Noticias tomadas de LA NACIÓN (Argentina). Comentario propio.
Son de origen humilde, dicen que las reclutaron engañadas cuando eran adolescentes y que las hicieron trabajar gratis como empleadas domésticas
Un grupo de 43 mujeres de origen humilde acusa al Opus Dei (Obra de Dios,
en latín), una institución católica, de haberlas hecho trabajar gratis y
durante años como empleadas domésticas. El reclamo, publicado en mayo
por LA NACION, ya está en poder del Vaticano y llegó ayer a la prensa
internacional. Fue difundido por decenas de medios, incluido el
Washington Post.
Dicen que las reclutaron engañadas cuando eran adolescentes con la promesa de continuar su educación.
Pero que la instrucción fue en escuelas de tareas domésticas que tenía
la organización, donde les enseñaron a limpiar, cocinar, planchar y el
resto de los asuntos de la casa. Según su testimonio, su escolarización
fue parcial, o nula, y luego trabajaron como empleadas de limpieza,
cocina y servicio para los miembros de la Obra y sus invitados en los
centros que el Opus Dei tiene en todo el país y alrededor del mundo. Por esa tarea, acusan, nunca cobraron un peso.
Las mujeres hoy tienen entre 40 y 60 años, y el período que denuncian
de instrucción y trabajo no remunerado en la institución fue entre 1980 y
principios de los 2000.
Todas ellas eran numerarias auxiliares, una de las categorías de
pertenencia a la Obra, y su vínculo excedía lo laboral. Habían hecho
compromisos de pobreza, castidad y obediencia. Sus tareas de servicio doméstico, les explicaron, eran una ofrenda a Dios, su misión como cristianas en el mundo. El Opus Dei les proveía de casa en residencias aledañas a los centros de la Obra, comida y algunas salidas de esparcimiento.
En una entrevista con LA NACION, Catalina María Donnelly, directora de la rama femenina en Buenos Aires del Opus Dei, asegura sentirse triste por las acusaciones y dispuesta a pedir perdón.
Igual dice que, según su registro, siempre pagaron el trabajo de las
numerarias auxiliares. Admite, sin embargo, que pudo haber habido lo que
ella llama “informalidad” en la remuneración. “Quizás la que dirigía la
residencia [donde vivían las jóvenes] hacía una caja común y de ahí se
enfrentaban todos los gastos”, explica.
“Hoy en día es inentendible y está muy mal hecho, pero en ese momento se
hizo como se hacía en las familias”, considera.
El sábado 18 de marzo, LA NACION se encontró con siete de las 43 mujeres en un departamento de Palermo.
Todas habían sido numerarias auxiliares, pero abandonaron el Opus Dei
desilusionadas. Las siete aseguran haber sido engañadas y dicen que
cuando al fin lograron irse -algo que les resultó muy difícil por la
presión psicológica a la que las sometían, la falta de educación y el
corte abrupto a las que las obligaban con su familia y amigos- se
encontraron quebradas de espíritu y sin dinero.
También coinciden en que jamás dispusieron con libertad de un sueldo.
Una sola de ellas dice que durante un tiempo firmó recibos y cobró por
su trabajo. Pero le entregaba todo el dinero a la directora del centro.
Visitación Villamayor, que prefiere usar el nombre de Tita, dice que se
la llevaron a los 15 años. Era de una familia de diez hermanos en el
interior de Paraguay. No hablaba castellano y le prometieron una beca en
Asunción para hacer el secundario. “Todos los días esperaba que empiece
el colegio, pero lo que te enseñaban era a cocinar, planchar y servir
para lo que a ellos les convenía”, recuerda.
Alicia Torancio tenía 16 años cuando la convencieron de abandonar a su
familia humilde de campo, en Corrientes. A los 22, estaba a cargo de una
cocina que alimentaba a alrededor de 70 personas pertenecientes al Opus
Dei. Fue demasiada presión. Pronto comenzó una espiral de angustia y
depresión. Llegó a pesar 45 kilos y terminó internada en un
neuropsiquiátrico luego de un intento de suicidio. “No me iba porque me
dijeron que ese sufrimiento era mi cruz”, dice.
A Nidia Ojeda, de Pedro Juan Caballero, en Paraguay, también la mandaron
a Asunción a los 13 años. Una vez recibió una carta de un novio que
había tenido en su pueblo y la directora del centro donde vivía se la
hizo romper. “Nosotros somos tu familia”, le manifestó.
Algo similar le ocurrió a Norma Pedrozo con un talco que su madre le
hizo llegar. Trabajaba en Roma como empleada doméstica y era un recuerdo
de su infancia en Las Palmas, Chaco, de donde se fue a los 14 años. Se
lo quitaron. “No sé por qué no me fui antes, no tuve el coraje. Tenía
miedo de que me busquen con la policía”, explica.
A Gladys Rodríguez, correntina, le gustaban las mujeres y cuando lo
confesó, su directora espiritual le recomendó incrementar el uso del
cilicio y la disciplina, dos métodos de mortificación corporal, para
expulsar los “malos pensamientos”.
“Siento que me usaron, que me engañaron y que no me dieron lo que me
corresponde, que es lo que corresponde a cualquier persona que trabaja.
Yo venía de una familia muy pobre, no tenía las herramientas para
enfrentarlos y decirles que no está bien trabajar gratis. Ellos te
mienten con el cuento de la vocación y la familia”, acusa Rodríguez
mientras comparte facturas con las otras en una tormentosa mañana.
