el Faro de Mesina con vuestros dos compañeros sobre vuestro manto, para confusión de los marineros que os negaron el embarco. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la apostólica fatiga, sufrida por vos tres años,
por convertir (como se verificó
después) un lugar pobladísimo,
que era una babilonia de discordias y confusiones. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella generosa intrepidez, con la cual llevasteis los carbones encendidos en las desnudas manos, al prelado que os disuadía el cuarto voto de perpetua vida cuaresmal. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la virtud que
infundisteis en una campana,
la cual, aun en estos tiempos,
espanta con su sonido las tempestades del vecino mar, para
consuelo de aquellos navegantes
y devotos vuestros, que en este
tempestuoso mar fluctúan. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la modestia con
que profetizasteis el tiempo preciso en que se pondría en libertad la Liguria, después de tantos estragos y muertes, anunciadas también de vos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la humildad, con
la cual hicisteis tantos y tales
milagros, al tiempo que los soldados del rey de Nápoles os
cercaron, para llevaros y meteros en su prisión; y especialmente haceros tantas veces invisible a su presencia. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la paciencia con que sufristeis las graves persecuciones del mismo rey, de
quien después fuisteis su confidente: y por la gran bondad de
vos ejercitada multiplicasteis a
sus soldados prodigiosamente
el pan. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el dolor que tuvisteis pronosticando la pérdida de Otranto en manos de
mahometanos; con otros muchos
males que sobrevinieron a dicha ciudad. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis de un capitán, vuestro amigo, dándole a él y sus
soldados una vela bendita por
vos, en virtud de la cual volvieron todos vivos y sanos de
una batalla, excepto uno que
despreció el don, y haciendo burla, quedó muerto y con tanto hedor, que corrompía, como vos
lo pronosticasteis. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el amor que
mostrasteis a vuestra patria, al
tiempo que ibais a Francia, subiendo a un alto monte a bendecirla, en el cual quedaron estampadas las huellas de vuestros
pies; como sucedió al Redentor en el monte Olivete. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella obediencia que tuvisteis al Papa,
poniéndoos cargado de años,
en un tan largo y peligroso
viaje de la Francia (como ya
antes le habíais pronosticado)
a recibir el breve de su Santidad. Padre nuestro y Ave María.
Cuando no hubiera una plenísima fe en vuestro segurísimo patrocinio; el ejemplo de
tantos y tan estupendos prodigios bastaría a hacerle hermosear, aun adonde jamás hubiera
habido vestigios de fe: premiadla, pues, benignamente con la impetración de esta gracia que rendidamente os pido. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES SEXTO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
¡Oh ejemplar de pobreza, norma de santidad, espejo de
continencia, salud de los enfermos, consuelo de afligidos,
abogado benignísimo de mujeres estériles, dechado de humildad, de paciencia y austeridad:
gran profeta, sagrado legislador
y prodigiosísimo obrador do milagros! Me confieso, me conozco sin méritos para recibir de
Dios esta gracia que os pido;
y por eso recurro á vuestros
méritos, á¡ vuestra intercesión,
con seguridad, que mediante
vuestro poderosísimo patrocinio,
y en virtud de vuestra gran pobreza, que he de ver cumplidos
mis deseos, y oídas mis fervorosísimas súplicas.
Ruégoos por aquella grande
alegría que tuvisteis, pronosticando la recuperación de Otranto de las manos de los infieles, y el martirio glorioso por
la fe de un amado vuestro. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el dominio que tuvisteis aun sobre los irracionales; especialmente cuando mandasteis al jumento dejase las herraduras para confusión del que se las puso, y él prontamente obedeció. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la moderación
de ánimo con que recibisteis los
encuentros, los honores, y en recibimiento del rey de Nápoles,
quien os trató con la igualdad
de un gran monarca, después
de haberos tenido tanto odio y
aborrecimiento. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la edificación
que tuvo de vos el mismo rey,
cuando por las rendijas de la
puerta os vio en éxtasis, levantado de la tierra, todo iluminado y resplandeciente. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la templanza que
practicasteis, no queriendo gustar los peces fritos, que os envió el rey; antes bien con la
señal de la cruz los resucitasteis volviéndolos al rey vivos y
hermosos. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquel generoso desprecio que hicisteis de
una gran cantidad de monedas
de oro que os dio el mismo
rey para la erección de un
monasterio: y para que el rey
viese era sangre de sus vasallos, rompisteis una, y de ella
salió sangre. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la humildad con que escogisteis, también en Nápoles, para la fundación de un nuevo convento, el lugar más vil y despreciado que allí había, siendo ahora el más célebre, como lo dijisteis, con otras muchas cosas, que después han sucedido en el mismo convento. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella santa
modestia, tan usada de vos, en
resistir la dignidad sacerdotal,
ofrecida del pontífice, cuando
profetizasteis el pontificado de
Julio II. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquel lumen profético con que predijisteis en
Roma la erección de un convento de vuestra orden, en el
monte Pincio; y el pontificado
a León X, niño de diez años;
y de vuestra canonización, corno sucedió después de vuestra
muerte, por el mismo León X. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la piedad que
os movió a hacer crecer el mar
milagrosamente en el puerto de
Ostia, para desencallar la galera que os había de llevar a
Francia con el hijo del rey de
Nápoles, y otros príncipes, que
os acompañaban por su propia
devoción. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquel espíritu profético con que a vista de Génova pronosticasteis la fundación de un convento vuestro sobre Montesano. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la virtud con
que hicisteis permanecer en seco, en medio del golfo de
León, el navío de corsarios
que pretendían apresar la galera, y poner en cadenas a cuantos con vos venían navegando. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis en Bormes de algunos albañiles que no podían
mover un gran madero, y con
una palabra vuestra se aligeró
como una paja: habiendo vos,
poco antes, también en Bormes,
dejado estampadas en una piedra
las plantas de vuestros pies. Padre nuestro y Ave María.
