martes, 21 de febrero de 2023

LA OSCURIDAD DE LA PROFECÍA DE LOS “TRES DÍAS DE TINIEBLAS”

Traducción del artículo publicado por Diego Rafael Moreira en CONTROVERSIA CATÓLICA. Para los textos bíblicos se usó la versión de Mons. Félix Torres Amat.
  
LA FALSIFICACIÓN DE LA PROFECÍA DE LOS TRES DÍAS DE TINIEBLAS
   
  
INTRODUCCIÓN
  
Es muy probable que ya hayas oído hablar de la profecía de los tres días de tinieblas. Según ella, después de guerras y revoluciones en la sociedad, con el triunfo humanamente irreversible del mal, Dios mandará del Cielo un gran castigo sobre los hombres, que consistirá en cubrir toda la tierra, por tres días, con las más espesas tinieblas.
  
En este tiempo, dice la profecía, los demonios, asumiendo las formas más horrendas, vendrán a la tierra y matarán a todos los que encontraren por el camino, principalmente los impíos. Las personas deben permanecer en sus casas, con las cortinas cerradas, para que no vengan a morir con la terrible visión de los seres infernales, y la única luz que se podrá utilizar en aquellos días es la que viene de las velas bendecidas. Como consecuencia de ese castigo, los impíos serán destruidos, los pocos que sobraren, luego se convertirán y la Iglesia, purificada y renovada, gozará de gran prestigio entre las naciones de la tierra. Inglaterra, Rusia y China se convertirán a la fe católica y, en algunos relatos, San Pedro y San Pablo, en persona, aparecerán para convertir a los hombres y anunciar la elección de un nuevo Papa, que reinará gloriosamente sobre una multitud de fieles, que edificarán al mundo con su ejemplo.
   
Esta es, en términos generales, la profecía de los tres días de tinieblas, largamente difundida en la internet, ora con más, ora con menos detalles, y objeto de aprensión y expectación de muchos. Al mismo tiempo, la misma profecía es materia de no poca controversia y parece, ella misma, en grande oscuridad.
  
Por un lado, no es claro su origen y relación con las grandes profecías sobre el fin de los tiempos, contenidas en la Sagrada Escritura y en los Santos Padres. Por el otro, por lo menos en algunos casos, es innegable que haya sido divulgada por siervos de Dios o, cuando menos, por personas dignas de fe, que los conocieron de cerca. De esta forma, conviene examinar la cuestión más detenidamente de lo que, hasta ahora, se ha hecho, arrojando luz sobre la verdadera naturaleza de esta profecía, de modo que, al final de este estudio, sepamos de dónde vino y qué debemos pensar sobre ella.
  
I. INVESTIGACIÓN TEOLÓGICA: UNA REVELACIÓN PRIVADA
  
Primeramente, es un punto pacífico entre los estudiosos que la profecía de los tres días de tinieblas se encierra en el género de las revelaciones privadas o particulares, esto es, en el número de aquellas revelaciones que Dios hace a personas religiosas, generalmente en momentos de oración. Estos fenómenos se distinguen claramente de la revelación pública y universal, que se encuentra en la Biblia y en la Tradición Apostólica y que nos es transmitida por la Iglesia como tal. Al tratar de las revelaciones privadas, el Papa Benedicto XIV enseña lo siguiente, en su conocida obra sobre las canonizaciones:
«No es obligatorio, ni tampoco posible, darles el asentimiento de la fe católica, sino apenas de la fe humana, en conformidad con los dictámenes de la prudencia, que las presenta como probables y dignas de creencia piadosa» [Cf. De Canon., III, liii, xxii, II. Apud Catholic Encyclopedia, v. Revelation].
Aun cuando sea muy obvio que dicha profecía no esté explícitamente en la Biblia y no sea una doctrina obligatoria, muchos desean ver, en ciertos pasajes de la Escritura, una clara alusión a los tres días de tinieblas.
  