“Fuimos esclavas -se queja Lucía Giménez, otra paraguaya de familia
numerosa [eran 11 hermanos]-. Estuve 18 años y nunca cobré un peso por
mi trabajo”.
Exmiembros del Opus Dei reconocen que la institución ya hizo arreglos
económicos extrajudiciales para atender demandas similares, aunque no de
la magnitud expuesta por este grupo de mujeres.
No hay antecedentes de reclamos en la Argentina como el de las
numerarias auxiliares. En el mundo, existe solo uno que sentó al Opus
Dei en el banquillo de los acusados: una exnumeraria auxiliar francesa,
Catherine Tissier, denunció en 2001 a la Obra “por trabajo disimulado y
retribución contraria a la dignidad”. Sin embargo, la organización logró
desligarse y la condena solo fue sobre la asociación civil. En España,
en 2011, otras seis exnumerarias auxiliares iniciaron una demanda, pero
no llegó a juicio porque hubo un acuerdo.
El grupo de 43
En febrero de este año, las 43 exnumerarias auxiliares -entre las que estaban las siete que hablaron con LA NACION- se reunieron en una parroquia del barrio de Belgrano y firmaron un poder al abogado Sebastián Sal para que las represente.
En febrero de este año, las 43 exnumerarias auxiliares -entre las que estaban las siete que hablaron con LA NACION- se reunieron en una parroquia del barrio de Belgrano y firmaron un poder al abogado Sebastián Sal para que las represente.
Fue el final de un largo proceso que comenzó con la inquietud de
Giménez, quien durante años recorrió sin éxito despachos oficiales y
oficinas de diferentes abogados denunciando la situación. Al mismo
tiempo, se iba construyendo la red de las 43 mujeres mediante encuentros
-el primero fue en 2003, en la parroquia Nuestra Señora de la Rábida, a
tres cuadras del Congreso- y contactos en redes sociales.
Sal se interesó en el caso y, después de entrevistarlas una por una,
contrastó sus relatos con la información en la Anses. Dice que comprobó
que los aportes realizados fueron mínimos y en algunos casos
inexistentes.
Según sus averiguaciones, de las 43 exnumerarias auxiliares que
representa, 20 no registran ningún aporte jubilatorio. Entre las otras
23, la mayoría tiene aportes esporádicos. Ninguna, dice, tuvo un sueldo.
Diez de ellas fueron traídas desde Paraguay y nunca tuvieron residencia
legal, ni ninguna documentación argentina. La ausencia de vínculo
formal para las empleadas domésticas era lo habitual en la Argentina
hasta hace algunos años. No así, en cambio, la ausencia de salario.
Sal también asegura que encontró que las condiciones en las que
trabajaron para distintas asociaciones civiles ligadas al Opus Dei, el
método de contratación que utiliza la organización, eran similares:
además de no recibir ningún pago, tenían jornadas de hasta 15 horas,
días de descanso esporádicos y traslados compulsivos entre ciudades e
incluso entre países. Siempre eran asignadas a tareas domésticas en
centros de la Obra.
Con esa información, contactó a las autoridades del Opus Dei en la
Argentina a la espera de una propuesta reparatoria. Como no la obtuvo,
pidió una audiencia con el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw
Adamczyk, quien se la concedió y, luego de escucharlo, le recomendó
enviarle una carta al Papa.
Sal explica que están a la espera de que el Opus Dei, o la Iglesia, den
alguna respuesta, por eso aún no presentaron una demanda judicial. Si
presentaron su caso ante el Vaticano. “Preferimos que sea la misma
Iglesia la que aborde esto. Por eso, aún no hicimos una presentación
judicial”, afirma. La carta a Francisco se envió a principios de marzo.
En tono de denuncia, pide cuatro acciones: “Que el Opus Dei reconozca su
error, que les pida perdón a las mujeres, que las compense debidamente y
que cese con estas actividades”.
Alumnas de primer año del Icied a fines de la década del 80 (arriba, izquierda) y en una clase de costura (abajo); numerarias auxiliares con el entonces Prelado Javier Echevarría, en una de sus visitas a la Argentina, en 1997 (arriba, derecha)
Qué es el Opus Dei
El Opus Dei es una de las instituciones más nuevas de la IglesiaCatólica, fundada por el
sacerdote español y hoy santo Josemaría Escrivá de Balaguer (sic) en 1928. El
primer aval oficial lo obtuvo en la década del 40, pero la aprobación
final y la constitución jurídica como prelatura personal se la otorgó
Juan Pablo II en 1982. Esta figura, única en la institución, es una
estructura jerárquica que funciona con autonomía de las diócesis y los
obispados, y responde a sus propias autoridades en Roma. Por encima del
prelado del Opus Dei solo está el papa.
El Opus Dei es una de las instituciones más nuevas de la Iglesia
Según declara, el Opus Dei está en 68 países, entre los que suma unos
90.000 miembros. De ellos, explican, solo 2000 son sacerdotes. El resto
son laicos. Si bien todos son considerados iguales en su santidad y
compromiso, hay distintas categorías o formas de pertenecer.
