lunes, 1 de noviembre de 2021

DESENGAÑO DE LA VIDA HUMANA

Tomado del Ramillete de divinas flores, escogidas en el delicioso jardín de la Iglesia para recreo del Cristianísimo lector, por don Bernardo de Sierra, publicado en Madrid por la imprenta que fue de Fuentenebro en 1815.
   

Si quieres ver el fin triste que espera
A todas nuestras vanas fantasías
Sobre los ojos, mira y considera
El miserable fin de nuestros días;
Mira en este retrato y calavera
En qué paran los gustos y alegrías.
Mira, que aunque me ves en tal retrato,
Oí, palpé, vi, gusté y tuve olfato.
    
Contempla en el cristal de aqueste espejo
El desengaño de la vida humana.
El Papa, el Rey, el Grande, el Niño, el Viejo,
El que peina la barba negra, y cana,
El ignorante, el que da consejo.
El que viste sayal, púrpura o grana,
Que yo algún tiempo fui, y aunque no siento,
Viví con carne, sangre y sentimiento.
  
Imagina que soy un Rey, un Papa,
Un Señor titulado, un grande, un chico,
Un bizarro galán, uno sin capa,
Un mercader famoso, un pobre, un rico;
Porque si bien lo miras soy un mapa
De todas estas cosas que publico:
Pues los bienes y males de que trato,
Tuve, aunque estoy ahora en tal retrato.
   
Estos áridos huesos fríos y secos,
Esta funesta sombra, esta figura,
Estas quijadas secas, cuyos huecos
Ocuparon los dientes, que en blancura
Excedían las perlas, ya son ecos
De la miseria humana acerba y dura:
Todo me falta, vida y sentimiento,
Memoria, voluntad y entendimiento.
    
No vivas solo un punto descuidado;
Huye el ocio, lisonjas y mentiras
Del deshonesto vicio acibarado:
El odio, las venganzas y las iras,
La soberbia y el tiempo malgastado,
Que serán contra ti, si no lo miras,
Testigos que condenen tu mal trato,
Juntas aquestas cosas que relato.
   
Ajusta bien la cuenta que es forzosa,
Y ten por cierto, no te escandalice,
Que te la han de tomar tan rigurosa
Que de temor el pelo se te erice,
Porque será tan triste y espantosa
Que el más constante más se atemorice
Viendo sus culpas puestas por asiento,
Con otras infinitas, que no cuento.
   
¡Qué sirvió el pelo, al oro semejante,
Frente, ceja, nariz, menudo diente
De blanca nieve, y púrpura el semblante,
Ni los ojos del Sol puesto en Oriente,
Los labios de coral, si en un instante
Dientes, labios, nariz, ojos y frente,
Cabellos, cejas, púrpura y blancura
Todo lo consumió la sepultura!
   
Cuando por el camino de la vida,
Al parecer, segura, caminando
Iba la hermosura, guarnecida
De perlas, plata y oro, imaginando,
Me salteó la muerte, que atrevida
Al camino salió, y me fue quitando
Vestidos, perlas, oro y hermosura,
Dejándome, cual ves, en tal figura.
   
Yo, ¿cómo vine al mundo? Condenado.
Dios, ¿cómo me libró? Dando su vida.
Yo, ¿cómo la perdí? Por un pecado,
Que fue del mundo todo el homicida.
Dios, ¿qué me pide a mí? Lo que me ha dado.
Yo, ¿qué le pido a Él? La Sion querida.
Dios, ¿para qué murió? Para librarme.
Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.
   
De tierra soy, tierra he de volverme,
Y a siete pies de tierra reducido,
Y una pobre mortaja en que envolverme,
Tendré del mundo el pago merecido:
No puedo de este paso defenderme,
Ni el César puede, Ni Galán temido: 
¡Miseria general! ¡Caso terrible!
Que tengo que morir, es infalible.
   