Bien sé, Padre mío, que no
tengo otro obstáculo que me
pueda impedir esta gracia, más
que mi pasada vida, gastada en
tantas culpas, en tantos pecados: y por eso con propósito firme ahora ratifico de enmendarla, pidiendo perdón a su divina
Majestad, interponiendo (oh divino profeta) los méritos de
vuestra inmensa pobreza, vuestras santas e inmaculadas costumbres, a fin de que os dignéis de alcanzármela. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES SÉPTIMO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
¡Oh admirabilísimo resucitador de muertos, azote de los
demonios, alegría de los ángeles, y mongibelo ardentísimo
de caridad! Sí: que tuvisteis
tanta en vos mismo, que aunque no hubiera habido otra en
el mundo, en cierto modo, sería la vuestra bastante para todas las criaturas. Yo os pido
un rasgo, no para obrar, como
vos, prodigios y milagros; sí
para hallarme menos indigno en
presencia de vuestro altar, para
recibir de Dios la gracia que en
virtud de la misma caridad os suplico me la concedáis. Así sea.
Os ruego por la paciencia que
tuvisteis, cuando de una devota multitud de pueblo os fue
cortado y roto vuestro hábito
hasta la rodilla, el cual en un
instante creció milagrosamente,
como estaba antes. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis, pasando la Francia, en una aldea del Delfinado
que carecía de agua, que hiriendo con el báculo la tierra, hicisteis brotar una viva fuente. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la humildad con
que recibisteis del rey de Francia, Luis undécimo, tantos honores, pues os recibió con caballería y procesión, como si
fuerais legado apostólico; y en
el mismo lugar donde os encontró, os erigió un convento para
perpetua memoria. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por vuestra inmensa
virtud, la cual obró que un par
de vuestros zuecos echados en
el mar sosegase sus furiosas
olas, y se pusiese en calma. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la prudencia que
usasteis con el mismo rey, induciéndole y obligándole a quitar las gabelas a sus vasallos; y
rehusando los tesoros y joyas,
ofrecidas del mismo rey, por
instigación de un malvado, para
probaros y experimentaros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la grande admiración que tuvo de vos el rey,
con toda su corte, cuando os
halló en su bosque orando elevado en el aire, todo rodeado
de resplandecientes rayos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la modestia con
que pronosticasteis al rey Luis
varios sucesos, y particularmente su muerte, después de haberle dado el hábito de vuestro tercero. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la oración y ayunos que hicisteis veinte y tres
días continuos, para impetrar a
las armas de Carlos IX la victoria que vos le anunciasteis; el
cual en agradecimiento erigió
un nuevo convento. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la fe, con la
cual hicisteis a Fernando rey
de Castilla continuase en el cerco de Málaga, que vergonzosamente levantaban; pronosticándole que, después de tres
días, conseguiría la conquista de
la ciudad, y el total estrago de
los moros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el amor que
siempre tuvisteis al prójimo, especialmente cuando disteis una
vela bendita por vos a un soldado: en virtud de la cual, llevándola debajo de la celada,
herida la frente de una bala de
canon, quedó ileso y libre. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el ardentísimo
celo que tuvisteis, concediendo
al emperador Maximiliano algunos religiosos para la fundación de muchos conventos de
vuestra orden en Germania: pronosticando la grande utilidad
que debían sacar los cristianos,
y la gran pérdida que debían
padecer los herejes. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el espíritu con
que profetizasteis varias cosas a la Francia, después que mediando vos, se pacificó con Bretaña. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el grande agradecimiento que tuvisteis al mismo rey Carlos; pues en recompensa de tantos conventos como
hizo en Francia, y también en
Italia, le asististeis con vuestras
oraciones; de tal suerte, que
con solo siete mil soldados se
defendió y derrotó cuarenta mil,
como vos se lo habíais pronosticado. Padre nuestro y Ave María.