En la punta de la pirámide están los sacerdotes y los numerarios, que
son los miembros célibes que viven con compromisos de castidad, pobreza y
obediencia en residencias de la Obra. Los numerarios son universitarios
y trabajan en su profesión, sean en el ámbito privado o público, pero
entregan sus salarios a la institución y reciben dinero para sus gastos.
Otra categoría es la de agregados, que también hacen compromisos de
castidad, pobreza y obediencia, pero pueden vivir en sus casas. Luego
están los supernumerarios, que pueden formar familia. Su aporte es con
dinero, bienes, trabajo y vínculos.
La misma estructura se replica en la rama femenina, a la que además se
agrega la categoría de numerarias auxiliares, que son las que llevan
adelante el servicio doméstico de los centros, las residencias, las
casas de retiro y las administraciones. Esa vocación no puede cambiar:
no hay posibilidad de que una numeraria auxiliar se convierta en
numeraria, por lo que toda su vida se desarrolla en tareas de cocina,
limpieza, atención y mantenimiento.
La autoridad máxima del Opus Dei en la Argentina es el vicario regional,
que también dirige las delegaciones de Bolivia y Paraguay. El actual
vicario es monseñor Víctor Urrestarazu y el anterior fue Mariano Fazio,
muy cercano al Papa, que en 2014 dejó el cargo para ir como vicario
general a Roma.
La Vicaría Regional está ubicada en la calle Vicente López 1950, en el
barrio de Recoleta. Allí también funciona una de las principales
residencias y centros de varones del Opus Dei, el Cudes. En ese lugar se
centralizan las decisiones, la información, la documentación y las
finanzas de la Obra en el país, que se administran a través de dos
consejos: uno de varones, llamado la Comisión Regional -que también
funciona en ese edificio-, y uno de mujeres, la Asesoría Regional, que
desde 2001 está a la vuelta, sobre la calle Ayacucho al 1600.
En la puerta de al lado de la entrada a la Vicaría y el Cudes, en
Vicente López 1954, está la entrada de Laya, la residencia de numerarias
auxiliares más grande del Opus Dei en la Argentina. Los edificios se
comunican por el subsuelo.
Las dos direcciones, como por lo menos una veintena más de centros y residencias del Opus Dei, son propiedad de la Asociación para el Fomento de la Cultura. Es una de las por lo menos 17 asociaciones civiles ligadas al Opus Dei en la Argentina. Y de ellas dependen unas cincuenta instituciones entre colegios, clubes, casas de retiros, residencias universitarias y la Universidad y el Hospital Austral. El Opus Dei insiste en que no tiene bienes propios y que todas estas son iniciativas apostólicas de sus miembros, a los que ellos solo prestan asistencia espiritual.
Cultores de la discreción, uno de sus mayores benefactores es el empresario Gregorio Perez Companc, que donó las tierras y parte del dinero para la construcción de la Universidad y el Hospital Austral, en Pilar. Otros nombres vinculados a la Obra son el exjuez de la Corte Suprema Antonio Boggiano, el banquero José Rafael Trozzo y Francisco Javier Trusso, exembajador ante el Vaticano y representante en la Argentina del Banco Ambrosiano.
El instituto de formación
La mayoría de las numerarias auxiliares se formaron en el Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (Icied), que tiene sus equivalentes en todos los países en los que funciona la Obra. El Icied era una escuela de formación en tareas domésticas, o de hotelería, ubicada en el predio más emblemático de la institución, conocido como La Chacra, que queda en Bella Vista, al noroeste del Gran Buenos Aires. Allí estuvo alojado Escrivá de Balaguer en su única visita a la Argentina, del 7 al 28 de junio de 1974. El Icied se había fundado dos años antes, en 1972.
Según la información oficial, hasta 1993 brindaba la formación en “administración de servicios en hogar e instituciones” y los tres primeros años de educación secundaria. Luego, siguió dando la formación técnica en servicios, pero se enfocó en el ciclo polimodal, esto es, los tres últimos años del secundario. En 1994, se transformó en el Instituto de Capacitación para Empresas de Servicios (ICES).
Cerró en 2017 y desde entonces no volvieron a vivir chicas menores ahí, pero siguen dando cursos. “Nos pareció que ya no era adecuado a las circunstancias actuales de la mujer en la sociedad. Yo hubiese preferido cerrarlo antes”, explica Donnelly. En total, según la información de la Obra, pasaron 1080 alumnas por el colegio. La mayoría de ellas, asegura Donnelly, están agradecidas por las oportunidades recibidas.
A modo de respuesta por la acusación de las 43 mujeres, el Opus Dei presentó a LA NACION el testimonio de dos numerarias auxiliares que agradecen las posibilidades de progreso que les dio la Obra. Estela María Rohr tiene 57 años y es de Entre Ríos. Entró al Opus Dei a los 15 años, se capacitó en Holanda y hoy trabaja en el centro de formación profesional en gastronomía que tiene la institución. Dice que la numeraria auxiliar es “la madre de la Obra, la que cuida y guía”. Siempre tuvo un sueldo, pero ese no es el único incentivo. “Hacés las cosas por Dios y te estás ganando el cielo”, asegura. La experiencia de Graciela Corradini, también entrerriana de 57 años, es igual de buena. “El Opus Dei me dio todo. Me siento muy feliz”, aclara.
