jueves, 20 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA VIGÉSIMO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA VIGÉSIMO
MEDITACIÓN: DEL DESEO DE LA VENGANZA, O PERDÓN DE LAS INJURIAS.
PRIMER PUNTO.
Nada hay más común en el hombre que quererse vengar cuando le han ofendido, y nada hay tampoco más difícil que perdonar una injuria o amar a un enemigo, pero nada hay más necesario para la salvación. Solo un Dios podía dar este precepto, y solo un verdadero Cristiano obedecerle. Se reviste de su Majestad para decir: «Yo os digo: amad a vuestros enemigos: haced bien a los que os aborrecen» (Ego áutem dico vobis: dilígite inimícos vestros, San Mateo V). Y nosotros Le damos una prueba conveniente de que Le conocemos por Dios cuando Le obedecemos en una cosa tan difícil: «Yo empero os digo». Como si dijera: «Yo sé que el mundo, la costumbre, vuestras ilusiones, vuestras pasiones, vuestro discurso mismo os dicen que no perdonéis; pero Yo os digo lo contrario». ¿A quién debemos creer? ¿A quién debemos obedecer?
      
SEGUNDO PUNTO. «Empero Yo os digo», dice Jesucristo: este Yo os digo, encierra en sí grandes razones, y nos da grandísimos motivos para perdonar. Que es como si dijera: «Yo que soy vuestro Dios, que os puedo mandar en todas las cosas, y a quien debéis obedecer en todas; Yo que me he reservado la venganza, que no podéis vengaros sin la usurpación de mis derechos; Yo que os haré justicia si vosotros no os la hacéis, y que no tendré de vosotros misericordia si vosotros no la tenéis de vuestros prójimos; Yo que os perdoné infinidad de culpas graves, y no pido de vosotros que perdonéis sino ligeras, comparadas con estas otras. Deudor de diez mil talentos, que te he perdonado, ¿puedes tener dificultad en perdonar cien maravedís a tu prójimo cuando Yo te lo mando? Yo que te obligo a perdonar por un precepto, animándote al mismo tiempo con mi ejemplo y ayudándote con mi gracia : Yo que te prometo una dicha eterna si perdonas, y un suplicio eterno si te vengas». ¿Habrá alguno de corazón tan duro que con estas reflexiones no perdone? ¿Habrá alguno tan frío, que con este fuego no se caliente? (cf. Carbónes ignis congéres super caput ejus, Romanos XII).
   
TERCER PUNTO. Ninguna cosa hace conocer más la autoridad de Dios, como primera Verdad, sobre el espíritu del hombre, que el obligarle por la fe a juzgar contra las apariencias, y a creer verdades que le parecen incomprehensibles. De la misma manera no hay nada que haga ver tanto el imperio de Dios, como primera Ley, como obligar al hombre a obrar contra todas sus inclinaciones, a amar lo que no es amable, y aun lo que parece digno de aborrecerse, que es la persona de un enemigo. En la fe, Dios lo ha dicho, aunque tus sentidos y tu discurso digan lo contrario; no obstante, es menester creerlo. En el perdón, Dios lo manda, todas tus pasiones se oponen, no obstante es menester perdonar. Cautivar el discurso y entendimiento es el sacrificio más agradable que el hombre puede hacer a Dios como primera Verdad. Perdonar las injurias es la acción de vasallaje más perfecta y el sacrificio más agradable que el hombre puede ofrecer a Dios como primera Ley. Todo otro sacrificio sin el perdón le desagrada, le desprecia, le arroja: «Vade prius reconciliári fratri tuo» (San Mateo V). Apártate de mi altar, interrumpe el sacrificio y no vuelvas a él hasta haberte reconciliado con tu enemigo. Si este sacrificio te parece difícil, piensa en que le haces a un Dios, y a un Dios que se ha sacrificado por ti y lo mucho que Le ha costado.
  
FRUTO. Cuando sintieres alguna repugnancia en perdonar alguna injuria, y tu pasión y discurso se opongan, piensa que Dios te lo manda de todo su poder, y di: «¿Qué? ¿No he de hacer yo por Dios, lo que hiciera si me lo mandara el Rey?».
  
«Ne dicas: reddam malum: expécta Dóminum, et liberábit te» [No resuelvas vengarte: deja el cuidado a Dios, que te hará justicia] (Proverbios XX, 22).
  
«Vicem injúriæ reddére, humána últio est; inimícos étiam dilígere, vindicta cœléstis est» [Volver mal por mal, es venganza humana; amar a los enemigos, es verganza celestial] (San Paulino).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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