El año 1285 murió, en el monasterio cisterciense de Ter Doest en Lissewege, cerca de Brujas (Bélgica), un obispo noruego llamado Torfino. Como nunca había llamado la atención, cayó pronto en el olvido. Pero cincuenta años después, cuando se efectuaban algunos trabajos de albañilería, su tumba fue abierta y se desprendió de ella un olor suavísimo. El abad Pedro I de Axel empezó a investigar y encontró entre sus monjes a uno, llamado Gualterio de Muda, que recordaba todavía la estancia del obispo en el monasterio y la impresión de bondad y firmeza que había producido en los monjes. El mismo Gualterio había escrito un poema sobre el santo obispo y lo había depositado en su ataúd. A pesar del tiempo transcurrido, el poema se encontraba aún intacto. El abad vio en ello una señal del Cielo de que había que perpetuar la memoria del santo obispo, y encomendó a Gualterio que consignara por escrito sus recuerdos.
No obstante esto, sabemos muy poco de la vida de San Torfino. Había nacido en Trøndelag, cerca de Trondheim, y es probable que haya sido canónigo de la catedral de Nidaros antes de su elección como obispo de Hamar, ya que entre los testigos del acuerdo de Tønsberg de 1277 había un tal Torfino. Este era un acuerdo entre el rey Magnus VI y el arzobispo Juan Raude de Nidaros que confirmaba ciertos privilegios del clero, la libertad de elección episcopal y asuntos similares. Algunos años después, la regencia del rey Érico II repudió este acuerdo y se desató una feroz disputa entre la Iglesia y el Estado. Finalmente, el rey (que por esto se ganó el apodo de Odiador de los sacerdotes) proscribió al arzobispo y a sus dos principales partidarios, el obispo Andrés de Oslo y el obispo Torfino de Hamar.
El obispo San Torfino, tras muchas penurias, incluido un naufragio, se dirigió a la abadía de Ter Doest en Lissewege de Flandes, que tenía numerosos contactos con la Iglesia noruega. Es posible que hubiera estado allí antes y hay motivos para suponer que él mismo era un cisterciense de la abadía de Tautra, cerca de Nidaros.
Tras una visita a Roma con el obispo Andrés de Oslo, y ante la noticia que Érico, ya mayor de edad, retomó los acuerdos (declaró que las propiedades de la Iglesia perseguidas por la nobleza pasaban a protección real, mientras se elige un nuevo sucesor), regresó a Ter Doest con mala salud. De hecho, aunque probablemente era todavía joven, vio acercarse la muerte e hizo testamento; tenía poco que dejar, pero lo que tenía lo dividió entre su madre, sus hermanos y hermanas, y ciertos monasterios, iglesias y obras de caridad en su diócesis. Murió poco después, el 8 de enero de 1285.
Después de su llamado a la memoria de los hombres, como se menciona en el párrafo inicial de esta noticia, se informaron milagros en su tumba y San Torfino era venerado por los cistercienses y en los alrededores de Brujas.
Después que Ter Doest se arruinara, los restos de San Torfino fueron trasladados a otro monasterio en Brujas en el año 1687. Pero en 1949, cuando la cripta se derrumbó, sus restos no pudieron ser identificados entre los demás que estaban sepultados allí.
Los historiadores noruegos prestaron atención a San Torfino por primera vez en el siglo XIX y cuando se inauguró la primera capilla católica en Hamar desde la Reforma en 1924, estaba dedicada a San Torfino. La iglesia católica de Levanger también lleva el nombre de San Torfino.
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