Las 43 mujeres representadas por Sal, en cambio, tuvieron un paso por la Obra mucho más tortuoso. Varias estuvieron en el Icied, pero no todas. El Opus Dei tiene colegios similares en otros países, como Paraguay, y allí asistieron las exnumerarias auxiliares nacidas en ese país.
La secuencia de captación, formación, trabajo, crisis y posterior salida de la Obra es similar en los relatos de las siete entrevistadas por LA NACION y también en el resto de las representadas por Sal.
Captación
La primera instancia era encontrar a las chicas y convencerlas a ellas y a sus familias de las virtudes de los programas que ofrecían en los diferentes países. Para eso, mujeres de la Obra viajaban a zonas carenciadas de la Argentina o Paraguay en diciembre, cuando terminaban las clases, y utilizaban la red de contactos para detectar posibles candidatas.
La primera instancia era encontrar a las chicas y convencerlas a ellas y a sus familias de las virtudes de los programas que ofrecían en los diferentes países. Para eso, mujeres de la Obra viajaban a zonas carenciadas de la Argentina o Paraguay en diciembre, cuando terminaban las clases, y utilizaban la red de contactos para detectar posibles candidatas.
“En mi caso usaron una numeraria auxiliar que era de mi barrio y viajó a
reclutar”, dice Villamayor. Irse con ella a Asunción a los 15 años,
explica, era la única manera que veía para salir de la pobreza. La
experiencia con Lucía Giménez fue idéntica. “Aparecieron en diciembre.
Yo estaba rebelada con mi mamá, quería ser libre. Me hablaron de un
colegio en Asunción y me fui. Esa fue mi equivocación”, recuerda.
El propio Opus Dei detalla cómo funcionaban los viajes de promoción del colegio. “Nació como una iniciativa socioeducativa, con el objetivo de promover el valor del trabajo doméstico y la dignidad de las personas que lo llevan a cabo”, cuenta la primera directora del Icied, la supernumeraria Ana María Sanguineti, en un documento reciente publicado en la Revista del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá. Desde entonces y hasta hoy, para quienes forman parte del Opus Dei, el Icied es motivo de orgullo.
El documento explica cómo se buscaba a las chicas: “Sobre todo mediante viajes a las zonas rurales más apartadas del interior del país. Interesaba, concretamente, ofrecer la oportunidad de acceder a este tipo de estudios a quienes de otro modo quizá no la tuvieran. La selección de las localidades se hacía sobre la base de los contactos con que se contaba: maestras rurales, sacerdotes y otras personas conocidas”.
Entre los lugares de los que trajeron adolescentes, se menciona a Almada, Urdinarrain, Maciá, La Paz y Gualeguay, en la provincia de Entre Ríos; a algunos lugares de la provincia de Córdoba; a Quitilipi, del Chaco; a Chajarí, de Corrientes; a Santa Rosa, de La Pampa; a Santa María, de Catamarca, y a Famaillá, de Tucumán, entre otros.
“Estos desplazamientos fueron llevados a cabo, en sus inicios, por algunas mujeres del Opus Dei y por cooperadoras y amigas conocedoras del proyecto. Desde que se creó el Patronato del Icied −en 1972− también este prestó todo su apoyo en la tarea de promoción del Instituto, haciéndolo conocer entre sus parientes, amigos y conocidos”, dice el documento.
Iniciación y educación
Una vez en las escuelas del Opus Dei, además de los cursos de formación en tareas domésticas, las alumnas hacían prácticas profesionales en residencias de la institución. Según las exnumerarias auxiliares que hablaron con LA NACION, esto significaba que, aun siendo menores de edad, comenzaban su régimen de trabajo gratuito como empleadas domésticas de la Obra.
Las mujeres también dicen que la educación curricular prometida nunca llegaba. Sí en cambio la formación espiritual en la doctrina del Opus Dei. Un elemento central era la lectura de Camino, el libro en el que Escrivá condensó la misión de la Obra y el “plan de vida”: las reglas que cada miembro debe seguir. Tiene 140 páginas, 46 capítulos y 999 postulados o “consejos”, como los llamó Escrivá.
Las jornadas eran extensas desde el comienzo. Al entrenamiento y el trabajo se le sumaba una rutina de formación religiosa: misa cotidiana, charlas y confesión semanal con un sacerdote. “Ahí es donde te dicen que tenés vocación de santa. Yo no vi mi vocación, pero el sacerdote me decía que sí, y así fue que pedí la admisión”, dice Beatriz Delgado, que entró a los 18 años.
La admisión es el primer paso para ser parte de la Obra y consiste en una carta de puño y letra que las aspirantes le escriben al prelado. “Te dicen que tenés vocación de numeraria auxiliar: que vos te vas a santificar haciendo los trabajos de la casa, que es tu hogar, y para tus hermanas y hermanos, que son tu familia”, agrega Delgado. Al año, se hace la oblación, que es la primera incorporación a la institución. El tercer y último paso es a los cinco o seis años -que en general coincide con la mayoría de edad- y se llama fidelidad.
“Te ponés una alianza y hacés una promesa de que es para toda la vida. Y te dicen que es tu casamiento con Dios”, relata Giménez. En esa instancia, las entrevistadas cuentan que se hace una invitación a firmar un testamento en favor de alguna de las asociaciones civiles del Opus Dei: “No podría decir que te obligan, pero te persiguen y cansan diciéndote que ‘cómo no le vas a entregar todo a la Obra, que es tu nueva familia’. Y que no hacerlo es ‘de mal espíritu''', afirma Giménez.
