viernes, 18 de marzo de 2022

DOCTRINA CATÓLICA SOBRE LA GUERRA JUSTA

Traducción del artículo publicado en la sección ¿Cómo explicas estas creencias Católicas Tradicionales? de TRADITIO.
   
 
La Iglesia Católica enseña que librar la guerra no es algo injusto en sí mismo. San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, enseñó en La Ciudad de Dios que una guerra justa es «no solo excusable, sino también recomendable», porque se emprende «en defensa del país [propio] contra los enemigos que lo invaden». En tal guerra «todo hombre lucha no por la defensa de sí mismo por un afecto privado hacia sí, sino por la caridad cristiana en salvaguardia y preservación de los demás».
   
Aun así, clásicamente deben reunirse para que una guerra sea justa (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 40, art. 1):
  1. Debe declararse y librarse por la autoridad legal del soberano.
  2. Debe lucharse objetivamente por una buena causa (la defensa contra un ataque injusto, recuperar algo tomado injustamente, o castigar una agresión injusta).
  3. Debe lucharse subjetivamente con recta intención para llegar a una paz justa, a un orden justo de cosas, dándole a cada nación lo que le pertenece (no por codicia, crueldad, etc.).
En la Prudencia (Sabiduría práctica), deben también tenerse cuatro circunstancias:
  1. El bien que se gana restaurando la justicia debe ser proporcionado a los males que se puedan anticipar.
  2. Debe haber tanta certeza como sea posible que se cometió una injusticia.
  3. La injusticia debe haber lesionado un interés mayor, no solamente menor, de la nación injuriada.
  4. La guerra debe ser el único medio disponible para restablecer la justicia, después que todas las medidas pacíficas hayan sido incapaces de remediar la situación.
Solo una guerra defensiva puede ser justificada. Sin embargo, se puede decir de una nación que tome el paso inicial para la guerra cuando esté cierta que un enemigo esté para atacarla inmediatamente, que está librando una guerra defensiva.
    
En medio de la guerra, se deben evitar los medios injustos. Los medios pueden ser injustos al estar prohibidos por la ley natural (como puede ser el caso de un ataque a la población civil) o por la ley positiva, como el uso de gas venenoso o armas nucleares. Sin embargo, si un beligerante viola un estatuto de la ley positiva, la otra es libre de hacer lo mismo.
   
Como es evidente, no es posible para ambos lados estar objetivamente justificados en una guerra. Pero es posible para los ciudadanos de ambas naciones estar en buena fe, y estar convencidos que su causa es justa. El ciudadano individual debe tomar como su norma el principio general que está obligado a obedecer sus propios mandatos a menos que esté seguro que lo que ellos comentan es injusto. Por tanto, si se le ordena ir a la guerra, debe ir, a menos que tenga la sincera convicción en su conciencia que la guerra es injusta (Francis Jeremiah O’Connell C.Ss.R., Esquema de Teología Moral).
    
Uno también debe recordar que el Estado tiene su propia área de actividad. Dijo el Papa León XIII en su encíclica “Immortále Dei” que «Dios ha repartido, por tanto, el gobierno del género humano entre dos poderes: el poder eclesiástico y el poder civil. El poder eclesiástico, puesto al frente de los intereses divinos. El poder civil, encargado de los intereses humanos. Ambas potestades son soberanas en su género. […] Las demás cosas que el régimen civil y político, en cuanto tal, abraza y comprende, es de justicia que queden sometidas a éste, pues Jesucristo mandó expresamente que se dé al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Los habitantes deben lealtad indivisa en materia civil o política al gobierno del país en el que viven. Su lealtad a la Iglesia se confina a los asuntos puramente espirituales. La religión Católica enseña que el Estado tiene autoridad divina, tanto como la Iglesia.

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