viernes, 15 de abril de 2022

DISCURSO DE PÍO IX SOBRE LA PASIÓN DE CRISTO


«Veo aquí reunida mucha gente que ha venido a pedir la bendición del Vicario de Jesucristo; yo estoy acostumbrado a impartirla suempre en estos días. Pero antes de bendeciros, fiel a mi costumbre, os diríe alguna palabra que os sea de recuerdo y de provecho para el al alma.
    
El recuerdo de hoy lo encuentro al término de las fiestas y de las ceremonias de la Semana Santa; en este tiempo habíamos celebrado los misterios de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Luego que él estuvo en el Gólgota, colgado en el árbol de la Cruz, había pronunciado una palabra digna del Hijo de Dios y del fundador de la religión católica, y que se ha impreso en mi alma y en mi espíritu: Consummátum est! Está consumado, por una parte, todo hallazgo de la malicia, la ingratitud y el sacrilegio de los hombres. Por otra parte, está consumado el misterio del amor y de la caridad, el misterio del Hijo de Dios, muerto únicamente para salvar a los hombres y abrirles el cielo: Consummátum est!
    
Está consumado todo cuanto predijeron las profecías sobre él. En una se decía a las hijas de Jerusalén: “venid a ver al rey con su corona”. ¡Bueno!, él tenía la corona de espinas. Otro profeta había dicho: “Fodérunt manus meas et pedes meos, et dinumeravérunt ómnia ossa mea”. Ellos han herido mis manos, han perforado mis pies, han clavado los clavos en mis pies y en mis manos. Todas las profecías se han cumplido: Consummátum est! ¡Todo está consumado! He aquí lo que debemos interrogarnos, y yo debo interrogarme a mí mismo.
     
Luego que lleguemos a nuestra hora suprema (continuó el Sumo Pontífice, dirigiendo la mirada mansa y majestuosa a los numerosos padres que lo rodeaban), luego que lleguemos al último día, vosotros, madres y padres de familia, podréis repetir: Consummátum est! Y yo, ¿he satisfecho los grandes deberes como Vicario de Jesucristo? ¿He hecho todo lo que me era posible para resistir a los enemigos de la Iglesia, de esta Santa Sede, de la sociedad, de la moral y de la verdad?
    
No lo sé, pero siento en el alma que Dios es bueno y me abandono en su misericordia infinita: confío que un día San Pedro se volverá a mí diciendo: Ea, ven…
    
En aquella hora fatal, padres y madres, ¿podréis decir: todo está consumado? ¿Habéis hecho cuanto era necesario para alimentar a vuestros hijos en el sentimiento de la piedad? Luego que su inteligencia se abría a la comprensión, ¿habéis tomado su mano derecha y llevádola a la frente, al pecho y a los hombros diciendo: “Esta es la señal de la salvación y redención, la señal de la cruz”? ¿Les habéis dado ejemplo, no solo con palabras, sino con hechos, de verdaderos católicos practicantes?
    
Ahora, otro signo de Jesucristo: antes de morir inclinó la cabeza, inclináto cápite trádidit spíritum. Abajó la cabeza antes de entregar su divina alma a su Padre; y así como toda la vida del Hijo de Dios es para nosotros escuela de ejemplo, nos enseña también a abajar la frente para poder poner con mayor confianza el alma en las manos del eterno Padre. ¡Ah sí, mis hijos, es conveniente desarmar el orgullo, la vanidad y la soberbia! La Virgen nos repite siempre con su canto: Humiliávit supérbos et exaltávit húmiles. El orgullo, carísimos míos, es el pecado del siglo. Cada uno quiere dar pareceres, pero a su modo; cada uno quiere inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia, y después no se quiere prestar obediencia ni a Dios, ni a su Iglesia, ni a su Vicario: es el orgullo, la vanidad y la soberbia. Pero: Humília respéxit Deus. Siempre con Dios en la humildad y en la modestia: luego se darán ejemplos de buenos padres, entonces se cumplirán las obligaciones hacia la familia y hacia la sociedad. Nosotros seremos amigos de Dios, no por otra cosa sino por la humildad; y la bendición que os doy, os confirme en esta virtud. El Padre os bendiga, el Hijo os bendiga, el Espíritu Santo os bendiga: y esta bendición os sea de consolación en vida, de alivio en la hora de la muerte, y sea prenda de vuestra salvación en el cielo.
   
Benedíctio Dei omnipoténtis, Patris ✠, et Fílii ✠,  et Spíritus ✠ Sancti, descéndat super vos, et máneat semper. Amen».
    
Discurso a los visitantes extranjeros en la Galería de los Mapas el Sábado Santo (16 de Abril) de 1870. En La Parola di Pio IX, ossia raccolta di discorsi e detti di Sua Santità dal principio del suo pontificato sino ai nostri giorni pel Sac. Antonio Marcone, Serie segunda, Génova, Dirección de las Letras Católicas, 1871, pp. 167-169

1 comentario:

  1. Pongan ese discurso a la de los de Bergoglio, no tiene desperdicio y verán lo que es un Papa en vez del adefesio de Papa que tenemos

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