Si con vuestra infinita calidad obrasteis tantas y tan prodigiosas maravillas en Germania,
España, Francia, y por vuestra
Italia: alcanzadme también a mí
la gracia que pido; para que yo
también pueda decir con los demás devotos vuestros: que ninguno que confió en vos quedó
confuso, porque sois refugio de
los afligidos, norte y guía de
los que caminan errados, y
mano del Omnipotente. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES OCTAVO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Poderosísimo tesoro de las
misericordias de Dios, estrella de las mayores que resplandecen en el firmamento de la
católica Iglesia, piadosísimo y
pacientísimo San Francisco: aquí
tenéis a vuestros pies un indigno siervo vuestro, oprimido de innumerables v graves
culpas: un miserabilísimo pecador, que no teniendo valor
ni mérito para ocurrir a su divina Majestad, para conseguir
la gracia que pido, vengo postrado humildísimamente a suplicaros, por vuestra paciencia,
os dignéis de alcanzármela, para
que sea a mayor honra vuestra,
como lo espero. Así sea.
Ruégoos por el ardientísimo
celo con que despreciasteis y reprendisteis sin temor alguno al
rey de Francia de aquellos pecados, que él sabía ciertamente
no había más testigos que los
ojos de Dios. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la piedad que tuvisteis con los sobrinos del obispo de Granoble, oprimidos de una peligrosísima indisposición, que con un pequeño pan que les enviasteis, fueron milagrosamente sanos al instante. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis a una señora parienta del mismo obispo, la cual
habiéndole entrado por la boca
un áspid venenoso en el vientre, estando dormida, quedó libre y sana con un poco del
mismo pan. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la modestia que
practicasteis con los doctores de la Sorbona, descubriéndoles los
secretos de sus corazones, diciéndoles maravillosamente altísimas y sutilísimas cuestiones
de teología, dictadas del Espíritu Santo: habiéndoles primero
predicho tu venida. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad que
usasteis con un caballero joven,
el cual, viniendo por la posta a
vestirse vuestro santo hábito,
cayendo del caballo se estropeó
de tal suerte la mano derecha
que juzgaron los cirujanos ser
necesario cortarla; pero vos milagrosamente le curasteis en un
instante. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gran fe que
tuvisteis, librando a un novicio
poseído del demonio, solo pronunciando el santísimo nombre
de Jesús, después de ser (aunque en vano) conjurado de sacerdotes. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el amor que mostrasteis a un sobrino vuestro, que
nació mudo, las piernas estropeadas, las manos mancas, después de haber proféticamente
revelado a sus padres sus pecados, prodigiosamente lo sanasteis. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella bondad
con que curasteis a un loco furioso, que muchas veces había
causado algunas peligrosas ruinas, y era notablemente dañoso
al prójimo. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por lo agradecido
que os mostrasteis al obispo de
Roses, vuestro amigo, restituyendo a la vida a un sobrino suyo que estaba expirando, y el alma en ocasión de perderla. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la abstinencia
que tuvisteis ocho días enteros
sin comer ni beber, estando continuamente en oración, solo por
saber la voluntad de Dios acerca de la obligación del cuarto
voto de perpetua vida cuaresmal:
habiéndoseos aparecido primero
el demonio en forma de ángel
para disuadíroslo. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la paciencia que tuvisteis, no obstante el mandato vuestro, viendo llevar a
algunos albañiles al refectorio
carne asada para comerla: la
que puesta en la mano, al instante se llenó de pestilentes gusanos. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gran confianza que tuvisteis en el Altísimo
cuando para mostrar que no era
difícil la observancia del cuarto
voto, ni otra cualquiera cosa que se emprenda por Dios, cogisteis, sin lesión alguna, un
brasero encendido en vuestras
manos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella santa simplicidad con que acariciando una gran sarta de varios peces que os dieron, les resucitasteis. Padre nuestro y Ave María.
¡Oh ejemplo maravilloso de paciencia! Si tuvisteis tanta compasión de los irracionales, ¿cuánto debo yo esperar que la tengáis de mí, que soy imagen de Dios, obra de sus omnipotentes manos, y redimida con su preciosísima Sangre? Los mismos milagros vuestros, y las innumerables gracias que habéis alcanzado, particularmente a mujeres estériles, y a todos aquellos que han hecho estos trece viernes, tan amados de vos, y de la divina Majestad tan aceptos, son motivos que me hacen creer piadosamente que yo también conseguiré esta gracia, si de mi parte tengo la debida disposición. Así sea.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES NOVENO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Admirabilísimo propagador de estirpes regias, gloriosísimo confesor, que sufristeis y padecisteis un prolongado y continuo martirio, no solo con ardentísimo deseo, sino es con asperísimas voluntarias penitencias, que hicisteis viviendo especialmente toda una cuaresma sin comer cosa alguna: aumentadme, Padre mío, que os lo suplico, el deseo que tengo de dejar los vicios, y unirme a la virtud: alcanzadme, por el favor de vuestras penitencias, esta gracia, para que sea provechosa a mi salud. Así sea.
