martes, 25 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGÉSIMOQUINTO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGÉSIMOQUINTO
MEDITACIÓN: DE LA PACIENCIA EN LAS ADVERSIDADES.
PRIMER PUNTO.
La consideracion del Infierno debe ser un poderosísimo motivo de paciencia A un pecador en los mayores trabajos. ¿Puédese uno quejar de un mal, por grande que sea, cuando piense que por sus culpas ha merecido el Infierno, que quiere decir un mal eterno, un mal en su modo infinito? Todo mal debe parecer ligero a un hombre que ha merecido el Infierno, porque si pusiera un condenado en su lugar, el mismo que murmura de sus adversidades juzgaría hallarse en el Paraíso, porque este estado de las adversidades no te parece Infierno sino por uno de estos dos motivos: o porque no has conocido bien lo que es el Infierno, o porque no has conocido bastantemente que le has merecido. ¿Tu discurso no fuera otro que el de este miserable, pues de dónde viene la diversidad de estas dos opiniones? Viene verdaderamente, o de que no has experimentado como él, del Infierno, o porque no las has meditado, habiéndolas tantas veces merecido. Nada le debe parecer duro a un hombre que ha meditado y merecido el Infierno.
      
SEGUNDO PUNTO. La consideración del Calvario debe ser un gran motivo de paciencia a un Cristiano. Compara tus males con los de Jesucristo, ¿y tendrás vergüenza de quejarte? Su Divina Majestad no se queja, porque sabe que sufre por ti: ¿y tú te atreves a quejarte, sabiendo que padeces con Él y por Él? Él padece, siendo la inocencia infinita, y no obstante no se queja; tú padeces, has pecado, y te quejas. Sus dolores en su Pasión fueron casi infinitos y sin consuelo, y no se quejó; tus penas son cortas y limitadas, y Dios tiene cuidado de consolarte; y no obstante, te estás siempre quejando. A Jesucristo le rogaron que bajase de la Cruz, lo pudo hacer, no dependía más que de Él, había hecho bastante para redimirnos, y no quiso sino quedarse y morir en ella. Dios te ha dado esa Cruz, la has menester precisamente para salvarte, quedando en ella unido con Jesucristo; y no obstante, quieres bajar, quieres librarte, y haces todos tus esfuerzos para esto. ¡Qué poco ánimo!
   
TERCER PUNTO. La consideración del Paraíso es un grandísimo motivo de paciencia para un justo en la adversidad. Mira al Cielo (decía la Madre del Macabeo a uno de sus hijos), y esta vista endulzará tus penas (Peto, nate, ut aspícias in Cœlum. II Macabeos VII). Un momento de un breve dolor bien sufrido (dice San Pablo, de quien se celebra hoy la Conversión), alcanza un colmo inmenso de gloria, y de gloria eterna (II Corintios II). Cuando tus males fuesen aun más grandes, la vista de una vida eterna los debe hacer parecer pequeños. Inmediatamente que San Pablo fue convertido, le reveló Dios que había de sufrir mucho por su nombre, y se cumplió, porque este Apostol protesta que sus tormentos eran algunas veces tan crecidos que parecían excedían a sus fuerzas: Supra modum graváti sumus (II Corintios I, Romanos VIII). No obstante no le embarazaron decir: Que por excesivas que sean las adversidades y trabajos que sufrimos, no tienen ninguna proporción con la recompensa que esperamos. Y por esto prorumpió diciendo: Superabúndo gáudio in omni tribulatióne nostra. En medio de mis tribulaciones mayores, y tormentos excesivos, estoy lleno de alegria (II Corintios VII). Así los Mártires, cuando los despedazaban con menos piedad, por estar pensando en las coronas que ganaban, apenas sentían los suplicios que padecían (Vident corónas, vúlnera non vident. Tertuliano). No hay, pues, duda que lo que te hace tan impaciente en las adversidades es el no pensar que el término a que te conducen es la Gloria.
  
FRUTO. Acostúmbrate a volver los ojos a menudo al Infierno, al Calvario y al Cielo, singularmente cuando te sintieres penetrar del sentimiento de alguna adversidad o dolor, que esto te dará nuevo esfuerzo para sufrir cualquiera cosa.
  
«Non sunt condígnæ passiónes hujus témporis, ad futúram glóriam quæ revelábitur in nobis» [Las adversidades que sufrimos en esta vida no tienen proporción alguna con la gloria que esperamos] (Romanos VIII, 18).
  
«Nihil sentit crus in nervo, dum ánimus est in Cœlo» [Cuando el espíritu piensa en el Cielo, apenas siente el cuerpo los dolores que padece] (Tertuliano).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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