Régimen de trabajo y vida cotidiana
El resumen de la historia laboral de Villamayor en la Anses es una página en blanco. Para el Estado argentino, ella nunca trabajó. Pero Villamayor dice que empezó a trabajar a los 15 años, en 1985, y durante casi una década hizo tareas no remuneradas de empleada doméstica como numeraria auxiliar.
Siempre según los registros que consiguió Sal en la Anses, de las otras seis mujeres entrevistadas por LA NACION, Ojeda recibió aportes durante siete de los 20 años que estuvo en la Obra; Rodríguez, durante los últimos dos de los siete años; Giménez tuvo aportes irregulares durante cuatro de los 19 años; Torancio, tres de los 13; Pedrozo, cuatro de los 20, y Delgado, cuatro de los 23. Todas, sin embargo, coinciden en que nunca dispusieron de su sueldo.
Laya, el centro de numerarias auxiliares de Recoleta, es el más grande. Atiende la sede principal del Opus Dei y la mayor residencia universitaria, el Cudes. Allí, la dinámica del día era idéntica para todas. Su jornada empezaba a las 6 de la mañana, cuando sonaba el despertador. Lo primero que tenía que hacer, al abrir los ojos, era ponerse de rodillas, besar el piso, mirar hacia arriba, decir una oración corta y terminar con serviam, “serviré”, en latín. Así, comenzaba la jornada laboral, que podía tener hasta 15 horas.
“Después de la oración, había que asearse, ponerse el uniforme, tomar un vasito de café y empezar con la primera limpieza que te tocara. A las 7.40 te ibas a cambiar otra vez y bajabas al oratorio para la santa misa. Recién entonces te tocaba desayunar”, recuerda Villamayor.
Después, otra vez a cambiarse y venía la segunda etapa de limpieza para algunas y cocina para otras. De ahí, a almorzar. “Nosotras comíamos siempre en un lugar aparte de los numerarios y las numerarias, con otra vajilla y otra comida”, explica Villamayor. Luego del almuerzo, otra vez a cambiarse y al oratorio a rezar el rosario. Seguía una tertulia de media hora: “Hablás de distintos temas, pero siempre de cosas de ahí, o de Escrivá, porque mucho más no sabés, si apenas salís”, relata.
El resto de la jornada era volver a la limpieza, al oratorio y a la misa de la tarde. A las 20, cenaban. Después, servían la cena para las numerarias y los numerarios. Seguía otra media hora de tertulia. Y a las 22.30, a la cama.
Ninguna numeraria auxiliar elegía dónde vivir y trabajar. “Lo decidían tus directoras y vos estabas siempre dispuesta a que te manden a cualquier lado. Era parte del compromiso de obediencia que hacías. No te podías negar”, cuenta Pedrozo.
La mortificación o penitencia era parte de la vida cotidiana de las numerarias auxiliares. Utilizaban el cilicio, una vincha de metal con pinches que se ajusta sobre el muslo durante dos horas por día, y la disciplina, un látigo de cuerdas que termina en varias puntas enceradas con el que se golpeaban las nalgas mientras rezaban. “Yo siempre rezaba el avemaría porque es más corto”, se ríe Giménez.
El domingo era el día de descanso y muchas veces lo ocupaban en dar una vuelta para hacer apostolado. “Tenías que tratar de atraer nuevas vocaciones. Así que ibas por el barrio y tratabas de invitar a las chicas que eran empleadas domésticas. Llevabas un papelito, les dejabas, les contabas del Opus y Dios, las invitabas a charlas”, cuenta Villamayor.
Una vez al año tenían el retiro anual. “Eran como las vacaciones”, dice Pedrozo. Se hacían en La Chacra o en otras casas de retiro en la provincia de Buenos Aires. “Para las numerarias auxiliares seguía siendo agotador. Además de todas las charlas, cursos, misas, tenías que seguir limpiando y cocinando. Nosotras íbamos a los retiros de los numerarios y las numerarias a atenderlos a ellos”, agrega Villamayor.
No manejaban dinero. “Si necesitabas algo para asearte, había una perfumería y pedías las cosas”, comenta Giménez. Usaban ropa de donaciones de las supernumerarias: polleras abajo de la rodilla y camisa con mangas que no fueran transparentes.
Crisis y salida
La salida de las siete exnumerarias auxiliares que conversaron con LA NACION -lo mismo que la de la mayoría de las otras representadas por Sal- fue traumática a causa del vínculo asimétrico que se generó entre la institución y ellas. Inmersas en esa realidad, en muchos casos desde su adolescencia, y con escaso contacto con el mundo -dicen que les controlaban los libros, los programas de televisión y los diarios y revistas que consumían- a todas les costó abandonar el esquema de vida recluida en el que estaban, por más que, al final, este les resultase tortuoso.
Sus referentes dentro del Opus Dei, señalan, contribuyeron a esta dificultad poniéndoles barreras psicológicas que impedían su independencia. Carecer de dinero, de educación formal, de roce social y de vínculos familiares o de amistad fuera de la Obra también sumó a la sensación de cárcel en la que, dicen, estaban sumidas.
El caso más extremo de este proceso de derrumbe es el de Torancio. Con 43 años, vive en Ramos Mejía, es consultora psicológica y está en pareja con un abogado. Nada de su hablar sereno y pausado permite inferir el calvario que resultó su paso por el Opus Dei.
