La Espada de Roma:
MES DE SAN MIGUEL
OCTAVO DÍA
San Miguel, campeón de la Encarnación.
Como ya hemos dicho, en esta prueba a la que el Creador quiso someter a los Ángeles antes de introducirlos en la soberana bienaventuranza, San Miguel, con su grito de amor y de victoria, desbarató los pérfidos planes del soberbio Lucifer, lo derrocó y lo arrojó al abismo del infierno que acababa de cavar con todos los Ángeles que, con su pernicioso ejemplo, este príncipe rebelde había arrastrado tras de sí. Pero, ¿cuál pudo ser la causa de esta revuelta de la tercera parte de los ángeles? Seguramente la verdad en disputa debía ser un dogma fundamental. Sí, nos responden los Santos Padres y Teólogos, pues se trataba de la Maravilla de las Maravillas, es decir, del Misterio de la Encarnación, y por consiguiente la exaltación de la naturaleza humana en la persona del Verbo Encarnado y de la Virgen Madre, por encima de la naturaleza angélica en la que Lucifer se complacía demasiado, olvidando que aún no estaba confirmado en la gracia. Dios, habiendo concebido en su ilimitado amor el admirable proyecto de la Encarnación de su único Hijo, lo expone a las falanges celestiales y propone el Verbo hecho carne a la adoración de los Ángeles. Ante este pensamiento, cuenta San Jerónimo, Lucifer se rebeló y se negó a someterse a los oráculos divinos. Pero el Arcángel San Miguel se levanta, y, si se nos permite esta expresión, ya no se contiene, tan grande es la alegría y la gratitud que siente por la inmensidad del amor de su Dios. Levanta su espada relámpagueante para detener las blasfemias de estos Ángeles malditos, y, con un heroísmo digno de la causa que sostiene, lucha a favor de esta gran obra que Dios ha determinado en su infinita sabiduría, esta obra maestra de la caridad de Dios para con el mundo. Y, victorioso sobre el celoso Dragón, es el primero en hacer resonar los cielos con este grito de adoración, alabanza y amor: "El Cordero de Dios es verdaderamente digno de todo honor, de toda alabanza, de toda gloria; rindámosle todo el homenaje debido a la Divinidad. Y todos los ángeles repiten tras su Jefe triunfante: ¡Hosanna al Hijo del Altísimo! ¡Hosanna al Verbo hecho carne! ¡Hosanna al Altísimo! ¡Hosanna filio David! ¡Gloria in altissimis Deo! Por eso, como nos dicen varios comentaristas, Nuestro Señor Jesucristo puso, por así decirlo, en manos de San Miguel el ejercicio de los derechos que había adquirido por su Encarnación. Y una piadosa tradición, que se remonta a los Apóstoles, dice que la Santísima Virgen María se alegra cuando oye el nombre de San Miguel y derrama toda clase de gracias sobre quienes lo invocan, porque es el vengador de su divina Maternidad y de su santísima Virginidad. También San Miguel, aprovechando las gracias especiales que le fueron concedidas por Dios, y utilizando los privilegios que recibió del propio Verbo, no permite que los efectos de su victoria se concentren en las esferas celestiales; después de haber luchado en el cielo de la prueba a favor de la humanidad representada en la persona del Hijo de Dios y de su Santa Madre, luchará con el hombre; y para exhortarlo a tomar su lugar bajo su bandera: ¡Quis ut Deus! y a entrar en batalla con Satanás, le contará los secretos divinos relativos al Misterio de la Encarnación. Ya dejó entrever este misterio a Adán y Eva cuando, tras su pecado, los expulsó del Paraíso terrenal. Lo reveló más claramente a los Patriarcas y Profetas, y a medida que se acerca el tiempo señalado, multiplica sus mensajes para preparar la tierra a recibir la visita de Dios, que, por un misterio inaudito de su infinito amor por sus criaturas, ha consentido en hacer una visita en forma