Allí de los amigos más amados,
Del alma tiernamente más queridos,
Los últimos abrazos regalados
Recibiré con llantos y gemidos:
Allí será el mayor de mis cuidados
Los deleites y vicios cometidos,
Pues que puedo por ellos no salvarme,
Dejar de ver a Dios y condenarme.
    
Pues, ¿cómo de la enmienda y penitencia
Tan descuidado vivo en esta vida?
¿Cómo no limpio y curo la conciencia
Antes que llegue el fin de la partida?
Porque si llega y falta diligencia,
El dar en el infierno una caída,
Hasta el centro profundo más horrible,
Triste cosa será, pero posible.
   
Dispuesto con cuidado y prevenido
Conviene estar en tránsito forzoso,
Que si me coge desapercibido,
Tendré el castigo como perezoso:
¡Oh loco, torpe negocio endurecido,
Falso, liviano, desleal, vicioso!
¡Qué puede ser venir a condenarme
Posible, y río, duermo y quiero holgarme!
    
En este caso mil exclamaciones
Con lágrimas, sollozos y alaridos
Harán sin dar alivio a mis pasiones
Padres, hermanos, deudos, conocidos.
¡Qué ansias, qué congojas, qué aflicciones
Turbarán mis potencias y sentidos!
¡Esto tengo que ver! ¡Esto es posible!
¡Posible, y tengo amor a lo visible!
   
Agonizando para dar la vida
El cuerpo flaco, con la amarga muerte, 
El alma triste teme la partida: 
El divorcio preciso, y dura suerte: 
Amargo cáliz de mortal bebida, 
Pues tengo de pasarte y de beberte, 
¿Como de la virtud me olvido tanto? 
¿Que hago? ¿en que me ocupo? ¿en que me encanto? 
   
Allí me asombrará la cuenta larga; 
Las visiones horrendas infernales, 
La memoria terrible, tan amarga, 
Del fallo que condena, y otros males: 
Pues ¿cómo, ¡oh ciega!, con tan grande carga 
De angustias y tormentos desiguales, 
No tiemblo, no me enmiendo, no me espanto?
Loco debo de ser, pues no soy Santo.
    
Si habemos de dar cuenta de la vida,
Y es la muerte cierta, у la esperamos,
¿Cómo está la virtud tan oprimida?
¿Por qué razón, pregunto, la dejamos?
Si aquesta es ley de Dios tan conocida,
Que perdemos el alma si pecamos,
¿Que olvido es este? ¿como no se advierte
Que hay vida eterna, y hay eterna muerte?
   
¿El hombre tiene acaso o por ventura 
Del Tribunal de Dios algún resguardo 
Que asegure su vida, mal segura, 
Del trago de la muerte tan amargo? 
Pues no hay seguridad, Alma, procura, 
Antes que Dios te cite, sin embargo, 
Que te halle con lámpara encendida 
De buenas obras y de santa vida. 
  
No se camina a Dios por devaneos, 
Por gallardo lenguaje y cortesías; 
No por conversaciones, ni deseos 
Fundados en humanas bizarrías: 
En la Corte de Dios, valen empleos 
De lágrimas, y ayunos, obras pías, 
Disciplinas, limosnas, abstinencias, 
Conocimiento propio, y penitencia. 
    
Aqueste es el camino verdadero, 
Y el que no le llevare, es imposible, 
Poder gozar de Dios, Sumo Cordero, 
Ni ver aquella luz inaccesible: 
Sin Dios no hay otro bien, ni yo le espero, 
Sino tormento, y soledad terrible, 
Estar de su presencia desterrado, 
Y vivir para siempre condenado.
     
Si solamente un alma sustentamos, 
Y a Dios, por ser su hechura, la debemos: 
Si a ganarla o perderla caminamos, 
Y en un punto ganamos o perdemos; 
Si es tan clara la Ley que profesamos, 
Y sus santos preceptos conocemos, 
¿Qué locura es la nuestra? ¿a quien servimos, 
Que no sabrá la vida que vivimos?
    