Ruégoos por la piedad que
tuvisteis con aquel que sanasteis con la señal de la cruz, de
un cáncer que le atormentó con
atrocísimos dolores en un pie,
por espacio de diez y siete años. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la bondad con
que curasteis a un mancebito
que nació con los pies estropeados y desconcertados: y a un
hombre que tenía un brazo helado, y ambos quedaron libres,
el primero antes de llegar a
vuestra presencia, encomendándose a vos; y el otro al instante que llegó a vos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la potencia con
que obrasteis con un caballero
herido de una granada de fuegos artificiales, el cual quedó
sin daño, porque tenía en sus
espaldas una vela que vos bendijisteis. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el afecto que
tuvisteis a vuestra hermana,
que pidiéndoos la dejaseis alguna cosa para memoria vuestra, os sacasteis una muela y
se la disteis; y hoy en Paula
sana de ese dolor milagrosamente a los que le padecen. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella generosa pobreza que ejercitasteis con
uno que os pedía algún don,
y os movió a darle un pequeño pan, el cual después de
cinco años se halló fresco; y
habiendo carestía, sació a doce
personas tres días enteros. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la caridad que
usasteis con un pobre, que en
recompensa del disgusto que tuvo por no haber vino que darte, halló su boca llena de un
licor perfectísimo. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el celo que mostrasteis cuando fue conducida a vos por una mujer a quien curasteis el mal de asma, una muchacha leprosa: y le dijisteis a
su madre que restituyese la fama a una tal, y que sería su
hija sana, como sucedió. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el espíritu con
que avisasteis a uno de la muerte de su padre, sucedida en
aquel instante en otra provincia; le hicisteis oír las campanas mismas que distantes sonaban, como si estuvieran cerca; y
le pronunciasteis otros sucesos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la confusión que
tuvo el demonio, cuando por
obra suya se encendió fuego en
vuestra celda; y no habiendo
con qué apagarle, arrojabais por
la ventana con las manos llenas los encendidos carbones,
como si fueran frescas rosas. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella fe que
tuvisteis cuando, junto a la playa romana, después de una fiera tempestad, se encalló la galera, bajando la mar con un
empellón que le disteis con
vuestra espalda hacia el puerto:
y desde allí caminasteis sobre
las aguas hasta la rivera a pie
enjuto. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis de aquel temerario, que viendo que su mujer
tenía en veneración un poco
de heno sobre el que habíais
dormido en Roma, tuvo atrevimiento para servirse de él (por
desprecio) para un acto indigno, y se le quedó el brazo en
aquel mismo lugar baldado; pero pidiendo perdón, recibió el
brazo al instante. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la milagrosa
virtud que vuestros paños tenían, especialmente cuando arrojando muchas veces los herejes en el fuego vuestro manto, jamás le pudieron quemar. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el consuelo que
tuvisteis cuando os fue anunciada por un ángel una gran
victoria, alcanzada por las francesas armas, cuyo rey vino con
vos al coro a rendir gracias a
su divina Majestad. Padre nuestro y Ave María.
Si los emperadores de Alemania, si los monarcas de Francia, si los católicos reyes de España, de Polonia, de Portugal
y de Nápoles; si, en fin, los habitadores de los vastísimos países del nuevo mundo, príncipes
y señores de la Bretaña, Italia y Flandes, y tantos millares de personas privadas, han
obtenido, y cada día consiguen
gracias, y particularmente las
mujeres estériles consiguen la tan deseada y suspirada sucesión; ¿por qué no tengo de esperar yo también, en virtud de
vuestras asperísimas penitencias,
(especialmente de la perpetua
vida cuaresmal de vos, y de
vuestra orden santamente practicada) el recibir la gracia que
pido? Sí, que yo así lo espero: sí, que en vos confío. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES DÉCIMO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Apóstol clementísimo de la Francia, firmísima columna de la Iglesia de Dios, que convertisteis tantos millares de almas con vuestro ejemplo, y con vuestros inauditos prodigios: que pusisteis en abominación los adulterios, concubinatos y las demás suciedades libidinosas: que hicisteis florecer la devoción, la frecuencia de los sacramentos y las obras de piedad: que desterrasteis las usuras, tratos ilícitos y rapiñas: que enseñasteis la caridad, modestia y continencia: alcanzadme a mí también la debida aversión a los vicios, para que vencidos mundo, demonio, y carne, pueda llegar donde estáis vos a dar gracias a la Trinidad santísima de tantos beneficios recibidos, y particularmente de este que firmemente espero conseguir, en virtud de la grande confianza que vos tuvisteis en su divina Majestad. Así sea.