A los 23 años, agotada por la carga de trabajo, cayó en un pozo
depresivo. La mandaron a una psiquiatra que pertenecía a la Obra y le
recetó antidepresivos, pero cada vez estaba peor. Dormía de día y
deambulaba por los pasillos de la residencia por la noche, se
alcoholizaba con las bebidas que robaba de la cocina y se llevaba
cuchillos al cuarto. Tenía pensamientos suicidas. “No me iba porque me
dijeron que esa era mi cruz, que tenía que ofrecerla por los pecadores.
Nos hicieron un lavado de cerebro con guante blanco”, acusa.
El más grave de los episodios fue un intento de suicidio con un cóctel
de pastillas. Le hicieron un lavado de estómago y la internaron en un
neuropsiquiátrico durante dos semanas. Fue el final de sus 13 años en el
Opus Dei. Su hermana la pasó a buscar y nunca más volvió.
Hoy está más dolida que enojada. “¿Por qué me abandonaron, si eran mi
familia?”, se pregunta. Asegura que su reclamo tiene un objetivo
económico, pero no es el único. “Quiero ayudar a otras chicas que están
en la misma situación. Que entiendan que sí hay una salida”, dice
mientras traga saliva y contiene las lágrimas.
***
“Quizás
la que dirigía la residencia hacía una caja común con todos los
sueldos”, dice la directora de la rama femenina de la Obra en Buenos
Aires
Catalina María Donnelly está en una posición difícil. Con 58 años y un título de abogada, es directora de la rama femenina en Buenos Aires del Opus Dei,
una institución católica a la que 43 mujeres de origen humilde acusan
de haberlas hecho trabajar gratis como empleadas domésticas.
Catalina María Donnelly, directora de la Asesoría Regional (rama femenina) en Buenos Aires del Opus Dei
Están patrocinadas por el abogado
Sebastián Sal y acusan al Opus Dei de trabajo no remunerado en la
limpieza y la cocina de los centros de la Obra durante su instrucción y
también en los años posteriores. Aún no presentaron una demanda porque
la estrategia del abogado es negociar una compensación económica sin
llegar a la Justicia.
Las mujeres hoy
tienen entre 40 y 60 años, y el período que denuncian de instrucción y
trabajo no remunerado en el Opus Dei fue entre 1980 y principios de los
2000.
Donnelly es numeraria, otra de las formas
de pertenencia a la Obra, orientada a personas con carreras
universitarias, y dice estar dolida por las acusaciones. “Yo en persona
les quisiera pedir perdón de lo que han sufrido y cómo lo han vivido
ellas. Me da mucha pena que con la edad que tienen no hayan podido
resolver ese aspecto de su vida. No es la experiencia que tengo con
otras (numerarias auxiliares) que también se han ido de la Obra”, dice
en una entrevista con LA NACION.
Admite,
sin embargo, que puede haber habido lo que ella llama “informalidad” en
la remuneración. “Quizás la que dirigía la residencia (donde vivían las
exnumerarias auxiliares) hacía una caja común con todos los sueldos y
de ahí se enfrentaban todos los gastos”, explica.
En un comunicado publicado hoy,
desde la Oficina de Comunicación del Opus Dei dijeron que, en
septiembre de 2020, un abogado se presentó alegando representar a 43
mujeres que fueron miembros del Opus Dei respecto de su situación
previsional en años en los que brindaron servicios profesionales para
iniciativas apostólicas promovidas por la Prelatura y que “la escasa
información suministrada por el abogado no resultó suficiente para el
análisis de la situación previsional de cada caso”.
“Entendemos
que los casos podrían ser muy diferentes entre sí, sin embargo, a pesar
de no haber ninguna demanda judicial de por medio, de haber quedado a
disposición en repetidas oportunidades, de haber manifestado apertura
para escuchar y comprender los argumentos y detalles del reclamo
presentado, al día de la fecha el abogado no se ha presentado
formalmente ni ha brindado más información”, afirmaron.
Y
agregaron: “Aunque haya habido algunas experiencias personales
negativas, siempre se obró conforme a la legislación vigente y con el
propósito genuino de promover el desarrollo humano y social de las
personas”.
El Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (Icied), como
se llamaba el colegio del Opus Dei cuando se fundó, en 1972, era una
escuela de internadas ubicada en el predio más emblemático de la Obra,
conocido como La Chacra, que queda en Bella Vista, en el noroeste del
Gran Buenos Aires. Muchas de las 43 mujeres representadas por Sal
pasaron por el Icied, pero no todas. El Opus Dei tiene colegios
similares en otros países, como Paraguay, y allí asistieron las
exnumerarias auxiliares nacidas en ese país.
El
Icied cerró en 2017, durante la gestión de Donnelly. “Nos pareció que
ya no era adecuado a las circunstancias actuales de la mujer en la
sociedad. Yo hubiese preferido cerrarlo antes”, aclara.
Eso
no impide que rescate el trabajo del colegio durante sus más de 40 años
de existencia. “Se trataba de mejorar la situación en que estaban las
chicas. Buscábamos brindarles lo que teníamos a nuestro alcance para su
mejora integral, como nos enseñó san Josemaría (Escrivá de Balaguer, el
fundador del Opus Dei)”, explica.
