viernes, 29 de abril de 2022

ALABANDO LA UNIDAD A EXPENSAS DE LA UNIDAD


El 28 de Abril, Francisco Bergoglio recibió en audiencia privada en el Aula Pablo VI a un grupo de más de 2.000 peregrinos proveniente de la archidiócesis de Łódź (Polonia), entre los cuales estaba el obispo ortodoxo Atanasio (Miroslav) Nos de Łódź-Poznań y el superintendente calvinista Marek Izdebski de la Iglesia Evangélica Reformada Polaca. La peregrinación hacía parte de la clausura por el jubileo de los cien años de la fundación de la diócesis de Łódź mediante la bula “Christi Dómini” del 10 de Diciembre de 1920. A este grupo les dirigió el siguiente discurso:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
   
Os saludo cordialmente, junto a la tumba del apóstol Pedro, a pocos metros del lugar de su martirio. Aquí escuchamos el eco de sus palabras una y otra vez: “¡Señor, tú sabes que te amo!” (cf. Jn. 21, 16). Aquí nos enfrentamos a su fuerte y radical testimonio.
    
También vuestra presencia aquí es un testimonio seguro. Es un testimonio de vuestra fe y de vuestro amor a la Iglesia. Es una hermosa expresión de vuestra actitud espiritual y de vuestro amor por el Papa, a quien el Señor en su misericordia ha confiado hoy el ministerio de Pedro.
    
Gracias por vuestro deseo de encontrarme, por vuestra numerosa, variada y alegre compañía; por vuestra apertura a la enseñanza del Papa –Sé que a lo largo de los años de vuestro sínodo pastoral en vuestra archidiócesis habéis leído con atención los documentos de mi enseñanza. Os agradezco especialmente vuestras oraciones por las intenciones del Papa: las necesito. Yo también rezo por vosotros y estoy dispuesto a escucharos con gran atención. A esto va a servir todo el proceso del Sínodo de los Obispos sobre el tema “Hacia una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Su primera etapa, el trabajo en las diócesis, también en vuestra archidiócesis, está a punto de terminar. Confío en que no sólo os hayáis comprometido con este Sínodo, sino que ya hayáis probado esta experiencia, redescubriendo la belleza de la comunión eclesial, viviendo juntos la fe, de asumir la recíproca responsabilidad los unos por los otros, de compartir con los demás la experiencia de Dios, también con cuantos están aparentemente alejados o piensan en manera diferente.

La peregrinación es también una bella imagen de la Iglesia sinodal que sigue los caminos de los apóstoles, camina junta como una sola familia de hermanos y hermanas de diversas parroquias y de muchas comunidades y grupos eclesiales: sacerdotes y fieles laicos, esposos y consagrados. Hay aquí –llenos de fuerza y ​​entusiasmo– muchos jóvenes, muchos de ellos estudiantes; hay exploradores; también hay personas sin hogar y personas con discapacidad.
  
Estoy muy contento de que esté acompañado por representantes de las autoridades: el Sr. Presidente de la Junta regional, el Sr. Voivoda y el alcalde de la ciudad de Łódź.
    
Me llena de gran alegría ver una representación tan numerosa de vuestros hermanos y hermanas de otras Iglesias cristianas. Saludo cordialmente al obispo ortodoxo y al obispo calvinista. Saludo a los miembros de la rama de Łódź del Consejo Ecuménico de Polonia, presentes aquí con su presidente. Sé que vuestra presencia aquí y vuestra oración común en Roma tienen sus raíces en relaciones sistemáticas y cotidianas y en actividades ecuménicas. Vuestra unidad en la diversidad es signo de sinodalidad. Las sinodalidades en particular. Gracias.
    
Hermanos cristianos, quisiera agradecerles su presencia. En otro momento, nos excomulgamos unos a otros. Ahora, gracias a Dios, nos llamamos hermanos. Continuad la unidad entre todos nosotros de esta manera. ¡Gracias! Necesitamos esta unidad.
  
Queridos amigos, habéis venido en peregrinación a Roma al final del centenario de la fundación de la diócesis. Durante este año jubilar habéis recordado los comienzos de vuestra Iglesia, especialmente de vuestro primer obispo, Wincenty Tymieniecki. Fue un hombre de gran misericordia y gran sensibilidad ecuménica. A través de su ministerio episcopal, el Espíritu Santo ha escrito estas dos dimensiones esenciales del cristianismo –misericordia y ecumenismo– en el “ADN” de vuestra Iglesia en Łódź, como herencia y tarea para las generaciones futuras.
   
Hoy, la misericordia requiere una gran “imaginación”, una gran creatividad, que nos haga llegar a ser apóstoles de la misericordia, poetas de la misericordia. Lo que se necesita hoy es la poesía de la Misericordia. La misericordia tiene muchos rostros, tantos como personas heridas y tiradas en el suelo. Todo el mundo lleva algún tipo de herida, aunque no todas son visibles. Bendigo de corazón vuestras obras de misericordia, también las realizadas individualmente, espontáneamente y en secreto. Bendigo a los que abren la mente y el corazón, que abren hogares y recursos para los enfermos, los ancianos, los desempleados, los sin techo, los inmigrantes, todos los pobres, los que sufren y los excluidos, y los niños que necesitan un hogar y una familia. Así, al abrir la puerta, al abrirlo todo, la Iglesia asume el rostro más evangélico, el rostro del Buen Samaritano, que no quiere ni sabe ser indiferente.
    