de siervo, de hombre, de mujer, de niño, de Hijo de Dios, No hace falta entrar en detalles, nos dicen los santos Doctores, es un hecho probado que todas las visiones, todas las Profecías que los Santos de la antigua Ley nos relatan en relación con la venida del Mesías, les han sido contadas por el Señor. Les fueron comunicados por el propio Arcángel San Miguel o por los Embajadores que había designado para cumplir esta Misión, y en particular por San Gabriel, su lugarteniente, como él mismo declara en el libro de Daniel. También San Pantaleón y varios comentaristas famosos dicen que todas las gracias de la regeneración de la humanidad bajaron al mundo a través de San Miguel. Sin duda, San Pantaleón no pretende conceder al Príncipe de los Ángeles el privilegio que se atribuye exclusivamente a la Santísima Virgen, por la que descienden a la tierra todas las gracias y nos llegan todos los bienes, pero quiere que comprendamos que, por su intrépido celo en hacer triunfar la Encarnación, San Miguel es el mensajero elegido por el Hombre-Dios y por la Reina de los Ángeles y de los hombres, para transmitir a las criaturas los dones o gracias sobrenaturales indispensables para la salvación. En esto seguimos siendo sus deudores, y por eso tiene derecho a la gratitud de todas las generaciones, dice Corneille Lapierre, pues por estos privilegios que ha recibido de Jesús y de la Reina de los Ángeles, puede dar a las criaturas los dones de las gracias sobrenaturales o indispensables. Es y será siempre el Ángel, el Apóstol y el defensor triunfante de la in carnación, será hasta el final de los tiempos el apoyo y el vengador de la humanidad, y en el cielo lo seguiremos proclamando el Ángel de la salvación. Por eso varios Padres del Concilio de Antioquía y Constantinopla llegan a decir: "En el Misterio de la Encarnación, San Miguel tiene una participación tan grande que, si fuera posible que los designios de Dios no obtuvieran su efecto, este misterio fundamental de nuestra santa religión podría haber sido abortado si este gran Príncipe no lo hubiera defendido con un valor y un heroísmo que los Ángeles fieles y los Elegidos celebrarán siempre con nuevo entusiasmo mientras dure la Eternidad".
MEDITACIÓN. ¡Oh, maravilla inefable! El único Hijo de Dios se encarnó por nosotros, pobres criaturas, y por nuestra salvación. ¡Qué exceso de amor! ¿Le entendemos? ¿Qué hacemos para demostrarle nuestro nuevo nacimiento? Jesucristo no pide sólo palabras, sino también y sobre todo acciones. Se rebajó hasta asumir nuestra naturaleza; siguiendo su ejemplo, ¿aceptamos sin rechistar las humillaciones que Dios se complace en enviarnos? ¿Estamos dispuestos, si es necesario, a hacer cualquier sacrificio para permanecer fieles a Jesucristo? ¿Tenemos el valor de defenderlo cuando es atacado ante nosotros? ¿Acaso no buscamos establecer su reino en las almas? ¿No lo destruimos con malos ejemplos, con palabras, acciones u omisiones que escandalizan a quienes nos rodean? Humillémonos ante Dios, pidamos perdón por nuestra ingratitud y resolvamos hoy demostrar nuestra gratitud a Jesucristo llevando una vida sinceramente cristiana.
ORACIÓN. - Oh San Miguel, tú que fuiste el primer Adorador de Jesús, inspíranos un amor por este conmovedor Misterio de la Encarnación tan ardiente como el tuyo; suple nuestra debilidad, haz que la Santísima Trinidad acepte nuestra gratitud, y ofrece a Jesús el humilde y profundo homenaje con el que quisiéramos reparar todos los ultrajes que le hemos hecho a Él y a nosotros y otras tantas criaturas ingratas, para que un día merezcamos amarlo y glorificarlo en la Eternidad. Amén.
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