Advierta el pecador, tema y repare, 
Que ha de dar cuenta a Dios de un pensamiento, 
Cuando el vital aliento le faltare, 
Y fuere á su Divino acatamiento: 
Allí no habrá padrino que le ampare,
Sus obras le han de dar, ¡oh tormento!,
Vida eterna de gloria, siendo buenas,
Y no lo siendo, eternidad de penas.
    
Hombre, si de la nada al ser que tienes
Te levantaron del Señor las manos;
Si afán, polvo y cenizas son tus bienes,
Tus pretensiones fundamentos vanos;
Si por la vida caminando vienes
A ser cebo en la muerte de gusanos,
Nada, polvo, ceniza, tierra y llanto,
¿De qué te alabas y engrandeces tanto?
   
EXHORTACIÓN CRISTIANA
Piensa que te has de morir, 
Piensa que hay gloria e infierno, 
Bien y mal, y todo eterno, 
Y que a juicio has de venir: 
Ponte luego a discurrir 
Tu vida y modo de obrar, 
Y que ahora sin pensar, 
Si te diese un accidente, 
Que murieses de repente, 
¿Dónde irías a parar? 
   
Piensa bien lo que te digo: 
Trata de enmendarte fiel, 
Mira que aun este papel 
Será contra ti testigo:
A que no olvides te obligo 
Muerte, juicio, infierno y gloria; 
Deja toda vanagloria; 
Y con cristiano talento 
No hagas loco pensamiento 
De una tan cuerda memoria. 
Si tener has presumido 

En la postrera ocasión 
Un Acto de Contricion, 
Muy pocos le han conseguido: 
Y aunque algunos le han tenido, 
¿Quién, di, tan loco será, 
Que en tal riesgo se pondrá, 
Y cosa tan importante 
Dejará para un instante, 
Que no hay otro si se va?
    
Una sentencia, una muerte 
Habrá sola; el Juez es Dios, 
Que de esto no ha de haber dos 
Donde se enmiende tu suerte. 
¡Jesús, qué lance tan fuerte!
Mira para temblar, 
Que remedio no has de hallar 
En el Cielo ni en la tierra, 
Si en esto una vez se yerra, 
Y que esta se puede errar.
    
Mira que has perdido el juicio,
Pues de ti propio homicida 
Te vas quitando la vida 
Con uno y con otro vicio; 
Porque de loco artificio
Temporalmente te ves 
Lleno de humano interes, 
Ahora estás muy ufano
Pero repara, Cristiano, 
Que esto es ahora, ¿y despues?
    
Este despues considera, 
Que este ahora ha de faltar, 
Y el despues ha de durar 
Eternamente a cualquiera: 
Este después que se espera 
Es el que cuidado da, 
Que este ahora, claro está 
Que es ligero movimiento, 
Nacido de un corto aliento, 
Que cuando viene, se va. 
   
Dispón tu cuenta ajustada, 
Que aun asi cuando enfermares, 
Del tiempo que allí encontrares 
Aun no ha de sobrarte nada. 
Mira que de esta jornada 
No se ha de volver jamás: 
Mira el paraje en que estás, 
Que es cosa para aturdir 
El saber que has de partir, 
Y el dudar donde será. 

ORACIÓN PARA PEDIR LA DIVINA GRACIA.
Soberano Dios, Criador y Redentor mío, suplícoos humildemente que merezca de vuestra Divina bondad gracia, que alumbrado con el favor de vuestros Divinos auxilios se aproveche mi alma en estas devotas y contemplativas Oraciones que he leído, apartándome de todo aquello que no es de vuestro Santo servicio, у conociendo lo que es más de vuestro agrado, para que limpio de las manchas de mis culpas vaya a gozar de la bienaventuranza, donde reinais por siempre jamás. Amén.

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