Entre tanto, la única mención de tres días de tinieblas en la Sagrada Escritura se encentra en el libro del Éxodo, capítulo 10. Se trata de la novena plaga que Dios manda sobre los egipcios en razón de su dureza de corazón al no permitirle la salida a los hebreos de su tierra. Así leemos en el relato bíblico:
Éxodo, capítulo 10: «Dijo entonces el Señor a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, y haya tinieblas sobre la tierra de Egipto tan densas, que puedan palparse. Extendió Moisés la mano hacia el cielo, y al instante tinieblas horrorosas cubrieron la tierra toda de Egipto por espacio de tres días. Una persona no veía a otra, ni se movió del sitio en que estaba; pero donde quiera que habitaban los hijos de Israel allí había luz» [Éx. 10, 21-23].
Este castigo conserva sus semejanzas con la profecía mencionada, tanto por la duración como por el hecho de que los justos fueron exentos de él, habiendo luz en la casa de los hebreos, como habrá en las casas de los buenos católicos, que tendrán consigo velas benditas. Con todo, no se debe perder de vista la diferencia: de un lado tenemos la narración de un acontecimiento pasado y limitado a un país específico, y del otro tenemos la previsión de un acontecimiento futuro e universal.
  
Aparte de eso, es cierto que los profetas del Antiguo Testamento hablaron también de un tiempo de tinieblas como una señal característica del castigo divino, ora contra los judíos infieles, ora contra los enemigos de Israel.
  
El profeta Isaías, por ejemplo, habla de las tinieblas que caerán sobre el pueblo, indicando así la terrible venganza de Dios contra los israelitas infieles (cf. Is 5, 30; 21, 22). En este caso, sin embargo, a juzgar por el contexto, “tinieblas” significa una figura para designar la grandeza del castigo y tribulación por la cual pasará el pueblo de Israel en manos de sus enemigos.
  
Ya el profeta Joel habla en tinieblas físicas, en el contexto de lo que normalmente se entiende como lo que viene inmediatamente antes del Juicio Final:
«Y  haré  aparecer  prodigios  en  el  cielo  y  sobre  la  tierra, sangre,  y  fuego,  y  torbellinos  de  humo.  El  sol  se  convertirá  en  tinieblas,  y  la  luna  en  sangre, antes  de  la  llegada  de  aquel  grande  y  espantoso  día  del Señor» [Joel 2, 30-31 de la Vulgata; 3, 3-4 del texto hebreo].
Mas este estado del mundo en tinieblas aparece, más claramente, en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y en el Apocalipsis de San Juan, donde surge como una señal inequívoca del fin del mundo.

Por ejemplo, en el Evangelio según San Mateo, cap. 24, leemos:
«Pero luego después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes o los ángeles de los cielos temblarán: Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, a cuya vista todos los pueblos de la tierra prorrumpirán en llantos: y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes resplandecientes del cielo con gran poder, y majestad. El cual enviará sus ángeles, que a voz de trompeta sonora congregarán a sus escogidos de las cuatro partes del mundo, desde un horizonte del cielo hasta el otro» [Mat. 24, 29-31].
En el Apocalipsis, cap. 6, leemos:
«Vi asimismo cómo abrió el sexto sello: y al punto se sintió un gran terremoto, y el sol se puso negro como un saco de cilicio o de cerda: y la luna se volvió toda bermeja como sangre: y las estrellas cayeron del cielo sobre la tierra, a la manera que una higuera, sacudida de un recio viento, deja caer sus brevas: y el cielo desapareció como un libro que es arrollado: y todos los montes y las islas fueron movidos de sus lugares: Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todos los hombres, así esclavos como libres se escondieron en las grutas y entre las peñas de los montes, y decían a los montes y peñascos: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel Señor que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: Porque llegado es el día grande de la cólera de ambos: ¿y quién podrá soportarla?» [Apoc. 6, 12-17].
En estos pasajes proféticos del Nuevo Testamento, se habla de un tiempo de oscuridad que antecede inmediatamente a la segunda venida de Cristo y al Juicio Final (cf. Mat. 24, 29; Marc. 13, 24; Luc. 21, 25). Eso es verdad inclusive en el caso del Apocalipsis, que sigue la misma descripción hecha por Cristo en los Evangelios, el sexto sello referido siendo las calamidades cósmicas, posteriores a las sociales, y el séptimo las trompetas tocadas por los Ángeles (cf. Mateo 24, 31, citado arriba).