Ruégoos por aquella facilidad con que disteis vista a dos
ciegos en un instante, a uno con
la poderosísima señal de la cruz,
y al otro con esta sola palabra: «vete, que tu mal de ojos no es
cosa de entidad». Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la misma confianza que siempre tuvisteis en
Dios, especialmente cuando traída a vos una mujer paralítica,
vecina a la muerte de una apoplejía, enteramente la sanasteis, diciendo: «levántate, camina». Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el júbilo que tuvisteis cuando convertisteis a una malvada hechicera, que en diez y siete años que gastó en hechicerías y maleficios, había muerto un gran número de niños, y tenía intención (como vos proféticamente se lo descubristeis) de matar muchos más. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la sabiduría con
que anunciasteis la destrucción
de los campos de Corillano,
cuando sus habitadores se apartaron de la frecuencia de vuestra
iglesia, llegando el caso de entredicho, porque sobrevinieron
unos pequeños animalillos, y no
se ausentaron hasta que se consiguió la absolución. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la protección
que tuvisteis de un convento
vuestro, rodeado de turcos para
saquearle, que no habiendo quedado en él mas que un anciano
enfermo, que se encomendó a vos,
te le aparecisteis, y puesta una
débil caña por puntal a la puerta,
no os vio mas, pero ni jamás pudieron los turcos derribarla. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gratitud que
tuvisteis a una villa devota vuestra, que combatida con el cañón
de los mahometanos quedó ilesa, porque las balas en lugar de
abrir brecha, se volvían sobre
los agresores. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis en tiempo de gran
sequedad, a un pueblo que recurrió a hacer públicas oraciones delante de vuestra imagen,
la que al instante empezó a sudar, y el cielo a llover por muchos días. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la piedad que
tuvisteis de un albañil, que quedó estrechado debajo de una muralla, y llevado muerto ante la
misma imagen vuestra, se levantó en pie, y besando el altar
se volvió a la obra. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad usada con un joven, que cayendo
de una altísima fábrica, e invocando vuestro poderosísimo
patrocinio, quedó vivo y sin lesión alguna. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la fe con que
imprimisteis la señal de la santa cruz en una almendra, y
plantada, al instante prendió; y
haciéndose árbol de desmesurada grandeza, a su tiempo dio
fruto con la misma señal de la
cruz, siendo saludable para cualquiera enfermedad. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la clemencia que
tuvisteis sanando cuatro paralíticos, diciendo a los dos que se levantasen; a los otros, al uno
con sola vuestra vista, y el último comiendo un poco de bizcocho que vos le disteis. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gran santidad que mostrasteis cuando llevasteis, como hojas de papel,
dos grandes mármoles para la
fábrica de la iglesia: siendo así que veinte hombres no eran capaces a mover uno solo, y aunque por devoción van quitando
rajas, se conservan milagrosamente enteros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el espíritu con
que sanasteis una hermana, que
había más de diez años que
estaba estropeada de pies y manos, poniéndola una piedra sobre la cabeza, y diciéndole la
llevase al convento, al instante
se levantó en pie buena y sana. Padre nuestro y Ave María.
Si obrasteis tanto en vida, ¡oh, cuanto mas podéis ahora que os halláis presente, para ofrecer nuestras súplicas a aquel en cuya virtud obrasteis tantos milagros y prodigios! Yo os suplico con lo más vivo de mi alma, por la confianza grande que tuvisteis siempre en Dios, me alcancéis la gracia que deseo: prometiéndoos querer mientras viva, permanecer en el número de vuestros devotos, y hacer que cuantos son y serán debajo de mi dominio, honren vuestro santo y glorioso nombre, tremendo hasta el infierno, para poder también en el tiempo de mi mortal agonía gozar de vuestro validísimo patrocinio. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES UNDÉCIMO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Poderosísimo extirpador de vicios, y terror de los herejes, columna estabilísima de la Católica iglesia, delicia de la Reina de los cielos: ruégoos por la ardentísima devoción con que siempre la honrasteis, y por el deseo continuo que tuvisteis de seguir las huellas de Jesús su Hijo, arranquéis de mí todo vicio, para que yo sea verdadero imitador de su virtud y del Redentor; para que con este decoroso título pueda recibir la gracia que con vuestra intercesión pido. Así sea.
