Los procesos de sedición en la América Hispana ocasionados (e incitados) como consecuencia del destronamiento de Fernando VII por Napoleón Bonaparte y su hermano José (el famoso Pepe Botella), al contar con apoyo financiero inglés e ideología masónica, vieron una persecución religiosa contra el clero que no apoyara la rebelión, presentándose asesinatos, destierros, exilios, sedes impedidas o saqueos de conventos e iglesias. Mención particular merecen el obispo de Salta del Tucumán Nicolás Videla del Pino (quien fue desterrado por el general Manuel Belgrano por intrigas alimentadas desde la creación de la diócesis –que fue creada con territorios que pertenecían a la diócesis de Córdoba–, y murió pobre y desterrado en una hacienda en Barracas, sin posibilidad ni de decir Misa), el de Santiago de Chile José Santiago Rodríguez-Zorrilla e Ydoate Pozo-Silva (quien por oponerse al gobierno provisorio fue relegado por José Miguel Carrera al entonces sitio de Colina, y deportado a Mendoza por O’Higgins en 1817 para ser exiliado a España ocho años después por ocasión de la embajada del Delegado Apostólico Giovanni Muzi –el cual estuvo acompañado por un joven canónigo llamado Giovanni Mastai Ferreti, futuro Pío IX–), el de Cartagena Fray Custodio Ángel Díaz Merino OP (quien al año de declararse la independencia de dicha ciudad en 1811, emprendió el exilio a La Habana, donde murió en 1815) o el arzobispo de Santa Fe de Bogotá Juan Bautista Sacristán-Galiano y Martínez-Atance (quien a un mes de llegado a Cartagena en Junio de 1810 –había sido nombrado en 1804, pero entre decretos y demoras burocráticas de Roma y Madrid no pudo partir hasta seis años después por la Guerra del Francés–, y por los conflictos con la Junta de Santa Fe, fue desterrado a Estados Unidos en 1812 pero hubo de recalar en Cuba, y solo pudo posesionarse como arzobispo Santa Fe el 5 de Diciembre de 1816, para morir cincuenta y seis días después).
Ya hacían dos años que Fernando VII retomó el trono de España, y pocos meses que Pío VII (quien estuvo acompañado en el exilio por el embajador de la Corte Real don Antonio
Vargas Laguna) recuperó el dominio temporal de los Estados Pontificios cuando este último promulga una carta en forma de Breve llamando a los obispos y al clero a esforzarse para que el pueblo retorne a la obediencia a la autoridad legítima y enfrentase a los sediciosos que amenazaban al Trono y el Altar.
Por primera vez, presentamos en latín y español este documento papal, en memoria del clero leal que hubo de padecer por cuenta de unos acomodados e ingratos que, con dinero de Albión y bajo las insignias de los Libres Muradores que predicaban la Revolución, rompieron la Unidad de la Hispanidad.
LATÍN
LÍTTERIS APOSTÓLICIS IN FORMÆ BREVIS “Etsi longíssimo terrárum”
Venerabílibus Frátribus Archiepíscopis et Epíscopis, ac diléctis fílii Clero Américæ cathólicæ, Hispaniárum Regi subjécti.
PIUS PP. VII.
Venerábiles Fratres ac dilécti Filii, salútem et Apostólicam benedictiónem.
Etsi longíssimo terrárum ac márium intérvallo dissíti a nobis sitis, vestra tamen píetas véstrumque religiónis coléndæ prædicándæque stúdium, satis, VV. Frátres diléctique fílii, sat compértum Nobis est.
Cum ígitur inter luculénta et præcípua sanctíssimæ quam profitémur religiónis præcépta, illud sit quo omnis ánima potestátibus sublimióribus súbdita esse jubétur, vos in seditiósis córdique nostro acerbíssimis istárum regiónum mótibus, eórumdem firmo sapiéntique ánimo abhorrendórum assíduos gregi vestro fuísse hortatóres persuásum habémus.
Níhilo tamen minus, cum illíus vices in terris gerámus qui Deus pacis est, quíque rediméndo a dǽmonum tiránnide humáno géneri nascens, pacem per Ángelos suos homínibus nuntiári vóluit: Apostólici quo immeréntes fúngimur múneris esse dúximus, vos magis magísque per nostras hasce lítteras excitáre, ut funestíssima turbárum ac seditiónum zizánia, quæ inimícus homo istic seminávit, eradicáre penítusque délere omni ope conténdatis.