-¿Hubo trabajo no remunerado de
numerarias auxiliares en centros del Opus Dei, como acusan siete mujeres
entrevistadas por LA NACION?
-Nunca
vi trabajo no remunerado en centros de la Obra. Siempre fue remunerado. Y
lo que se hacía durante la cursada de las alumnas en el colegio no era
trabajo; eran prácticas profesionales aprobadas por el Ministerio de
Educación y fiscalizadas por los inspectores.
-Pero las numerarias auxiliares entrevistadas dicen que, después de su formación, tampoco recibían sueldo por su trabajo.
-Lo
que puede ser es que se llevara todo muy familiarmente. Las numerarias
auxiliares no son empleadas del Opus Dei, son el Opus Dei, es su propia
familia. Ahí puede ser que no haya habido prolijidad, pero cada centro
tiene un presupuesto aprobado. Ahora que después la caja se llevara más a
nivel familiar, como una caja común, puede ser. Hoy en día está mucho
más ordenado. Todas tienen sus recibos de sueldo.
-¿Entonces es factible que estas mujeres nunca hayan recibido su sueldo en mano?
-Estoy
segura de que lo recibieron siempre, pero viste que a veces las
personas más grandes se encargan de todo; por ahí teníamos un
proteccionismo que está mal. Sí había una informalidad, hoy no lo
hacemos así. Lo que sí estoy segura es de que nunca les faltaba nada a
nivel de médicos, ropa, todo lo que necesitaban.
-Las
exnumerarias que entrevistamos ponen en duda la condición de familia y
su vocación. Hablan de una relación asimétrica, en la que dicen haber
sido engañadas siendo adolescentes. Una dice que les hicieron un “lavado
de cerebro con guante blanco”.
-Había
muchas alumnas en el colegio y no todas pidieron la admisión al Opus
Dei. No era condición ser miembro del Opus Dei para entrar al colegio.
Además, muchas de las contemporáneas de estas mujeres hoy están en el
Opus Dei y no tienen esa visión. Tenemos experiencias positivas, aunque
no niego que hubo otras experiencias negativas y lo he vivido con mucho
dolor, me da pena. He tratado con gente que se fue de la Obra y ha
sufrido. Estamos hoy disponibles para poder ayudar en lo que se pueda.
-¿Le
parece adecuado el trato que recibían esas chicas que podían tener 15
años y estaban lejos de su casa y, según lo que dicen, las instaban a
asumir compromisos religiosos que luego derivaron en el trabajo no
remunerado que denuncian?
-Eso
es parte de la evolución que hemos tenido. No es infrecuente que una
persona siendo joven se plantee una vocación, como un Messi, que empezó a
entrenarse a los 12 años, o la nieta de Palito Ortega, que a los 15
años ya quiere ser modelo. Que vos te plantees una vocación dentro de la
Iglesia siendo joven es bastante frecuente, pero la maduración que
había de las personas hace unos años ahora es mucho más lenta. Antes se
podía pedir la admisión desde los 14/15 años. Ahora no se puede ser del
Opus Dei hasta la mayoría de edad.
-¿Hacen autocrítica o piden perdón por la experiencia que denuncian estas mujeres?
-Yo
en persona les quisiera pedir perdón de lo que han sufrido y como lo
han vivido ellas. Me da mucha pena que con la edad que tienen no hayan
podido resolver ese aspecto de su vida. No es la experiencia que tengo
con otras mujeres que también se han ido de la Obra.
-Son 43 mujeres las que representa el abogado y todas coinciden en las acusaciones.
-Sí, claro, es un número. ¿Las 43 son denuncias previsionales por falta de aportes? Porque muchas de ellas son amigas nuestras.
-¿Por qué cree que hacen estas acusaciones?
-Este
abogado se ha intentado comunicar con muchas, hace muchos años que está
rondando. Además, es lógico que cuando llegan a cierta edad empiezan a
ordenar los papeles para jubilarse. No es la primera vez que personas se
acercan para ordenar sus papeles. Las hemos atendido siempre.
-Pero
la acusación excede la falta de aportes previsionales. Las siete
mujeres con las que hablamos no solo tienen aportes faltantes, también
dicen que nunca cobraron un sueldo.
-Para responder eso habría que ver los casos concretos.
-¿Por qué quiere pedir perdón entonces?
-Por
cómo lo vivieron, por cómo lo sintieron. Así como tengo experiencias
positivas también soy consciente de experiencias negativas.
-¿El
perdón es por cómo lo vivieron ellas, o hay algo específico en su
educación o en su trato con el Opus Dei por lo que considera que debería
pedir perdón?
-A mí me
parece muy importante el perdón. Me es difícil juzgar situaciones
particulares si no estoy con las personas que lo vivieron. No puedo
pedir perdón por tal persona porque no sé lo que le pasó. Me parece que
es de cristiano pedir perdón, que es un deber mío y si tengo la
oportunidad de hacerlo, lo haré. Pero no me gusta banalizar el pedido de
perdón, hacerlo así no más.
-¿El trabajo no remunerado que denuncian estas mujeres es parte del pedido de perdón?
-Por
supuesto que hoy no admitiría que fuera así, con el trato familiar que
explicaba antes. De hecho, hace muchos años que esto se ordenó. Pero
como siempre he visto en el presupuesto de las residencias que todas
recibían un sueldo no puedo decir que les quiero pedir perdón porque no
tenían sueldo, porque para mí sí lo tenían.