Ruégoos por el agradecimiento que mostrasteis al embajador del rey Luis XI alcanzándole de Dios (en recompensa
de haberos tratado con tanta
cortesía y afecto, cuando os
condujo a Francia) que ninguno de su estirpe y descendencia muriese sin recibir el santísimo viático. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la edificación
que de vos tuvieron tantos pueblos, viéndoos andar siempre
descalzo, sobre hielos, espinas,
piedras y muchas brasas; y aunque con pena y dolor, jamás
vieron vuestros pies sucios, ni
llagados en la mas mínima parte. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la fe que tuvisteis, mandando a algunos toros
bravos que fuesen a servir a la
fábrica de un convento vuestro
distante de allí ciento y sesenta
millas; y obedecieron pasando
prodigiosamente cuarenta millas
de mar. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el dominio que hasta en los elementos tuvisteis;
especialmente cuando por finalizar los pleitos que había sobre
el uso del agua de algunos arroyuelos, les mandasteis se volviesen a sus ríos, y obedientes
lo ejecutaron. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis de un mercader que vino a vos por consuelo
de una gran pérdida en el mar,
y oyó de vuestro espíritu profético la conquista que hizo un
hijo suyo en aquel instante; consolándole también, con que su
mujer pariría dos hijos en aquel
mismo año. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella celestial
sabiduría con que pronosticasteis a la duquesa de Angulema,
que resucitó a vos, a fin de alcanzar de Dios sucesión, que no
solo pariría un duque de Angulema, sí también un famoso rey
a la Francia, y por eso se llamó
Francisco el primero. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gran caridad que usasteis con vuestro devoto Don Gregorio de Tobar, de
quien en Castilla descienden los
condes de Cancelada, el que
hallándose con una peligrosa
enfermedad, desahuciado de los
médicos, le bajasteis del cielo
un cordón y ciñéndosele a su
cuerpo, se halló luego libre de
su enfermedad: cuyo milagroso cordón le conservan hoy los
condes vinculado a su casa: y
después de algunos años le dispusisteis para una feliz y dichosa muerte. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego, por la gran confianza que tuvisteis en Dios,
cuando conociendo la venida de
algunos forasteros, y no teniendo qué darles de comer, mandasteis al cocinero fuese al mar
y hallaría un pez de tres libras,
que bastaría para todos: obedeció y halló dicho pez. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la piedad que
usasteis con una señora que se
encomendó a vos para no malparir más, y vos dándole dos
velas por vos benditas, con el
aviso de tener una en la mano rezando el rosario en el tiempo del parto; haciéndolo así
parió siempre los hijos vivos. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la candad hecha a una mujer siciliana, que
habiendo empezado la devoción
de los trece viernes por la libertad de su marido, esclavo
en Constantinopla, volviendo un
viernes de la iglesia a su casa,
halló delante de la puerta a su
marido, cercado de cadenas, y
con el cepo a los pies, el cual
certificó que vos prodigiosamente le habíais librado y conducido a aquel lugar. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquel continuo milagro que se divisa aún todavía en Paula, pues cuando
los religiosos dan fuego a un
horno de cal que allí hay, se
ven en medio del horno las raíces de un grande árbol que sustenta la leña que allí se quema, y jamás las raíces se consumen; y el árbol después de
tantos años, se conserva verde
y frondoso. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el ánimo con
que llevasteis en las mangas, sin
lesión alguna, una larga milla,
cantidad de serpientes venenosas, halladas en vuestro convento bajo un montón de piedras. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el consuelo que
tuvo una anciana septuagenaria, que habiéndole faltado la leche a una hija suya para criar
dos hijos, uno de aquellos niños, arrimándose al pecho de la
anciana, le dio de mamar por
mucho tiempo. Padre nuestro y Ave María.
Cuando no se hallara en vos
otra maravilla, que sola la devoción que tuvisteis a la beatísima Virgen María Inmaculada en el primer instante de su
Concepción, llamando a vuestro orden Mínimos de Jesús y
María, rezando cada día a honra suya el oficio, el rosario, y la
corona, poniendo en los sellos este glorioso nombre, encargando siempre a vuestros hermanos
su veneración, no llamando ni
respondiendo jamás sin su invocación: sería esta sola (aunque
bien grande) prerrogativa bastante a pregonaros por un gran santo. Alcanzadme, en virtud de
esta devoción, la gracia que deseo. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES DUODÉCIMO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Inocentísimo y clementísimo
abogado mío, que tuvisteis el
celo como Elías; el prodigioso
poder como Moisés; la virtud
inmensa como Samuel y Eliseo;
espíritu profético como David;
la ciencia infusa como Salomón; la austeridad y rigor contra vos mismo igual al del Bautista; el don de lenguas como
los Apóstoles: que fuisteis tan
dado a la oración, que vuestra
vida fue un continuo orar, ruégoos por esta gran virtud, no
me neguéis vuestro patrocinio,
por el cual espero conseguir
esta gracia. Así sea.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis a un ministro del
rey católico Felipe III, que
