TRADUCCIÓN
«Una
actitud muy diferente hacia el Antiguo Testamento fue asumida por los
Cabalistas, los teósofos judíos de la Edad Media. Lejos de mirar el
texto sacro como totalmente inteligible para cada uno, ellos opusieron
que cada letra de la Biblia contenía un sentido secreto para los
iniciados en los misterios de la Cábala, o tradición venida de Dios por
medio de Adán y Abrahán. Así tuvieron poca cuenta del sentido literal,
mientras reforzaban la mayor importancia de las letras y palabras de la
Sagrada Escritura, la cual sometieron a las combinaciones más
arbitrarias para hacerles encontrar su denominado sentido oculto. Uno de
sus medios para conseguir tan fantasiosa interpretación fue el
Notaricón [el nombre es prestado de Notárius “taquígrafo”, porque tales
escritores usaban letras que remplazaban palabras] o el proceso de
reconstruir una palabra usando las iniciales de muchas, o una oración
usando todas las letras de una sola palabra como tantas iniciales de
otras palabras. El famoso símbolo ἰχθύς, que siginfica Ἰησοῦς Χριστὸς
Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ, es un ejemplo de una palabra interpretada así por los
primeros Cristianos. No menos pueriles fueron los otros dos métodos
cabalísticos de interpretación, la Gematría y la Temurá. La primera,
cuyo nombre es una forma corrompida de la palabra griega Geometría,
consistió en el uso de los valores numéricos de las letras de una
palabra para propósitos de comparación con otras palabras que tienen la
misma o similar combinación de números. Así, en Génesis XLIX, 10 “vendrá
Silo”, es equivalente a 358, que es también el valor numérico de
Mashíaj (מָשִׁיחַ): por tanto se infiere que Silo es idéntico al Mesías.
El último método de interpretación, la Temurá o “cambio”, es el arte de
descubrir el supuesto sentido oculto del texto por un intercambio de
letras. Por ejemplo, en Éxodo XXIII, 23 “mi ángel” (מַלְאָכִי֮) es
transpuesto a Miguel: de donde es inferido que el ángel de Jehová
[Yahvé] del que se habla en el pasaje es el arcángel Miguel. “La
aplicación más común de la Temurá consiste, sin embargo, en sustituir
para cada letra en una palabra, la letra que está en un orden
equivalente en la otra mitad del alfabeto… El principal interés del
método yace en el hecho que parecen haber ocasiones de ello en la
Biblia” (Cfr. Jeremías XXV, 26; LI, 2) [FARRAR. History of Interpretation, pág. 103. Cfr. VIGOUROUX, Dictionnaire de la Bible, art. Athbasch, pág. 1210. sq.].
Eso
sin decir que tales métodos artificiales de interpretación, aunque sean
antiguos, difícilmente pudieron haber dado resultados valorables en la
exégesis, aunque algunos estudiosos cristianos de fines del siglo XVI se
mostraron muy prontos para familiarizarse con los métodos y escritos
cabalísticos. “Los más famosos cabalistas son Moisés ben Nahmán, autor
de Fe y Esperanza; José [Chicatella] de Castilla, autor de Puertas de Luz; Moisés de Córdoba, autor del Jardín de Granadas; Isaac Luria, autor del Libro de Metempsicosis; y Jaím Vital, quien escribió el Árbol de la Vida” [EDWARD REUSS, en SCHAFF-HERZOG, Encyclopædia of Religious Knowledge,
art. Cábala]. Pero incluso las mejores obras de estos cabalistas
serán siempre más útiles para los estudiosos judíos que para los
intérpretes cristianos».
Padre FRANCIS ERNEST CHARLES GIGOT, An introduction to the study of the Holy Scriptures
(Una introducción al estudio de las Sagradas Escrituras), vol. 1.º
“General introduction to the study of the Holy Scriptures” (Introducción
general al estudio de las Sagradas Escrituras), cap. XVII, “Historia de
la interpretación bíblica entre los judíos”, sección 3: Escuelas de los
caraítas y los cabalistas. New York, Cincinnati [etc.], Benziger
brothers, 1900, págs. 410-411.
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