Si se pudiese relacionarla con estos pasajes, sería necesario suponer que la profecía de los tres días de tinieblas acontecerá después de la apostasía y del reinado del Anticristo, e incluso hasta después de un primer triunfo de la iglesia, derivado de la victoria sobre el Anticristo y de la conversión de los judíos. En efecto. según los Padres y teólogos, solo después de estas cosas ocurrirán los hechos esjatológicos que conducirán al fin del mundo, inclusive el oscurecimiento del sol y de la luna (véase esto en los comentarios a la Segunda Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, o en las obras de los teólogos sobre el Anticristo y el fin del mundo, referidas en la obra El Papa y el Anticristo del Cardenal Manning y en el libro El Fin del Mundo y los Misterios de la Vida Futura del Padre Charles Arminjon, primera y segunda conferencia.
   
Sin embargo, lo que normalmente se procura hacer es tirarlo para antes de estos acontecimientos y hasta confundirlos con ellos, como si la conversión de los judíos y el triunfo de la Iglesia transcurriese del exterminio de los impíos en los tres días de tinieblas y no de la gran persecución de los mártires en los tiempos del Anticristo. Es lo que parece indicar un libro un tanto lisonjero al Estado de Israel publicado por un biblista llamado Benjamín Martín Sánchez y divulgado por el sitio Tradition in Action (cf. Ana María Taigi: un gran castigo y los Tres Días de Tinieblas).
  
Entonces, llegamos aquí a dos alternativas: o los tres días de tinieblas suceden después de la apostasía y del Anticristo, y –en este caso– no ocurrirá de forma inminente. O los tres días de tinieblas sucederán antes de la apostasía y del Anticristo, lo que parece armonizarse mejor con los relatos de los místicos, pero que tienen la desventaja de no tener fundamento bíblico o patrístico. Aparte de esto, en este caso se crean dos triunfos de la Iglesia, uno después de los tres días de tinieblas y otros después del Anticristo, de lo que no se tiene ninguna pista en la Escritura o en la Tradición de la Iglesia.
  
Pero, conscientes de que la primera alternativa no es muy bien una opción, pues la profecía de los tres días de tinieblas se presenta como algo inminente y anterior a los eventos esjatológicos mencionados, debemos buscar su origen enteramente en el ámbito de las revelaciones privadas, hechas a los místicos en tiempo posterior a la promulgación del Evangelio por los Apóstoles de Cristo.
  
II. INVESTIGACIÓN HISTÓRICA: UNA PROFECÍA MODERNA
  
No es fácil determinar su origen en el tiempo y en el espacio, pero es relativamente sencillo establecer cuándo y en qué contexto esta profecía asumió proporciones verdaderamente grandes. De hecho, es a comienzo del siglo XIX, en tiempos de convulsión social y política por toda Europa, pero principalmente en la Italia, invadida por las tropas de Napoleón, que la profecía de un gran castigo del Cielo, a veces atribuida también a Santa Hildegarda de Bingen y al venerable Bartolomé Holzhauser, comienza a circular en Roma, centro del cristianismo, pasando después a París, centro de la cultura católica, y de ahí irradiándose a los cuatro confines del orbe.
  
Es así que uno de los grandes divulgadores de esta profecía, Monseñor Raffaele Natali, describe el surgimiento y el contenido esencial de este mensaje:
«Casi todas las almas heroicas que resplandecieron en Roma en la primera mitad del siglo XIX, desde el Venerable [Vicente] Pallotti, hasta el Beato [Gaspar] Del Búfalo, desde el Venerable [Bernardo María] Clausi hasta la Venerable [Isabel] Canori-Mora, profetizaron que después de la tempestad que en su tiempo se formaba sobre la Iglesia, después de las persecuciones, que afligían entonces al Papado, habría llegado el triunfo del Catolicismo, triunfo luminoso, solemne y completo.
  