obligado a dar cuentas de su
administración, y faltándole un
papel de cincuenta mil ducados, por el cual perdía honor
y hacienda, recurrió con fe a
Vuestro asilo, el día después
halló a los pies de vuestra imagen el papel: afirmó el rey
haberle firmado a los ruegos
de un viejo venerable, a quien
le fue forzoso agradar y complacer. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por aquella piedad,
celebrada en nuestros días, cuando resucitasteis dos niños muertos llevados a vuestros altares, uno en Nápoles en vuestra iglesia de San Luis, y el otro en
Ámiens, hijo de un general de
Picardía. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la gracia que
hicisteis a la ciudad de Noceta
en el año de 1631, cuando rebosando el Vesubio, arrojó de
sí un soberbio madero de fuego, que se puso sobre la misma ciudad, y vos fuisteis visto de todos bajar del cielo a
apagarle. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la bondad que
usasteis, no ha mucho tiempo,
con un noble niño de Praga, que naciendo mudo, fue ofrecido por sus padres a vos, y al
instante cobró el habla. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el beneficio
que hicisteis a un religioso, pocos años ha, que queriendo solemnizar vuestra fiesta en Conil, villa del reino en Sevilla,
pidió prestadas muchas velas y
hachas, con el pacto de pagar
la merma, y acabada la fiesta
las llevó; y habiendo ardido por
espacio de muchas horas, se hallaron sin merma. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el consuelo que
disteis a un esclavo en África,
apareciéndoos a él, y diciéndole: «levántate y vete»: vio romperse las cadenas como si fueran un frágil vidrio, y caerse a
sus pies: y pasando por en medio de los guardas sin ser visto, se halló libre en país cristiano. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la recompensa
que disteis a un caballero romano en estos tiempos últimos,
pues habiendo grande carestía
en Roma, mandó llevasen a
vuestros frailes una porción de
pan de limosna: pero por equivocación llevaron todo el que
había en casa, y por la noche hallaron el cajón lleno de
blanquísimo y sabrosísimo pan,
que con la cualidad autenticó
el prodigio. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la providencia
con que socorristeis a vuestros
religiosos de Palermo en tiempo de gran penuria de aceite:
porque apagándose (por necesidad) las lámparas que ardían
delante de vuestra imagen, fueron vistas muchas veces encenderse milagrosamente; y con
todo de faltarles alimento, estar ardiendo noches enteras. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad que
ejecutasteis con un arquitecto
español, que perdido una noche entre nieve y hielo en un
espeso bosque, invocando vuestra asistencia, te le aparecisteis
todo resplandeciente, rezando
el santísimo rosario; y cogiendo
las riendas del caballo, le condujisteis hasta el lugar donde iba. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la fe que tuvo
en vos una mujer de Mesina,
que pariendo una hija monstruosa, sin ojos ni narices, al
instante que salió del parto llevó
la criatura a vuestra iglesia, y
untando con el aceite de la lámpara el bulto de la niña, al instante se volvió una bellísima
criatura, sin defecto alguno. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por el gusto y alegría que tuvieron aquellos padres, cuando cayéndoseles al mar
un pequeño hijuelo, llorándole
por sumergido en las aguas,
mientras llegaban a vuestra iglesia le vieron caminar sobre las
aguas detrás de la nave, y puesto arriba, afirmó que vos le habíais traído a salvo. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por los muchos milagros sucedidos con el agua de
vuestro pozo de Melaso: especialmente en el que sucedió no
ha muchos años, pues lavándose un leproso de mucho tiempo
quedó libre y sano. Padre nuestro y Ave María.
Si os fue tan agradable la
oración, que siempre la exhortasteis a vuestros frailes; y cuarenta
días continuos estuvisteis en la
celda orando; ¿por qué tengo de
temer yo que no os agrade esta devoción, instituida y enseñada por vos, a honra y gloria
de Jesucristo, y de sus doce
apóstoles? Sí, que os será agradable, sí yo de mi parte he tenido la debida disposición. Sí,
que mediante ésta tendré la gracia que os pido. Así lo creo:
así lo espero: así confío. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
VIERNES TERCERO
Por la Señal…
SÚPLICA A SAN FRANCISCO DE PAULA
Aquí estoy, finalmente, ¡oh prodigiosa oficina de milagros!, ¡oh milagrosa fe de prodigios!, puesto en el término y fin de esta devoción, instituida por vos.
Alcanzadme también esta gracia, en virtud de vuestra inmutable perseverancia. Vos que
apagasteis los ímpetus del fuego, sosegasteis las aguas, mandando los vientos, disteis leyes
a la tierra, tuvisteis obedientes
los brutos, los peces, los pájaros y las criaturas todas: vos
que fuisteis obsequiado y amado de los mayores príncipes y
monarcas del mundo, de los
mismos vicarios de Dios, y
del mismo paraíso: que resucitasteis tantos y tales muertos,
que obrasteis, y no cesáis de
obrar cada día maravillas y portentos: siendo a los enfermos
una eficiente probática piscina de Hesebón; a las afligidas
y trabajadas provincias un Jeremías; a los tiranizados y oprimidos un Moisés, un Daniel:
alcanzádmela también a mí,
para que pueda afirmar con
los demás devotos vuestras
santas manos: y que seria milagro cuando no hicieseis milagros.