Quod fácile, VV. Fratres, conseqüémini, si tetérrima ac gravíssima defectiónum damna, si præstántes exímiasque caríssimi in Crirto Fílii nostri Ferdinándi Hispaniórum véstrumque Cathólici regis, qui nihil religióne et subditórum suórum felicitáte pótius habet, virtútes; si dénique illústria et nullo únquam ævo intéritura hispanórum Európæ exémpla, qui fortúnam vitámque suam projícere non dubitárunt, ut se religiónis fidéique erga Regem retinentíssimos osténderent, ob óculos gregis quísque sui, quo par est zelo, posúeritis.
Ágite ergo, VV. Fratres diléctique fílii, patérnis hortatiónibus, stúdiisque hisce nostris morem ex; ánimo geréntes, débitamque Regi vestro obœdiéntiam et fidelitátem enníxe commendántes, bene de pópulis vestræ custódiæ tráditis merémini; nostram Régisque vestri qua jam fruímini grátiam amplificáte, promíssam curis labóribusque vestris ab eo mercédem, qui beátos Déique fílios appéllat pacíficos, in cœlo consequúturi.
Ínterim tam præclári támque frugíferi óperis felíciter a vobis perficiéndi áuspicem apostólicam benedictiónem, Vobis, Venerábiles Fratres diléctique fílii, peramánter impertímur.
Datum Romæ, apud Sanctam Mariam Majórem sub ánnulo Piscatóris, die 30 Januárii l816, Pontificátus nostri anno décimosexto.
TRADUCCIÓN
LETRA APOSTÓLICA EN FORMA DE BREVE “Etsi longíssimo terrárum”
A los Venerables Hermanos Arzobispos y Obispos, y a los queridos hijos del Clero de la América sujeta al Rey Católico de las Españas.
PIO VII, PAPA.
Venerables hermanos e hijos queridos, salud y nuestra Apostólica Bendición.
Aunque inmensos espacios de tierras y de mares nos separan, bien conocida Nos es vuestra piedad y vuestro celo en la práctica y predicación de la Santísima Religión que profesamos. Y como sea uno de sus hermosos y principales preceptos el que prescribe la sumisión a las Autoridades superiores, no dudamos que en las conmociones de esos países, que tan amargas han sido para Nuestro Corazón, no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarlas.
Sin embargo, por cuanto hacemos en este mundo las veces del que es Dios de paz, y que al nacer para redimir al género humano de la tiranía de los demonios quiso anunciarla a los hombres por medio de sus ángeles, hemos creído propio de las Apostólicas funciones que, aunque sin merecerlo, Nos competen, el excitaros más con esta carta a no perdonar esfuerzo para desarraigar y destruir completamente la funesta cizaña de alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países.
Fácilmente lograréis tan santo objeto si cada uno de vosotros demuestra a sus ovejas con todo el celo que pueda los terribles y gravísimos prejuicios de la rebelión, si presenta las ilustres y singulares virtudes de Nuestro carísimo Hijo en Jesucristo, Fernando, Vuestro Rey Católico, para quien nada hay más precioso que la Religión y la felicidad de sus súbditos; y finalmente, si se les pone a la vista los sublimes e inmortales ejemplos que han dado a la Europa los españoles que despreciaron vidas y bienes para demostrar su invencible adhesión a la fe y su lealtad hacia el Soberano.
Procurad, pues, Venerables Hermanos e Hijos queridos, corresponder gustosos a Nuestras paternales exhortaciones y deseos, recomendando con el mayor ahínco la fidelidad y obediencia debidas a vuestro Monarca; haced el mayor servicio a los pueblos que están a vuestro cuidado; acrecentad el afecto que vuestro Soberano y Nos os profesamos; y vuestros afanes y trabajos lograrán por último en el cielo la recompensa prometida por aquél que llama bienaventurados e hijos de Dios a los pacíficos.
Entre tanto, Venerables Hermanos e Hijos queridos, asegurándoos el éxito más completo en tan ilustre fructuoso empeño, os damos con el mayor amor Nuestra Apostólica Bendición.
Dado en Roma en Santa María la Mayor, con el sello del Pescador; el día treinta de enero de mil ochocientos diez y seis, de Nuestro Pontificado el décimo sexto.
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