Desde los tiempos de S.S. el Papa Pío VII, quiero decir en el año 1818, la Sierva de Dios [Ana María Taigi] describió para mí la revolución de Roma y todo lo que aconteció, y a continuación me habló muchas veces, sin embargo, de un modo mucho más espantoso, diciendo que había sido mitigada por las oraciones de muchas almas caras a Dios, que se ofrecieron a Él en satisfacción de la Justicia Divina… Ella me dijo que el flagelo de la tierra había sido mitigado, mas no el del Cielo que era horrible, espantoso y universal» [Manuscritos originales de Mons. Natali conservados bajo la clasificación MS. 337 A en el Archivo de San Carlos en las Cuatro Fuentes de los padres trinitarios de Roma, Vol. VII, pág. 468, apud Príncipe dos Cruzados, Vol. I, parte I, 3.ª edición, Cap. V].
El dicho castigo del Cielo también es mencionado, con más detalles, en una biografía autorizada de la Beata Taigi, publicada en francés, en la segunda mitad del siglo XIX, por el Padre Calixto de la Providencia, y que para tanto también se sirve del testimonio del Padre Raffaele Natali:
«Ana María hablaba frecuentemente con el padre, su confidente, sobre la persecución que la Iglesia atravesaría y sobre el período infeliz, donde se vería caer la máscara de mucha gente que se creía digna de estima… Por varios días consecutivos, ella vio una oscuridad excesivamente espesa esparciéndose por todo el mundo, después cayendo ruinas de paredes y vigas, como si un gran edificio estuviese derrumbado. Este flagelo se había manifestado a ella varias veces en el sol misterioso. Plugo a Deus revelarle también que la Iglesia, después de haber pasado por varias pruebas dolorosas, obtendría un triunfo tan brillante que los hombres quedarían maravillados; que naciones enteras retornarían a la unidad de la Iglesia Romana y que la faz de la tierra cambiaría» [R. P. Calixte, de la Providence. La Vénérable Anna-Maria Taigi 3.ª ed. (Paris, 1872), págs. 238-239].
En la nota, donde una vez más aparece el testimonio de Monseñor Natali, el biógrafo trinitario comenta:
«Es de presumirse que se trate aquí de tinieblas físicas. Pero la Venerable no fijó ni la duración, ni la naturaleza de esta oscuridad, ni la hora en que llegará. Mons. Natali, cuestionado a este respecto por un gran número de personas, dio a todos la garantía de que las tinieblas durarían por tres días. Aparte de esto, Ana María no estaba solo en prever ese evento. Isabel Canori-Mora, cuya vida abreviada damos abajo, también habla de una época en que reinará espesas tinieblas. Otra persona, favorecida con dones sobrenaturales, la señora Palma María Mattarelli, nacida en Oria, y ahora en la casa de los cuarenta años, coincidió con Ana María en el anuncio de las tinieblas. Ella habla de la infección del aire por demonios y de las velas benditas como medio de preservación. El diario Univers (14 de Marzo de 1869) habla, en su correspondencia de Roma, de esta nueva extática y su gran influencia sobre el pueblo. Ella frecuentemente aparecía en Nápoles, a veces en Roma, y portaba los estigmas. Ella soporta, especialmente los viernes, el sudor de sangre y todos los sufrimientos de la agonía del Salvador. La autoridad civil hizo una investigación severa sobre el asunto y, el 8 de Diciembre de 1869, precisamente un viernes, médicos y magistrados, ciertamente no muy crédulos en milagros, testificaron las diferentes impresiones dolorosas de la extática de Oria. Puédese ver en el Messagiere dei Sagro Cuore de Florencia (Marzo de 1871) el testimonio de un honrado eclesiástico que también lo declaró».
[Nota de Diego Rafael Moreira a lo sobredicho: Esta señora, Palma Maria Matarelli de Oria es probablemente la verdadera autora de la versión posteriormente atribuida a la Beata Taigi, que –diferentemente del relato original que acabamos de leer, en esta su biografía– agrega también la infección del aire por demonios y la necesidad de velas benditas. Pues bien, esta señora fue discretamente condenada por el Santo Oficio, que la consideró una persona sospechosa, de santidad fingida, sin ofrecer indicios ciertos de poseer dones sobrenaturales. Más sobre esta historia puede ser encontrado en los siguientes artículos: The stigmatized Italian visionary and the devout French physician: Palma Mattarelli d’Oria and docteur Imbert Gourbeyre, y Catholicisme intransigeant et culture prophétique : l’apport des archives du Saint-Office et de l’Index].
   