Ruégoos por la vehemencia
de espíritu con que obrasteis
el mayor de los prodigios, convirtiendo milagrosamente a Dios
tantos y tan obstinados habituales pecadores, solo con un
sermón en los montes de Paterno, demás de los infinitos
centenares, que ya habéis convertido. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por el amor que
tuvisteis a vuestra patria, haciendo en ella tantos milagros,
cuantos fueron las criaturas que
librasteis de la muerte, cuando
pocos lustros ha la defendisteis visiblemente del mayor terremoto, que jamás hubo en el mundo,
quedándose desoladas entre ciudades, villas y aldeas, ciento y
ochenta; pero Paula, aunque
amenazada, en nada fue ofendida. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la piedad que tuvisteis de cinco pobladísimas ciudades de la Francia, librándolas del contagio, como también Fréjus de la Proenza, en la cual después de dos siglos no ha estado jamás aquel mal, con no haber faltado quien diabólicamente haya intentado algunas veces introducirle. Padre nuestro y Ave María.
Os ruego por la asperísima
penitencia, que por espacio de
seis años continuos hicisteis en
una gruta, en la que (a imitación del Redentor) estuvisteis una cuaresma entera orando, sin comer ni beber. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la modestia con
que en el convento de Palermo, llamado el convento de
prodigios, hicisteis un día solo trescientos insignes milagros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la caridad con
que saciasteis trescientas personas hambrientas con solo un
pan pequeño; y aun sobró para otros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la humildad con
que predijisteis la destrucción
del imperio oriental, e hicisteis
otros cien maravillosos milagros, también en un solo día. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la virtud con
que alcanzasteis, después de
extrema sequedad, las aguas del
cielo a la ciudad de Melazo,
y de Catania, reducidas al sumo de la miseria; y esto al
aparecerse solo una imagen
vuestra. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la compasión
que tuvisteis a la ciudad de
Bormes, en tiempo de peste,
cuando con la señal de la
cruz librasteis tantos millares
de personas: como también no
ha mucho tiempo sucedió en
Málaga de España, despojando
en un instante hospitales y lazaretos, y privilegiándola perpetuamente de aquel mal. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por la admirable
edificación que de vos tuvo la
marquesa de Geraci, cuando
en su presencia obrasteis sobre trescientos milagros. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por vuestra limpia
pureza, autenticada aun de la incorruptibilidad de vuestro cuerpo, y del olor que continuamente sale de vuestras reliquias,
y de la continua conversación
y familiaridad que tuvisteis con los ángeles. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella celestial prudencia con que saciasteis con solo un pan y un poco de vino tres mil personas,
que concurrieron a ver vuestros prodigios estupendos. Padre nuestro y Ave María.
Ruégoos por aquella inaudita santidad, en virtud de la cual
se cuenta habéis obrado, por
medio de esta devoción de los
trece viernes, solo en España,
mas de siete mil milagros auténticos. Padre nuestro y Ave María.
Vos sois (¡oh querido y amado serafín de Paula!) un Proteo celeste de virtudes: vos
imitasteis la mansedumbre y
humildad de David; las mortificaciones de Lot; la castidad
de José. Vos no cedisteis a
Isaías en el amor de Dios, ni a Abrahán en la fe, ni a Daniel en la pobreza: Sara no os
adelantó en la caridad, ni Tobías en la paciencia: en la confianza celestial ni en las penitencias no fuisteis separado de
Judit, ni del Bautista: obsequiaste a la Reina de los ángeles
con afecto grande, no menos
que aquel padre putativo del
Redentor: en las oraciones no
fuisteis menos fervoroso que
Jeremías; en la constante perseverancia fuisteis otro Jacob.
Por el mérito de tantas virtudes, por la virtud de tantos
milagros, por tantos y tan señalados prodigios, por tantos y
tan señalados portentos; hacedme digno, que os lo suplico,
de que reciba esta gracia, que
jamás quebrante la ley de Cristo, para que pueda con vos
expirar mi alma en sus brazos. Amén.
El himno, el responsorio, los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
San Francisco, o gran San Francisco de Paula, por favor os lo pido, nos protejais, ayudeis, ilumineis y libereis de la trampa que estas perdonas malvadas nos han tendido a esta familia en el trabajo. Que nos sea devuelta la libertad y podamos emprender y salir adelante en la vida en libertad, salud, paz y bien. Liberadnos San Francisco de Paula, por favor
ResponderEliminarHaré estos 13 Viernes en agradecimiento y honor a vos gran Santo.
Oh Gran San Francisco de Paula, sed mi intercesor y pedidle al Señor me libere de la trampa que estas petsonas malvadas me han tendido. Pedid por favor mi liberación que estoy seguro de que en vuestros labios y corazón esta solicitud será concedida por nuestro Gran Señor Jesucristo.
ResponderEliminarAmén.