Oración por los judíos en la Misa de presantificados del Viernes Santo (tal como se hacía antes de 1955).
Analizando el reclamo judío contra la oración del Viernes Santo que esta era “antisemita” (y que llevó a los modernistas a adulterarla), se halla que este no tiene razón de ser, ni ellos autoridad moral para hacerlo, como quiera que tienen una oración llamada
Birkat haMinín (בְּרָכָה הַמִּינִים, en hebreo «bendición –entiéndase
maldición– de los herejes»), una oración atribuida a Samuel ha-Katan
(Samuel el Menor) y que los judíos rezan en la Amidá, y cuya versión
original (los judíos usan actualmente una versión censurada), hallada en el manuscrito T-S K27.33b, pág. 1r, proveniente de la Guenizá de la sinagoga Ben Ezra de El Cairo (hoy en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge), dice así:
HEBREO
לַמְּשֻׁמָּדִים אַל תְּהִי תִקְוָה, וּמַלְכוּת זָדוֹן מְהֵרָה תְעַקֵּר בְיָמֵינוּ, וְהַנוֹצְרִים מִינִים כְּרֶגַע יֹאבֵדוּ, יִמָּחוּ מִסֵּפֶר חַיִּים וְעִם צַדִּיקִים אַל יִכָּתֵבוּ. בָּרוּךְ אַתָּה ה׳ מִכְנִיעַ זֵדִים
TRADUCCIÓN
“Que no haya esperanza para los meshumadím [=apóstatas]; se desarraigue prontamente en nuestros días el reino de la soberbia; y perezcan en un instante los nozrím [=los nazarenos, nombre despectivo para los cristianos] y los miním [los herejes]; sean borrados del libro de los vivientes y no sean escritos con los justos. Bendito sea Él [=Dios] que doblega a los soberbios”
La recitación de la Birkat haMiním en la amidá (oración diaria) de los judíos es de tal gravedad que en el Midrás de Tanjuma, un tratado que es parte del Talmud de Jerusalén, se establece que si el que dirige la amidá no la dice, lo obligan a repetirla, para adherirlo a la maldición:
HEBREO
וַיִּקְרָא אֶל מֹשֶׁה. יְלַמְּדֵנוּ רַבֵּנוּ, הָעוֹבֵר לִפְנֵי הַתֵּבָה וְטָעָה וְלֹא הִזְכִּיר בִּרְכַּת הַמִּינִים, מִנַּיִן שֶׁמַּחְזִירִין אוֹתוֹ. כָּךְ שָׁנוּ רַבּוֹתֵינוּ, הָעוֹבֵר לִפְנֵי הַתֵּבָה וְטָעָה, בְּכָל בְּרָכוֹת כֻּלָּן, אֵין מַחְזִירִין אוֹתוֹ. טָעָה בְּבִרְכַּת הַמִּינִים, מַחְזִירִין אוֹתוֹ וְאוֹמְרָהּ בְּעַל כָּרְחוֹ. וּמִפְּנֵי מָה מַחְזִירִין אוֹתוֹ. חַיְישִׁינַן שֶׁמָּא מִין הוּא, שֶׁאִם יְהֵא בּוֹ צַד מִינוּת, קִלֵּל עַצְמוֹ וְעוֹנִין הַקָּהָל אָמֵן.
TRADUCCIÓN
«(Levítico 1, 1): “Y El Señor habló a Moisés”. Que nuestro rabino nos enseñe: el que pasa ante el arca [esto es, sirve como precentor para la amidá (oración diaria)] y yerra no diciendo la birkat haminím (maldición sobre los herejes), ¿por dónde sabemos que lo hacemos repetir la oración? Eso es lo que los rabinos enseñaron: “El que pasa ante el arca y yerra en alguna o todas las bendiciones, no lo hacemos repetir la oración. Pero si yerra en la birkat haminím, lo hacemos repetir y recitarla contra su voluntad”. ¿Y por qué lo hacemos repetirla? Nos preocupa que él no sea un min (hereje), porque si tiene algún aspecto de minut (herejía), él se maldecirá a sí mismo y la congregación responderá “amén”».
Incluso hoy en día (con Nostra Ætáte –documento redactado por los sacerdotes-presbíteros John Maria Oesterreicher Zelenka, Gregory Baum OSA, Leo Alfred von Rudloff Lenné OSB y Georges Henri Tavard AA– y todo), los judíos siguen maldiciendo a los cristianos en sus oraciones. Prueba de ello es que Israel Jacob Yuval, reseñando en el diario Haaretz el libro “Reconciliation and Its Discontents: Unresolved Tensions in Jewish-Christian Relations” (Reconciliación y sus descontentos: Tensiones no resueltas en las relaciones judío-cristianas) del historiador Karma Ben Johanan, recuerda que Yeshayahu Leibowitz (considerado el “sumo sacerdote” del liberalismo judío en Israel), respondió a un profesor David Flusser que se maravilló porque Adolf Eichman en su juicio se negó a jurar sobre el Nuevo Testamento y concibió esperanza de una reconciliación de los cristianos y judíos, después de calificar al cristianismo de alimañas [sherets, שֶׁרֶץ] y “abominación desoladora”, al Evangelio como “folio pecaminoso” [en hebreo אָוֶןגִּלָּיוֹן/“Avengelion” de אָוֶן (aven, pecaminoso) y גִּלָּיוֹן (gelion, folio)] y al Apóstol San Pablo como “el apóstata por despecho”, le recuerda: «[Los judíos] maldecimos el cristianismo tres veces al día».
Además, el antisemitismo como tal es una noción netamente protestante (calvinista, para más señas) y que caló en la Europa laicista de los siglos XIX y XX, la cual liga intrínsecamente el comportamiento de un individuo con su origen étnico. Evidencia de ello es que los nazis perseguían a cualquiera que tuviese origen o antepasados judíos, sin importar si era judío observante o no, o si era de otra religión (preguntad a Edith Stein si no).
Tal idea como el antisemitismo está lejos de la Iglesia Católica de siempre, que siguiendo a su Divino Fundador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, y ora sin maldad ni disensión para tal fin (cf. I Timoteo II, 3 y 8). Por eso es que el Viernes Santo, siguiendo el mandato de Nuestro Señor de orar por los que nos maldicen, ha orado y seguirá orando por los judíos como siempre lo ha hecho. No para su ruina, sino para que puedan ser salvos reconociendo a Jesucristo como el Mesías del que la Ley y los Profetas hablaron:
Orémus et pro pérfidis Judǽis: ut Deus et Dóminus noster áuferat velámen de córdibus eórum; ut et ipsi agnóscant Jesum Christum, Dóminum nostrum: Omnípotens sempitérne Deus, qui étiam judáicam perfídiam a tua misericórdia non repéllis: exáudi preces nostras, quas pro illíus pópuli obcæcatióne deférimus; ut, ágnita veritátis tuæ luce, quæ Christus est, a suis ténebris eruántur. Per eúndem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum (Oremos tambien por los perfidos judíos, para que quitando nuestro Dios у Señor el velo de sus corazones, vengan al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo: Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de tu misericordia aun a los pérfidos judíos: oye los ruegos que te hacemos por la obstinada ceguedad de aquel pueblo, para que conociendo la luz de tu verdad que es Cristo, sean libertados de sus tinieblas. Por el mismo Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos). Amen.
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