María Palma Dolorosa Matarelli de Oria
  
«El autor de otra Vida de Ana Maria –continúa el autor de la biografía– parece sorprendido por contarnos a nuestros lectores sobre las tinieblas y otros eventos extraordinarios, relatados a continuación, y cuyo anuncio es atribuido a Ana María. Nos podríamos contentar en responder que nuestra segunda edición, que ya las citaba, fe cuidadosamente examinada en Roma y considerada conforme en todos los aspectos a los procesos apostólicos, más completa y más exacta de lo que cualquier otra de las Vidas de la Venerable dadas hasta hoy al público» (Ver Aprobaciones).
     
«Comprendemos que estas previsiones pueden asustar, tal vez innecesariamente, a algunas almas muelles y sensuales, pero también sabemos, por otro lado, que hacen a otras personas reflexionen sobre sus desórdenes, se recojan y oren. Ahora, es absolutamente necesario que aquí lleguemos para detener el brazo de Dios, pronto para golpearnos nuevamente. La Francia perece porque está enervada. Ella está irritada, porque hace mucho tempo le fue dado un camino suave en la educación de la juventud y en la dirección de las conciencias. Recibimos esta observación de un erudito padre jesuita alemán» [Ibidem, nota].
 
Las vidas de la entonces Venerable y después Beata Ana María Taigi, principalmente las publicadas en francés, alcanzaron gran éxito y popularizaron la profecía de los tres días de tinieblas. Como se vio, su confidente, Monseñor Natali, y uno de sus mejores biógrafos, el Padre Calixto de la Providencia, coinciden en atribuirle esa profecía, si bien que no lo hacen de la manera como aparecerá posteriormente, en obras como The Prophets and Our Time del Padre Gerald Culleton y Catholic Prophecy del Padre Yves Dupont. En ellas lo que encontramos es una versión mucho más detallada y que parece reunir lo que autores más antiguos atribuían a otras místicas del mismo período:
«Dios ordenará dos castigos: uno, en la forma de guerras, revoluciones y otros males, tendrá origen en la tierra; el otro, será enviado del Cielo. Vendrá sobre toda la tierra una oscuridad intensa que durará por tres días y tres noches. Nada será visible y el aire estará cargado de pestilencia, que reivindicará principalmente, mas no exclusivamente, los enemigos de la religión. Durante esa oscuridad, la artificial será imposible. Apenas las velas benditas podrán ser encendidas y brindarán iluminación. Aquel que por curiosidad abriere la ventana para mirar fuera o salir de casa, caerá muerto en la hora. Durante esos tres días las personas deben permanecer en sus casas, rezar el Rosario e implorar a Dios misericordia» [Cf. Padre Gerald Culleton, The Prophets and Our Time, ed. de 1974 pela TAN Books, pp. 193-194 e Padre Yves Dupont, Catholic Prophecy, ed. de 1973, da mesma editora, pp. 44-45].
Ahora, estos autores fueron correctamente criticados como mal documentados en una materia de edición italiana del sitio Aleteia, en la cual se afirma categóricamente que la profecía de los tres días de tinieblas es falsa (cf. “Arriveranno tre giorni di buio sulla Terra”. Ecco perché la profezia non è vera).
  
Al mismo tiempo, no es menos falsa la alegación del sitio, al decir que, en el proceso canónico de los santos y beatos a quienes se atribuyen esa profecía, se negó que ellos las hayan proferido. Al menos en el caso de Ana María Taigi, que pude examinar más a fondo, esto es totalmente falso. Como se vio,un testigo íntimo de la mística y un biógrafo autorizado, que parte de las actas de su proceso canónico, afirman categóricamente que ella había profetizado los tres días de tinieblas. Después de su beatificación, el Cardenal Carlo Salotti, que tomó parte directamente en el proceso, y el Padre Bessieres SJ compusieron biografías críticas y muy bien documentadas que, aun cuando en ellas han sido mucho más comedidos y selectivos en la narración de las profecías relatadas, jamás niegan su autenticidad. Por tanto, quede claro: lo que es falso no es la profecía en sí, sino el modo sensacionalista e inescrupuloso con el cual se ha distorsionado y exagerado su contenido.
   