-¿Y por qué cree que las siete nos dijeron que no cobraron?
-Quizás la que dirigía la residencia hacía una caja común con todos los sueldos y de ahí se enfrentaban todos los gastos.
-Parece un acuerdo poco habitual.
-Hoy
en día es inentendible y está muy mal hecho, pero en ese momento se
hizo como se hacía en las familias. Yo también trabajé desde los 15 años
y les entregaba a mis padres el sueldo. Por ahí se vivía así, esa era
la intención. Hoy decimos que eso está mal hecho y son cuestiones que
tienen incidencia previsional y se pueden arreglar. Lo que pasa es que
este abogado (Sal) está obstaculizando mucho.
-¿Por qué?
-El abogado lleva bastante tiempo haciendo que unas exnumerarias busquen a otras. Algunas se indignaron.
***
COMENTARIO: De estas dos noticias han pasado más de seis meses, así que os resumimos en lo que sigue: El abogado Sal presentó la denuncia ante la Congregación para la Doctrina de la Fe en Septiembre, señalando también a una veintena de sacerdotes del Opus Dei por su presunta “intervención, participación y conocimiento en los hechos denunciados” por sus representadas.
«La jerarquía está al tanto de las prácticas, no es algo inventado acá. Es una política interna del Opus Dei. La búsqueda de estas mujeres se realiza igual en todo el mundo... después de la denuncia apareció un grupo en México, en España, en Francia hubo un caso hace muchos años que fue a juicio laboral. Es algo institucional, no es algo que ocurre en Argentina».
Ante lo que Josefina Maradiaga, directora de comunicación y prensa de La Obra en Argentina respondió:
«No tenemos ninguna notificación oficial del Vaticano acerca de la existencia de una denuncia de este tipo. A nivel mundial hay 4.000 Numerarias Auxiliares, de las cuales 80 residen en Argentina y todas las personas que han trabajado y trabajan en la obra reciben una remuneración. Todas».
En el “Régimen”, segunda de las seis partes de los Estatutos del Opus Dei como Pía Unión, presentados por José María Escriba y Albás (Josemaría Escrivá de Balaguer) al obispo de Madrid-Alcalá Leopoldo Eijo y Garay el 14 de Febrero de 1941 y aprobados por este el 19 de Marzo siguiente, dice de las numerarias auxiliares (réctius, sirvientas. Lo de «numerarias auxiliares» fue tras la reforma estatutaria de 1965):
«Art. 3. Las socias supernumerarias pueden dedicarse en general a los apostolados propios del espíritu del Opus Dei, y entonces se llaman simplemente supernumerarias; o se dedican exclusivamente al servicio doméstico, en las actividades que lleven los socios del Opus Dei, y son y se las llama sirvientas».
En el “Catecismo” de 1947:
«Hay otras numerarias que se dedican a los trabajos manuales o al servicio doméstico en las casas de la Obra: son y se llaman “sirvientas”».
Y en las Constituciones de 1950, cuando el Opus fue aprobado por la Santa Sede como Instituto Secular:
«440. § 1 La Sección de mujeres, a semejanza de la Sección de hombres, comprende diversas clases, a saber:[…] 2.º Las Numerarias Sirvientes, que se dedican a los trabajos manuales o al servicio doméstico en las casas de la Institución».
María del Carmen Tapia, quien fuera secretaria particular de Escriba en Villa Tevere, refiere en su libro “Tras el umbral: Una vida en el Opus Dei” que Escriba solía llamar a las numerarias sirvientas “nuestras hermanas pequeñas”, y que debían tratarlas en forma especial (sobra explicar en qué radicaba esa “especialidad”).
Las acusaciones de las numerarias auxiliares de La Obra son similares a las de las consagradas de Regnum Christi, la rama laica de los tristemente célebres Legionarios de Cristo. Fundados también por el sacerdote-presbítero Marcial Maciel Degollado, los miembros de Regnum Christi trabajaban en las escuelas y otros proyectos de la órbita macielista, además del reclutamiento de nuevos miembtos. Varias mujeres que dejaron la orden denunciaron abuso espiritual y psicológico; que fueron separadas de su familia; se les dijo que su malestar era “la voluntad de Dios” y que dejar su vocación equivaldría a abandonar a Dios. Adicional a ello, se les obligaba a un voto de silencio, consistente en no hablar mal de “notre Père” (como era llamado Maciel), y denunciar a quienes lo hicieran.
Además de las consecuencias que el derecho seglar atribuye a estas conductas (laboralmente, violación a los derechos del trabajador; tributariamente, evasión fiscal; penalmente, tráfico de personas y secuestro), también ante Dios tiene repercusiones, porque estamos hablando de Opresión al pobre y Defraudar al trabajador en su salario, que hacen parte de los pecados que claman venganza al Cielo (además del homicidio voluntario y la sodomía).
Retornando, el Opus muestra no sólo el carácter misógino y clasista de su fundador, sino que su Obra (que no era de Dios) está haciendo aguas por todos costados. No vamos a augurar una fecha final, pero sí estamos ciertos que, adicional a la mala hora que enfrentan porque Fernando Ocáriz Braña está para los 75 y no ha recibido ni el Prelado Doméstico de Su Santidad (que sí recibió Escriba como un contentillo porque ambicionaba ser obispo).
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