Tomado del Mes de San José, el primero y más perfecto de los Adoradores, Santiago de Chile, Pequeña biblioteca eucarística, 1911. Imprimátur por Mons. Manuel Antonio Román Madariaga, Vicario general del Arzobispado de Santiago de Chile.
DÍA TRIGÉSIMOPRIMERO – EFICACIA DE LA PROTECCIÓN DE SAN JOSÉ
Elevemos al cielo nuestro pensamiento para descubrir allí la gloria de San José; y al terminar estos ejercicios consagrados en honor suyo, asegurémonos para toda nuestra vida y sobre todo para el momento de nuestra muerte, su poderosa protección.
Si grande fue San José en la tierra por su dignidad y sus virtudes, más grande es aún en el cielo por la gloria y por el sitio eminente que ocupa cerca del trono de Dios.
Puédese decir de él, que es todopoderoso. Lo es con la omnipotencia de Dios Padre, cuya dignidad, misión y autoridad compartió, al ejercer aquí abajo el cargo de padre nutricio del Verbo encarnado.
¿Podría el Padre Eterno rehusar algo, a aquel a quien hiciera el don de su propio Hijo?…
San José es todopoderoso en el cielo, con la omnipotencia de Jesucristo, sobre quien tuvo pleno poder en la tierra, y que le prestó siempre obediencia de hijo. Ahora bien, ¿creéis que Jesús glorificado pueda resistir al menor deseo de quien le prodigara tantos cuidados, tan buenos oficios y tan fielmente lo sirviera en la tierra? ¡Oh!, ¡no, eso es imposible! Jesús cifra su gloria en someter a San José su omnipotencia en el cielo, del mismo modo que en la tierra le sometió su voluntad.
San José goza, además, de la omnipotencia de María, su santa Esposa; María como Esposa fiel le hace partícipe de su gloria y de su poder soberano. Nada podría rehusar la Reina del cielo a aquel a quien sirvió ella y honró como a digno esposo; a quien amó como a su custodio, tutor y padre.
¡Hemos de concluir pues, en que San José es todopoderoso!
Pues bien, honrémosle siempre, seámosle devotos, consagrémonos a su culto y así agradaremos infinitamente a Jesús y a María que consideran como hecho a sí mismos todo cuanto se hace en honor de San José.
En él tenemos todos un ejemplar y protector. Adoradores de Jesús Sacramentado, continuamos en torno de la Eucaristía su servicio, sus adoraciones, su amor; Él velará por nosotros, nos comunicará su espíritu y sus virtudes; y, mostrándonos a Jesucristo, le dirá: Yo no puedo estar ya sobre la tierra para cuidarte, servirte y sustentarte; bendice pues ahora a éstos adoradores que me reemplazan cerca de Ti y concédeles todas las gracias con que me colmaste, a fin de que pueda su servicio recordarte el mío y reemplazarlo dignamente. ¡Oh!, ¡cuán feliz se siente San José al vernos presurosos cerca de la adorable persona de Jesús Sacramentado, tan débil, tan abandonado, tan perseguido, que tiene más necesidad aún de siervos y defensores en su Sacramento, que en los días de su infancia!
Esta devoción a San José será particu-
larmente benéfica y preciosa á las madres
cristianas. San José es patrón de las
familias cristianas: que lo sea de cada familia en particular y experimentaréis bien pronto las bendiciones de su protección y los beneficios de su patrocinio. San José es patrón de las vocaciones cristianas. ¡Ah!, cuánta necesidad tenéis de su auxilio para cumplir bien vuestros deberes, ¡oh madres!, para encaminar la vocación de vuestros hijos; inspiradles la devoción a San José; será fuente segura de felicidad para ellos.
San José es patrón de las personas afligidas, pues fue mucho lo que sufrió; en vuestras penas dirigios a él.
Santa Teresa nos dice que jamás pidió algo a San José que no lo obtuviera al punto: tened confianza como ella y todo lo alcanzaréis.
San José es, finalmente, patrón de la buena muerte, pues murió en brazos y en el amor de Jesús y de María.
¡Dichosa el alma que practica la devoción a San José!, pues posee una segura prenda de santa muerte y de la salvación y dicha eterna.
Aspiración. — Sé siempre, oh San José, mi protector, mi perfecto modelo y mi tierno padre en el servicio de Jesús Sacramentado.
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