Por otro lado, también son correctamente criticados los que atribuyen al Padre Pío la profecía de los tres días de tinieblas, cosa negada por él mismo y sus superiores, como consta en la Revista Voce di Padre Pio y en la obra The Reign of Antichrist del Padre Culleton, à página 224: «La larga profecía atribuida al Padre Pío es omitida, porque es repudiada por el Padre Pío y sus superiores». Información esta que tomamos de un artículo del sitio O Catequista.
  
III. QUÉ PENSAR DE ESTAS PROFECÍAS
  
Las versiones de la profecía de los tres días de tinieblas atribuidas a Ana María Taigi y al Padre Pío son con diferencia las más conocidas, una, –como vimos– parece ser la primera de todas las profecías modernas sobre la materia, en cuanto la otra es su versión más célebre, por alegadamente provenir de Padre Pío. Lo que se dijere sobre ellas servirá como de modelo, lo cual fácilmente podrá ser aplicado a las otras versiones de la misma profecía, que poco difieren de ambas.
    
La versión del Padre Pío probóse enteramente falsa, pues ni siquiera es de él. Queda establecer nuestro juicio sobre la profecía de la Beata Taigi, que es la que está mejor fundamentada. Entonces, una vez que es humanamente cierto que ella habría dicho algo sobre los tres días de tinieblas, ¿hasta qué punto sería prudente darle credibilidad? Esta es la gran cuestión que se debe resolver.
  
En primer lugar, tenemos el relato del Papa Pío IX a este respecto, que inclusive –como leemos en las biografías de la beata– es uno de los objetos de sus visiones. El Papa, en discurso del día 16 de Julio de 1871, diría lo siguiente:
«Había un buen y anciano sacerdote, Mons. Raffaele Natali, grande celador y promotor de la Causa de la Venerable Ana María Taigi (a quien su presidente el Príncipe Chigi mucho conoció y mucho ayudó), nos contó cosas maravilosas sobre aquella sierva del Señor, entre otras varias previsiones sobre los tiempos que corren. No confiamos mucho en las profecías que se dicen [Noi non ci fondiamo troppo sulle profezie che si dicono]; sin embargo están entregadas en los Procesos y la Santa Sede las juzgará. Nos no las leemos; pero aquel buen padre repitió varias veces que la Venerable, previendo los acontecimientos que vemos, dijo que llegaría un tiempo en que la Santa Sede sería obligada a vivir de las limosnas del mundo entero, pero que el dinero nunca faltaría… De hecho, sería difícil no reconocer la exactitud de esta previsión» [Pio IX, Discorso LXXXIX, pp. 253-254 in Don Pasquale de Franciscis (org.). Discorsi del Summo Pontifice Pio IX. Vol. 1 (Roma, 1882)].
En el juicio del Santo Padre se nota un cierto equilibro, de un lado no cree inmediatamente en lo que se circula, pero al mismo tiempo no niega la posibilidad de que las cosas se verifiquen. Esa actitud es realmente la más prudente, porque en tratándose de revelaciones privadas no tenemos ninguna garantía de que el vidente o el confidente no pueda haberse equivocado en alguna cosa.
  
Más tarde, en su discurso del 9 de Abril de 1872, él dirá algo semejante sobre una profecía al respecto de Francia. Finalmente, en el discurso del día 6 de Julio de 1872, con cierta melancolía, dirá lo siguiente:
«Hay muchas profecías que circulan, pero solo una es verdadera: es la resignación a la voluntad de Dios; es esperar su socorro, y no esperar que él venga, hacer todo el bien que fuere posible para agradar a Dios y procurar la gloria de su Iglesia» [Pio IX, Discorso CC, p. 563 in op. cit. La traducción anterior se basó en la versión francesa, fiel en sustancia al original italiano, encontrada en la obra Les Prophéties Modernes Vengées del Padre Chabauty, en la página 30].
Por otra parte, en este caso en particular de la Beata Taigi, hay razón adicional para pensarse así. En efecto, de las profecías de la vidente, con relación al Papa Pío IX, más de una cosa no se cumplió.
 