Monseñor Tymieniecki supo combinar la valentía de la misericordia con la valentía del ecumenismo, ambas. Escogió el camino del ecumenismo mucho antes de que fuera elegido oficialmente por la Iglesia Católica. Os animo a conservar esta valentía de vuestro primer Pastor. Que mantengan la determinación ecuménica, recordando que el ecumenismo en la Iglesia no es opcional ni decorativo, sino una actitud fundamental. Os animo a seguir juntos en la reflexión teológica y la evangelización, en la oración común y en la escucha de la Palabra de Dios, en el testimonio de la fraternidad. En este camino estáis construyendo una comunidad local, a la que con orgullo llamáis “la comunidad de las cuatro culturas”.

El jubileo es también una ocasión para pedir deseos. Por eso quisiera desearles a todos que salgan renovados de esta experiencia jubilar como Iglesia. Renovados y fortalecidos para la evangelización. La vocación de la Iglesia es evangelizar; La alegría de la Iglesia es evangelizar, decía Santo Papa Pablo VI. Que el Espíritu Santo os ayude a leer los nuevos desafíos que nos presenta el tiempo; en discernir las herramientas adecuadas para satisfacerlas. Os deseo credibilidad, consistencia y una forma atractiva de testimonio; experimentando y alimentando cada vez más relaciones fraternas en vuestra Iglesia. Sed una hermosa Iglesia en salida que, como la levadura, hace crecer toda la masa; que tiene la fuerza de un grano de mostaza, que es el más pequeño y, sin embargo, se convierte en un árbol en el que pueden anidar los pájaros (cf. Mt. 13,32).
   
¡Que el Señor os bendiga! Que os acompañe la oración e intercesión de Nuestra Señora, San José, el santo patrón de la archidiócesis, y Santa Faustina, patrona de Łódź. Por favor, no olvides orar por mí. Dziękuję! [¡Gracias!]».
En el discurso, Bergoglio, el incitador de la guerra civil entre sus súbditos, llama a la “unidad”, pero una unidad basada en el “diálogo ecuménico”, que halla su fundamento en el indiferentismo religioso condenado por Gregorio XVI en “Mirári vos”:
«Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la Iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo [Efesios IV, 5], entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo [San Lucas XI, 23] y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha [Símbolo de San Atanasio]; oigan a San Jerónimo que nos cuenta cómo, estando la Iglesia dividida en tres partes por el cisma, cuando alguno intentaba atraerle a su causa, decía siempre con entereza: Si alguno está unido con la Cátedra de Pedro, yo estoy con él [San Jerónimo, Epístola 57]. No se hagan ilusiones porque están bautizados; a esto les responde San Agustín que no pierde su forma el sarmiento cuando está separado de la vid; pero, ¿de qué le sirve tal forma, si ya no vive de la raíz? [En el Salmo contra la secta de Donato].
  
De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error!, decía San Agustín [Epístola 166]. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo [Apocalipsis IX, 3] del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio –por parte del pueblo– de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades» [PAPA GREGORIO XVI, Encíclica “Mirári vos”, # 9-10, 15 de Agosto de 1832].
  
Aparte, no se puede tapar el sol con un dedo: la archidiócesis lodziense es una de las diócesis con menos fieles practicantes en Polonia. Según los datos de 2013 del Instituto de Estadística de la Iglesia Católica, el porcentaje de fieles que participan en esta diócesis en las misas dominicales (dominicantes) fue del 26,5%, lo que la sitúa en el antepenúltimo lugar en este aspecto [le siguen Koszalin-Kołobrzeg (25%) y Szczecin-Kamień (24,3%)], y si bien el índice de comulgantes en el mismo año ascendió al 11,6%, igual se mantenía entre los tres últimos puestos [los dos últimos son Szczecin-Kamień (10,9%) y Koszalin-Kołobrzeg (10,4%)].
   
   
Cifras como estas harían que Mons. Vicente Tymieniecki Stokowski (primer obispo de Łódź) se revuelque en su tumba, porque como obispo, estuvo muy preocupado por el culto y la doctrina eucarística: Ya desde 1922, ordenó que en todas las iglesias de su diócesis se adorara al Santísimo Sacramento una vez al mes, que en cada parroquia se estableciera la Cruzada Eucarística y se promoviera la confesión mensual y la Sagrada Comunión en los niños. Además, organizó cuatro Congresos eucarísticos diocesanos (Łódź 1928, Łęczyca 1930, Piotrków Trybunalski 1931, y Łask 1933), y participaba en las procesiones del Corpus Christi y el Jubileo de las 40 Horas.
  
Vicente Tymieniecki Stokowski, primer obispo de Łódź.
  
Y entrados en materia, Tyminiecki, aunque siempre atento a los pobres y huérfanos durante la Gran Guerra Europea y la Guerra Polaco-Bolchevique (labor en que inevitablemente, también participaron los ministros de otras religiones), no solo veía las necesidades temporales. También las espirituales fueron parte de su celo apostólico: veló por la formación y disciplina del clero (fundó el Seminario Teológico Superior en el edificio del antiguo hospital de la ciudad; ordenó que los sacerdotes conocieran la condición religiosa, material y moral de los fieles y a qué peligros se enfrentaban), erigió nueve parroquias nuevas, previó el apostolado seglar en 1929 cuando proclamó:
«Los laicos pueden y deben ser de gran ayuda en la sagrada causa de la difusión del Reino de Dios en la tierra... Un católico tiene el deber sagrado no sólo de creer y vivir según los principios de la santa fe, sino de cooperar en la difusión el Reino de Dios en la tierra. La cooperación de los laicos se está convirtiendo ahora en la necesidad del momento...».
Cosas que a Bergoglio y sus adláteres, OBVIAMENTE, le importan un bledo.

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