En la obra que acabo de mencionar, publicada por el Canónigo Chabauty en 1874, aún cuando vivía Pío IX, el autor admite que:
«Según Ana María Taigi, Pío IX reinaría por 27 años y aproximadamente 6 meses. Ahora, se pasaron los 27 años y 6 meses, y en dos meses más Pío IX completará 28 años de reinado. ¡Que él vea todos los años de pontificado total de San Pedro! No tenemos que justificar a Ana María, ella pudo haberse engañado, o mejor, como no tenemos el texto auténtico de sus previsiones, sus confesores, los únicos que relataron algo de ellas, o entonces aquellos que oyeron sus historias, pudieron haberse engañado al repetirlas inexactamente» [Les Prophéties Modernes Vengées, pág. 50].
Un error más grave de los repetidores es presentado en la biografia da beata escrita por el Padre Albert Bessières SJ: Al justificarse de por qué no siempre es posible confiar ciegamente en lo que dice el Padre Calixto de la Providencia y Monseñor Natali, él dice lo siguiente:
«En la página siguiente (407) hay una nota en la que el P. Calixto cita, tomándolas de Monseñor Barbier de Montault, otras palabras de Monseñor Natali pronunciadas en 1869 (32 años después de la muerte de Ana, en la misma víspera de confiscación de los Estados Pontificios): “Italia devolverá al Papa lo que le ha tomado y se le someterá. Pío IX verá el triunfo de lo Iglesia. El Papa está unido en la intención con Ana María, que vela por él. Pío IX será un santo. Las profecías de Ana María se extienden hasta el Anticristo, cuyos tiempos se avecinan… Habrá todavía muchos papas, pero no vivirán mucho tiempo”.
  
¡No vivirán mucho tiempo! ¡Ahí están Pío IX, León XII, Pío X, Pío XII. Sé muy bien que las profecías atribuidas a San Vicente Ferrer sobre la inminente llegada del anticristo no han impedido sus milagros ni su santidad. Pero la memoria de Ana María no hubiera perdido nada, pienso yo, con un poco más de discreción por parte de sus historiadores y sus confidentes.
  
La Beata es lo bastante rica para que nos contentemos con sus riquezas ciertas. Ya en 1869 el P. Calixto cree poder sacar de las palabras de Ana esta conclusión: “La hora de la completa liberación y del triunfo completo del Papado no puede tardar mucho en sonar”. Han pasado sesenta y siete años. No proporcionemos gratuitamente armas a las “almas blandas y sensuales” a las que pretendemos convertir. Recordemos, por otra parte, que la Iglesia no toma por su cuenta todas las profecías y visiones de los santos, ni siquiera las que se suponen auténticas» [Edición digital de la versión española (Buenos Aires, 1942), en la pág. 73].
En fin, por cuenta de estos y otros problemas, la divulgación de las visiones de Ana María Taigi por parte de Don Bosco fue una de las objeciones que el procurador de la fe, más conocido como abogado del diablo, levantó contra su beatificación.
   
En aquellos años, Mons. Alessandro Verde tuvo que lidiar con personajes casi contemporáneos a Don Bosco, como Ana María Taigi (1769-1839) y Bernardo Clausi (1789-1849), para los cuales el propio Don Bosco llamó la atención al publicar algunas profecías sobre la Iglesia en la revista ‘Galantuomo’.
   
En lo que dice respecto a Taigi, Mons. Verde había apuntado en las «Animadversiones» del proceso apostólico la falta de confiabilidad de las profecías que prenunciabam «triunfos» durante el pontificado de Pío IX; aparte, él había lamentado la falta de credibilidad de la mayoría de los textos recogidos en el restringido círculo de devotos y admiradores: todos ellos afirmaban enfáticamente virtudes superlativas en la sierva de Dios, en contraste con lo que algunos testigos más independientes revelaban sobre Taigi […]. [Pietro Stella, Don Bosco nella storia della religiositá cattolica, vol. III: La Canonizzazione (1888-1934), pág. 131].
   
Estas acusaciones del abogado del diablo fueron posteriormente resueltas, en favor de la beata, por el Padre Carlo Salotti, que más tarde se tornaría Cardenal y Prefecto de la Congregación de Ritos. Él mismo escribiría en la década de 1920 una biografía intitulada La Beata Anna Maria Taigi secondo la storia e la critica (Libreria Editrice Religiosa, Roma, 1922), que el Padre Bessières calificaría como el trabajo mejor documentado después de su beatificación.

CONCLUSIÓN

Ante lo expuesto, se ve que es justo mirar esta profecía de los tres días de tinieblas, que no está anclada en el depósito de la fe y tampoco puede concedernos garantía infalible de su realización, con la misma cautela que tuvo el Papa Pío IX. No creer mucho en ella, para no inquietarse e ilusionarse inútilmente, y evitar la extraña pasividad de los que creen que, en estos tiempos de martirio, basta encerrarse en casa bajo siete llaves, con las velas benditas, y dejar que Dios haga el resto. No, deseemos imitar antes la resignación a la voluntad de Dios de un mártir, como lo fue, a su modo, en martirio blanco, el papa Pío IX, prisionero en el Vaticano, que buscó usar el tiempo que le quedaba para hacer todo el bien que le fue posible, a fin de agradar a Dios, y procurar la gloria de la Santa Iglesia.

REFERENCIAS

2 comentarios:

  1. Yo creo que ésta profecía es legítima, porque a mi parecer creo que los castigos del apocalipsis tienen que todos estar solapados de tal forma que ocurren un lapso cortísimo de tiempo, ya que sino la gente de forma muy obvia podría saber que es el fin del mundo, y se supone que según san Pedro la gente tenía que estar como si fuera cualquier otro día cuando ocurra el día de la ira. Así que si todo ocurriese como en una sola semana tendría más sentido, para ser honesto.

    Luego la parte de que la oscuridad tendría daemonios, pues, según el libro de sabiduría la plaga de oscuridad de Egipto no era oscuridad normal, sino que la gente veía como caras y tenía terrores inexplicables, lo que para mi es claro de que había mundipostestades sueltas en la oscuridad. Así que creo que lo mismo tendría que pasar para la copa de oscuridad del apocalipsis.

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    1. De otra parte, profecías como esta (que sin temor a equivocarnos, volvieron a la atención pública en los años inmediatamente posteriores al Concilio Robado del Vaticano) han hecho que los conciliares (sí, hay algunos de ellos que creen en profecías) y algunos tradicionalistas se preocupen más por castigos físicos que por el castigo espiritual que es precisamente la Gran Apostasía y que, como dijo la Virgen en La Salette, «La Iglesia está eclipsada» a los ojos del mundo precisamente por la Secta Deuterovaticana, por lo que es mil veces más de temer la oscuridad del error que enceguece las almas hasta arrojarlas al infierno que la oscuridad que impide a los ojos físicos ver.

      Por otra, siguiendo las notas que Mons. Félix Torres Amat hace del capítulo XVII del libro de la Sabiduría, la plaga de la oscuridad que azotó a Egipto fue el castigo por la soberbia y jactancia de ellos en su falsa ciencia, y era una figura del estado inmutable y violento en que se hallan los condenados en el Infierno, padeciendo como padecen del gusano que no muere (el remordimiento de conciencia), pues como dice San Agustín en su comentario al salmo 45: «Ninguna angustia hay ni mayor tormento para el alma, que el remordimiento que le causan las propias maldades».

      Finalmente, hallamos prudente seguir el consejo que da el artículo: tomar las profecías con cautela, admitir la posibilidad, pero siempre ejercer la resignación a la voluntad de Dios, haciendo el mayor bien posible para agradar a Dios y procurar la gloria de la Iglesia y la salvación.

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